¡Requetebién!

«Pero Jesús dijo: ‘Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos’” Mateo 19:14

El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mi me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió” Marcos 9:37

Esta semana pasada, aprovechando mi breve, pero bendecido tiempo de vacaciones, durante tres mañanas, hemos sido tres en casa… no, mi esposa no ha salido de cuentas con cuatro meses de adelanto, sino que ha estado mi sobrina Lucía con nosotros. Nos dijimos: Tomémoslo como una especie de breve ensayo, para lo que nos espera para dentro de cuatro años. Después de ese tiempo en el que hemos jugado, corrido, nadado, descubierto, comido, etc… he llegado a dos conclusiones: La primera: Los niños son fáciles de contentar, pero esa contentación lleva un duro trabajo y sacrificio. La segunda: Pocas cosas son tan satisfactorias que ver a un niño contento.

Nosotros que ya llevamos unos cuantos años siendo adultos hechos y derechos, con afanes por doquier, plenamente conscientes de lo que sucede en el mundo, especialmente de la maldad imperante en el mismo, nos olvidamos de cómo fuimos de niños. Al margen de la cultura o condición social de un niño, da igual si nace en África, donde hay escasez, o en la vieja Europa, los niños se contentan con poco, si se les sabe educar en ello, por supuesto. Estoy asombrado por que aún ofreciendo a Lucía una variedad de actividades lúdicas, ella sólo se conformaba con subirse a un sencillo columpio en el parque infantil de nuestra urbanización. Los adultos del primer mundo creemos que a los niños les van a gustar las mismas cosas que a nosotros y sin embargo, ellos en realidad, van a lo básico. Empujar y empujar fuerte el columpio fue sin duda lo que más hizo reír a la niña. Lo más asombroso fue, que mientras se balanceaba, de todas las cosas que había por mirar y descubrir en su alrededor, Lucía me preguntó sobre que es eso amarillo y verde que hay, sin especificar que era. Yo buscando alrededor, me costó caer en la cuenta que la niña se refería a una pequeña y delicada hierbecita con una diminuta flor que crecía en el jardín que rodeaba los juegos infantiles. Una hierba que normalmente se corta y se desecha para limpiar el terreno. Eso es lo que llamó la atención a Lucía. Y yo me pregunto ¿Por qué los adultos, hemos perdido esa sencillez y ese amor por los detalles?

Dije antes que no hay nada más satisfactorio que hacer feliz a un pequeño. Llevamos media vida tratando de agradar a padres, vecinos, jefes, amigos, hermanos, etc… a veces perdiendo nuestra propia personalidad para ello, y a mayoría de ocasiones, para obtener resultados vacíos. ¿Para qué agradar al jefe? ¿Para obtener un ascenso? ¿Un aumento de salario? ¿Para qué agradar a los padres? ¿Para que nos quieran más? En cualquier caso, se trata en muchas ocasiones, de motivos egoístas, y para nuestro propio beneficio. Pero al agradar a un niño, pierdes tu beneficio porque ¿Qué te va a ofrecer un niño? Muchos al crecer, se convierten en desagradecidos con sus padres y familiares, y se olvidan de todo aquello que obtuvieron en su infancia.

Todo esto que acabo de contar tiene una carga espiritual tremenda. Jesús nos alentó a ser como niños para acceder al Reino de los Cielos. Esto puede tener muchas interpretaciones, pero una muy acertada es el de ser humildes y sencillos, el de aprender a despojarse de lo supérfluo, dejando a un lado sobre todas las cosas, los afanes del mundo, y aprender a disfrutar con los detalles que nos regala nuestro creador. Por otro lado, tenemos que aprender que agradar sin esperar nada a cambio. Es el secreto de una relación satisfactoria. Olvidarse de uno mismo para buscar el bien ajeno. Lamentablemente muchos buscan agradar a Dios, precisamente para recibir a cambio otras cosas. Olvidémonos de eso, porque no es una relación sana con él. Amemos a Dios por lo que es él: Nuestro Dios, nuestro creador, la esencia misma del amor. Amémosle y amemos a los demás con auténtico amor, el que es desinteresado, porque ese es el secreto para una vida satisfactoria y feliz.

Las JMJ y los grandes eventos cristianos

Con motivo de las famosas JMJ (Jornadas Mundiales de la Juventud) de este 2011, la ciudad de Madrid, buena parte de la región e incluso una parte importante del país, esta volcada en estos días con la visita del Papa Benedicto XVI. El despliegue en la capital esta siendo gigantesco, y son muchas las empresas e instituciones públicas o privadas, que aún en tiempos de crisis, hacen un esfuerzo por acoger a los posibles dos millones de peregrinos que vienen a ver al pontífice.

Este evento, como es lógico, ha levantado una gran polémica por su coste, su financiación o las declaraciones de partidarios y detractores de esta visita, entre otras muchas cosas.

