Noticias que no verás en la prensa diaria

“Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,  porque el reino de los cielos les pertenece.” Mateo 5:10

Noticias que no verás en la prensa diaria y que debemos tener en cuenta en nuestras oraciones.

En muchas partes del mundo, las congregaciones cristianas padecen persecución y muerte sólo por proclamar el evangelio de Cristo. Reunirse en una casa o simplemente llevar consigo una Biblia, puede significar el martirio para muchos cristianos. Noticias como las siguientes no aparecen en la prensa diaria, y ponemos éstas como muestra de lo que padecen nuestros hermanos. No podemos estar allí para ayudarlos, pero sí podemos interceder por ellos, para que el Señor muestre su poder en su medio y para que su sangre derramada, fertilice aquellas tierras y veamos allí también los frutos del Evangelio. Un buen tema para tener en cuenta en este próximo Adviento.

ABUJA, Nigeria (Associated Press / NoticiaCristiana.com) Turbas de jóvenes musulmanes, han quemado iglesias cristianas y casas, también han saqueado negocios de cristianos en el norte de Nigeria, esto ha ocurrido tras las recientes elecciones presidenciales.

El cadáver del sacerdote greco-ortodoxo, Fadi Jamil Haddad, párroco de la Iglesia de San Elías en Qatana, Siria, ha sido encontrado en un barrio al norte de Damasco. El clérigo fue secuestrado el 19 de octubre por cuatro hombres armados no identificados. Su cuerpo tenía signos de «increíble crueldad». Los secuestradores pedían 550.000 euros para su liberación suma que la familia no pudo reunir. Otro mártir cristiano.

Extremistas hindúes atacan a un pastor evangélico por predicar el evangelio: Dos hombres atacaron al pastor Lal Mani Prasad y a su familia, miembros de la iglesia Comunidad Emanuel, que desarrolla su obra en la zona de Narela, al norte de la capital india, Nueva Delhi, según han informado agencias misioneras. El pastor continúa ingresado por las lesiones internas que le provocaron al atacarle con objetos de acero, por los que tuvo que recibir 18 puntos de sutura en la cabeza.

Atentado suicida contra una iglesia en Nigeria deja 10 muertos: Un atentado con coche bomba perpetrado este domingo contra una iglesia católica en Kaduna provocó unos 10 muertos y 145 heridos en esta ciudad del norte de Nigeria, blanco de ataques del grupo islamista Boko Haram.

Asesinan a pastor y a su familia en su propia casa: El pastor Sami, su esposa y tres hijos fueron el blanco de la violencia en Siria, al ser atacados en su propio hogar, según denuncia la organización Misión de Ayuda Cristiana. «Un grupo de milicianos entró (en la casa) e hizo que todas las personas (que no eran de la familia) salieran. Luego mataron al pastor y a su familia. Así que ahora ya son aproximadamente once los cristianos que formaban parte del ministerio al que ayudamos y que han sido asesinados en esa región (al suroeste de Siria)», informó la oficina del Medio Oriente de Ayuda Cristiana.

Bombero cristiano es despedido por enviar correo electrónico con contenido evangelístico: El capitán de bomberos Jon Sprague, quien llevaba una trayectoria de 17 años como bombero, fue despedido el pasado miércoles por el Departamento de Bomberos de Spokane Valley en Washington por enviar correos electrónicos con contenido evangelístico a unos compañeros de trabajo. Sprague, quien había fundado hace dos años la “Fraternidad de Bomberos Cristianos del Condado de Spokane” asegura que él estaba simplemente utilizando el medio más eficaz para comunicarse con los miembros de su comunidad

“Si el mundo los aborrece, tengan presente que antes que a ustedes, me aborreció a mí. Si fueran del mundo, el mundo los querría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece. Recuerden lo que les dije: “Ningún siervo es más que su amo.” Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán. Si han obedecido mis enseñanzas, también obedecerán las de ustedes.  Los tratarán así por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.” Juan 15:18-21.

“Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.” Juan 16:33.

Las comparaciones son odiosas

“Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos. Pero nosotros no nos gloriaremos desmedidamente, sino conforme a la regla que Dios nos ha dado por medida, para llegar también hasta vosotros.” 2ª Corintios 10:12-13

Las comparaciones son odiosas, repugnantes y detestables.

