Regazo

“trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” 2ª Timoteo 1:5

Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre” Proverbios 6:20

La vara y la corrección dan sabiduría; Mas el muchacho consentido avergonzará a su madre” Proverbios 29:15

El pasado domingo 1 de mayo volvimos al regazo de nuestras madres.

En los foros, grupos y redes sociales a lo largo y ancho de internet, han surgido muchos tópicos sobre las madres, a saber: “Madres que siempre saben donde están guardadas todas las cosas”, “Madres que dicen ‘Bébete el zumo, que se le van las vitaminas’”, “Madres que dicen ‘Hazme una llamada perdida cuando llegues’”, “Madres que amenazan con quitarse la zapatilla para castigar a sus hijos”, “Madres que predicen que su hijo se va a tropezar… y ocurre”, “Madres que limpian la cara de sus hijos mojando un dedo con saliva”, y un largo etc…

En la sociedad actual da la sensación que para los jóvenes, su madre es un incordio para su desarrollo personal, pues a veces parece que sus consejos, su cuidado está de más, es vergonzoso, o pertenece a otra época. Los hijos (sobre todo, adolescentes y jóvenes) del siglo XXI creen que su madre no sabe nada, y no tiene nada, o casi nada que aportar a su vida. ¡Craso error!

Son precisamente esos graciosos y anecdóticos grupos de las redes sociales, basados en esos tópicos, formulados por las generaciones actuales, los que paradójicamente dan la razón a la superioridad de la sabiduría, el esfuerzo y la constancia casi sufriente de las madres, dotandolas en muchos casos y de forma algo exagerada de propiedades sobrenaturales, por ejemplo: Las madres lo saben todo acerca de sus hijos, las madres son ‘omnipresentes’, proveen, protegen y disciplinan, se desviven por sus vástagos y sin importar su edad, son una especie de superheroínas que acuden al llamado, muchas veces silencioso, de sus hijos.

Es un alivio saber que aún hoy, se tiene un respeto máximo y admiración por las madres, en muchas ocasiones superior al que se tiene por un cónyuge o por el mismísimo padre. Y es que el refranero lo afirma claramente: “madre, no hay más que una”.

Al margen de anécdotas, bíblicamente se ha dotado a las madres de un papel vital en el desarrollo de sus hijos, de ellas depende en buena parte su futuro. Una madre negligente en la provisión, protección, cuidado y enseñanza de su hijo convierte con muchas posibilidades a su hijo, en un fracasado. En cambio, una madre virtuosa procurará la mejor sabiduría para sus hijos. Timoteo, un joven pastor del primer siglo, podría haber dado buena cuenta de ello a su mentor Pablo, ya que sabemos por su segunda carta, que su madre, y hasta la madre de su madre han inculcado la fe de este líder de la iglesia primitiva. Precisamente, varios siglos antes, uno de los personajes más sabios de la historia, Salomón, ya lo mencionó en varios de sus proverbios, alabando la valiosa instrucción de las madres, en la que seguramente incluiría la suya propia.

Es lógico pensar, sabiendo de la inmensa responsabilidad, que tienen las madres, de enseñar a sus hijos desde que reposan en su regazo,  que en la mayor parte de los casos, responden positivamente a este amor y este cuidado. Ahora bien, la pelota queda en el tejado de los hijos, pues deben de responder a ese cuidado, esa sabiduría y esa provisión, mediante la obediencia, el agradecimiento, el respeto y el amor. Ese “incordio” que creemos que es en nuestra juventud, nuestra madre, no es más ni menos, la herramienta para nuestro desarrollo infantil y juvenil, más hermosa y precisa al servicio de nuestro Dios que podemos tener en este mundo. No desechemos la vara y la corrección, no seamos necios y consentidos. Las madres virtuosas, merecen la respuesta de hijos virtuosos y sabios. ¡Feliz día de la madre!

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