El pasado lunes, 13 de junio se nos fue definitivamente para descansar en los brazos del Señor, nuestro hermano, amigo y siervo fiel de Dios, Javier González Vara. Estuvo durante 3 meses enfermo de cáncer en el esófago y esta semana su cuerpo dijo basta con apenas 55 años de edad, su tiempo había culminado, el Señor le requirió en su presencia.
¿Por qué Javier fue tan especial? Por su carácter, por todo lo que hizo por y para el Señor y para su familia, pero sobre todo como lo hacía. A veces no importa cuantas cosas hagas, sino como las hagas, con qué sentimiento y cual es la razón de que las hagas. Javier nunca esperó nada a cambio de su servicio, no reprochó nada a nadie y nunca tuvo palabras malas contra nadie. Fue un siervo especial: Miembro de nuestra iglesia desde que se bautizó, allá por 1987, y colaborador incansable. Sus múltiples habilidades para el trabajo manual los puso al servicio de la iglesia desde el principio: Ayudó en la construcción de nuestro actual local en 1993, diseñó y construyó nuestro hermoso púlpito, un atril de madera, y buena parte de la guardería, la cocina, y casi todo el sistema eléctrico del templo. No sólo tenía habilidades manuales sino que además fue maestro, predicador, evangelista y esforzadísimo diácono. Dió un magnífico testimonio en el pueblo de Lozoya (en la sierra norte de Madrid), donde residía, desde que se trasladó a vivir allí siendo un niño. Un ejemplo y una gran referencia en todo el Valle del Lozoya, donde además trabajaba secularmente en el Canal de Isabel II.
En 1999 contrajo matrimonio con María Diaz y aunque nunca tuvo hijos naturales, dejó a toda la familia natural y espiritual muy huérfanos tras su marcha.
El título de este artículo no es una broma, ni una falsa ilusión. Como creyentes, estamos total y plenamente convencidos de que Javi ya está disfrutando de la eternidad con el Señor, que ya ha recibido la corona por haber acabado la carrera y haber servido tan fielmente, sin apartarse. Los que conocemos del Señor podemos estar muy seguros de que le volveremos a ver algún día. El día que el Señor quiera.
Desde estas lineas quiero enviar un fuerte abrazo y dedicar estas palabras a esta familia que él ha dejado, en el que yo mismo, que suscribo este artículo, estoy implicado como sobrino suyo que era.
Dedico estas hermosas palabras del apóstol Pablo que pueden ser igualmente las de Javier González:
«He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.» 2ª Timoteo 4:7-8