Si yo quiero ser una persona desdichada solo tengo que dejar que las semillas de la comparación crezcan libremente dentro de mi. Creo personalmente que todos estamos infectados por este virus, estamos acostumbrados a compararlo todo: Los días, la música, la comida, los pisos, etc… y no está mal, lo peor es cuando se trata de personas.

La comparación aparece por lo menos en dos patrones:

Patrón n°1 Nos comparamos con otros ¡Cuántas veces nos comparamos con los que son superiores a nosotros y con los que son inferiores! Si somos tuertos y nos comparamos con los que tienen ojos nos deprimiremos, y nos sentiremos mejor si nos comparamos con una persona ciega. Como dijo alguien: «Entre los ciegos, el tuerto es el rey».

Seamos sinceros ¿No es verdad que nos sentimos bien cuando nos comparamos con alguien que es más pecador que nosotros? Un escritor dice: “Hay quienes necesitan ver pecar a otros para sentirse justificados ellos mismos” Esto es lo que hizo el fariseo orando: “Señor, te doy gracias que no soy como este publicano que es un gran pecador” Necesitaba sentirse bien y justificarse ante Dios comparándome con un cobrador de impuestos ladrón. En otras palabras, lo que hacemos es abandonar nuestra verdadera personalidad y cambiamos por una apariencia falsa, eso es en realidad odioso, con razón le dice Pablo a los Corintios “Ciertamente, no nos atrevemos a igualarnos o a compararnos con esos que se alaban a sí mismos. Pero ellos cometen una tontería al medirse con su propia medida y al compararse unos con otros.”  2 Co 10:12 (Versión Dios Habla Hoy).

Dijo Lutero: “No te apoyes en la obra de otro porque caerás en una falsa seguridad ¡Como si tuvieras que ser considerado bueno ante los ojos de Dios por el solo hecho de ser mejor que otro! De esta manera lo que haces es adjudicarte más méritos por la maldad de otro que los que obtienes por tus propias obras”.

¡Yo soy muy bueno, mejor que Felipe! ¡Yo soy muy malo, peor que Pedro! ¡Tonterías! A cada uno de nosotros Dios nos ha asignado una tarea personal, y somos como somos.

El segundo patrón es que no solo nos comparamos con otros sino que también comparamos a unas personas con otras

Esto es muy injusto y cruel, los niños son los que más sufren cuando los adultos bien intencionados ¡Fíjate en tu hermano, si él puede sacar buenas notas tu también puedes! ¡Fíjate en el niño del vecino, ya sabe nadar y tu no sabes! El padre está tratando de encender pero lo que hace es apagar el concepto de la personalidad.

Pero no sólo lo sufren los niños, la gente compara a los predicadores, los maestros, las creencias, las oraciones, los cultos, las canciones, las esposas, las madres, las familias y podríamos seguir la lista… y como no, comparamos el peso, la economía, los dolores, los placeres… ¡Toda comparación es odiosa!

¿Por qué no aceptar la gente tal y como es? ¿No nos acepta Dios tal y como somos? Nuestro Señor ha tenido el placer de crearnos a cada uno de nosotros diferentes. Si aceptamos esto, nos aceptaríamos los unos a los otros como Él nos acepta. Yo personalmente intento no caer en compararme con los demás ni comparar a unas personas con otras porque las comparaciones son odiosas.

Conectados a ti

“así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. ” Romanos 12:5

Por precios muy económicos, todos podemos tener internet, incluso en la palma de nuestra mano, en el móvil, en cualquier parte, a cualquier hora podemos acceder a toda la información del mundo en cuestión de segundos: Consultar el pronóstico del tiempo, las noticias, los resultados deportivos en tiempo real, podemos comunicarnos casi ilimitadamente con nuestros seres queridos que viven a miles de kilómetros o con nuestro vecino, podemos almacenar fotos y mostrarlas a los demás, y un largo etcétera… las posibilidades son enormes y cada vez mayores, a medida que las conexiones van mejorando y las redes siguen evolucionando. Estamos cada vez más conectados, y es algo muy útil.

