Julio: Misiones nacionales

“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” Juan 17:20-21

Al hilo de lo que vimos el mes pasado, en el pasaje de Juan 17, en el que Jesús en su oración al Padre le dio parte y fue el corolario a tres años de ministerio terrenal, el Señor pidió principalmente por la unidad de los suyos, de la manera en la que Él mismo y el Padre son una unidad.

Este mes veremos que esta unidad no es sólo para establecer una bonita comunidad en la que todos se aman y en la que todo se maneja de manera ideal, aunque sabemos que mientras estemos en este mundo nos amamos de manera bastante imperfecta, y estamos lejos de vivir en un ideal. Esta unidad sirve, como vemos en la oración de Juan 17, para que el mundo crea.

A veces podemos decir mil veces lo mucho que Dios ama al mundo, que Cristo murió por todos y que Él ha cambiado nuestra vida. Podemos proclamarlo a los cuatro vientos (de hecho, debemos de hacerlo), pero hay un gran problema de coherencia si predicamos sobre el amor de Cristo, y la vida nueva que Él nos da, abandonando nuestro viejo “yo”, etc., si luego nos peleamos, nos criticamos mutuamente, nos ignoramos, etc.

Es en la unidad en la que los demás pueden ver el amor de Dios (aunque sea una pincelada imperfecta). Es en la unidad donde pueden ver la armonía que no hay en el mundo.

Pero no nos engañemos, esta unidad no puede ser impostada con sonrisas, bonitas palabras y buenas intenciones. El evangelio y la iglesia no es algo a experimentar de domingo a domingo. El evangelio es una vivencia diaria. La iglesia es 24 horas, y los 7 días a la semana. Tú no dejas de ser iglesia en cuanto sales del local o en cuanto llegas a casa. Eres iglesia en tu trabajo, en tu casa, en el mercado, paseando por la calle, en tu centro de estudios, en la cola de alguna oficina para hacer algún trámite, etc.

¿Y esto qué tiene que ver con el tema que nos ocupa este mes, que son las misiones nacionales?

A raíz de las afirmaciones anteriores, la respuesta sale sola. Si entendemos que somos iglesia allá donde estemos, tendremos presente a Jesús y el Padre como uno sólo, y lucharemos y trabajaremos por ser uno sólo.

Y, además, teniendo en cuenta que, aunque nuestro campo misionero ha de tener como referencia nuestra iglesia local, también hay otras iglesias donde también se predica fielmente la Palabra y se proclama la sola salvación en Cristo, por su gracia y mediante la fe.

Precisamente, gracias a la fuerza conjunta de otras iglesias es que el impacto en el mundo puede ser mayor. Gracias a la comunión que mantenemos y a esta relación de interdependencia (que no dependencia, ni independencia), es que podemos llegar más lejos. Alcanzar pueblos en lugares donde no hay presencia evangélica, ni bautista; plantar iglesias en ciudades estratégicas, como capitales de provincia u otras ciudades de importancia y, por supuesto apoyar la labor misionera de tantas iglesias, pastores, siervos y otros hermanos que Dios ha llamado, ha equipado y ha enviado, usando herramientas, que el propio conjunto de iglesias, la propia denominación, si lo prefieres aporta, para ser más eficaces en la difusión de la Palabra.

Recuerdo, años atrás, cuando era más joven, pero también más idealista, que llegué a ver las asociaciones denominacionales como una barrera para la unidad del pueblo de Dios. Pero creciendo, conociendo y reflexionando, a través de los años y la experiencia, he llegado a celebrar, y celebro la gran bendición que supone pertenecer a una denominación como la bautista y más aún, de pertenecer a una iglesia de la UEBE. Aún después de conocer sus inconvenientes, sus desaciertos y sus limitaciones, estoy convencido de que la obra misionera en España de la mano de la Unión Evangélica Bautista de España, aunque no es de un crecimiento tan alto como nos gustaría y que quizá es algo mejorable en algunos aspectos, sé que es un crecimiento firme y bien pensado y meditado, y estoy convencido de la preciosa labor que el director Julio Cháfer, y nuestros hermanos del equipo del MEM (entre los que se encuentra nuestro pastor), que agrada al Señor, porque procura que todas las iglesias vayamos a una en estos esfuerzos evangelísticos, y allá donde haya una campaña, como las decenas que habrá este verano, ahí están más de 120 iglesias respaldando, con oraciones, con ofrendas y con todo tipo de ayuda. Apoyemos el MEM, seamos uno en el Señor, en Sanse, y en toda España.

Junio: La unidad de la iglesia … y la evangelización

“Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Juan 17:23

Vimos el mes pasado que la sangre que Juan y su “nueva madre” María vieron como descendía por la áspera madera de la cruz, establecía una nueva relación, pero que viene a representar de una manera muy sencilla y metafórica el establecimiento de una nueva familia, en la que sus miembros iban a ser tan dispares como lo eran este joven discípulo y la (probablemente) viuda María.

Es habitual encontrarse con nuestros semejantes y buscar a aquellos que son de edades parecidas, de trasfondos culturales, gustos similares, mismas nacionalidades, inclinaciones políticas o mismo sexo. Por eso existen las asociaciones, los clubes deportivos, las peñas, los partidos políticos, etc. Y de alguna manera crean un tipo de sentimiento de pertenencia a algo, tan arraigado en el hombre. Somos seres relacionales y no lo podemos evitar… otra cosa es que nuestras relaciones sean egoístas e interesadas, debido a la huella del pecado en nuestra vida.

