¡Hasta pronto Javi!

El pasado lunes, 13 de junio se nos fue definitivamente para descansar en los brazos del Señor, nuestro hermano, amigo y siervo fiel de Dios, Javier González Vara. Estuvo durante 3 meses enfermo de cáncer en el esófago y esta semana su cuerpo dijo basta con apenas 55 años de edad, su tiempo había culminado, el Señor le requirió en su presencia.

¿Por qué Javier fue tan especial? Por su carácter, por todo lo que hizo por y para el Señor y para su familia, pero sobre todo como lo hacía. A veces no importa cuantas cosas hagas, sino como las hagas, con qué sentimiento y cual es la razón de que las hagas. Javier nunca esperó nada a cambio de su servicio, no reprochó nada a nadie y nunca tuvo palabras malas contra nadie. Fue un siervo especial: Miembro de nuestra iglesia desde que se bautizó, allá por 1987, y colaborador incansable. Sus múltiples habilidades para el trabajo manual los puso al servicio de la iglesia desde el principio: Ayudó en la construcción de nuestro actual local en 1993, diseñó y construyó nuestro hermoso púlpito, un atril de madera, y buena parte de la guardería, la cocina, y casi todo el sistema eléctrico del templo. No sólo tenía habilidades manuales sino que además fue maestro, predicador, evangelista y esforzadísimo diácono. Dió un magnífico testimonio en el pueblo de Lozoya (en la sierra norte de Madrid), donde residía, desde que se trasladó a vivir allí siendo un niño. Un ejemplo y una gran referencia en todo el Valle del Lozoya, donde además trabajaba secularmente en el Canal de Isabel II.

En 1999 contrajo matrimonio con María Diaz y aunque nunca tuvo hijos naturales, dejó a toda la familia natural y espiritual muy huérfanos tras su marcha.

El título de este artículo no es una broma, ni una falsa ilusión. Como creyentes, estamos total y plenamente convencidos de que Javi ya está disfrutando de la eternidad con el Señor, que ya ha recibido la corona por haber acabado la carrera y haber servido tan fielmente, sin apartarse. Los que conocemos del Señor podemos estar muy seguros de que le volveremos a ver algún día. El día que el Señor quiera.

Desde estas lineas quiero enviar un fuerte abrazo y dedicar estas palabras a esta familia que él ha dejado, en el que yo mismo, que suscribo este artículo, estoy implicado como sobrino suyo que era.

Dedico estas hermosas palabras del apóstol Pablo que pueden ser igualmente las de Javier González:

«He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.» 2ª Timoteo 4:7-8

Responsabilidad ciudadana

«Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario. Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción? Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.”  Mateo 22:19-21

Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.” Romanos 13:1-2

 

De forma excepcional e impulsado por las circunstancias propias de la llamada «jornada de reflexión», hoy adelantaré el texto del boletín del culto de mañana pues el tema a tratar es importante. Antes de nada, quisiera aclarar como ciudadano y creyente, que jamás pediré el voto para ningún partido político en concreto, ni estoy a favor de alinearme con ninguna facción política, pues eso no corresponde a un ciudadano del reino de Dios. Lo que pido es simplemente votar, pero con responsabilidad.

No quiero que se malinterprete este texto, no quiero mezclar los asuntos de Dios con la política, lo que quiero a través de estas lineas, es hacer un llamado a la responsabilidad, y eso sí es asunto de Dios, pues forma parte de nuestro testimonio  cristiano ante el mundo. Es posible que a muchos les importe poco la política, que les resulte un asunto aburrido, complicado e inútil, porque piensan que no somos nadie para esa clase política que nos gobierna y lo que pensemos les puede dar igual. Quizá haya algo de razón en todo esto, pero no olvidemos que vivimos en una democracia que ya quisieran para sí, los ciudadanos de muchos países extranjeros. Y es hora de comportarse como ciudadanos responsables y que participan de las decisiones que se toman en nuestra sociedad, con nuestro granito de arena, en forma de voto.

Soy consciente de que muchos de los que leéis esto, no sois de aquí, y por lo tanto es más que probable que no podáis participar de vuestro voto, pero ¿Acaso eso lo único que se puede hacer? Lo veremos más adelante.

Ahora es posible que os preguntéis ¿Qué tiene que ver la política con la vida espiritual de la que siempre hablamos en estas líneas? Bastante más de lo que parece. Jesús mismo nunca se mostró partidario de ninguna facción política, pero sí que respetó a sus gobernantes y les dio su correspondiente autoridad y lugar. El pasaje de Mateo 22:21 nos revela que nuestra vida espiritual y nuestra participación ciudadana no deben de estar reñidos, y mientras sigamos en este mundo, debemos de respetar a aquellos que nos gobiernan, darles el lugar que corresponde, eso sí, con Dios y su sabiduría siempre por encima de todo.