Pero esto ya sabemos que estas cosas, también pueden ser un problema.

Cada vez nos conectamos más con la gente que no está ahí, pero nos olvidamos de los que están aquí, más cerca, presencialmente. Y por mucho que avance y se democratice la tecnología, no se debe de perder nunca, ese apretón de manos, ese abrazo, esa conversación cercana y cálida, cara a cara, no tanto “cara a pantalla”.

Los jóvenes están muy enganchados a este tipo de comunicación, pero también sabemos que les gusta mucho quedar y salir, hacer cosas juntos y comunicarse tradicionalmente. Y ese hacer cosas juntos, debe de ser una de las bases de la congregación en la iglesia. Hay iglesias, sobre todo en Estados Unidos, donde los cultos los retransmiten en directo, en video por internet, pensando en esas personas que por la razón que sea, no pueden desplazarse a la iglesia. Insisto, eso esta bien… Lo malo es abusar de ello y es donde se perdería el hecho de ser iglesia.

La iglesia no es un espectáculo, donde llegar, sentarse cómodamente y ser un espectador más. Luego al volver a casa surgen las típicas conversaciones de sobremesa dominical: “¡Qué bonito ha estado el sermón!”, o “¡Qué aburrido ha estado!”, o “¡Cómo ha desafinado el director del grupo de alabanza!”, o “¡Qué equivocado ha estado el pastor en su prédica!”, o decir inocentemente: “¡Qué bien ha estado todo, he salido lleno y bendecido… !”

Aquel que viene a la iglesia a contemplar un espectáculo, que como todo espectáculo, puede ser criticable o comentado, entonces esa persona no ha entendido nada, no sabe en qué consiste formar parte de la iglesia. ¡Normal! En este país, aún está muy presente la cultura católica no practicante, que se reduce a acudir “a misa” una vez por semana, o simplemente venir cuando hay algo especial, o para ver si así uno se siente mejor, o a ver a los hermanos, que hace mucho tiempo no se ven. Si la iglesia se hubiese establecido sólo para eso, hace siglos que habría desaparecido.

La Biblia dice que Dios mismo ha establecido la iglesia con un propósito: Dar a conocer a Cristo al mundo, y para ello, nosotros somos (o debemos ser) ejemplo de lo que debe ser el amor incondicional, porque lo hemos conocido a través de nuestro Salvador. Pero también estamos para crecer y progresar personalmente, lo que conocemos como “ser edificados”, y para ello tenemos dones, que Dios mismo repartió y dispuso entre TODOS y cada uno de nosotros: Unos enseñan, otros predican, otros alaban, otros cuidan y consuelan, otros interceden en oración, otros evangelizan de forma creativa, otros proveen, pero nadie… repito NADIE, se debe quedar sin hacer nada.

¡Qué preciosa esa metáfora que hace el apóstol Pablo, acerca de que la iglesia es un cuerpo! No un cuerpo (o corporación) humana cualquiera, sino el mismísimo cuerpo de Cristo. Somos sus ojos para ver lo que ocurre en el mundo, somos manos para hacer cosas a favor de la comunidad, somos sus pies para acudir al necesitado y al perdido, somos su boca para contar de sus maravillas. Mucha gente no verá a Dios, pero sí nos verá a nosotros. Todos somos miembros útiles que cumplen una valiosa función.

Unos en el pozo, y otros sujetando la cuerda

“como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia.” Filipenses 1:7

Si hablamos de misioneros a lo largo de la historia ¿En quién pensarías? El ya mítico doctor David Livingstone, supongo; quizá en los grandes teólogos William Carey, o John Wesley, o el joven mártir David Brainerd… o puede que no conozcas a ningún histórico. ¿Y si hablamos de otros nombres como el alemán Frederick Fliedner o el sueco William Knapp? Seguro que a muchos no os suenan, pero gracias a estos pioneros, entre otros más, que allanaron el camino para que nuestros antepasados crean, hoy día puedes congregarte en una iglesia evangélica bautista en este país.