Sin embargo, la iglesia reúne a gente que a priori no tiene nada que ver, y que de otro modo habría sido muy difícil juntar de manera voluntaria. Ese milagro lo obró Cristo, no sólo en la cruz, sino en su ministerio, como vemos en ese precioso corolario, en forma de oración, poco antes de ser entregado. Esta oración la tenemos al completo en Juan 17.

Esta oración viene a cristalizar su deseo y viene a dar parte al Padre de su obra de implantación del Reino de Dios entre nosotros. Y comenzó como algo aparentemente insignificante: con un puñado de discípulos asustadizos, imperfectos, algo torpes, desconfiados, un poco interesados y muy ignorantes, que de algún modo consiguieron cambiar el mundo.

Si tuviéramos que analizar a estos doce con los ojos y la mentalidad de cualquier ejecutivo del siglo XXI, cualquiera habría tomado a su “contratista” (Jesús) como un loco o un torpe que claramente se habría equivocado. Unos eran personas vulgares, sin estudios y algo brutos (Pedro, Jacobo y Juan), otro era un ladron (Mateo), otro un fanático nacionalista (Simón el zelote), otro un incrédulo (Tomás), y para colmo, habría otro más que le acabaría fallando y que era un falso y un interesado (Judas)… entre otros ¡Vaya cuadro! ¿A que no los habríamos elegido nosotros para nuestros proyectos, y más aun sabiendo perfectamente como son? Pues el Maestro por excelencia los escogió y el resto de la historia ya la conocemos. Y hoy estamos aquí porque todo comenzó con Cristo y luego por el testimonio de gente así.

Pero es aquí donde se demuestra perfectamente que los méritos de la Iglesia no son humanos, sino de Dios, actuando en personas imperfectas como ellos, como los miles que nos precedieron y como nosotros.

Y luego está el asunto de la unidad ¡Ay, bendita unidad! Con tantas iglesias, denominaciones, etc.… pareciera que la Iglesia está dividida, pero no. El Señor conoce a los suyos, y sabe que entre toda la gran constelación de iglesias distintas que hay esparcidas por todo el mundo, están los suyos, los suyos de verdad, y aunque expresándonos de diferentes maneras, con nuestros modos de hacer y de ser tan dispares y con nuestras imperfecciones, como las de aquellos doce, en realidad somos uno, así como el Padre y el Hijo lo son.

Sin duda se cumple lo orado por Jesús y es que somos uno, para que el mundo crea que Dios le envió. ¿No me crees? Pues verás cuando estemos allá arriba con Él y con “nosecuantos” miles o millones de hermanos, formando una familia… y ahí sí, perfecta de verdad.

Santi Hernán

Mayo: La familia

“Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.” Juan 19:25-27

La familia es la base de la sociedad y es el refugio social de cada uno de nosotros, pues es donde, por lo menos en teoría, podemos ampararnos los unos a los otros, y el hogar es el lugar de protección por excelencia. Este mes hacemos énfasis en la familia ¿Por qué este mes? Hay muchos meses que podíamos haber escogido, pero el día de la madre (el primer domingo de mayo), y el habernos dejado hace dos meses el día del padre (19 de marzo) tiene algo que ver, pero, sobre todo, porque el domingo 12 celebramos el día de la familia. Y ¿Por qué no? Es un mes muy bonito, habitualmente de buen clima, para disfrutar en familia.

De todos los pasajes bíblicos que podríamos observar sobre la familia, me ha llamado poderosamente la atención, por lo curioso que es y por el contexto en el que se desarrolla, el de Jesús, estando sobre la cruz y poniendo orden en su familia (pasaje en la cabecera).

Jesús estaba pasando sus momentos más críticos y difíciles. Estaba sufriendo sobre la cruz y agonizando se ahogaba por la opresión en sus pulmones, provocada por el peso de su cuerpo colgado por sus manos. Recordamos, por si nos visitas por primera vez y es tu primer contacto con una iglesia, que lo que estaba haciendo Jesús era darse a sí mismo por ti y por mí. Estaba entregando su vida en sacrificio y pagando el castigo que cualquiera de nosotros merecíamos.

Se podría decir perfectamente que la última persona en la que el Señor estaba pensando era en sí mismo. Toda su vida era de entrega a los demás y en la cruz, además de todo el peso del sufrimiento por las heridas físicas que tenía y por el pecado de todo el mundo que estaba cargando, estaba pensando en su familia. Aún en estos momentos de mayor terror para él, su pensamiento estaba con su madre y uno de sus mejores amigos.

Este pasaje nos demuestra que, de alguna forma, María la madre de Jesús, estaba sola (probablemente José habría fallecido años atrás, aunque este dato no se revela explícitamente en los evangelios) y al ser viuda y, por lo tanto, desamparada (recordemos que en aquel contexto no existían las pensiones de viudedad ni nada semejante), necesitaba la ayuda de un hombre que la sostuviera. Juan, el discípulo amado (de los doce, el que probablemente era más cercano al Maestro) era el que se encargaría de recibir en su casa y cuidar de María. ¿Y qué de los hermanos de Jesús? El pasaje, así como otros textos no dicen nada, pero es probable que ellos estuvieran viviendo en otro lugar, además de que éstos eran de los pocos seguidores de Jesús que le acompañaron al pie de la cruz.

