Recompensa

“Y (el ladrón) dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: ‘De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.’” Lucas 23:42-43

«Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. …Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.” Mateo 25:20-21 y 29

El mundo es injusto. Obviamente no he dicho nada nuevo, preguntes a quien preguntes, si es sincero, te hará esta misma afirmación, aunque haya tenido “suerte” en la vida, le hayan ido las cosas bien, afirmará igualmente que el mundo es injusto, porque para todo siempre hay una pega.

Da la casualidad de que precisamente los poderosos, los que tienen más riquezas y más influencias, al parecer, casi siempre terminan bien en esta vida y a los que les va mal, ya se sabe, como dice el refrán “A perro flaco, todos le son pulgas”. Es como si el mundo se polarizara cada vez más entre una pequeña pero espléndida oligarquía adinerada, y una gran masa desgraciada y quejicosa. El dinero llama al dinero, es la ley de los mercados, si tienes dinero puedes invertir en algo próspero, y si ese algo fracasa, siendo inteligente y precavido, cabe la posibilidad de

llevarse los bienes ganados y las inversiones a otra parte. El que no tiene, apenas le llega para sobrevivir. Esto sucede en nuestro mundo.

Para Dios no pasa lo mismo. Él ve a todos por igual, desde el punto de vista del pecado y de la fe. No es que Dios no se compadezca de aquellos que sufren por no tener, a los cuales ha prometido dar lo suficiente para el comer o el vestir (ver Mateo 6), lo que pasa es que en la vida espiritual existe otra escala de valores y cada uno ganará conforme a ¿La cantidad de fe que se tenga? Por supuesto hay que tener fe, pero la cantidad es lo de menos, si lo comparamos con esta otra pregunta ¿En qué o en quién depositas tu fe? Eso nos lleva a otra cuestión muy relacionada con el primer pasaje que aparece en la portada del boletín (ver Mateo 25:14-30) ¿En que inviertes tu vida? Es más ¿Inviertes tu vida en algo, o simplemente la gastas? Al igual que nuestras ganancias en los bancos, allí donde esté depositada nuestra fe a plazo fijo, ganarás más o sencillamente no ganarás nada. Tendrás tu recompensa o no.

En la escena de la crucifixión, junto a Jesús había dos ladrones siendo castigados igualmente en una cruz. Ambos probablemente habían cometido los mismos delitos e hicieron los mismos méritos para estar allí, pero había una diferencia abismal entre ellos, cuando los ponemos junto a Jesús.

Uno puso la mirada y la fe en las cosas de este mundo: su vanidad, su egocentrismo y su miseria, esa misma que lleva a muchos de los actuales ricos y poderosos a serlo, a base de aprovecharse de la situación de debilidad de otros y a ser deshonesto consigo mismo y con los demás. De la abundancia del corazón habla la boca y este ladrón “exhorta” a Cristo a bajarse de la cruz, salvándose a sí mismo y a ellos pues no entendía nada a nivel espiritual, sólo veía lo terrenal, sólo veía su egoísmo.

Sin embargo el otro malhechor vio a alguien más en ese Jesús crucificado, vio al hijo de Dios, vio un momento especial en la historia de la humanidad. Sabía que ese Jesús no era un hombre cualquiera, y aún a pesar de su propia miseria no dudó en pedir al maestro que simplemente se acuerde de él en su reino. No sabemos que clase de delitos cometería este ladrón, pero sí sabemos con total certeza que tuvo su recompensa pasadas las pocas horas que le quedaban de vida. Apenas le bastó un poco de fe depositada en el mesías crucificado, para ganarse el paraíso de los labios del mismísimo Jesús.

Muchos de nosotros podremos pasarnos la vida entera haciendo muchas cosas en la iglesia, acudiendo religiosamente a los cultos, ofrendando, realizando obras por doquier, y sin embargo no llegar a conocer nunca a Jesús, la cuestión es que quizá tendrías que revisar en qué lugar depositas tu fe y en que lugar inviertes tu vida ¿No será que depositas la fe en ti mismo y en tus propias fuerzas? ¿No será que lo haces en los miembros de tu familia, en algún hermano, en algún líder o diácono o quizá en el pastor? Aprende de la fe del segundo malhechor y tendrás tu recompensa, es hora de reconocer a Cristo. En el reino de Dios sí existe la justicia.

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