Representación

“Y el SEÑOR respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque el SEÑOR no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el SEÑOR mira el corazón.” 1ª Samuel 16:7

«Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” 1ª Timoteo 4:12

Aparte de la feliz (o dramática) entrega de notas, una de las escenas más típicas de final de curso en los colegios donde se imparte educación primaria son las representaciones de final de curso:

Estas representaciones finales pueden ser por ejemplo, una pequeña obra de teatro, donde intervienen los alumnos más dotados para la interpretación, los más atrevidos, o sencillamente los que más les gusta llamar la atención; también puede ser para los más músicos: una canción (o varias) cantada y acompañada con la sencilla y clásica flauta dulce. Pero también se pueden ver alumnos recitando una poesía, algún tipo de coreografía de danza e incluso se pueden colgar de la sala de usos múltiples y pasillos, las obras de arte pictórica de los alumnos más aventajados de plástica. Me puse a pensar en por qué se hacen este tipo de manifestaciones en los niños y no tanto en los adolescentes y jóvenes. Sin embargo da la sensación de que el arte, para ciertas edades, va por libre y quien se quiera dedicar a ello, hay algún rincón suelto en alguna facultad, y cuyas salidas laborales para el futuro, se reducen a ser profesor de arte en algún colegio, instituto o universidad, y quizá, con mucha suerte, algún mecenas solvente le de una oportunidad para alguna exposición, o quizá algún concierto, o disco, en el caso de los músicos. Recordemos que el arte, en todas sus formas, es la expresión de lo que lleva uno mismo en su corazón. El arte viene a ser un reflejo de lo que somos por dentro, y los jóvenes tienen mucho que decir al respecto.

En la iglesia hemos querido dar de una manera un poco más de protagonismo a las manifestaciones artísicas juveniles, pero la apuesta (por lo menos en este país), no parece del todo firme: De la misma manera que el mundo reduce su participación y expresión artística de los jóvenes, a momentos puntuales, la iglesia arrincona a la navidad, quizá Semana Santa y algún que otro culto especial suelto, esta valiosa expresión. Da la sensación de que como los jóvenes se expresen mucho, quizá no va a gustar demasiado, porque a los jóvenes les estamos encerrando demasiado en clichés tales como que a todos les gusta la misma música barata, todos quieren bailar y beber en discotecas, sólo piensan en ligar y en comprarse la última moda o pasarse horas frente al ordenador, consola o teléfono móvil, y que deberían dedicarse exclusivamente a los estudios… etc. Pero ¿que ocurre en realidad? Que los jóvenes se lo terminan creyendo, y se amoldan a estos tópicos generados por la sociedad. A muchos no se les escuchan ni siquiera en sus iglesias; y sus pastores, ancianos y diáconos, no se preocupan por lo que ellos piensen, lo que expresen o lo que pueden aportar. Hay iglesias, y también hermanos que no llegan a aceptar a pastores y líderes jóvenes en su congregación, por los prejuicios infundados por las generaciones más adultas, y que también (para qué nos vamos a engañar) muchos jóvenes se han ganado a pulso.

Gracias a Dios, muchas barreras, especialmente generacionales, están cayendo, pero el proceso es lento, tan lento como el cambio de mentalidad de las personas que componemos las congregaciones, y mientras el mundo ofrece un proyecto y «sus oportunidades» de expresión a los jóvenes, las iglesias muestran una negación del proyecto mundano, sin casi ofrecer alternativas válidas. Un líder y pastor español, experto en sociología juvenil, Félix Ortiz, comenta en muchos de sus artículos que parece un milagro que sus jóvenes se queden en las iglesias, cuando lo normal es que las abandonen, precisamente por esa falta de proyecto vital y de oportunidades. ¿No será que hay que cambiar algo en las mentes de las generaciones más mayores? Tomemos ejemplo de Pablo, que supo ver el potencial de liderago de un joven llamado Timoteo. Tomemos ejemplo de la sabia elección del Señor, que a través de su siervo Samuel escogió al humilde y jovencito pastor (y poeta) David, y tomemos ejemplo de un joven de 12 años, que puesto en pie en mitad de la sinagoga deslumbraba con su sabiduría a gente que probablemente le cuadruplicaría en edad, un niño llamado Jesús, y que más tarde, cambió el mundo con apenas treinta y pocos años de edad.

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