No vamos a hablar de las cantidades exorbitantes que va a costar esta visita, ni queremos entrar en la polémica de quién lo va a pagar, pues es un tema del que ya se ha hablado mucho en la prensa generalista, y está muy candente en internet. Tampoco vamos a hablar acerca de si el estado esta realmente alineándose como un estado aconfesional, o si está promoviendo la igualdad religiosa en este país, porque en bastantes contradicciones ha incurrido en el pasado, y sigue incurriendo en la actualidad, mientras haya intereses de terceros de por medio. Y por supuesto tampoco hablaremos de la propia figura del Papa, porque como cristianos evangélicos, debemos de tener muy claro a quién debemos de acudir como único y verdadero mediador entre Dios y los hombres, que es Jesucristo (1ª Timoteo 2:5, Hechos 4:12), que conocemos su ejemplo (Filipenses 2:1-11), y en quién tenemos que tener depositada nuestra fe (2ª Timoteo 1:12).

Ahora bien, antes de criticar al gobierno, a las grandes empresas colaboradoras, o a la iglesia Católica Romana; deberíamos de aprender nosotros y hacer un poco de autocrítica ante estos eventos.

En la televisión se pueden ver imágenes de personas llegadas desde distintas partes de España y del mundo, para ver a Benedicto XVI, algunos preparan lo mejor de sí mismo para dárselo como ofrenda, como por ejemplo, un grupo de jóvenes realizando una trabajada coreografía dedicada al pontífice, otros que preparan todo tipo de cánticos, otros preparan dulces y también los hay que hacen y venden piezas de artesanía con la efigie del Papa.

Cuando los minoritarios evangélicos tenemos la oportunidad de juntarnos y proclamar entre todos el nombre de Cristo, es sobre todo, en eventos tales como la visita del predicador Luis Palau, u otros de gran renombre como Billy Graham años atrás. Resultó llamativo que cuando se organizó el pasado 2005 «Festimadrid», la cabeza de cartel estuviera ocupada por el predicador argentino, a modo de reclamo, junto a artistas como Jose Luis Rodríguez «El Puma», Yuri o Marcos Vidal, entre otros. Sabemos que muchos que asistieron a este evento lo hicieron para invitar a un amigo o familiar para que conozca de Cristo; pero no deja de dar que pensar, que se sigan llamando a ciertas personas como «señuelo» para darle un mayor impulso a un evento evangélico.

Ocurre mucho entre los jóvenes, se da más en América Latina, pero es muy creciente en España, esa costumbre de invitar a los Dante Gebel, Juan Luis Guerra, Marcos Witt o Jesús Adrián Romero de turno, por no hablar de algún futbolista o famoso convertido al evangelio, a alguna conferencia o retiro, para promover su asistencia. Y no hace falta irse a personas de fama a nivel mundial, sucede que muchos van a sus iglesias por ver y escuchar a su pastor, y si el pastor no está, no van. Es casi algo parecido a lo que está ocurriendo en estos días de JMJ. ¿Acaso no basta con el solo ánimo de adorar a Cristo para venir a estas actividades? ¿Acaso no será de igual bendición que predique un predicador reconocido a nivel internacional que un pastor local, que otro hermano de la iglesia? ¿La palabra que dará no será supuestamente la misma?

Volviendo al tema del inicio, la verdad es que tampoco es cuestión de ponerse en contra de la visita de ciertas personalidades evangélicas, sino que al igual que sucede con los cristianos católicos más fervientes, tenemos que aprender a tener puesta la mirada, no en los hombres, sino en el Señor (1ª Corintios 2:5).

Ahora, pregúntate cuando asistas a alguna de estas actividades con personalidades de renombre ¿A quién he venido a ver? ¿A esta persona o al Señor obrando en su pueblo? ¿A quién escucharé? ¿A quién adoraré? ¿Esta persona está mostrando con sus palabras y hechos la gloria de Dios o se está dejando ver a sí mismo demasiado?

Que de la misma manera que el salmista, nosotros tengamos muy claro, para quién es la gloria:

«No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, 
    Sino a tu nombre da gloria, 
    Por tu misericordia, por tu verdad.» Salmo 115:1

Reflejo II

Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.” Santiago 1:23-24

Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.” Santiago 4:8

«como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia  sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”
1ª Pedro 1:14-16

 

El domingo pasado hablamos de cómo nos veíamos, que hasta la imagen de un espejo limpio y pulido nos podía engañar porque en realidad, es la imagen volteada de nuestra cara. Sin duda, la mejor manera de vernos es a través de los demás. Y el que mejor nos ve es Dios.