Jesús desde la cruz estaba estableciendo una nueva y curiosa “familia”, cuyos miembros no tienen lazos de parentesco entre sí pero les iba a unir algo más fuerte que esto y es el mismo Jesucristo crucificado. No eran familia de sangre en el sentido físico de la palabra, pero sí les uniría la misma sangre que ambos veían derramarse delante suya en el monte Calvario.

Lo que de algún modo estaba haciendo Jesús con Juan y María era poner las bases de cómo debería de ser una familia, tanto si sus miembros tienen lazos carnales (con mayor motivo), como si son advenedizos por las circunstancias, como el caso que estamos comentando, o el caso de tantos hogares en nuestra sociedad, que no son los típicos en los que hay un matrimonio con hijos y que donde encontramos, por ejemplo, madres solteras, abuelos o tíos cuidando exclusivamente a sus nietos o sobrinos, dos hermanos conviviendo, un hombre solo atendiendo a su anciana madre, e incluso amigos u otras personas, que por diversas circunstancias están compartiendo piso, y un largo etcétera.

Sabemos de sobra que el modelo ideal de familia es ese matrimonio de unidad férrea, que están criando a sus hijos, pero en la práctica se dan muchísimas circunstancias que acaban trastocando ese modelo, pero del que hay que cuidar y mejorar siempre la convivencia.

Pero si vamos más allá, en el mandato de Jesús a Juan y María, vemos también una unidad en “la sangre” que podemos ver también en la familia de la fe, que es la iglesia. Todos diferentes (aquí vimos a Juan, que era un joven discípulo atendiendo a una anciana María) pero unidos por el mismo Cristo, pero de esto hablaremos el mes que viene.

Abril: Semana Santa

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Efesios 2:8-9

La tercera semana de este mes de abril, esto es, la de los días 15 al 21, celebramos la conocida como Semana Santa, y siendo lo que se conmemora en esta fecha algo de importancia capital para la fe cristiana, sin duda merece el énfasis de este mes, ya que lo ocurrido en la primera Semana Santa cambió la historia de la humanidad para siempre.

No es casualidad que esta celebración coincida con la de la pascua judía, es decir, (y esto es importante recordarlo), la celebración del momento en el que el pueblo hebreo salió libre de la esclavitud de Egipto. De hecho, Dios mismo, y al hilo de lo que se revela en Hebreos 1:1-2, ya se ha revelado a nosotros de muchas maneras, principalmente para comunicarnos su plan de redención a través de Jesucristo. Ya en el Antiguo Testamento, varios siglos antes de su nacimiento, tenemos imágenes de la figura de nuestro salvador, y de su obra. A estas imágenes o figuras se les conoce como “Tipos”. El cumplimiento de estas imágenes (o “tipos”) en el Nuevo Testamento se les conoce como “Antitipos”. Y uno de los tipos más evidentes es el cordero pascual, sin mancha ni defecto, que es sacrificado y consumido por el pueblo de Dios, antes de su rápida huida de la esclavitud de Egipto, gobernado por Faraón. Asimismo, Jesús y su sacrificio es el antitipo de esta pascua, puesto que se nos presenta como un cordero perfecto, sin mancha ni defecto (sin pecado) que, aunque es inocente, es sacrificado. El pueblo de Dios, representado ahora en la iglesia, acepta este sacrificio y es liberado de la esclavitud de este mundo pecaminoso, gobernado por Satanás.

En Jesús se cumplió lo que se venía esperando desde siglos atrás. Dios mismo quiso acercarse a la humanidad de esta manera, pero una y otra vez nos quiso persuadir para que por fe pudiéramos ser aptos (justificados) para conocerle.

Pero en estas fechas que celebraremos con gozo, pero con solemnidad, con esperanza y con sencillez de corazón, solamente dando honor y gloria a Dios, por su gracia, que en la perfecta obra de Jesucristo nos ha hecho aptos si acudimos a Él por medio de la fe (Ef 2:8), sin hacer falta nada más. La verdadera fe trae consigo las obras, pero jamás podemos tratar de justificarnos a nosotros mismos, por muchas obras que hagamos.

Las obras, sin fe o, mejor dicho, con nuestra fe (entendiéndose como confianza) en nosotros mismos o en lo que hagamos, puede verse como buenas intenciones, pero nada más lejos de la realidad. Esta confianza en nuestras obras no sólo es inútil, sino que es completamente perjudicial para una vida espiritual sana, porque coloca cualquier atisbo de “mérito” en lo que hagamos o dejemos de hacer nosotros. Esto viene a colación del oportuno versículo 9, de Efesios 2, que tras declarar que por la gracia de Dios (esto es lo principal), por medio de la fe es que somos salvos (ver versículo de cabecera), si pretendemos serlo por nuestras obras, podemos llegar a jactarnos de ello y quitarle así mérito a lo que Dios hizo en el Calvario hace 2000 años. Y ¿Quiénes somos nosotros para arrogarnos cualquier mérito de salvación si estamos completamente perdidos? Ni la persona que consideramos más buena o más piadosa podría hacerlo.