Y es a la sabiduría, a lo que precisamente hay que apelar en estos tiempos de constante cambio, a no votar tanto con el corazón, por tradición o por castigar al partido que queremos quitar de en medio, sino que hay que votar con cabeza, buscando la justicia, (que en el caso de los hombres es limitada, pero algo queda, y a ese algo hay que agarrarse) y sobre todas las cosas, pensando qué opción será la que más beneficie los intereses de nuestra verdadera patria: el Reino de Dios.

Comenté antes que la mejor manera de expresarse políticamente es ejerciendo el derecho a voto, pero como cristianos también tenemos la esperanza puesta muy por encima de los hombres, la tenemos en Dios y es a él a quién acudimos para buscar la excelencia y el buen hacer a la hora de manejarse en este mundo caído, para recibir la mejor dirección a la hora de tomar decisiones, sean grandes o parezcan insignificantes, nuestro rumbo lo marca nuestro Dios y su palabra. Sabemos de sobra que la inmensa mayoría de nuestros políticos y gobernantes no conocen de Dios y probablemente nunca se han interesado por conocerle, ni mucho menos se tratarían de acercar a él en oración; por eso, es nuestra responsabilidad el interceder por ellos. Para muchos puede resultar extraño el orar por alguien que no nos gusta, que quizá tenga unas ideas contrarias a la nuestra, pero es nuestro deber como ciudadanos de este mundo (mientras sigamos aquí) y del reino de los cielos, y es nuestra manera de reivindicar derechos y justicia para todos, ya que la justicia de Dios es la única perfecta que hay. Para la oración y la intercesión no hay barreras, no hay límites, gente de cualquier nacionalidad, sexo, raza o edad pueden ejercerla, y es un arma mucho más poderosa que cualquier campaña electoral, manifestaciones o mítines multitudinarios. Votemos con responsabilidad, pero también oremos, por nuestro alcalde o alcaldesa, nuestro presidente o presidenta regional y por nuestro gobierno nacional. El Reino de Dios debe influir sobre el Reino de España.

A modo de postdata quisiera dejaros los enlaces a dos artículos de muy recomendable lectura:

http://www.protestantedigital.com/ES/Blogs/articulo/2823/Indignados-terminar-la-transicion

http://www.protestantedigital.com/ES/Blogs/articulo/2819/Nuestra-responsabilidad-no-termina-con-el-voto

Santiago Hernán, Madrid a 21 de mayo de 2011

Regazo

«trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” 2ª Timoteo 1:5

Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre” Proverbios 6:20

La vara y la corrección dan sabiduría; Mas el muchacho consentido avergonzará a su madre” Proverbios 29:15

El pasado domingo 1 de mayo volvimos al regazo de nuestras madres.

En los foros, grupos y redes sociales a lo largo y ancho de internet, han surgido muchos tópicos sobre las madres, a saber: “Madres que siempre saben donde están guardadas todas las cosas”, “Madres que dicen ‘Bébete el zumo, que se le van las vitaminas’”, “Madres que dicen ‘Hazme una llamada perdida cuando llegues’”, “Madres que amenazan con quitarse la zapatilla para castigar a sus hijos”, “Madres que predicen que su hijo se va a tropezar… y ocurre”, “Madres que limpian la cara de sus hijos mojando un dedo con saliva”, y un largo etc…

En la sociedad actual da la sensación que para los jóvenes, su madre es un incordio para su desarrollo personal, pues a veces parece que sus consejos, su cuidado está de más, es vergonzoso, o pertenece a otra época. Los hijos (sobre todo, adolescentes y jóvenes) del siglo XXI creen que su madre no sabe nada, y no tiene nada, o casi nada que aportar a su vida. ¡Craso error!

Son precisamente esos graciosos y anecdóticos grupos de las redes sociales, basados en esos tópicos, formulados por las generaciones actuales, los que paradójicamente dan la razón a la superioridad de la sabiduría, el esfuerzo y la constancia casi sufriente de las madres, dotandolas en muchos casos y de forma algo exagerada de propiedades sobrenaturales, por ejemplo: Las madres lo saben todo acerca de sus hijos, las madres son ‘omnipresentes’, proveen, protegen y disciplinan, se desviven por sus vástagos y sin importar su edad, son una especie de superheroínas que acuden al llamado, muchas veces silencioso, de sus hijos.