Son los misioneros, los que van abriendo un duro camino en medio de grandes dificultades, hostilidades, rechazo y persecución, para que la única palabra que trae vida, la que sale de la boca de Dios, pueda ser oída y recibida, aunque sea por una manada pequeña (como decía aquella canción de Marcos Vidal) y con la responsabilidad de seguir con el legado y el mandato de seguir divulgándola, esparciéndola por amor a nuestro prójimo, para que nadie se pierda. Es hora también de que más personas, también fuera de nuestras fronteras tengan esta maravillosa oportunidad de conocer al único que les ha salvado y puede cambiar sus vidas para siempre.

Pero no es fácil, hay muchísima oposición, en muchos países no sólo rechazan el evangelio, no sólo se muestran indiferentes, sino que incluso lo odian, lo persiguen y no tienen piedad con aquellos que les viene a dar esperanza. No son pocos los países, y lamentablemente no son pocas las noticias donde la cristiandad está sufriendo: Irán, India, Afganistán, Egipto, Indonesia, China, Nigeria, Mali, y un largo etcétera, ya sea por la intransigencia de los radicales religiosos o por razones políticas, muchos están sufriendo por el evangelio. Pero de esto ya nos avisó Jesús:

“…os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio.” Lucas 21:12-13

Fijaros bien en esto último. Lo cierto es que muchos también han creído viendo como han sufrido, y han sido martirizados muchos misioneros, y también (sin ir a grandes extremos) como se han entregado, dando su tiempo, sus fuerzas, para ayudar a que niños en lugares muy pobres puedan ir a la escuela, o comunidades remotas puedan tener un hospital o un centro cultural, un pozo o una huerta para abastecer a un poblado… o una iglesia donde reunirse con otros hermanos. La historia de la iglesia, y del evangelio se entiende mucho mejor, a los ojos del mundo, gracias a ese sacrificio, y es un testimonio muy poderoso. Y eso se lo debemos a los misioneros y en general a los que trabajan en pro de las misiones internacionales.

Ahora bien, ¿Acaso tengo que ser un misionero en algún país remoto para dar buen testimonio de la fe? Obviamente no, puedes serlo en el lugar donde estás, pues San Sebastián de los Reyes, Alcobendas… España entera necesita (ahora más que nunca) de Cristo y ahí tenemos que misionar nosotros, pero ¿Cómo puedo colaborar con las misiones en el extranjero? Hay un símil muy bonito, que seguro que lo habéis oído en alguna ocasión:

Si alguna persona, o algún animal caían a un pozo, tenía que bajar alguien a rescatarlo y para eso hacen falta cuerdas. Hoy día los pozos pueden tener un motor eléctrico que puede recoger la cuerda, una vez se ha agarrado al rescatado, pero antiguamente tenía que haber otra persona arriba del pozo para sujetar la cuerda. Ese que baja a rescatar al caído es el misionero, pero nosotros somos los que sujetamos  la cuerda desde arriba, o si lo preferís podemos ser el motor y las poleas que sujetan el único sustento del misionero.

¿Qué son esas cuerdas? ¿Qué sujetamos nosotros? Principalmente la oración, pero también las ofrendas y el interés sincero por lo que ellos están haciendo. Hermanos, recordad que hay gente que está en lugares, en ocasiones peligrosos, que están siendo parte de la punta de la lanza que Cristo ha lanzado al mundo, para alcanzar al corazón más remoto.

Cadenas

“Así que, si el Hijo os hace libres seréis realmente libres” Juan 8:36

Cuando Jesús habla de ser libres, es porque desde que el hombre es hombre, ha vivido en esclavitud. Me explico, creo que de una manera u otra, todos, somos esclavos de algo, estamos atados a algunas cadenas, en nuestras almas, que nadie ve. Y lo más grave es que estamos tan habituados a ellas, que ya no las percibimos. Es decir, creemos que somos libres sin serlo de verdad.

No todos estamos atados de la misma forma, pero lo estamos. Unos llevamos las cadenas de los vicios, otros las cadenas de las preocupaciones, otros estamos bien arraigados a las tradiciones, otros a la religiosidad, otros a los miedos, otros al trabajo, otros al complejo de inferioridad, otros al deseo del poder y del dinero, otros a remordimientos, y así podríamos hacer una lista muy larga. Y digo yo: Si Cristo me perdonó haciéndome libre ¿por qué no gozo de esa plena libertad? Hace poco leí una historia que me hizo pensar bastante:

“Cuando yo era niño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante, que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de su peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de la actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas. Sin embargo la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera a penas enterrado unos centímetros en el suelo, y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir. El misterio sigue pareciéndome evidente.

¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores, pregunté entonces a un maestro, un padre y un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se encapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia “si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo olvide el misterio del elefante y la estaca, y solo lo recordaba cuando me había encontrado con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.

Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mi, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño. Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque pobre, cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.”

De Jorge Bucay “Déjame que te cuente…”

Todos tenemos un poco de ese elefante, estamos atados a ciertas estacas que nos quitan la libertad. Quizá, hace mucho tiempo, aprendimos el mensaje “no puedo”. Pero hermanos, nuestro señor Jesucristo no nos dijo en vano estas palabras: “Si el hijo os hace libres, seréis realmente libres”

El tranquilo control de Dios

“¿Por qué se amotinan las gentes, y los puebles piensan cosas vanas? Se levantan los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su Ungido: diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas” Salmo 2:1-3

¿Una vez te has preguntado por qué Dios no está deprimido al ver como el mundo se ha levantado en rebeldía contra Él? Tiene sobrados motivos para estarlo. La apostasía de Israel en tiempos del Antiguo Testamento, lo que hicieron con su Hijo Jesús cuando le envió al mundo, el estado moribundo de la iglesia en muchos lugares y la persecución de su pueblo en otros. Dios tiene emociones. ¿Cuáles son estas frente al panorama que ve cuando contempla el mundo desde el cielo? El Salmo 2 contesta a esta pregunta.

El Salmo empieza con las naciones, que  conspiran contra Dios para librarse de su gobierno. No quieren obedecer sus leyes y no quieren que su Mesías reine sobre ellas. No quieren ninguna de sus restricciones. Ven su Ley como una ligadura y sus mandamientos como ataduras que no les dejen en libertad para hacer lo que les parece. Luego, cuando envía a su Rey al mundo, le quiten de en medio crucificándolo. Los apóstoles vieron los eventos de la muerte de Cristo como cumplimiento de este salmo: “¿Por qué se amotinan las gentes?…” Hechos 4:25-26 es una cita directa de este salmo, y lo citan en medio de una oración muy aleccionadora: “Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera” (Hechos 4:26-27). Aquí esta el motivo por el cual Dios no está desesperado. Todo el mundo se ha unido contra Él y contra su Cristo para librarse de su gobierno, y matan a su Hijo pensando que lo han logrado, ¡y lo único que han hecho es llevar a cabo la voluntad de Dios! Esta es la mayor frustración del enemigo: todo lo suyo sirve para realizar los propósitos de Dios. Dios lo tuvo en cuenta cuando planeó las cosas, y lo incluyó en sus planes. Todo lo que no contribuye a los planes de Dios, Dios no lo permite. Matan a su Rey, y Dios lo usa para nuestra salvación. Lo resucita para que al final reine, tal como lo había determinado desde el principio.

¡La maquinación del enemigo es tan impotente que Dios se ríe!: “El que mora en los cielos se reirá; y el Señor se burlará de ellos” (Salmo 2:4). No se ríe porque han matado a su Hijo, sino porque no logran sus fines malvados, porque es ridículo luchar contra Dios. Es de risa: la hormiga contra el elefante. Dios se ríe, pero luego se enfurece: “Luego hablará a ellos en su furor” (v. 5); “pero yo he puesto a mi Rey sobre Sión, mi santo monte” (v. 6). Dios ha determinado que su Hijo va a reinar, y Él reinará, y ya está. Lo que Dios decide es lo que prevalecerá por encima de todo lo que hagan el enemigo y las fuerzas unidas del mundo para impedirlo. Así que a los reyes de este mundo es de su interés admitir amonestación y servir a Dios con temor (v. 10-11) si no quieren ser consumidos con su ira (v. 12). Para nosotros que somos creyentes, este salmo nos recuerda que, un día, Dios pondrá a su Rey sobre su santo monte y Él reinará, y esto a pesar de toda la organizada rebeldía que vemos ahora contra su gobierno en este mundo. Dios hará lo que ha dicho, y punto.