Por otro lado: Este mes de este año, en nuestra querida España, tiene la peculiaridad de que al final de este (día 28) se celebrarán elecciones generales. Muchos políticos y partidos de todo signo y color harán promesas (muchas de ellas muy loables… otras no tanto) y habrá muchos que los seguirán y pondrán su confianza en ellos, de que solucionarán el país y de paso sus vidas, en base a esas promesas. Pero al final de esta nueva legislatura ¿Cuántos habrán cumplido con esas promesas de bienestar y paz? Seguro que no te cuento nada nuevo, pero dudo mucho que cumplan, por lo menos con la mayor parte de su programa, por lo que nuestra mayor esperanza no debe de estar sobre ellos (aunque te animo que ejerzas tu derecho de ciudadano y vayas a votar con responsabilidad y con sabiduría).

Sin embargo, nuestra mayor esperanza siempre debe reposar en los brazos abiertos sobre la cruz de aquél que sí cumplió en el pasado y seguirá cumpliendo en el futuro. Sólo así los brazos abiertos del Salvador ahora estarán envolviéndote a ti en un amoroso abrazo, pues prometió su resurrección y cumplió gloriosamente… y prometió su regreso… y seguro volverá. Él es el único que nos puede liberar y dar sanidad eterna.

Santi Hernán

Día de la Biblia. 450 años de la Biblia del Oso

“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.” Salmos 119:103

Este mes, haremos énfasis en la Biblia, cuyo día especial celebraremos, Dios mediante, el domingo 17 de marzo, tal y como se propone desde la Sociedad Bíblica de España.

Aunque no está de más decir que todos los días han de ser el día de la biblia, por lo que debemos de tener siempre presente, siempre abierta y siempre leída todos los días, como alimento que es para nuestra alma. ¿O acaso dejamos de comer un día? ¿Descuidaremos la alimentación de nuestra alma? Sin embargo, es bueno recordar mediante días como estos el valor de estos textos, y también, ¿por qué no? cómo han llegado hasta nuestras manos y honrar también a los valientes siervos de Dios que han procurado que hoy las Sagradas Escrituras fueran accesibles a cualquiera de nosotros, en nuestro idioma.

Hace ya dos años que conmemoramos el quinto centenario de la Reforma Protestante, y aunque la mayor parte del pueblo evangélico en España lo celebramos a lo grande, a nivel secular, pasó más bien desapercibido. Justo al contrario de lo ocurrido en el resto de Europa (posiblemente la arraigada tradición Católico-romana de nuestro país tiene algo que ver). Tanto es así que la solicitud formal que se hizo a la comisión filatélica española para emitir un sello conmemorativo de esta señalada efeméride, se rechazó tajantemente. Sin embargo, no quedó todo perdido, y este mismo año 2019, tal y como informa el portal de noticias Protestante Digital, y del que se hizo eco recientemente el programa de TVE “Buenas Noticias TV”, se ha lanzado en enero el sello que conmemora los 450 años de la publicación de la llamada “Biblia del Oso”, que fue la primera traducción completa de los textos bíblicos al español, efectuada con gran dificultad y en medio de mucha persecución, por Casiodoro de Reina. Así pues, los evangélicos españoles estamos de enhorabuena por este pequeño reconocimiento, a una obra que no sólo es una de las de mayor valor, realizada en el “Siglo de Oro” de las letras españolas, sino que hoy día, con la revisión de Cipriano de Valera, y siendo actualizada el pasado siglo (revisiones de 1909, 1960 y 1995), es uno de los libros en español de mayor difusión en todo el mundo, convirtiéndose también en la versión favorita de todas las iglesias evangélicas de habla española.

Pero como ya adelanté antes, el camino para el teólogo De Reina no fue nada fácil, siendo éste uno de tantos reformadores españoles que han tenido que buscar el exilio en otros países de Europa, pues la Inquisición Española no permitía la “herejía” de tener traducida la Biblia a lo que consideraban un lenguaje vulgar, o del pueblo. En aquel entonces, salvando los manuscritos en idiomas originales (hebreo, arameo y griego), en gran parte de Europa la Biblia sólo podía ser leída en latín, y eso, quién sabía leer, quién lo hacía en esta lengua muerta y el que tenía acceso a un libro de ejemplares de un coste extremadamente alto. Por lo que la Biblia sólo estaba reservada a unos pocos estudiosos, principalmente apartados en ciertos monasterios y conventos, y no siempre disponían de todos los textos completos.

Y hoy, cualquiera puede tener a mano un ejemplar de la Biblia, en casi cualquier idioma. Recordemos lo precioso del trabajo de la Promotora Lingüística “PROEL” por haber traducido el Nuevo Testamento a un idioma muy minoritario llamado Fala (sólo lo hablan unas 11000 personas en España, en una pequeña comarca en el noroeste de Extremadura), tal y como nos informó hace poco, nuestro hermano y misionero Víctor Herrera.