Es un alivio saber que aún hoy, se tiene un respeto máximo y admiración por las madres, en muchas ocasiones superior al que se tiene por un cónyuge o por el mismísimo padre. Y es que el refranero lo afirma claramente: “madre, no hay más que una”.

Al margen de anécdotas, bíblicamente se ha dotado a las madres de un papel vital en el desarrollo de sus hijos, de ellas depende en buena parte su futuro. Una madre negligente en la provisión, protección, cuidado y enseñanza de su hijo convierte con muchas posibilidades a su hijo, en un fracasado. En cambio, una madre virtuosa procurará la mejor sabiduría para sus hijos. Timoteo, un joven pastor del primer siglo, podría haber dado buena cuenta de ello a su mentor Pablo, ya que sabemos por su segunda carta, que su madre, y hasta la madre de su madre han inculcado la fe de este líder de la iglesia primitiva. Precisamente, varios siglos antes, uno de los personajes más sabios de la historia, Salomón, ya lo mencionó en varios de sus proverbios, alabando la valiosa instrucción de las madres, en la que seguramente incluiría la suya propia.

Es lógico pensar, sabiendo de la inmensa responsabilidad, que tienen las madres, de enseñar a sus hijos desde que reposan en su regazo,  que en la mayor parte de los casos, responden positivamente a este amor y este cuidado. Ahora bien, la pelota queda en el tejado de los hijos, pues deben de responder a ese cuidado, esa sabiduría y esa provisión, mediante la obediencia, el agradecimiento, el respeto y el amor. Ese “incordio” que creemos que es en nuestra juventud, nuestra madre, no es más ni menos, la herramienta para nuestro desarrollo infantil y juvenil, más hermosa y precisa al servicio de nuestro Dios que podemos tener en este mundo. No desechemos la vara y la corrección, no seamos necios y consentidos. Las madres virtuosas, merecen la respuesta de hijos virtuosos y sabios. ¡Feliz día de la madre!

Regar

«De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.” Juan 16:20-21

La bendición del SEÑOR es la que enriquece, y no añade tristeza con ella.” Proverbios 10:22

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” Romanos 8:28

Es tiempo de regar. Comenzamos el mes de abril y acudiendo al refranero popular español vemos que nos indica que este mes es (o debe ser) un mes tradicionalmente lluvioso. Ya sabéis: “En abril, aguas mil” o bien “Marzo ventoso y abril lluvioso, hacen de mayo florido y hermoso”. Debería de empezar a llover.

La lluvia es algo controvertido, no le gusta a todo el mundo, es más, gusta a pocas personas. Por ejemplo ¿Donde nos gustaría estar en un día lluvioso? ¿Empapándonos en la calle? No, mejor en casa, secos y calientes. Otra cosa sería que empezara a llover en plena tarde de un caluroso día de agosto, se agradece incluso mojarse un poco, pero sabemos que eso no se da mucho. Pero estamos en abril, no hace calor todavía y la lluvia nos puede dar un disgusto en forma de resfriado si no estamos prevenidos. En lo que sí estamos todos de acuerdo es que la lluvia es un elemento totalmente necesario, sin agua no hay vida: los ríos y los lagos pierden caudal, nos quedamos sin reservas para el consumo humano, las cosechas se pierden y la fauna (en la que se incluye el ganado) queda diezmada porque los animales también tienen derecho a beber. Y además ocurre algo que nos resultará familiar y cercano por haberlo vivido hace poco más de un mes: sin lluvia, el cielo no se limpia de la contaminación de la gran ciudad. En definitiva: La lluvia nos moja, nos molesta y nos puede resfriar; pero es absolutamente vital.

¿Cuántas veces habremos dicho como cristianos la expresión “Bendiciones” o “Que Dios te bendiga” a otra persona? Cientos de veces. Casi se ha convertido en una frase hecha en nuestra rutina diaria o semanal. El problema es cuando las palabras que tanto y tanto se repiten terminan perdiendo su significado para nosotros y quizá para nuestro interlocutor. Es como cuando decimos “¿Qué tal?” o ¿Cómo estás?” Cuando muchas veces ni nos interesa la vida de la otra persona  o ni siquiera tenemos tiempo para sentarnos y preocuparnos por ello. Con las “bendiciones” ha ocurrido lo mismo.

En varios anuncios en televisión e incluso películas se nos ha dicho muchas veces aquello de “Cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad”, y con el deseo de bendiciones puede ocurrir realmente. Pero ¡Cuidado! Porque a veces no sabemos interpretar las cosas que ocurren y podemos confundir mucho esas bendiciones.