A lo que hemos sido llamados

Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor1ª Corintios 1:9

Algunos piensan que hemos sido llamados a usar nuestros dones en la iglesia; otros, que hemos sido llamados a propagar el evangelio; otros, a servir en el mundo; y otros piensan que hemos sido llamados a ir al cielo. Todas estas cosas son ciertas, pero no son la finalidad de nuestra llamada. El propósito de nuestra llamada es tener comunión con Cristo. Tristemente se pueden hacer muchas cosas sin tener comunión con Él. Ir al cielo es para continuar teniendo la comunión que hemos establecido con él aquí en el mundo, y para profundizar en ella. Es a una relación que hemos sido llamados, no, en primer lugar, a un ministerio o a un lugar, sino a una Persona.

¿Cómo, pues tenemos comunión con Cristo? Lo obvio es que no hemos sido llamados solamente a asistir a cultos, o a tener mucho conocimiento bíblico, ni a ser miembros de una iglesia, o a participar en muchas actividades, sino a conocer a Cristo. Se le conoce y se relaciona con él de la misma manera que Jesús se relacionaba con su Padre. Se levantaba muy de mañana para buscar al Padre en oración; otras veces pasaba horas de la noche en comunión con él. Averiguaba su voluntad y la hacía. Tenía comunión con él haciendo las obras de su Padre, hablando de él, abriendo su Palabra a la gente, meditando en ella, y encarnándola en su vida. Fue la palabra encarnada cuando nació en Belén, y también, a lo largo de su vida, cuando iba cumpliendo las Escrituras en su experiencia.

Nosotros también tenemos comunión con él de este modo. Tenemos comunión con él mientras servimos a otros, mientras oramos por ellos, mientras cultivamos relaciones cristianos. Tenemos comunión con él al sufrir con otros, al llevar sus cargas, al identificarnos con su dolor.

También tenemos comunión con Cristo al sufrir por su causa. ¿Quiénes son los que tenemos más comunión con él? ¿No son los que languidecen en cárceles en Irán por amor a su nombre, los que van a reuniones en las casas-iglesias de la China a peligro de sus vidas, los que cruzan las montañas de Afganistán para animar a creyentes aislados, los que predican a las multitudes al aire libre en Kenia, los que caminan horas para llevar el evangelio a pueblos donde no se sabe nade de Cristo? Son los que visitan hospitales, los que atiendan a enfermos en sus casas, los que apadrinan a niños pobres, los que estudian la Palabra para transmitirlas a otros, los que trabajan activamente para edificar la iglesia. También son los que apoyan económicamente a obreros, los que oran con pasión por las almas, los que reparten literatura, los que adoran desde lechos de dolor, añorando su venida.

Dios provee las circunstancias, todas ellas medios para tener comunión con su Hijo.  En esta comunión uno ora, busca a Dios, siente lo que siente él, llora, implora su ayuda y experimenta su poder. Vives lo que vivía Jesús en circunstancias parecidas en las cuales llegas a comprenderle, a amar como amaba él, a sufrir como sufría el, a perdonar y a practicar su paciencia en viva comunión con él. En estas circunstancias te habla, te anima y te dice que está contigo allí donde estés, y dices como Pablo: “pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas” (2 Tim. 4:17).

Esto es tener comunión con él.

Guardar ¿Qué?

“El hombre bueno, del buen tesoro  de su corazón saca  lo bueno; y el hombre malo,   del mal tesoro de su corazón saca lo malo;   porque  de la abundancia del corazón habla la boca.”  Lucas 6: 45

Hay  un refrán que dice: “El que guarda, halla”, esto es una gran verdad, es una ley inalterable para bien o para mal, pero halla.

Todas las personas  guardamos muchas cosas, como por ejemplo en los  almacenes en las oficinas en los locales guardamos archivos, cajas, muebles, alimentos, ropas, vehículos, etc. Y cuanto más tenemos  más  guardamos.

Tenemos muchos departamentos para guardar las cosas que tenemos. Por ejemplo en los armarios guardamos la ropa  de invierno y de verano, también guardamos en otro lado la vajilla, en otro lado la comida, los libros, los artículos de limpieza, etc. Luego también guardamos cosas muy .importantes como documentos familiares, asuntos del médico, recibos, escrituras, fotos, cartas, películas, y como no, dinero.