Hoy en día, cualquiera de nosotros posee más de un ejemplar, y en muchos casos, colocados en una estantería cubiertas de polvo, y sin embargo ¡Cuánto costó que pudiéramos tenerla en otra época! ¡Y cuánto cuesta hoy! … pero en otros países del mundo, donde se sigue considerando un libro prohibido, como por ejemplo: Corea del Norte, Irak, Arabia Saudí, Afganistán, Somalía, y un largo etc. También ¿Cuántas tribus y etnias hay en grandes zonas de África, India, el Sudeste asiático y Sudamérica, que ni siquiera la tienen traducida en su idioma? ¿No aumenta eso el valor que hemos de darle a los textos bíblicos en nuestro idioma? Gracias a Dios, que ha levantado obreros para su mies, no sólo entre los misioneros que se adentran en lugares que parecen inaccesibles para cualquier occidental, para llevar las buenas nuevas, sino que hay un magnífico equipo de hombres y mujeres que desde sus oficinas de las Sociedades Bíblicas en todo el mundo, se encargan de las traducciones, para que toda criatura pueda conocer y comprender la riqueza de la Palabra de Dios, en su propia lengua.

Que estas palabras que leemos en nuestras biblias sean dulces a nuestro paladar más que esa miel que buscaba con ansia, el oso de la portada de aquella primera Biblia en español.

Santi Hernán

Febrero: Énfasis en el ministerio pastoral

“Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros.” 1 Tesalonicenses 5:12-13

Este mes, haremos énfasis en el ministerio pastoral, cuyo día especial celebraremos, Dios mediante, el próximo domingo 17 de febrero. Y tal y como se indica en el pasaje de cabecera, es un ministerio sensible, responsable, de arduo trabajo y que, por lo tanto, ha de ser reconocido, respetado y, en definitiva, amado.

Aunque el pastor cuida de sus ovejas, así como Cristo hace con nosotros, el pastor, como siervo de Cristo, ha de ser cuidado también, y esto trae consigo una serie de implicaciones.

Algunas de esas implicaciones ya las hemos leído en el pasaje propuesto de cabecera, pero sin duda podemos ampliar y concretar.

Primero, el pasaje habla de “reconocer” a los que trabajan entre nosotros, y este reconocimiento originalmente se refiere a querer conocer o percibir conscientemente su trabajo, pero en realidad puede tener más significados, pues implica, en este contexto, junto al resto de exhortaciones de Pablo, algo más que simplemente ver lo que ellos están haciendo.

Porque unas palabras de apoyo y de ánimo hacia ellos son siempre buenas, pero también hay que colaborar en todo lo que se pueda con ellos, especialmente cuando solicitan esta colaboración. Pero también está la atención económica. El conocido pasaje bíblico “el obrero es digno de su salario”, aparece 3 veces en el Nuevo Testamento, y en dos de ellas, de boca del mismísimo Jesús (Mt 10:10 y Lc 10:7), la otra fue mencionada por Pablo en su primera carta pastoral a Timoteo (1 Ti 5:18). A ellos, al igual que a cualquiera de nosotros no les llueve el maná del cielo y han de atender gastos y obligaciones, como cualquiera de nosotros, y para eso están nuestros diezmos y ofrendas, que con gozo y responsabilidad aportamos todas las semanas.

Cuando Pablo habla de trabajar “entre vosotros”, se refiere a que los buenos siervos, están cerca de la gente, rodeados de la gente, no se atrincheran en la atalaya de un púlpito sino que se mezclan, y esto es una implicación personal, sobre todo, con los problemas de la gente. Esto, por supuesto puede ser una llamada de atención a los pastores (en general), a no refugiarse en el púlpito… recordemos, los pastores han de cuidar de sus ovejas.

Segundo, habla de que presiden, es decir, que van delante, que se colocan en lugar de cierta responsabilidad y prominencia, pero no para destacar de manera egocéntrica, sino ubicándose en un lugar de especial delicadeza, pues desde ahí recibirán la mayor parte de los golpes por su gestión y serán los que cuyo trabajo y vida personal se verá con mayor minuciosidad.

Y tercero, habla de que “os amonestan”, y es que cuentan con la autoridad que les confiere la Biblia, de la misma manera que siervos como Pablo, Timoteo, Tito, Silas, Bernabé, Apolos o los apóstoles tuvieron en algunas de las mayores iglesias de los primeros años del cristianismo ¿Qué habría sido de la Iglesia de Cristo si estos (u otros) siervos no hubieran hecho uso de la autoridad sobre sus congregaciones? Podemos ver  esta autoridad en las cartas pastorales, o en algunos escritos de Pablo, como a los Gálatas o a los Corintios (los cuales estamos estudiando los domingos a las 11). De no ser por esta disciplina la Iglesia habría estado descarriada y perdida.

Por último, Pablo exhorta a los tesalonicenses, y por extensión a toda la Iglesia de Cristo en el mundo, a tener a los siervos (como los pastores) en “mucha estima y amor por causa de su obra”, evidentemente si hemos de estimarlos por ser hermanos en la fe, aún más, por la dureza y responsabilidad de su trabajo (y recuerdo que no consiste en sólo predicar).

Puedes colaborar, reconocer y tener en gran estima a los que trabajan entre nosotros (sobre todo los pastores), y puedes hacerlo de muchas maneras. Sugiero una cosa ¿Qué tal si comienzas este apoyo, orando por ellos?

Santi Hernán

Enero: énfasis en el servicio

“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.” 1 Corintios 12:4-6

A partir de ahora, todos los meses haremos un énfasis en una determinada cuestión diferente de la vida de la iglesia. Aunque pensamos en nuestra iglesia, también puede ser útil para cualquier iglesia de nuestro entorno cercano (Madrid, España), pero teniendo en cuenta que internet es un medio sin fronteras, estas informaciones pueden ser útiles para cualquiera de cualquier parte del mundo.