Por ello planteo esta pregunta: ¿Qué son realmente las bendiciones? Originalmente la palabra deriva de “decir bien” de una persona, o desear el bien. Pero cuanta confusión se ha podido crear cuando esa persona que decimos “bendecida” le empiezan a ocurrir cosas que denominamos “malas”: puede ser una enfermedad, la pérdida de un ser querido, la pérdida de un empleo o una mala situación personal, familiar o quizá económica ¿Dónde están las bendiciones ahí? ¿Es posible estar bendecido en medio de la tribulación? Yo creo que sí. Para cualquier persona de la calle, los problemas no serían bendición de ningún modo porque para el mundo, para estar bendecido es preciso estar cómodo, pero no es así como lo ve Dios.

La bendición se puede experimentar en medio de los problemas más grandes porque la misión de las bendiciones es hacernos crecer como personas y acercarnos más a Dios aprendiendo a depender más de él.

La gente se sigue preguntando hoy día ¿Por qué Dios permite tanta maldad y tanto sufrimiento en el mundo? ¿Por qué la gente se enferma o hay tanta injusticia? Cada caso es único y yo no estoy para dar respuesta a todas las preguntas que se hacen en este sentido, pero sí que Dios nos ha prometido una cosa: “…En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Juan 16:33b. Hay que confiar porque todas las cosas ayudan para nuestro bien.

¿Dios te ha regado de bendiciones en el día de hoy? ¿Te ha cubierto con lluvias de bendición? Ten cuidado porque puede ocurrir en cualquier momento. Te gustará o no. Pero estoy seguro de que a la larga te harán bien y te darán más gozo.

Renacer

«Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos… De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” 2ª Corintios 5:14, 15 y 17

Muchas veces los comienzos no son bonitos. La Biblia nos dice que en el principio la tierra estaba “desordenada y vacía” (Génesis 1:2) y cuando pensamos en un bebé recién nacido, nuestra mente en seguida se va a los típicos anuncios de pañales donde se ven hermosos y sonrosaditos, pero casi nadie piensa en como sale el niño del vientre de su madre en el momento del parto, no es precisamente bonito: Suelen salir sucios, flacos, arrugados, casi sin expresividad y en medio de gran violencia tanto para la madre como para el propio bebé. Luego pasados unos días o quizá semanas se convierte en esa criaturita que todos admiramos. Ha comenzado la primavera, esa estación donde todo comienza, todo renace, se acaban las tempestades, las nieves, las heladas y tenemos en nuestro imaginario popular los campos verdes y soleados, llenos de flores y olor a fresco. Pero aún estamos en marzo, oficialmente en esta semana ha comenzado ya la primavera pero ¿Dónde esta esa escena tan preciosa? ¿Cómo es que sigue lloviendo? ¿Por qué hace tanto frío por las mañanas y en las noches hiela? Como dije antes, los comienzos no son bonitos… pero sí esperanzadores por lo que vendrá después.

Igual sucede con la vida cristiana, tan comparada muchas veces con la vida física de un ser humano. Cristo nos ha instado a nacer de nuevo, a repetir ese instante que da comienzo a una aventura maravillosa pero intrigante, aunque por supuesto Jesús se refería a una nueva vida espiritual. Una de las partes esenciales para dar paso a una nueva vida cristiana es la confesión de pecados y el arrepentimiento, eso no es bonito, como un bebé recién nacido o como las primeras semanas de la primavera, pero es vital, si no hay arrepentimiento, no hay conversión. Arrepentirse significa cambiar totalmente el rumbo, dejar y despreciar el estilo de vida que llevabas hasta el momento de conocer a Jesús. En ese momento tenemos que enfrentarnos a nuestra propia miseria y abandonar nuestro propio ego.

Los primeros días de cualquier ser sobre la tierra, son especialmente delicados y un nuevo cristiano no está exento de ello. La clave para sobrevivir es el desarrollo, el crecimiento. Y ahí es donde entra la adoración, la cual se manifiesta en un contacto permanente con el Señor: orando, leyendo y meditando en su palabra, reuniéndose con otros hermanos, sirviéndole, alabándole. La adoración es como el alimento para fortalecerse, para crecer. Si no creces, no hay desarrollo y por lo tanto te conviertes en presa fácil, en carne de cañón. Qué decir de que el proceso no es instantáneo, ni siquiera es rápido. Si queremos ver a nuestro arrugado bebé recién nacido, siendo el mejor médico del hospital general o un gran ingeniero, tenemos que esperar por lo menos 25 años para por lo menos verle licenciado y eso sólo sería el comienzo de su carrera. Lo mismo ocurre con la vida espiritual: una persona puede pasarse años en la iglesia siendo apenas un niño en el Señor y sin embargo creer que ya lo sabe todo, cuando siempre tenemos algo más que aprender. El propio Pablo, ya anciano, habiendo aprendido de los mejores doctores de la ley, con varios miles de kilómetros ya recorridos como apóstol y misionero, siendo maltratado por ser creyente, con una madurez entera dedicada a la expansión del reino de Dios y a la fundación de decenas de iglesias por todo el medio oriente del mundo conocido se atrevió a decir lo siguiente, estad muy atentos:

Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo… No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” Filipenses 3:7 y 12-14

Si no has nacido de nuevo en el Señor, no te voy a engañar, no es fácil, pero merece mucho la pena, la primavera comienza, hace frío, pero mirad lo hermoso que será el mes de mayo. Mirad ese bebé arrugado, será un hombre de provecho en el futuro. Y mirad, ahí esta Cristo, esperándote con los brazos abiertos para decirte “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré ¡Entra en el gozo de tu Señor!

Responsabilidad

«Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia” Hebreos 11:17-18

“puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” Hebreos 12:2

Abraham y Sara eran una amable, valiente y fiel parejita de ancianos que se habían instalado hace algún tiempo en la desconocida tierra de Canaan allá por el 2000 antes de Cristo. Eran gente trabajadora, bondadosa, educada, e incluso tenían dinero, pero les faltaba algo que resultaba vital en aquel tiempo, tener descendencia. Humanamente era imposible que Abraham tuviera un vástago legítimo al que poder dejarle su gran legado… pero eso sí, ¡humanamente! Puesto que Dios ya le prometió no sólo un hijo, sino ser el mismísimo padre de toda una nación escogida. ¿Cómo sería eso posible? Para Dios no hay nada imposible. Y de ahí nació Isaac, nombre relacionado con la risa que le produjo a su madre el conocer la noticia de su embarazo.

Pues bien, ahora situémonos: imaginad por un momento el calvario que ha tenido que pasar el bueno de Abraham hasta poder ver, abrazar y criar a Isaac, su hijo legítimo y deseado, el hijo de la promesa. La palabra nos cuenta que Dios pidió a Abraham algo descabellado: el sacrificar a su hijo (ya algo más crecidito) en el altar ante Dios ¿Cuál sería la reacción de Abraham? Y ahora te pregunto ¿Cuál sería tu reacción? La de cualquier padre de bien sería proteger la vida e integridad de su hijo a toda costa, cueste lo que cueste, sea como sea. Un padre sería capaz de dar la vida por su hijo, de sacrificarlo todo por darle lo mejor, de trabajar un poco más para que ese hijo pueda disfrutar de un plato de comida más o de trabajar menos para pasar más tiempo con él. Pero Abraham ¿Qué hizo? Sin dudarlo llevó a su hijo al monte para cumplir con el mandato de Dios, estaba dispuesto a sacrificar ¡A su propio hijo! Por obedecer a Dios que probablemente se habría manifestao de alguna manera que seguro que muchos de nosotros no nos habríamos fiado. No es enajenación mental lo que padeció Abraham, no es delirio, ni falta de amor por su hijo Isaac, más bien todo lo contrario: Es responsabilidad.

La responsabilidad es uno de tantos valores que se estan perdiendo en nuestra sociedad, si alguno no lo ha perdido probablemente lo ha malinterpretado o retorcido. ¿Cómo se puede malinterpretar o retorcer la responsabilidad? Pues cambiando las prioridades, tan sencillo como eso. ¿Qué ocurre cuando una persona trata por todos sus medios de hacer algo que cree firmemente que puede ser bueno? Puede que la cosa le salga bien, pero puede que le salga mal o simplemente el resultado no es el esperado y por supuesto luego viene la confusión ¿Por qué? ¿Acaso Dios no ve el esfuerzo que he hecho por sacar adelante a mi familia? Si, es algo loable, pero no es suficiente ni responsable. Lo responsable en un padre de familia es reposar en el Señor. De la misma manera que en ocasiones no es mejor saber, sino tener el teléfono del que sabe; para un padre, no es cuestión de esforzarse por ser mejor padre sino por confiar en el Padre por excelencia: Nuestro Dios. Piensa por un momento en cuantos hijos han salido de su casa rebelándose contra sus familias mientras el padre exclama “¡Si yo le he dado lo mejor! ¿En qué le he fallado?” En que quizá a ese hijo no le has dado lo que es realmente lo mejor, la fe y el amor.