Pero hoy vamos a vernos reflejados en un espejo mucho mejor. Y no sólo eso, vamos a aprender a mejorar nuestra imagen con la ayuda de este nuevo espejo. ¡Cuánto dinero se pueden llegar a gastar en un año, la mayoría de las mujeres y una cantidad cada vez mayor de hombres en mejorar su imagen! Entre cremas de día, de noche, hidratantes, exfoliantes, antiedad, bases para maquillaje, para contorno de ojos… etc. Pueden llegar a ser cientos de euros, o quizá miles. Pero por mucho que se limpie la cara y se mejore, lo de dentro puede seguir igual; y eso es lo que queremos mejorar con el espejo espiritual por excelencia: Jesús.

En nuestra sociedad, y aunque no lo parezca, se valora cada vez más el interior de las personas, la cultura posmoderna, que lo relativiza todo, quiere ver gente que realmente viva lo que piensa y se comporte realmente en lo que cree. De nada sirven grandes discursos sobre la excelencia de lo que significa el evangelio, de nada sirve tener un conocimiento bíblico amplísimo, de nada sirve haber asistido a una iglesia desde la cuna, si no se vive el evangelio.

Vivir el evangelio no es la mejor manera, sino la única manera de comprender lo que Jesús nos dejó. Consiste en ser coherentes con nuestros actos y palabras, consiste en adquirir el carácter único de Cristo, consiste en amar, por encima de todo, y consiste en estar dispuesto a sufrir, incluso morir por ello.

Es curioso, pero cuanto más valoremos la vida de los demás, por encima de la nuestra, más valor adquiere delante de los demás. Cuando Jesús estuvo en plena agonía en la cruz, después de ser humillado por los judíos y los soldados romanos, fue un centurión el que dijo que realmente este era el hijo de Dios, pero no al ver sus milagros, no al ver sus palabras de autoridad, no al verle rodeado de gloria, como en la escena de la transfiguración; sino fue al verle en la cruz y perdonando a sus propios agresores, ahí se dio cuenta de quién era y cuando lo valoró más.

Cuando nos vemos en un espejo nos solemos poner cerca para ver bien nuestras imperfecciones y retocarlas. Cuando nos vemos en el espejo de nuestro Señor, también tenemos que acercarnos mucho, primeramente para verle mejor a Él, pero también para que podamos ver nuestras imperfecciones y nuestras manchas, y así, sea Dios quien las trate mejor.

Ahí tenemos el ejemplo, por excelencia, el reflejo de lo que debemos ser, el espejo perfecto en el que mirarnos para mejorar nuestro interior y que se pueda ver, también en el exterior.

Reflejo

“Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.” 1ª Corintios 13:9-13

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.” Romanos 12:3

 

Un joven o adolescente se puede pasar horas frente al espejo, retocándose el maquillaje y el contorno de ojos, en el caso de las chicas, o el último mechón de pelo rebelde, con gomina extrafuerte, en el caso de los chicos. La verdad es que nos vemos bien frente a este “mágico cristal” que nos dice como somos y nos ayuda a ser como queremos ser. El problema viene cuando el joven o adolescente en cuestión te pide que le hagas una foto, luego la ve en el papel, o en la pantalla de ordenador y ¡Zas! ¡Decepción! El muchacho (o muchacha) protestan porque consideran que no han quedado bien en la foto y culpan al fotógrafo, a la cámara, a la luz, a las circunstancias, a la sociedad… ¡Que sé yo! A cualquiera. Lo mismo ocurre cuando escuchamos nuestra voz en situaciones normales y luego la grabamos para escucharla más tarde. Después  de escuchar la grabación, llegan las exclamaciones “¡Ese no soy yo, esa no es mi voz!” O “¡No puede ser que tenga esta voz tan fea!” Es normal, creo que a todos nos ha ocurrido alguna vez, y todavía sigue ocurriendo.

¡Que bien nos vemos frente al espejo! Pero es que por muy bien que esté pulido, limpio, sea amplio y esté en un baño o una habitación luminosa; lo que hace el espejo es devolver una imagen inversa de la realidad: Nuestra cara, que nunca es simétrica, aparece volteada. Sin embargo eso sí lo capta correctamente, por ejemplo, la cámara de fotos, o es como en realidad vemos los demás a esa persona. Lo mismo sucede con la voz: ¿Cuál es la verdadera voz de una persona? ¿La que se escucha ella o la que escuchamos los demás? Ciertamente, la que escuchamos los demás, porque la que nos escuchamos a nosotros mismos, es la que escuchan los demás mezclada y distorsionada por el sonido que recorren los huesos de nuestro propio cráneo desde nuestra garganta. Cuando toca juzgarnos a nosotros mismos, ocurre algo parecido, tanto de forma positiva, como negativa, nos solemos juzgar erróneamente.

A veces, ocurre que no somos capaces de algo, que nos creemos menos que  nadie y sin embargo esto es una barrera que le ponemos a Dios y de paso, nos ponemos a nosotros mismos porque entonces no permitiremos que nos use adecuadamente y explote nuestro potencial.

