Redimir

“Dice el necio en su corazón: ‘No hay Dios’. Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien. El SEÑOR miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios.  Todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” Salmos 14:1-3

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Efesios 2:8-9

“Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” Lucas 16:13

Creo que todos conocemos el significado del verbo redimir, se trata de una palabra que define a la perfección lo que los cristianos hemos experimentado desde que conocemos el amor de Cristo. Me llaman la atención las acepciones que hacen de ello el diccionario de la Real Academia de la Lengua, prestad atención, redimir es:

“1. Rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante precio.

2. Comprar de nuevo algo que se había vendido, poseído o tenido por alguna razón o título.

3. Dicho de quien cancela su derecho o de quien consigue la liberación: Dejar libre algo hipotecado, empeñado o sujeto a otro gravamen.

4. Librar de una obligación o extinguirla.

5. Poner término a algún vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia.”

Se podría resumir en un rescate, una liberación, el fin de un dolor o molestia. Eso es lo que sentimos los creyentes cuando conocemos y aceptamos al Señor. Cristo murió para librarnos de un castigo, una muerte eterna a la que estábamos destinados sin ningún paliativo posible, algo semejante a la acepción número 5 del significado de la palabra que nos ocupa hoy.

Pero centrémonos también en el resto de las acepciones, todas coinciden en que esa liberación se hace de algo. Es decir: Yo no soy libre si estoy en la cárcel o si estoy sujeto a algo o a alguien, tampoco soy libre si estoy cargando con algo. Hasta aquí lo tenemos todo claro. La cuestión que nos ocupa ahora es ¿De qué nos ha librado el Señor? ¿De qué necesitamos ser librados? Somos personas de bien, gente libre, no vamos cometiendo delitos por ahí, ni siquiera tenemos ficha policial, pagamos todos nuestros impuestos, la mayoría de nosotros nos consideramos gente normal, es más somos “buenas personas” y vivimos en un país libre, en una democracia ¿De qué necesitamos ser liberados si no somos merecedores de ser encarcelados? La Palabra de Dios es muy clara con respecto a esto: “Todos somos pecadores” (Salmo 14:3, Romanos 3:23), a lo largo de nuestra vida, todos hemos hecho algo que nos ha apartado definitivamente de Dios, lo consideremos un pecado grande o pequeño, para Dios es pecado igualmente, por lo tanto eres esclavo del pecado y además lo eres de ti mismo, de tus propios deseos, de tu propia vanidad y por lo tanto necesitas ser liberado. Te guste o no eres un esclavo y por mucho que te esfuerces, en intentar ser bueno, pensar en los demás, hacer mil cosas para tratar de “ganar el cielo”, para ti es completamente imposible, nadie puede conseguirlo.

Ciñéndonos a la acepción número 3. Imagina que tienes una gran deuda, por ejemplo: te conceden una hipoteca a pagar en ochenta años cuando tienes cuarenta de edad (sé que es imposible que lo concedan, pero hagamos un ejercicio de imaginación), ningún amigo o familiar se puede hacer cargo de esa cuota mensual ¿qué puedes hacer? ¡Nada! Probablemente morirás con ello no sin antes hacerte cargo con penosas letras con la ayuda de una exigua pensión de jubilación. Ahora imagina que alguien llega y te paga al contado la casa que estabas comprando y aún así la casa sigue siendo tuya ¿cómo responderías ante esa persona que ha hecho eso tan maravilloso por ti?

Piensa que con el pecado y la redención de parte de nuestro Señor Jesucristo pasa lo mismo, tu tienes una deuda muy grande que tú solo no puedes satisfacer y Él lo ha pagado TODO por ti. ¿Cómo responderás ante Él? Tu vida sólo puede tener un dueño, sólo uno. Tu eliges, o perteneces a Cristo o no. Ser libre o seguir siendo esclavo. ¿Qué vas a escoger?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *