«De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.” Juan 16:20-21
“La bendición del SEÑOR es la que enriquece, y no añade tristeza con ella.” Proverbios 10:22
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” Romanos 8:28
Es tiempo de regar. Comenzamos el mes de abril y acudiendo al refranero popular español vemos que nos indica que este mes es (o debe ser) un mes tradicionalmente lluvioso. Ya sabéis: “En abril, aguas mil” o bien “Marzo ventoso y abril lluvioso, hacen de mayo florido y hermoso”. Debería de empezar a llover.
La lluvia es algo controvertido, no le gusta a todo el mundo, es más, gusta a pocas personas. Por ejemplo ¿Donde nos gustaría estar en un día lluvioso? ¿Empapándonos en la calle? No, mejor en casa, secos y calientes. Otra cosa sería que empezara a llover en plena tarde de un caluroso día de agosto, se agradece incluso mojarse un poco, pero sabemos que eso no se da mucho. Pero estamos en abril, no hace calor todavía y la lluvia nos puede dar un disgusto en forma de resfriado si no estamos prevenidos. En lo que sí estamos todos de acuerdo es que la lluvia es un elemento totalmente necesario, sin agua no hay vida: los ríos y los lagos pierden caudal, nos quedamos sin reservas para el consumo humano, las cosechas se pierden y la fauna (en la que se incluye el ganado) queda diezmada porque los animales también tienen derecho a beber. Y además ocurre algo que nos resultará familiar y cercano por haberlo vivido hace poco más de un mes: sin lluvia, el cielo no se limpia de la contaminación de la gran ciudad. En definitiva: La lluvia nos moja, nos molesta y nos puede resfriar; pero es absolutamente vital.
¿Cuántas veces habremos dicho como cristianos la expresión “Bendiciones” o “Que Dios te bendiga” a otra persona? Cientos de veces. Casi se ha convertido en una frase hecha en nuestra rutina diaria o semanal. El problema es cuando las palabras que tanto y tanto se repiten terminan perdiendo su significado para nosotros y quizá para nuestro interlocutor. Es como cuando decimos “¿Qué tal?” o ¿Cómo estás?” Cuando muchas veces ni nos interesa la vida de la otra persona o ni siquiera tenemos tiempo para sentarnos y preocuparnos por ello. Con las “bendiciones” ha ocurrido lo mismo.
En varios anuncios en televisión e incluso películas se nos ha dicho muchas veces aquello de “Cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad”, y con el deseo de bendiciones puede ocurrir realmente. Pero ¡Cuidado! Porque a veces no sabemos interpretar las cosas que ocurren y podemos confundir mucho esas bendiciones.
Por ello planteo esta pregunta: ¿Qué son realmente las bendiciones? Originalmente la palabra deriva de “decir bien” de una persona, o desear el bien. Pero cuanta confusión se ha podido crear cuando esa persona que decimos “bendecida” le empiezan a ocurrir cosas que denominamos “malas”: puede ser una enfermedad, la pérdida de un ser querido, la pérdida de un empleo o una mala situación personal, familiar o quizá económica ¿Dónde están las bendiciones ahí? ¿Es posible estar bendecido en medio de la tribulación? Yo creo que sí. Para cualquier persona de la calle, los problemas no serían bendición de ningún modo porque para el mundo, para estar bendecido es preciso estar cómodo, pero no es así como lo ve Dios.
La bendición se puede experimentar en medio de los problemas más grandes porque la misión de las bendiciones es hacernos crecer como personas y acercarnos más a Dios aprendiendo a depender más de él.
La gente se sigue preguntando hoy día ¿Por qué Dios permite tanta maldad y tanto sufrimiento en el mundo? ¿Por qué la gente se enferma o hay tanta injusticia? Cada caso es único y yo no estoy para dar respuesta a todas las preguntas que se hacen en este sentido, pero sí que Dios nos ha prometido una cosa: “…En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Juan 16:33b. Hay que confiar porque todas las cosas ayudan para nuestro bien.
¿Dios te ha regado de bendiciones en el día de hoy? ¿Te ha cubierto con lluvias de bendición? Ten cuidado porque puede ocurrir en cualquier momento. Te gustará o no. Pero estoy seguro de que a la larga te harán bien y te darán más gozo.