Este mes, y con la reunión de asamblea que tendremos el día 27 de enero, en mente, haremos énfasis en el servicio en la iglesia (aunque somos conscientes que muchas de las iglesias de nuestro entorno también celebrarán reuniones similares a la nuestra en esas mismas fechas).

Cuando pensamos en el servicio, es inevitable acordarnos de un pequeño grupo de servidores, a los que se les llama Diáconos. Los encontramos de forma oficial, por primera vez en Hechos 6:1-7 Estos diáconos, originalmente se dedicaban a servir a las mesas. La iglesia se reunía para adorar, para orar, para estudiar la Palabra, pero también para comer juntos, y los diáconos les servían. Con el paso del tiempo sus funciones se sofisticaron, y se extendieron, atendiendo a las diversas funciones y necesidades de la iglesia, de ahí que Pablo escribiera acerca de este asunto a los corintios (pasaje que encontramos más arriba). Pero como son necesarias tantas funciones es imprescindible que se implique a toda la iglesia. Recordad que la mies es mucha y los obreros son pocos.

Es bueno tener diáconos que coordinen el trabajo en la iglesia y que sean los primeros en servir, pero es mejor que éstos sean apoyados por el resto de la iglesia, no sólo con su voto o aprobación, o con palabras de ánimo (que siempre se agradecen), sino con su colaboración desinteresada. Si la iglesia entera, con todos sus miembros y con toda su congregación se implicara. Cada hermano o hermana, por supuesto, siempre en función de sus fuerzas, siempre conforme lo que el Señor le permita. Porque no es un pastor o un consejo de diáconos los principales encargados de ubicar a los siervos en el lugar que le corresponde, sino que es el Señor, en la persona del Espíritu Santo, repartiendo los dones como Él así ha dispuesto, el encargado de poner orden en la iglesia.

Cada cual es responsable de descubrir su don, desarrollarlo y ponerlo en funcionamiento. Por supuesto, los pastores y demás liderazgo de la iglesia, puede ayudar a orientar en el descubrimiento y puesta en funcionamiento de cada don. ¿Aún no sirves en tu área o en tu iglesia? ¿A qué esperas? ¡Ponlo en oración y pide que el Señor te guíe! Reflexiona y ponte a pensar dónde puedes ser más útil, piensa qué puede ser lo que haces con mayor gozo y con mayor pasión ¿Qué es lo que mejor se te da?. Luego, ofrécete a tu pastor o equipo pastoral, o al consejo y pregunta qué áreas faltan por cubrir o usa tu imaginación y habla con el liderazgo sobre abrir nuevas áreas que, a lo mejor puedan ser de buen testimonio para la iglesia y para el mundo. Créeme que en la iglesia no hay desempleo, y aunque no sea remunerado, el galardón del Señor puede ser aún mayor que cualquier tesoro en la tierra.

Santi Hernán

En esta navidad: ¡Conéctate!

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” Juan 1:14

Últimamente, por navidad, hay algunos anunciantes que se han sumado a la tendencia de pedir a sus espectadores que desconecten (entiéndase los móviles) para reunirse (entiéndase de verdad) con la familia y amigos.

Es curioso que hagan estas campañas cuando por otro lado resulta que casi todas las compañías de telefonía aprovechan estas fechas para regalar megas, para que te conectes más. Entiendo que los anunciantes quieran mostrar buena cara, tratando de llegar al corazón de los espectadores, animando a la gente a estar con la familia, pero curiosamente muchos lo hacen a través de otra pantalla a la que mayores y niños están más enganchados, que es la del televisor, y que pocas familias apagan en la cena de nochebuena.

Yo, desde luego no estoy para decir que pantalla desconectar (si la de 5 o la de 40 pulgadas, o las dos), pero lo que sí que te voy a recomendar es que te conectes ¡Sí, conéctate! A Cristo.

Presta atención a lo que te digo: Quien realmente tomo la iniciativa en conectarse, en tomar contacto con nosotros, fue Dios. Nosotros hemos intentado por todos los medios alcanzarle, pero para llegar a alguien tan inmenso, puro y lleno de gloria, resulta imposible acercarse. No importa lo que hagas o hayas hecho o sin importar cualquier logro alcanzado, por grande o loable que fuera; o si te consideras buena persona o pasas el día fustigándote, tratando de echarte la culpa constantemente de tus pecados… ¡Da igual! Todo intento es vano ante el Dios creador del universo. Aunque algunos digan lo contrario, el cielo no se gana.

Por ello, y por querer reconciliarse con la humanidad, Dios tomó la iniciativa de venir a este mundo y se hizo como cualquiera de nosotros, de carne y hueso, sufriendo frío, calor, hambre, sed, cansancio, y más aún, naciendo como cualquiera de nosotros, del vientre de una madre, siendo un bebé indefenso… recordemos ¡El mismísimo Dios creador y soberano del universo!… envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Esto es lo que cuenta la verdadera historia de la Navidad, por si a alguien se le había olvidado. Y parece que hay gente que se ha olvidado de este grandioso milagro.