Por el lado contrario la cosa no es mejor, pues una de las cosas que más aborrece nuestro Señor es la prepotencia. No todo lo podemos, no todo lo sabemos, no todo lo logramos por nuestras fuerzas o nuestro propio entendimiento. Necesitamos del Señor, de su poder, sus fuerzas, su sabiduría. Si piensas que no necesitas nada de esto, tienes un grave problema. La autosuficiencia nunca fue buena consejera, todos dependemos dma, y no lo tienes, lo tendrropio entendimiento. e todos, sobre todo en la iglesia, y todos dependemos de Dios.  Por lo tanto eres una pieza útil dentro del reino de Dios, pero no eres ni la única, ni la mejor… pero tampoco eres la “peor”. Simplemente eres único, Dios te diseñó con una gran sabiduría, con tus virtudes y con tus defectos, con tus fortalezas y tus debilidades. No te pienses más o menos que nadie, y menos en el ámbito de la sabiduría. No importa cuanto tiempo lleves en la iglesia, si muchos años, o acabas de llegar, eres igualmente valioso para tu creador.

La próxima vez que te mires al espejo procura mirarte como eres, haz examen de conciencia, busca en qué eres bueno y en qué no, y ahora mira a tu hermano ¿Crees que es “peor” que tú? ¿Crees que es “mejor”? Procura mirar a tu alrededor, pero no con tus ojos, procura mirar con los amorosos ojos de nuestro Señor.irtudes y con tus defectoseres ni la mos de Dios.

Resonar II

“Rebosa mi corazón palabra buena; dirijo al rey mi canto; mi lengua es pluma de escribiente muy ligero.” Salmo 45:1

Cantad con gozo a Dios, fortaleza nuestra; al Dios de Jacob aclamad con júbilo. Entonad canción, y tañed el pandero, el arpa deliciosa y el salterio. Tocad la trompeta en la nueva luna, en el día señalado, en el día de nuestra fiesta solemne. Porque estatuto es de Israel, ordenanza del Dios de Jacob.” Salmo 81:1-4

“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.” Lucas 6:45

 

La melodía en sí, es algo que puede ser usado para bien o para mal. Para adorar a Dios, dedicarle bellos sonidos a un amado o una amada, enseñar lecciones, o sencillamente cantarle al amor; pero también la música puede ser usada para manipular, exaltar nuestro ego o incluso maldecir. Como casi cualquier cosa creada por el Señor, podemos corromperlo. Y eso depende de nosotros.

Pero hoy quiero hablar de una parte muy importante de la música, que sin embargo no esta presente en todas las canciones, y a lo que debemos de prestar mucha atención como creyentes. Si bien, tan sólo una melodía puede sacar lo mejor o lo peor de nosotros mismos, la letra de las canciones pueden sacar esas cualidades positivas o negativas y mostrarlas al resto del mundo.

Las canciones con letra son un invento muy antiguo, casi tanto como la propia música, porque se trata de la fusión armonizada de dos bellas artes: la música y la escritura. La escritura es una forma de expresión muy antigua; de hecho, se han encontrado textos escritos de hace más de diez mil años, por lo que podemos averiguar lo importante que era desde casi siempre, para el hombre, dejar constancia de algo escrito. La técnica, así como los métodos de escritura, han evolucionado con el tiempo, y se han creado formas artísticas de expresión como la prosa, el verso, la epístola, la épica, el drama o la comedia, la divulgación, el periodismo o la publicidad entre otros muchos. Y casi todas tienen más o menos cabida en la música. Con un poco de imaginación e ingenio, todo cabe.

Pero no todo vale para alguien que desea ser una adorador de Dios. No todos los textos dan la gloria a Él o buscan el bien común. Muchas letras, al igual que muchos libros, hablan de venganzas, de exaltación del poder humano, de rencores y enfrentamientos, de sexo ilícito, de borracheras, bacanales y desenfreno, de locuras por amor y desamores, de desesperanza y pesimismo. Nuestros jóvenes escuchan muchas de estas canciones y repiten inconscientemente sus letras. Estas quedan grabadas casi sin querer en la mente cambiante de nuestros jóvenes y conforman la que será la cultura del presente y del futuro. ¿Pero acaso es la música mundana actual, la única responsable del mediocre comportamiento de esta generación? Definitivamente no, pero contribuye en gran manera a alimentar esos sentimientos de destrucción moral que reina en los muchachos. Sentimientos que son, en buena parte, heredados de las generaciones anteriores. Los padres, de forma activa con su comportamiento, o de forma pasiva, con frases como: “no pasa nada”, “eso no puede ser malo”, “los chicos ya son muy maduros y pueden discernir” crean un ambiente perfecto para echar a perder todo un futuro.

