Las JMJ y los grandes eventos cristianos

Con motivo de las famosas JMJ (Jornadas Mundiales de la Juventud) de este 2011, la ciudad de Madrid, buena parte de la región e incluso una parte importante del país, esta volcada en estos días con la visita del Papa Benedicto XVI. El despliegue en la capital esta siendo gigantesco, y son muchas las empresas e instituciones públicas o privadas, que aún en tiempos de crisis, hacen un esfuerzo por acoger a los posibles dos millones de peregrinos que vienen a ver al pontífice.

Este evento, como es lógico, ha levantado una gran polémica por su coste, su financiación o las declaraciones de partidarios y detractores de esta visita, entre otras muchas cosas.

No vamos a hablar de las cantidades exorbitantes que va a costar esta visita, ni queremos entrar en la polémica de quién lo va a pagar, pues es un tema del que ya se ha hablado mucho en la prensa generalista, y está muy candente en internet. Tampoco vamos a hablar acerca de si el estado esta realmente alineándose como un estado aconfesional, o si está promoviendo la igualdad religiosa en este país, porque en bastantes contradicciones ha incurrido en el pasado, y sigue incurriendo en la actualidad, mientras haya intereses de terceros de por medio. Y por supuesto tampoco hablaremos de la propia figura del Papa, porque como cristianos evangélicos, debemos de tener muy claro a quién debemos de acudir como único y verdadero mediador entre Dios y los hombres, que es Jesucristo (1ª Timoteo 2:5, Hechos 4:12), que conocemos su ejemplo (Filipenses 2:1-11), y en quién tenemos que tener depositada nuestra fe (2ª Timoteo 1:12).

Ahora bien, antes de criticar al gobierno, a las grandes empresas colaboradoras, o a la iglesia Católica Romana; deberíamos de aprender nosotros y hacer un poco de autocrítica ante estos eventos.

En la televisión se pueden ver imágenes de personas llegadas desde distintas partes de España y del mundo, para ver a Benedicto XVI, algunos preparan lo mejor de sí mismo para dárselo como ofrenda, como por ejemplo, un grupo de jóvenes realizando una trabajada coreografía dedicada al pontífice, otros que preparan todo tipo de cánticos, otros preparan dulces y también los hay que hacen y venden piezas de artesanía con la efigie del Papa.

Cuando los minoritarios evangélicos tenemos la oportunidad de juntarnos y proclamar entre todos el nombre de Cristo, es sobre todo, en eventos tales como la visita del predicador Luis Palau, u otros de gran renombre como Billy Graham años atrás. Resultó llamativo que cuando se organizó el pasado 2005 “Festimadrid”, la cabeza de cartel estuviera ocupada por el predicador argentino, a modo de reclamo, junto a artistas como Jose Luis Rodríguez “El Puma”, Yuri o Marcos Vidal, entre otros. Sabemos que muchos que asistieron a este evento lo hicieron para invitar a un amigo o familiar para que conozca de Cristo; pero no deja de dar que pensar, que se sigan llamando a ciertas personas como “señuelo” para darle un mayor impulso a un evento evangélico.

Ocurre mucho entre los jóvenes, se da más en América Latina, pero es muy creciente en España, esa costumbre de invitar a los Dante Gebel, Juan Luis Guerra, Marcos Witt o Jesús Adrián Romero de turno, por no hablar de algún futbolista o famoso convertido al evangelio, a alguna conferencia o retiro, para promover su asistencia. Y no hace falta irse a personas de fama a nivel mundial, sucede que muchos van a sus iglesias por ver y escuchar a su pastor, y si el pastor no está, no van. Es casi algo parecido a lo que está ocurriendo en estos días de JMJ. ¿Acaso no basta con el solo ánimo de adorar a Cristo para venir a estas actividades? ¿Acaso no será de igual bendición que predique un predicador reconocido a nivel internacional que un pastor local, que otro hermano de la iglesia? ¿La palabra que dará no será supuestamente la misma?

Volviendo al tema del inicio, la verdad es que tampoco es cuestión de ponerse en contra de la visita de ciertas personalidades evangélicas, sino que al igual que sucede con los cristianos católicos más fervientes, tenemos que aprender a tener puesta la mirada, no en los hombres, sino en el Señor (1ª Corintios 2:5).

Ahora, pregúntate cuando asistas a alguna de estas actividades con personalidades de renombre ¿A quién he venido a ver? ¿A esta persona o al Señor obrando en su pueblo? ¿A quién escucharé? ¿A quién adoraré? ¿Esta persona está mostrando con sus palabras y hechos la gloria de Dios o se está dejando ver a sí mismo demasiado?

Que de la misma manera que el salmista, nosotros tengamos muy claro, para quién es la gloria:

No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, 
    Sino a tu nombre da gloria, 
    Por tu misericordia, por tu verdad.Salmo 115:1

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