Un hermano de esta iglesia, Sidney, dijo hace poco esta frase: “La ciudad se llena de luces que no alumbran… no se ve ni al niño”. Y es cierto, esta sociedad ha tomado la Navidad, la ha llenado de parafernalia superficial (que si Papá Noel [o Santa Claus], los regalos, los adornos, las luces, los comercios a rebosar, los “reyes” magos, mil tradiciones populares, etc.), y han intentado “sepultar” con todo esto la imagen del niño. Pero aún hay esperanza, mientras haya personas dispuestas a buscar y a tratar de valorar en su justa medida lo ocurrido realmente en aquel día en Belén.

¿Y qué ocurrió aquel día? Lo tenemos registrado en los evangelios de Mateo (cap. 1 y 2) y Lucas (cap. 2), pero fue Juan, que en el evangelio que escribió, lo resumió de manera sublime en muy pocas palabras: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. […] Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:1 y 14). Juan describe a Jesús en este sublime pasaje (recomiendo que se lea completo) como el “Verbo”, en el idioma original griego “Logos”, que tiene varios significados además de Verbo: Palabra, discurso, verdad, o lógica. Los griegos (para los que va dirigido este evangelio y con los cuales compartimos muchos aspectos de su pensamiento) llamaban “Logos”, en su máxima expresión a aquella lógica por la cual el mundo ha llegado a existir y por lo cual todo cobra sentido en la vida. ¡Decían esto sin haber conocido a Jesús! Con la palabra “Logos” en mente, hoy en día, muchos consideran a Dios una especie de fuerza cósmica impersonal.

Y Juan explica que esa fuerza, esta lógica, que ha creado todo el cosmos, no es algo impersonal y ajeno a nosotros, más bien lo contrario, se ha hecho uno de nosotros. Si alguna vez te has preguntado ¿Cómo podría ser Dios? Tienes la respuesta en el Hijo, es decir, en Jesucristo ¡Que es Dios mismo! El que estaba en el principio de todo, y antes del principio (que es eterno) y que celebramos que se ha acercado a nosotros y se ha implicado en la vida del hombre mortal.

Si cualquiera de nosotros, se “ausenta” en la cena de nochebuena porque está más pendiente del móvil o de la tele, y pedimos que “regrese” con nosotros, es porque nos gusta estar juntos, conversar juntos, comer juntos… Dios, lejos de estar ausente, ha bajado y ha conversado con nosotros, ha estado con nosotros, ha compartido mesa con nosotros, y ha ido más allá… nos ha servido con el servicio más grande que haya habido en la historia de la humanidad: Ha dado su vida por nosotros… para rescatarnos, para reconciliarse con nosotros y para que en el futuro, podamos estar juntos, con el mismísimo creador de todo, para siempre. ¿Aceptarás su invitación? Estas navidades conecta con tu familia, con tus amigos, hazlo como tú quieras… pero, sobre todo, ¡Conecta con Dios!

Os deseamos una muy feliz navidad y próspero 2019

Santi Hernán

Entre un buey y una mula

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2:5-8

Hablamos la semana pasada de villancicos, y hoy haré referencia a la frase de uno tradicional español como «Ay, del chiquirritín», en el que uno de los versos reza así: «Entre un buey y una mula, Dios ha nacido, y en un pobre pesebre lo han recogido».

Dejando de lado las recientes declaraciones, por escrito, del Papa Benedicto XVI, hoy hablaremos de animales en un establo (porque en un establo suele haberlos ¿no?), pero también de otros personajes… Eso sí, en forma de figuras. Y es que otra tradición típicamente navideña es poner el Belén, también conocido como Pesebre o Nacimiento.

¿Qué es el Belén? Una representación a pequeña escala de la historia de la navidad, árbol con figuras sobre un paisaje (o sin él), que no trata de ser exacta ni concisa, tanto en el tiempo como en el lugar y sus protagonistas (¿acaso alguien ha visto la escena real?).

¿Donde surge? Aunque lo veamos como una costumbre típicamente española, el primer Belén se montó en Italia, cuando San Francisco de Asís, decidió representar visualmente el nacimiento de nuestro Señor, en la cueva de Greccio, la nochebuena del año 1223, a sus feligreses, cuya inmensa mayoría no sabía leer, y mucho menos, iba a hacerlo en la única lengua en la que tenían escrita la Biblia, el latín. Eso sí, aquel primer “nacimiento” fue viviente, es decir, con personas reales y animales interpretando casi todas las escenas de este hecho. Contó además con el permiso del Papa vigente, Honorio III.

Este hecho dio lugar a un fenómeno que se extendió por toda Europa, la de representar nacimientos, que dio lugar al “presepe” italiano, “crèche” francés, o “krippe” alemán. En España, aterrizó esta moda, en el siglo XV, y hacia el XVI ya se hacían belenes con grandes estatuas de barro cocido o madera, situados principalmente en lugares de culto. Las agustinas de Murcia fueron las primeras promotoras de esta tradición. Un siglo más tarde, en el XVII, entraron los primeros belenes en las casas y surgieron distintas variaciones de tamaño, haciéndose figuras más pequeñas, hechas en barro. Los nobles competían entre sí por montar el belén más bello. Esta costumbre llegó fuerte a palacio, concretamente a la corte de Carlos III, que traía su entusiasmo por esta tradición de haberla copiado y practicado en Nápoles (Italia) y fue donde logró su mayor proyección, convirtiendo el belenismo en una tradición típicamente española.