Los que hemos leido un poquito este pasaje sabemos como acaba: Por un lado tenemos a un Isaac muy confundido recostado sobre el altar ya preparado para el sacrificio, por otro a Abraham de pie, empuñando la daga para asestar la puñalada mortal. Pero en el último segundo Dios les demostró la fe y confianza plena de Abraham y por supuesto no hubo sacrificio humano (ver Génesis 22) … de momento, ya que 2000 años después Dios predicó con el perfecto ejemplo enviando a su hijo a morir en la cruz, aquí si hubo sacrificio y muerte, pero hubo victoria. La victoria de la fe y el amor sobre nuestra razón. La victoria a la que se puede agarrar cualquier padre de familia y por supuesto, toda familia. Esa fe, ese amor, es auténtica responsabilidad.

Oremos

Hacía mucho tiempo que no escribíamos nada aquí de algo tan importante como la oración.

Y es que la actualidad de nuestro entorno más cercano y de nuestro mundo, que parece que no deja de darnos malas noticias, nos obliga a arrodillarnos más que nunca. El pensamiento de hoy iba a ser diferente pues el domingo pasado celebramos el día de la Biblia, pero vistas las circunstancias, hoy os animamos a orar.

La oración es algo más que la herramienta de comunicación con Dios por excelencia, es una arma poderosa y eficaz en manos de aquellos que temen a Dios, como dice en Santiago 5:16b «… la oración eficaz del justo puede mucho.«. Hay mucha gente que padece, que sufre, que tiene necesidad y ha visto como su vida en pocos instantes ha sido arruinada, el consejo bíblico lo seguimos encontrando en esta misma epístola tan llena de sabiduría: «¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración…» (Santiago 5:13a). Es por ello que os animamos a mantener esa constante comunicación con el Señor, que es bidireccional  y aunque muchas veces no lo veamos, o incluso nos resistimos a verlo: ¡Dios responde siempre en el momento preciso!

Por ello, sin entrar en detalles personales, queremos compartir con vosotros (seáis o no de nuestra iglesia) una breve lista de motivos de oración para que la tengáis en cuenta al ponerse en manos de Dios:

  • Queremos destacar la situación actual en Japón, que como muchos sabéis sufrió un gravísimo terremoto, seguido de un tsunami (olas de gran tamaño) que ha arrasado con pueblos, ciudades, hogares, infraestructuras, ha destruido parte de una central nuclear (con el consiguiente peligro actual de contaminación radiactiva en los alrededores) y sobre todo ha segado la vida de miles de sus ciudadanos.
  • No nos olvidemos de los disturbios y el caos en los que estan envueltos varios países del magreb y oriente medio como Libia, Túnez, Egipto, Yemen, Jordania o nuestra vecina Marruecos, que pronto pueda reestablecerse la paz y reine la justicia y la democracia en estos lugares, donde también hay mucha persecución a los cristianos.

Hay muchísimo más por lo que orar, estas son algunas las peticiones propuestas en nuestra iglesia:

Recordad que sobre todas las cosas esta la soberanía de Dios en nuestras vidas, que nos dará la auténtica paz en medio de un mundo caído, que cada vez está más cercano a su fin, cuando el Señor regrese. Pero hasta entonces «orad sin cesar» (1ª Tesalonicenses 5:17).

También aprovechamos para animaros a acudir todos los miércoles, a las 20:00 hrs. en nuestro local a celebrar nuestro culto de oración en compañía del resto de hermanos.

Mujeres trabajadoras, mujeres virtuosas

«Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?
Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.

El corazón de su marido está en ella confiado,
Y no carecerá de ganancias.

Le da ella bien y no mal
Todos los días de su vida.

Busca lana y lino,
Y con voluntad trabaja con sus manos.

Es como nave de mercader;
Trae su pan de lejos.

Se levanta aun de noche
Y da comida a su familia
Y ración a sus criadas.

Considera la heredad, y la compra,
Y planta viña del fruto de sus manos.

Ciñe de fuerza sus lomos,
Y esfuerza sus brazos.

Ve que van bien sus negocios;
Su lámpara no se apaga de noche.

Aplica su mano al huso,
Y sus manos a la rueca.

Alarga su mano al pobre,
Y extiende sus manos al menesteroso.

No tiene temor de la nieve por su familia,
Porque toda su familia está vestida de ropas dobles.

Ella se hace tapices;
De lino fino y púrpura es su vestido.

Su marido es conocido en las puertas,
Cuando se sienta con los ancianos de la tierra.

Hace telas, y vende,
Y da cintas al mercader.

Fuerza y honor son su vestidura;
Y se ríe de lo por venir.

Abre su boca con sabiduría,
Y la ley de clemencia está en su lengua.

Considera los caminos de su casa,
Y no come el pan de balde.

Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada;
Y su marido también la alaba:

Muchas mujeres hicieron el bien;
Mas tú sobrepasas a todas.

Engañosa es la gracia, y vana la hermosura;
La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.