Padres y jóvenes, vigilad bien que escucháis, vigilad bien con qué cosas se alimenta vuestra mente a través de vuestro oído. Recordad que la fe viene por el oír y que las letras negativas e inmorales del mundo, son el reflejo de un corazón corrompido, porque de la abundancia del corazón habla (o canta) la boca. Un joven (o un adulto) puede ser resistente a un discurso seco, pero con música todo entra mejor, es otra manera de predicación. Depende de nosotros cambiar el discurso de nuestro corazón, cambiando la música y su letra, para darle la gloria a Dios. ¡Que rebose nuestra boca, música con palabra buena para Dios!

Resonar

“Alabad a Dios en su santuario;

Alabadle en la magnificencia de su firmamento.

 Alabadle por sus proezas;

Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza.

 Alabadle a son de bocina;

Alabadle con salterio y arpa.

 Alabadle con pandero y danza;

Alabadle con cuerdas y flautas.

 Alabadle con címbalos resonantes;

Alabadle con címbalos de júbilo.

Todo lo que respira alabe al SEÑOR.

Aleluya.”

Salmo 150

cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias al SEÑOR, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan al SEÑOR, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa del SEÑOR” 2ª Crónicas 5:13

Os invito a hacer un ejercicio de imaginación. Cuando veáis cualquier cosa por la tele, o en el cine, cualquier imagen, video, anuncio o escena… imaginadlo sin música, probad a eliminarla en vuestra mente. Imaginaos a las imágenes acompañadas sólo con la voz del locutor, los diálogos de una película de una película romántica, en el típico beso que se dan los protagonistas, o la típica escena de terror o suspense, o la clásica persecución de las películas de acción o aventura. Imaginaos esas escenas que nos emocionan tanto… ¡Sin música! O tomad cualquier anuncio en el que las imágenes parecen ir al compás de alguna melodía pegadiza. Vayamos a la vida real: Por ejemplo, una boda: donde no hay marcha nupcial, ni ninguna otra canción para comenzar, ni para finalizar, no hay vals, ni verbena posterior, o quizá os podéis imaginar una fiesta, un viaje en coche, un centro comercial … o un culto cristiano. ¿A que sería muy diferente?

No podemos concebir nuestro mundo sin música, forma parte de nuestra vida. A todo el mundo le gusta, otra cosa es el estilo que se prefiera, pero en esta sociedad globalizada, hay estilos para todos, y si no los hubiese, se inventan, no hay cultura que no tenga su música. Así es la creatividad y la capacidad humana, habiendo millones de canciones y melodías, podemos inventar más. ¿Pero es realmente humana esta capacidad? ¿Es la música un invento humano? La música es uno de los artes más excelsos y probablemente, el más reconocido, sus orígenes son más viejos que la propia historia del hombre, lo que deduce que lejos de ser algo nuevo, es una reinvención y una evolución constante, pero al igual que la literatura, la pintura, la danza o la escultura, tiene una inspiración que en ocasiones va más allá de nuestro limitado conocimiento… la música es algo humano pero de inspiración puramente divina, otra cosa es la letra de las canciones.

Me atrevo a decir esto, porque si hay algo que diferencia la música del ruido, es nuestra propia percepción, exclusiva de nuestra especie, es decir, podemos componer y distinguir algo con armonía, melodía y ritmo, algo tan preciso y matemático como bello, podemos “encerrarlos” en compases de cuatro por cuatro, escalas de Sol o de Fa, darle un tono agudo o grave y un tempo piano o allegro, como se quiera y como suene mejor. Existe la clásica, el jazz, el rock & roll, la salsa o la fusión; cualquier estilo vale, si se usa adecuadamente. Y es que, la música, como todo en este mundo, puede servir para el bien, o para el mal, para exaltar a Dios o para levantar el ego de un buen músico. Todo depende del uso que le queramos dar. También puede ser para alabar al Señor por sus proezas, o para fomentar el odio y la discordia. El pecado lo ha distorsionado todo, y también la música.

No olvidemos nunca el verdadero propósito de este noble arte. Con tus gustos y posibilidades: desde un culto como el de hoy, o desde tu coche; en una fiesta, o tratando de entonar en la ducha; no olvides, que la música es creación de Dios y su propósito principal es exactamente el mismo que el propósito por el que estás pisando tú este planeta, para dar la gloria a Él. Por lo tanto, haz tuyas cada día, las palabras del salmista, en el último, pero no menos importante salmo (150). Con los instrumentos, con las voces, con tu arte ¡Todo lo que respira, alabe al Señor!