También tenemos la costumbre de guardar cosas que nunca utilizaremos, como cosas de cuando éramos niños, o recuerdos que nos cuesta mucho tirar, o cientos de cosas que creemos vamos a utilizar algún día. Pero… ¿Vale la pena guardar todo lo que guardamos’?  ¿No guardamos cosas  y cosas  y al final tenemos que tirar muchas?

¿Que tiene que ver esto con nuestra vida espiritual?

En la biblia vemos  que tenemos que guardar los mandamientos, nuestra lengua etc. Y lo más importante ¡El corazón! Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida. (En otra versión: Porque de él brotan los manantiales de la vida) Proverbios 4: 23.

Es decir, pon un centinela, vigílalo cuidadosamente, protégelo, préstale atención, mantenlo limpio, quita los escombros, cuídalo. Si lo haces, de ti brotara la vida. Es decir. Cuando la biblia habla del corazón se refiere a lo mas fundo de  nuestro ser, es el cetro de la totalidad de nuestra personalidad.

Tenemos que guardar nuestro corazón porque muchos enemigos quieren sitiarlo. A la puerta de nuestro corazón se presentan la crítica, los malos  pensamientos, la desobediencia, la avaricia, el orgullo, la amargura, la malicia y le dicen: Por favor, déjanos pasar. Pero qué bueno  sería si a lo malo dijéramos: ¡La puerta está cerrada!

Todos los cristianos necesitamos tener un corazón tierno, no duro, necesitamos guardar perlas preciosas en este cofre para enriquecer a los que necesitan ánimo, consuelo, amor, edificación, gracia y ayuda en todos los sentidos.

Mientras vivamos aquí en la tierra guardaremos muchas cosas que se quedaran aquí, pero si guardamos el corazón manará la vida por la eternidad.

¡Pidamos, y pidamos bien!

“No tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” Santiago 4:2-3

La manera de conseguir lo que queremos es pedírselo a Dios. En el mundo, la gente consigue lo que quiere por trampas, por peleas, por robar y matar. Hay luchas, guerras y combates para que los ambiciosos consigan lo que sus pasiones egoístas codician. Esta es la carnalidad descarada, en su peor estado: “Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís” (Santiago 4:2). Nuestro mundo está desgarrado con estos conflictos, nuestras iglesias también, ¡y también nuestros mismos cuerpos!  Nuestras pasiones nos impulsan y nos arrastran. Nos consumimos y nos destrozamos a nosotros mismos para alcanzar nuestros deseos carnales. Así actuamos tanto para conseguir promoción en el trabajo, ¡como un lugar en la iglesia!, una reputación, fama, dinero y éxito. El método está mal. La motivación está mal. ¡Y la meta también está mal!

No conseguimos un buen testimonio por medio del éxito, por subir más alto y conseguir el puesto más alto, sino por humillarnos y servir.

Para conseguir lo que queremos tenemos que pedir, pero ¡tenemos que desear lo bueno, con la motivación correcta! Queremos un coche lujoso para lucirlo. Mal. Lo correcto sería necesitar un coche adecuado por buenas razones y comprarlo con prudencia. Y esto con las cosas espirituales también. Quiero tener ministerio en la iglesia. Bien. ¿Para qué? Para hacer un nombre para mí misma. Mal. Quiero servir a otros. Bien. ¿Para qué? Para que me amen. Mal. Quiero tener amistades. Bien. ¿Para qué? Para que se ocupen de mí. Mal. Quiero un trabajo. ¿Para qué? Para ganar dinero. No. Para servir a Dios en él. Quiero ver a mis hijos convertidos. ¿Para qué? Para que todo el mundo vea que soy buena madre, para que mi vida valga la pena, para enseñar a otros cómo lo conseguí, para que mis hijos me aprecien y vean cuánto he hecho por ellos y todo lo que he sufrido por ellos. Mal. La motivación correcta es ¡para que tengan a Jesús!  ¿Por qué quiero que la gente se convierta? ¿Porque son malos y necesitan arrepentirse?  ¿Porque convivo con ellos y mi vida sería más fácil si fuesen convertidos? ¿Para mostrarles que yo tengo la razón? ¿Para que mi vida valga la pena? No. Estas motivaciones son egoístas. Es desear lo bueno con una motivación mala. Tengo que desear lo correcto con una motivación correcta, y entonces pedir.

