“Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.” Juan 19:25-27
La familia es la base de la sociedad y es el refugio social de cada uno de nosotros, pues es donde, por lo menos en teoría, podemos ampararnos los unos a los otros, y el hogar es el lugar de protección por excelencia. Este mes hacemos énfasis en la familia ¿Por qué este mes? Hay muchos meses que podíamos haber escogido, pero el día de la madre (el primer domingo de mayo), y el habernos dejado hace dos meses el día del padre (19 de marzo) tiene algo que ver, pero, sobre todo, porque el domingo 12 celebramos el día de la familia. Y ¿Por qué no? Es un mes muy bonito, habitualmente de buen clima, para disfrutar en familia.
De todos los pasajes bíblicos que podríamos observar sobre la familia, me ha llamado poderosamente la atención, por lo curioso que es y por el contexto en el que se desarrolla, el de Jesús, estando sobre la cruz y poniendo orden en su familia (pasaje en la cabecera).
Jesús estaba pasando sus momentos más críticos y difíciles. Estaba sufriendo sobre la cruz y agonizando se ahogaba por la opresión en sus pulmones, provocada por el peso de su cuerpo colgado por sus manos. Recordamos, por si nos visitas por primera vez y es tu primer contacto con una iglesia, que lo que estaba haciendo Jesús era darse a sí mismo por ti y por mí. Estaba entregando su vida en sacrificio y pagando el castigo que cualquiera de nosotros merecíamos.
Se podría decir perfectamente que la última persona en la que el Señor estaba pensando era en sí mismo. Toda su vida era de entrega a los demás y en la cruz, además de todo el peso del sufrimiento por las heridas físicas que tenía y por el pecado de todo el mundo que estaba cargando, estaba pensando en su familia. Aún en estos momentos de mayor terror para él, su pensamiento estaba con su madre y uno de sus mejores amigos.
Este pasaje nos demuestra que, de alguna forma, María la madre de Jesús, estaba sola (probablemente José habría fallecido años atrás, aunque este dato no se revela explícitamente en los evangelios) y al ser viuda y, por lo tanto, desamparada (recordemos que en aquel contexto no existían las pensiones de viudedad ni nada semejante), necesitaba la ayuda de un hombre que la sostuviera. Juan, el discípulo amado (de los doce, el que probablemente era más cercano al Maestro) era el que se encargaría de recibir en su casa y cuidar de María. ¿Y qué de los hermanos de Jesús? El pasaje, así como otros textos no dicen nada, pero es probable que ellos estuvieran viviendo en otro lugar, además de que éstos eran de los pocos seguidores de Jesús que le acompañaron al pie de la cruz.
Jesús desde la cruz estaba estableciendo una nueva y curiosa “familia”, cuyos miembros no tienen lazos de parentesco entre sí pero les iba a unir algo más fuerte que esto y es el mismo Jesucristo crucificado. No eran familia de sangre en el sentido físico de la palabra, pero sí les uniría la misma sangre que ambos veían derramarse delante suya en el monte Calvario.
Lo que de algún modo estaba haciendo Jesús con Juan y María era poner las bases de cómo debería de ser una familia, tanto si sus miembros tienen lazos carnales (con mayor motivo), como si son advenedizos por las circunstancias, como el caso que estamos comentando, o el caso de tantos hogares en nuestra sociedad, que no son los típicos en los que hay un matrimonio con hijos y que donde encontramos, por ejemplo, madres solteras, abuelos o tíos cuidando exclusivamente a sus nietos o sobrinos, dos hermanos conviviendo, un hombre solo atendiendo a su anciana madre, e incluso amigos u otras personas, que por diversas circunstancias están compartiendo piso, y un largo etcétera.
Sabemos de sobra que el modelo ideal de familia es ese matrimonio de unidad férrea, que están criando a sus hijos, pero en la práctica se dan muchísimas circunstancias que acaban trastocando ese modelo, pero del que hay que cuidar y mejorar siempre la convivencia.
Pero si vamos más allá, en el mandato de Jesús a Juan y María, vemos también una unidad en “la sangre” que podemos ver también en la familia de la fe, que es la iglesia. Todos diferentes (aquí vimos a Juan, que era un joven discípulo atendiendo a una anciana María) pero unidos por el mismo Cristo, pero de esto hablaremos el mes que viene.