Representación

“Y el SEÑOR respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque el SEÑOR no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el SEÑOR mira el corazón.” 1ª Samuel 16:7

«Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” 1ª Timoteo 4:12

Aparte de la feliz (o dramática) entrega de notas, una de las escenas más típicas de final de curso en los colegios donde se imparte educación primaria son las representaciones de final de curso:

Estas representaciones finales pueden ser por ejemplo, una pequeña obra de teatro, donde intervienen los alumnos más dotados para la interpretación, los más atrevidos, o sencillamente los que más les gusta llamar la atención; también puede ser para los más músicos: una canción (o varias) cantada y acompañada con la sencilla y clásica flauta dulce. Pero también se pueden ver alumnos recitando una poesía, algún tipo de coreografía de danza e incluso se pueden colgar de la sala de usos múltiples y pasillos, las obras de arte pictórica de los alumnos más aventajados de plástica. Me puse a pensar en por qué se hacen este tipo de manifestaciones en los niños y no tanto en los adolescentes y jóvenes. Sin embargo da la sensación de que el arte, para ciertas edades, va por libre y quien se quiera dedicar a ello, hay algún rincón suelto en alguna facultad, y cuyas salidas laborales para el futuro, se reducen a ser profesor de arte en algún colegio, instituto o universidad, y quizá, con mucha suerte, algún mecenas solvente le de una oportunidad para alguna exposición, o quizá algún concierto, o disco, en el caso de los músicos. Recordemos que el arte, en todas sus formas, es la expresión de lo que lleva uno mismo en su corazón. El arte viene a ser un reflejo de lo que somos por dentro, y los jóvenes tienen mucho que decir al respecto.

En la iglesia hemos querido dar de una manera un poco más de protagonismo a las manifestaciones artísicas juveniles, pero la apuesta (por lo menos en este país), no parece del todo firme: De la misma manera que el mundo reduce su participación y expresión artística de los jóvenes, a momentos puntuales, la iglesia arrincona a la navidad, quizá Semana Santa y algún que otro culto especial suelto, esta valiosa expresión. Da la sensación de que como los jóvenes se expresen mucho, quizá no va a gustar demasiado, porque a los jóvenes les estamos encerrando demasiado en clichés tales como que a todos les gusta la misma música barata, todos quieren bailar y beber en discotecas, sólo piensan en ligar y en comprarse la última moda o pasarse horas frente al ordenador, consola o teléfono móvil, y que deberían dedicarse exclusivamente a los estudios… etc. Pero ¿que ocurre en realidad? Que los jóvenes se lo terminan creyendo, y se amoldan a estos tópicos generados por la sociedad. A muchos no se les escuchan ni siquiera en sus iglesias; y sus pastores, ancianos y diáconos, no se preocupan por lo que ellos piensen, lo que expresen o lo que pueden aportar. Hay iglesias, y también hermanos que no llegan a aceptar a pastores y líderes jóvenes en su congregación, por los prejuicios infundados por las generaciones más adultas, y que también (para qué nos vamos a engañar) muchos jóvenes se han ganado a pulso.

Gracias a Dios, muchas barreras, especialmente generacionales, están cayendo, pero el proceso es lento, tan lento como el cambio de mentalidad de las personas que componemos las congregaciones, y mientras el mundo ofrece un proyecto y «sus oportunidades» de expresión a los jóvenes, las iglesias muestran una negación del proyecto mundano, sin casi ofrecer alternativas válidas. Un líder y pastor español, experto en sociología juvenil, Félix Ortiz, comenta en muchos de sus artículos que parece un milagro que sus jóvenes se queden en las iglesias, cuando lo normal es que las abandonen, precisamente por esa falta de proyecto vital y de oportunidades. ¿No será que hay que cambiar algo en las mentes de las generaciones más mayores? Tomemos ejemplo de Pablo, que supo ver el potencial de liderago de un joven llamado Timoteo. Tomemos ejemplo de la sabia elección del Señor, que a través de su siervo Samuel escogió al humilde y jovencito pastor (y poeta) David, y tomemos ejemplo de un joven de 12 años, que puesto en pie en mitad de la sinagoga deslumbraba con su sabiduría a gente que probablemente le cuadruplicaría en edad, un niño llamado Jesús, y que más tarde, cambió el mundo con apenas treinta y pocos años de edad.

Reconstruir

“Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio.” Nehemías 2:17

«…El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos…” Nehemías 2:20a

 

 

No sólo los estrategas militares chinos, sino también los estrategas comerciales de occidente, tienen como libro de cabecera el popular “Arte de la guerra” de Sun-Tzu, que es básicamente un compendio de consejos para vencer en la batalla o saber defenderse en una guerra. Muchos de esos consejos, son tan genéricos, que son tomados por muchos profesionales para saber defender nuestros negocios o para aprender a progresar en nuestra vida laboral. Hoy día, mucha de la filosofía del hombre occidental moderno se basa en creencias ascentrales procedentes del lejano oriente. Curioso ¿no?

He aquí algún consejo bastante interesante:El general es el asistente del soberano del estado. Si esta asistencia es estrecha, el estado será fuerte sin duda; si es débil, el estado será ciertamente débil.” O este otro: “Si el ejército está confuso y suspicaz, los gobernantes vecinos tomarán ventaja de ello, y causarán problemas. Esto es lo que significa la frase: Un ejército confuso lleva a la victoria del contrario.

