Reconstruir

“Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio.” Nehemías 2:17

«…El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos…” Nehemías 2:20a

 

 

No sólo los estrategas militares chinos, sino también los estrategas comerciales de occidente, tienen como libro de cabecera el popular “Arte de la guerra” de Sun-Tzu, que es básicamente un compendio de consejos para vencer en la batalla o saber defenderse en una guerra. Muchos de esos consejos, son tan genéricos, que son tomados por muchos profesionales para saber defender nuestros negocios o para aprender a progresar en nuestra vida laboral. Hoy día, mucha de la filosofía del hombre occidental moderno se basa en creencias ascentrales procedentes del lejano oriente. Curioso ¿no?

He aquí algún consejo bastante interesante:El general es el asistente del soberano del estado. Si esta asistencia es estrecha, el estado será fuerte sin duda; si es débil, el estado será ciertamente débil.” O este otro: “Si el ejército está confuso y suspicaz, los gobernantes vecinos tomarán ventaja de ello, y causarán problemas. Esto es lo que significa la frase: Un ejército confuso lleva a la victoria del contrario.

Muchos de esos consejos pueden ser bastante valiosos y racionales, pero no es nada comparado con nuestro “Arte de la guerra” particular que tenemos en la biblia. Nada más y nada menos que el manual estratégico para el líder de ayer, de hoy y para el del mañana: el libro de Nehemías.

¿Qué tiene de especial este libro? Trata de la reconstrucción de una muralla, algo aparentemente simple, y sin demasiada trascendencia. Pero en este caso no se trata de una muralla cualquiera, se trata de la muralla de la mismísima ciudad de Jerusalén, la cual fue destruída por Babilonia unos 150 años atrás. El libro comienza con una decisión crucial, algo que puso a prueba la valía de Nehemías, un líder escogido sin duda por Dios, por ese corazón dispuesto a ayudar a su pueblo. Nehemías tenía un cargo importante dentro de la corte del poderoso rey persa Artajerjes, vivía una vida cómoda. Pero renunció a ello, jugándose incluso la vida, para pedir permiso al rey e ir hasta Judá, para dirigir a unos pocos paisanos suyos que además estaban siendo amenazados e incluso atacados. La empresa que tenía que emprender este nuevo líder era muy dificil.

Aparte de la renuncia a una vida más cómoda, los ataques externos, la dificultad de organizar a un grupo de albañiles y soldados amateur, con nada de técnica y experiencia en estas cosas; también un líder como Nehemías tuvo que pelear contra el desánimo de sus propias gentes, de la escasez y la burla de sus enemigos. Nehemías los distribuyó por toda la muralla por familias, construían y se defendían con sus armas y cada cual hacía la parte que le correspondía según sus fuerzas y su valía. Estaban alejados unos de otros, pero otros que se encargaban de vigilar, hacía sonar la trompeta cada vez que había un peligro de ataque.

Pero pensándolo friamente, si nos atenemos a juicios y cálculos exclusivamente humanos, con el libro de Sun-Tzu en la mano, la ciudad de Jerusalén no tenía mucho futuro. Por mucho que se esforzaran los judíos, un ataque de una potencia vecina de la época, como Asiria, Egipto, o Persia habrían acabado sin apenas pestañear con este puñado de familias “constructoras”. Entonces ¿Por qué no ocurrió esto si Judá era presa fácil? Porque en realidad no eran ellos los que peleaban, no eran ellos los que defendían y construían. Confiaron en Dios desde el principio y demostraron su confianza en acción, con un ladrillo en una mano y la espada en la otra. Dios hizo el resto. Nehemías los organizó como buen general, siendo una herramienta más en manos del Señor. Así es como debe de funcionar nuestra particular Jerusalén a recontruir, y así es como debe funcionar la iglesia del siglo XXI. En nuestras congregaciones, Dios puede levantar muchos Nehemías.

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