Dadle del fruto de sus manos,
Y alábenla en las puertas sus hechos.«

Elogio a la mujer virtuosa. Proverbios 31:10-31

Rebeca, Débora, Rut, Marta, María, Lidia, Priscila y un largo etcétera. Son ejemplos de mujeres trabajadoras que vivieron hace milenios, y que nos enseñan que desde entonces, la mujer ha tenido un papel vital en la historia, y han sido usadas por el Señor de manera tan sabia, como los hombres.

Lamentablemente ellas adquieron un papel secundario por culpa de la desigualdad, por culpa del machismo, por causa la injusticia y un muy mal entendido reparto de papeles en el hogar, pero han demostrado saber levantarse y gracias a su gran capacidad estan jugando un importantísimo papel en la sociedad, y por supuesto, en las iglesias:

Estas breves y sencillas palabras son para vosotras: Administrativas, amas de casa, directivas, ingenieras, científicas, doctoras, estudiantes, empresarias, conductoras, empleadas, madres, pastoras, diaconisas, misioneras… ¡Mujeres trabajadoras!

Recompensa

“Y (el ladrón) dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: ‘De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.’” Lucas 23:42-43

«Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. …Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.” Mateo 25:20-21 y 29

El mundo es injusto. Obviamente no he dicho nada nuevo, preguntes a quien preguntes, si es sincero, te hará esta misma afirmación, aunque haya tenido “suerte” en la vida, le hayan ido las cosas bien, afirmará igualmente que el mundo es injusto, porque para todo siempre hay una pega.

Da la casualidad de que precisamente los poderosos, los que tienen más riquezas y más influencias, al parecer, casi siempre terminan bien en esta vida y a los que les va mal, ya se sabe, como dice el refrán “A perro flaco, todos le son pulgas”. Es como si el mundo se polarizara cada vez más entre una pequeña pero espléndida oligarquía adinerada, y una gran masa desgraciada y quejicosa. El dinero llama al dinero, es la ley de los mercados, si tienes dinero puedes invertir en algo próspero, y si ese algo fracasa, siendo inteligente y precavido, cabe la posibilidad de

llevarse los bienes ganados y las inversiones a otra parte. El que no tiene, apenas le llega para sobrevivir. Esto sucede en nuestro mundo.

Para Dios no pasa lo mismo. Él ve a todos por igual, desde el punto de vista del pecado y de la fe. No es que Dios no se compadezca de aquellos que sufren por no tener, a los cuales ha prometido dar lo suficiente para el comer o el vestir (ver Mateo 6), lo que pasa es que en la vida espiritual existe otra escala de valores y cada uno ganará conforme a ¿La cantidad de fe que se tenga? Por supuesto hay que tener fe, pero la cantidad es lo de menos, si lo comparamos con esta otra pregunta ¿En qué o en quién depositas tu fe? Eso nos lleva a otra cuestión muy relacionada con el primer pasaje que aparece en la portada del boletín (ver Mateo 25:14-30) ¿En que inviertes tu vida? Es más ¿Inviertes tu vida en algo, o simplemente la gastas? Al igual que nuestras ganancias en los bancos, allí donde esté depositada nuestra fe a plazo fijo, ganarás más o sencillamente no ganarás nada. Tendrás tu recompensa o no.

En la escena de la crucifixión, junto a Jesús había dos ladrones siendo castigados igualmente en una cruz. Ambos probablemente habían cometido los mismos delitos e hicieron los mismos méritos para estar allí, pero había una diferencia abismal entre ellos, cuando los ponemos junto a Jesús.

Uno puso la mirada y la fe en las cosas de este mundo: su vanidad, su egocentrismo y su miseria, esa misma que lleva a muchos de los actuales ricos y poderosos a serlo, a base de aprovecharse de la situación de debilidad de otros y a ser deshonesto consigo mismo y con los demás. De la abundancia del corazón habla la boca y este ladrón “exhorta” a Cristo a bajarse de la cruz, salvándose a sí mismo y a ellos pues no entendía nada a nivel espiritual, sólo veía lo terrenal, sólo veía su egoísmo.

Sin embargo el otro malhechor vio a alguien más en ese Jesús crucificado, vio al hijo de Dios, vio un momento especial en la historia de la humanidad. Sabía que ese Jesús no era un hombre cualquiera, y aún a pesar de su propia miseria no dudó en pedir al maestro que simplemente se acuerde de él en su reino. No sabemos que clase de delitos cometería este ladrón, pero sí sabemos con total certeza que tuvo su recompensa pasadas las pocas horas que le quedaban de vida. Apenas le bastó un poco de fe depositada en el mesías crucificado, para ganarse el paraíso de los labios del mismísimo Jesús.

Muchos de nosotros podremos pasarnos la vida entera haciendo muchas cosas en la iglesia, acudiendo religiosamente a los cultos, ofrendando, realizando obras por doquier, y sin embargo no llegar a conocer nunca a Jesús, la cuestión es que quizá tendrías que revisar en qué lugar depositas tu fe y en que lugar inviertes tu vida ¿No será que depositas la fe en ti mismo y en tus propias fuerzas? ¿No será que lo haces en los miembros de tu familia, en algún hermano, en algún líder o diácono o quizá en el pastor? Aprende de la fe del segundo malhechor y tendrás tu recompensa, es hora de reconocer a Cristo. En el reino de Dios sí existe la justicia.

Redimir

“Dice el necio en su corazón: ‘No hay Dios’. Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien. El SEÑOR miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios.  Todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” Salmos 14:1-3

«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Efesios 2:8-9

“Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” Lucas 16:13

Creo que todos conocemos el significado del verbo redimir, se trata de una palabra que define a la perfección lo que los cristianos hemos experimentado desde que conocemos el amor de Cristo. Me llaman la atención las acepciones que hacen de ello el diccionario de la Real Academia de la Lengua, prestad atención, redimir es:

“1. Rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante precio.

2. Comprar de nuevo algo que se había vendido, poseído o tenido por alguna razón o título.

3. Dicho de quien cancela su derecho o de quien consigue la liberación: Dejar libre algo hipotecado, empeñado o sujeto a otro gravamen.

4. Librar de una obligación o extinguirla.

5. Poner término a algún vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia.”

Se podría resumir en un rescate, una liberación, el fin de un dolor o molestia. Eso es lo que sentimos los creyentes cuando conocemos y aceptamos al Señor. Cristo murió para librarnos de un castigo, una muerte eterna a la que estábamos destinados sin ningún paliativo posible, algo semejante a la acepción número 5 del significado de la palabra que nos ocupa hoy.

Pero centrémonos también en el resto de las acepciones, todas coinciden en que esa liberación se hace de algo. Es decir: Yo no soy libre si estoy en la cárcel o si estoy sujeto a algo o a alguien, tampoco soy libre si estoy cargando con algo. Hasta aquí lo tenemos todo claro. La cuestión que nos ocupa ahora es ¿De qué nos ha librado el Señor? ¿De qué necesitamos ser librados? Somos personas de bien, gente libre, no vamos cometiendo delitos por ahí, ni siquiera tenemos ficha policial, pagamos todos nuestros impuestos, la mayoría de nosotros nos consideramos gente normal, es más somos “buenas personas” y vivimos en un país libre, en una democracia ¿De qué necesitamos ser liberados si no somos merecedores de ser encarcelados? La Palabra de Dios es muy clara con respecto a esto: “Todos somos pecadores” (Salmo 14:3, Romanos 3:23), a lo largo de nuestra vida, todos hemos hecho algo que nos ha apartado definitivamente de Dios, lo consideremos un pecado grande o pequeño, para Dios es pecado igualmente, por lo tanto eres esclavo del pecado y además lo eres de ti mismo, de tus propios deseos, de tu propia vanidad y por lo tanto necesitas ser liberado. Te guste o no eres un esclavo y por mucho que te esfuerces, en intentar ser bueno, pensar en los demás, hacer mil cosas para tratar de “ganar el cielo”, para ti es completamente imposible, nadie puede conseguirlo.

Ciñéndonos a la acepción número 3. Imagina que tienes una gran deuda, por ejemplo: te conceden una hipoteca a pagar en ochenta años cuando tienes cuarenta de edad (sé que es imposible que lo concedan, pero hagamos un ejercicio de imaginación), ningún amigo o familiar se puede hacer cargo de esa cuota mensual ¿qué puedes hacer? ¡Nada! Probablemente morirás con ello no sin antes hacerte cargo con penosas letras con la ayuda de una exigua pensión de jubilación. Ahora imagina que alguien llega y te paga al contado la casa que estabas comprando y aún así la casa sigue siendo tuya ¿cómo responderías ante esa persona que ha hecho eso tan maravilloso por ti?

Piensa que con el pecado y la redención de parte de nuestro Señor Jesucristo pasa lo mismo, tu tienes una deuda muy grande que tú solo no puedes satisfacer y Él lo ha pagado TODO por ti. ¿Cómo responderás ante Él? Tu vida sólo puede tener un dueño, sólo uno. Tu eliges, o perteneces a Cristo o no. Ser libre o seguir siendo esclavo. ¿Qué vas a escoger?