Hoy día, ha llegado a popularizarse en prácticamente todo el mundo hispano, creándose una auténtica manifestación artística de hermosas representaciones, en la mayoría de colegios, locales de asociaciones, edificios institucionales, iglesias, casas particulares, etc, aportando además, algunos toques propios de la cultura en el lugar en la que se organiza cada pesebre. Y además, rescatando la idea de aquel presunto belén original de San Francisco de Asís, muchas localidades organizan su particular “Belén viviente” en estas fechas, con representaciones repartidas por los lugares más concurridos de pueblos, barrios y ciudades españolas y latinoamericanas.

Pero, como cada tradición, me pregunto ¿Qué sentido tiene todo esto? Para aquel pionero religioso, desde luego era una forma de compartir el evangelio, de una manera muy original, y nos enseña a usar nuestro ingenio y creatividad para hacer lo mismo (y no me limito a montar belenes vivientes, sino a compartir el evangelio con los demás, con creatividad). Pero además nos da a la idea de la forma en la que vino nuestro Señor.

Por muy bonito que se monte un belén, no olvidemos que Cristo, habiendo tenido todo en el cielo, ha cumplido las antiguas profecías con esta precaria y humilde forma de nacer en este mundo, se ha hecho siervo sufriente para demostrar su amor al mundo y rescatarlo para siempre. No olvidemos que Jesús, desde el principio, hasta el final de su vida en la tierra, fue ejemplo de humildad y de profundo amor.

Peces, campanas y tamborileros

“De repente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: -¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad!” Lucas 2:13-14

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Seguimos con esta serie especial de adviento, sobre algunas de las tradiciones más populares de la navidad, esta vez hablaremos sobre los villancicos.

Durante siglos los villancicos han ambientado la navidad. Las tradicionales melodías con múltiples adaptaciones, de acuerdo a cada país, recuerdan año tras año el nacimiento de Jesús. En castellano la palabra villancicos deriva del término «canción de villa». En inglés en cambio, se les denomina «carols», que viene del francés caroler, que significa bailar haciendo ronda.

En España, especialmente en Castilla, los villancicos surgieron en el siglo XV. Se le daba este nombre a cantos compuestos por estribillos o coplas cuyo contenido no necesariamente era de carácter religioso. Tres siglos más tarde, comenzó a usarse este género para que el pueblo pudiera meditar sobre algunos episodios de la vida de Jesús. El villancico más antiguo, que registra la historia de la música es «Iesus Refulsit Omnium», (Jesús, luz de todas las naciones) data del siglo IV, y su letra se le atribuye a san Hilario de Poitiers.

El más conocido, en cambio es «Noche de paz». Su título original es «Stille nacht, heilige yach» y fue escrito, podría decirse «accidentalmente» por el sacerdote austriaco Joseph Mohr quien al ver que se había malogrado el órgano de su parroquia, la capilla de San Nicolás, ubicada en la pequeña población de Oberndorf, decidió escribir un canto que pudiera interpretarse con guitarra en la misa de gallo. Fue así como la navidad de 1818 se cantó por primera vez «Noche de Paz», actualmente traducido a 330 idiomas.

Otro de los cantos más conocidos en los países de habla inglesa es «Joy to the World» (Gozo al mundo, interpretado en castellano como “Al mundo paz”) escrito por Isaac Wats, inspirado en el salmo 98 («Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas») y cuya música se le atribuye a Federico Haendel, debido a que las partituras coinciden en varias partes del canto con su célebre obra «El Mesías».

Por su parte, en Italia el villancico más conocido es «Tu scendi dalle stelle» (Tu bajas de las estrellas), escrito por San Alfonso María de Ligorio. Mientras que en Francia está «Il est ne le divin enfat», «Ha nacido el divino niño», traducido al inglés en varias versiones.

En España los más conocidos son «Campanas de Belén» ó “El tamborilero”, mientras que en el sur del país está «Los Peces en el Río».

En Latinoamérica cada país tiene sus propios villancicos y diversas maneras de interpretar los cantos de navidad universales. En Argentina está «Vamos Pastorcitos» y el «Huachito Torito», en Venezuela «Mi burrito sabanero», en Perú «Llegaron ya», un canto a los reyes magos, en Panamá «Dime niño de quién eres». En Colombia, por su parte está «Tutaina tuturumaina» y en Honduras, «Caminando por Tegucigalpa». Son típicas de Ecuador las tradicionales posadas, un canto que cuenta cómo María y José buscan un lugar donde el niño Jesús pueda nacer.

Muchos de los villancicos hablan de elementos culturales de esta época del año y dejan de lado el nacimiento de Jesús: Cuando se habla de Navidad es la natividad de Jesús, no de otra cosa. Evidentemente todas estas cosas son sólo el acompañamiento y han hecho que muchas veces se pierda el sentido, incluso del mismo Papá Noel o del árbol, que tienen una razón de ser.

Y ese es el problema de los villancicos, al igual que muchas otras canciones, que no se cantan con el sentido que tienen porque no se reflexiona en su texto (en el caso de que tenga) y tampoco se canta pensando en lo que realmente significa la navidad, o si sencillamente alguno de sus textos tienen algo que ver con lo ocurrido en Belén, hace más de 2000 años. ¿Estamos adorando y dando testimonio también con nuestra música y nuestros cantos como aquel coro angelical que se presentó ante los pastores?