Muchos de esos consejos pueden ser bastante valiosos y racionales, pero no es nada comparado con nuestro “Arte de la guerra” particular que tenemos en la biblia. Nada más y nada menos que el manual estratégico para el líder de ayer, de hoy y para el del mañana: el libro de Nehemías.

¿Qué tiene de especial este libro? Trata de la reconstrucción de una muralla, algo aparentemente simple, y sin demasiada trascendencia. Pero en este caso no se trata de una muralla cualquiera, se trata de la muralla de la mismísima ciudad de Jerusalén, la cual fue destruída por Babilonia unos 150 años atrás. El libro comienza con una decisión crucial, algo que puso a prueba la valía de Nehemías, un líder escogido sin duda por Dios, por ese corazón dispuesto a ayudar a su pueblo. Nehemías tenía un cargo importante dentro de la corte del poderoso rey persa Artajerjes, vivía una vida cómoda. Pero renunció a ello, jugándose incluso la vida, para pedir permiso al rey e ir hasta Judá, para dirigir a unos pocos paisanos suyos que además estaban siendo amenazados e incluso atacados. La empresa que tenía que emprender este nuevo líder era muy dificil.

Aparte de la renuncia a una vida más cómoda, los ataques externos, la dificultad de organizar a un grupo de albañiles y soldados amateur, con nada de técnica y experiencia en estas cosas; también un líder como Nehemías tuvo que pelear contra el desánimo de sus propias gentes, de la escasez y la burla de sus enemigos. Nehemías los distribuyó por toda la muralla por familias, construían y se defendían con sus armas y cada cual hacía la parte que le correspondía según sus fuerzas y su valía. Estaban alejados unos de otros, pero otros que se encargaban de vigilar, hacía sonar la trompeta cada vez que había un peligro de ataque.

Pero pensándolo friamente, si nos atenemos a juicios y cálculos exclusivamente humanos, con el libro de Sun-Tzu en la mano, la ciudad de Jerusalén no tenía mucho futuro. Por mucho que se esforzaran los judíos, un ataque de una potencia vecina de la época, como Asiria, Egipto, o Persia habrían acabado sin apenas pestañear con este puñado de familias “constructoras”. Entonces ¿Por qué no ocurrió esto si Judá era presa fácil? Porque en realidad no eran ellos los que peleaban, no eran ellos los que defendían y construían. Confiaron en Dios desde el principio y demostraron su confianza en acción, con un ladrillo en una mano y la espada en la otra. Dios hizo el resto. Nehemías los organizó como buen general, siendo una herramienta más en manos del Señor. Así es como debe de funcionar nuestra particular Jerusalén a recontruir, y así es como debe funcionar la iglesia del siglo XXI. En nuestras congregaciones, Dios puede levantar muchos Nehemías.

Refresco

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?” Salmo 42:1-2

«El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.” Eclesiastés 12:13-14

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Juan 14:6

El pasado 21 de junio empezó oficialmente el verano, aunque tradicionalmente esta fecha correspondió al del día más largo que es el 24.

Ya se sabe lo que toca: noches cortas y calurosas, días intensos con un sol de justicia, tiempo de playa (o quizá montaña), piscina, vacaciones, descanso.

El metabolismo de la mayoría de nosotros cambia, ahora apetece siempre algo frío y fresco, no muy abundante para comer, pero sí para beber. El cuerpo nos pide un refresco. Y no, no quiero que parezca que estoy anunciando alguna bebida en especial, pero sí quiero ilustrar una sensación que se puede trasladar al mundo espiritual. La sed.

El mundo actual en el que vivimos está muy revuelto, hay muchas ideas (la mayoría equivocadas) que nos están tratando de convencer de que procuran nuestro bienestar, y sin embargo jamás logran llenar nuestra alma: Nos dicen que si compramos tal o cual, cosa seremos más felices y completos; que si seguimos una u otra ideología, tendremos la razón; o sencillamente, si hacemos las cosas como queremos, con total libertad, alcanzaremos la plenitud y la autorealización personal. Pero eso no es así. No es tan bonito como nos lo pintan los medios de comunicación, los publicistas, políticos, economistas, filósofos o librepensadores. Como detalle, en el mundo de las bebidas, un refresco carbonatado de cola (o de otro sabor), por más que se empeñen, jamás quitará la sed tan bien como el agua fresca natural.

Sólo hay una verdad, y esa es la que realmente nos dará lo que necesitamos. Cristo es la verdad, él mismo lo afirmó rotundamente, es la única voz que tiene razón en un mundo tan discordante, y es la única manera de obtener la plenitud de vida, y la salvación, que buscamos y necesitamos con urgencia. Un mundo sin Dios sería un caos total, por eso estableció ciertos límites para que nuestro planeta no llegara a la autodestrucción total fuera del momento que él indicara. Por eso tenemos esa necesidad, oculta en algunos, más evidente en otros; de buscar de Dios, de anhelarle. Y ya desde antiguo se sabía, como el rey David expresó en varios de sus salmos, un anhelo semejante a la asfixiante sed que podemos tener en esta época de verano. Una ilustración muy bella es la que se da en un salmo (pero este no es de David), en la que se compara nuestra alma con un venado buscando un río o una fuente que le provea para ser saciado.