Querido Señor Jesús te adoro, porque tú querías que nos salvásemos por los motivos correctos, no para que viésemos lo malos que somos, sino para que viésemos lo bueno que eres tú. Todo lo hiciste, no para tu propia gloria, sino para la gloria del Padre. Alabado seas.

Tiempos de refrigerio

Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerioHechos 3:18-19

Sin querer despreciar a otros idiomas, cuanto más conozco de nuestra lengua española, más me admiro de las palabras con su pronunciación, su etimología (origen de la palabra) y su significado, su correcto uso, la musicalidad de una frase bien hecha, las múltiples facetas que pueden tener, a la hora de expresar sentimientos: La belleza y suavidad de las palabras cariñosas: el amor, la ternura, la paz, el bien. Pero también las necesarias palabras que expresan rudeza, para dar un mayor énfasis a un sentimiento negativo. Por ejemplo, la palabra que escuchamos tan habitualmente en

los últimos años: La crisis. ¡CRISIS! Suena como si se tratara de un cristal roto.

La letra “R” suele poner ese punto de carácter en los vocablos del idioma castellano, como la palabra que compartiré hoy con vosotros: REFRIGERIO.

Yo, que llevo prácticamente toda la vida en la iglesia, conozco desde pequeño esta palabra, y siempre la he asociado a la típica comida comunitaria (habitualmente informal y ligera) tras el culto o actividad de turno.

Sin embargo, leyendo el pasaje bíblico que relata la sanación de un cojo en la puerta del templo, y el discurso posterior del apóstol Pedro, me ha llamado la atención el uso de esta palabra al referirse a un hecho muy esperanzador. Por ello, decidí acudir al diccionario de la Real Academia para conocer toda su dimensión:

Refrigerio. (Del lat. refrigerĭum). 3 acepciones:

1. Beneficio o alivio que se siente con lo fresco.

2. Alivio o consuelo en cualquier apuro, incomodidad o pena.

3. Corto alimento que se toma para reparar las fuerzas.

Viendo la primera acepción vemos que hablar de algo fresco a mediados de agosto nos hace, incluso sentirnos bien, como si nos hubiésemos empapado del agua de una ducha fresca al sol del mediodía, o nos hubiésemos saciado con una botella de agua recién sacada de la nevera. La tercera acepción la mencioné antes y la usamos habitualmente en el ambiente eclesial; pero la segunda acepción es especialmente reconfortante, es sin duda ese refrigerio al que hace referencia Lucas (el autor de Hechos) en el versículo 19, al final de la porción reproducida en la portada.

Volviendo a esa palabra de moda, que parece no gastarse nunca, y que incluso han llegado a vetar muchos de sus conversaciones: La crisis; da la sensación de que es opuesta al refrigerio: un tiempo de desconsuelo, de apuro, de pena, de tribulación.

Pero fijaos bien, que un refrigerio no anula el apuro, la incomodidad o la pena ¡Siguen estando ahí! Pero se trata de un alivio, un consuelo. De la misma manera que Cristo, el verdadero y único protagonista del discurso de Pedro en el pórtico de Salomón.

La conclusión y fin de todo esto es que el refrigerio, esa esperanza viva, ese frescor para nuestras almas dañadas por el pecado y la crisis, sólo puede provenir del Señor. El hombre cojo del templo probó de este refrigerio y su corazón fue transformado, y un tiempo antes fueron aquellos apóstoles, usados por Dios para obrar el milagro del levantamiento del lisiado, los que conocieron el frescor, el alimento, el alivio, el consuelo y el poder hecho hombre, en la persona de Jesucristo.

¿Conoces tú este refrigerio? Olvídate un momento de ti mismo, abandona tu pecado y tu miseria, no busques plata, ni oro, acércate hoy a Cristo, y conocerás a aquel cuyo poder está por encima de crisis y situaciones difíciles y otorga la esperanza que el ser humano necesita.