En medio de todo este revuelto de ideas y convicciones que estamos recibiendo hoy día, sólo hay una de verdad. Sólo hay alguien que tiene la última palabra de todo, sólo hay un fin para todo discurso y todo juicio. Un sabio, que lo había tenido todo y lo había experimentado todo, llegó a la conclusión de que “el fin de todo discurso es el temer a Dios y guardar sus mandamientos”.

En este caluroso verano, llega la hora de disfrutar del buen tiempo, de las vacaciones y el descanso. Pero para saciar la verdadera sed del alma, sigue siendo imprescindible acudir a Dios. Refresca tu ser. No te olvides del Señor y sus mandamientos, tampoco en este verano.

¡Tiempo de levantarse!

«Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria del SEÑOR ha nacido sobre ti.» Isaías 60:1

«levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.» Josué 1:2b

Se equivocan rotundamente aquellos que señalan a la iglesia como una institución humana. Muy lejos de ello, consideramos a la iglesia un organismo vivo, que crece, que progresa, que evoluciona, que se mueve, y que también se duele cuando es atacada por los problemas.

En la Palabra se dice que cuando un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan (1ª Corintios 12:26), y eso es cierto, especialmente cuando un congregación está unida, y a veces, los propios problemas hacen que nos unamos más, haciendo «una piña», y eso es lo que ha venido ocurriendo, de manera muy especial, en estas últimas semanas en nuestra iglesia.

Gracias a Dios que salimos reforzados tras pasar por el fuego de las pruebas, y ahora llega el tiempo para levantarse.

Os animo, queridos lectores a buscar la palabra «levántate» en la Biblia (recomiendo la versión Reina Valera 1960). Mirad la cantidad de veces que aparece y sobre todo, el contexto en el que aparece este imperativo. Todas no, pero la mayoría de las ocasiones, «levántate» viene como orden directa o indirecta de Dios, tras una prueba o una dura batalla y sirve para llevar a cabo una nueva conquista, especialmente llamativo es el caso del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, sobre todo en el tiempo de la conquista del Canaán. Más tarde, en los tiempos de los jueces, los reyes, el reino dividido y luego, en el tiempo de la deportación a Babilonia ocurrió algo parecido. El pueblo escogido sufrió mucho a lo largo de su basta historia. Pero siempre hubo una palabra de aliento: «Levántate». Una palabra que no vino sola, si que siempre vino con una orden posterior, que llevaba a la acción. Como Jesús, dijo al paralítico bajado en camilla, levántate, toma tu lecho y anda, la iglesia de hoy recibe la misma orden.

Caer, siempre caeremos. Sufrir, eso nos pasará mucho. Pero es cosa nuestra el obedecer a la voz del Señor cuando siempre que caigamos, él nos diga «levántante y resplandece», o «levántate y conquista», o «levántate… y anda».

Nuestra iglesia ya esta poniendo esto en práctica. Está caminando. Hay problemas, sí es inevitable, pero ha aprendido a seguir hacia adelante. Hay varias pruebas de ello, pero pronto percibiremos algunas palpables y visibles: el pasado sábado hemos dado otro paso de gigante en la reforma de nuestro local, y aún queda todavía, pero varios hermanos de forma totalmente desinteresada, estuvieron colaborando en nuestro primer día pro-templo y el local está siendo renovado haciéndolo más amplio, más limpio y más útil. Sí, la iglesia no son cuatro paredes, somos todos nosotros, pero he ahí, en nuestro local, una prueba de lo que he estado hablando antes. Pero lo mejor está por venir, ya que tenemos hermanos listos para bajar a las aguas bautismales, Dios mediante para este próximo otoño y los discipulados siguen adelante con personas dispuestas al evangelio y a ser buenos y firmes colaboradores en la obra de Dios. Tenemos a Marc y Corina, con su magnífica tarea pastoral y con muchas novedades este año: Tras ocho años en blanco, nos fuimos de retiro de iglesia el mes pasado, tras cinco años, el grupo de jóvenes también tuvo su retiro; estrenamos nuevo equipo de Comunión Cristiana, grupo de señoras, reuniones de matrimonios, nuevo equipo de fútbol sala, incluso nos atrevimos a organizar un torneo para las demás iglesias bautistas de nuestro entorno; y el boletín semanal fue reeditado hace casi un año, el cual podéis descargar desde esta misma web.

Algo esta cambiando en Sanse. Es tiempo de levantarse. ¿Te apuntas?