Renacer

“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos… De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” 2ª Corintios 5:14, 15 y 17

Muchas veces los comienzos no son bonitos. La Biblia nos dice que en el principio la tierra estaba “desordenada y vacía” (Génesis 1:2) y cuando pensamos en un bebé recién nacido, nuestra mente en seguida se va a los típicos anuncios de pañales donde se ven hermosos y sonrosaditos, pero casi nadie piensa en como sale el niño del vientre de su madre en el momento del parto, no es precisamente bonito: Suelen salir sucios, flacos, arrugados, casi sin expresividad y en medio de gran violencia tanto para la madre como para el propio bebé. Luego pasados unos días o quizá semanas se convierte en esa criaturita que todos admiramos. Ha comenzado la primavera, esa estación donde todo comienza, todo renace, se acaban las tempestades, las nieves, las heladas y tenemos en nuestro imaginario popular los campos verdes y soleados, llenos de flores y olor a fresco. Pero aún estamos en marzo, oficialmente en esta semana ha comenzado ya la primavera pero ¿Dónde esta esa escena tan preciosa? ¿Cómo es que sigue lloviendo? ¿Por qué hace tanto frío por las mañanas y en las noches hiela? Como dije antes, los comienzos no son bonitos… pero sí esperanzadores por lo que vendrá después.

Igual sucede con la vida cristiana, tan comparada muchas veces con la vida física de un ser humano. Cristo nos ha instado a nacer de nuevo, a repetir ese instante que da comienzo a una aventura maravillosa pero intrigante, aunque por supuesto Jesús se refería a una nueva vida espiritual. Una de las partes esenciales para dar paso a una nueva vida cristiana es la confesión de pecados y el arrepentimiento, eso no es bonito, como un bebé recién nacido o como las primeras semanas de la primavera, pero es vital, si no hay arrepentimiento, no hay conversión. Arrepentirse significa cambiar totalmente el rumbo, dejar y despreciar el estilo de vida que llevabas hasta el momento de conocer a Jesús. En ese momento tenemos que enfrentarnos a nuestra propia miseria y abandonar nuestro propio ego.

Los primeros días de cualquier ser sobre la tierra, son especialmente delicados y un nuevo cristiano no está exento de ello. La clave para sobrevivir es el desarrollo, el crecimiento. Y ahí es donde entra la adoración, la cual se manifiesta en un contacto permanente con el Señor: orando, leyendo y meditando en su palabra, reuniéndose con otros hermanos, sirviéndole, alabándole. La adoración es como el alimento para fortalecerse, para crecer. Si no creces, no hay desarrollo y por lo tanto te conviertes en presa fácil, en carne de cañón. Qué decir de que el proceso no es instantáneo, ni siquiera es rápido. Si queremos ver a nuestro arrugado bebé recién nacido, siendo el mejor médico del hospital general o un gran ingeniero, tenemos que esperar por lo menos 25 años para por lo menos verle licenciado y eso sólo sería el comienzo de su carrera. Lo mismo ocurre con la vida espiritual: una persona puede pasarse años en la iglesia siendo apenas un niño en el Señor y sin embargo creer que ya lo sabe todo, cuando siempre tenemos algo más que aprender. El propio Pablo, ya anciano, habiendo aprendido de los mejores doctores de la ley, con varios miles de kilómetros ya recorridos como apóstol y misionero, siendo maltratado por ser creyente, con una madurez entera dedicada a la expansión del reino de Dios y a la fundación de decenas de iglesias por todo el medio oriente del mundo conocido se atrevió a decir lo siguiente, estad muy atentos:

Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo… No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” Filipenses 3:7 y 12-14

Si no has nacido de nuevo en el Señor, no te voy a engañar, no es fácil, pero merece mucho la pena, la primavera comienza, hace frío, pero mirad lo hermoso que será el mes de mayo. Mirad ese bebé arrugado, será un hombre de provecho en el futuro. Y mirad, ahí esta Cristo, esperándote con los brazos abiertos para decirte “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré ¡Entra en el gozo de tu Señor!

Responsabilidad

“Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia” Hebreos 11:17-18

“puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” Hebreos 12:2

Abraham y Sara eran una amable, valiente y fiel parejita de ancianos que se habían instalado hace algún tiempo en la desconocida tierra de Canaan allá por el 2000 antes de Cristo. Eran gente trabajadora, bondadosa, educada, e incluso tenían dinero, pero les faltaba algo que resultaba vital en aquel tiempo, tener descendencia. Humanamente era imposible que Abraham tuviera un vástago legítimo al que poder dejarle su gran legado… pero eso sí, ¡humanamente! Puesto que Dios ya le prometió no sólo un hijo, sino ser el mismísimo padre de toda una nación escogida. ¿Cómo sería eso posible? Para Dios no hay nada imposible. Y de ahí nació Isaac, nombre relacionado con la risa que le produjo a su madre el conocer la noticia de su embarazo.

Pues bien, ahora situémonos: imaginad por un momento el calvario que ha tenido que pasar el bueno de Abraham hasta poder ver, abrazar y criar a Isaac, su hijo legítimo y deseado, el hijo de la promesa. La palabra nos cuenta que Dios pidió a Abraham algo descabellado: el sacrificar a su hijo (ya algo más crecidito) en el altar ante Dios ¿Cuál sería la reacción de Abraham? Y ahora te pregunto ¿Cuál sería tu reacción? La de cualquier padre de bien sería proteger la vida e integridad de su hijo a toda costa, cueste lo que cueste, sea como sea. Un padre sería capaz de dar la vida por su hijo, de sacrificarlo todo por darle lo mejor, de trabajar un poco más para que ese hijo pueda disfrutar de un plato de comida más o de trabajar menos para pasar más tiempo con él. Pero Abraham ¿Qué hizo? Sin dudarlo llevó a su hijo al monte para cumplir con el mandato de Dios, estaba dispuesto a sacrificar ¡A su propio hijo! Por obedecer a Dios que probablemente se habría manifestao de alguna manera que seguro que muchos de nosotros no nos habríamos fiado. No es enajenación mental lo que padeció Abraham, no es delirio, ni falta de amor por su hijo Isaac, más bien todo lo contrario: Es responsabilidad.

La responsabilidad es uno de tantos valores que se estan perdiendo en nuestra sociedad, si alguno no lo ha perdido probablemente lo ha malinterpretado o retorcido. ¿Cómo se puede malinterpretar o retorcer la responsabilidad? Pues cambiando las prioridades, tan sencillo como eso. ¿Qué ocurre cuando una persona trata por todos sus medios de hacer algo que cree firmemente que puede ser bueno? Puede que la cosa le salga bien, pero puede que le salga mal o simplemente el resultado no es el esperado y por supuesto luego viene la confusión ¿Por qué? ¿Acaso Dios no ve el esfuerzo que he hecho por sacar adelante a mi familia? Si, es algo loable, pero no es suficiente ni responsable. Lo responsable en un padre de familia es reposar en el Señor. De la misma manera que en ocasiones no es mejor saber, sino tener el teléfono del que sabe; para un padre, no es cuestión de esforzarse por ser mejor padre sino por confiar en el Padre por excelencia: Nuestro Dios. Piensa por un momento en cuantos hijos han salido de su casa rebelándose contra sus familias mientras el padre exclama “¡Si yo le he dado lo mejor! ¿En qué le he fallado?” En que quizá a ese hijo no le has dado lo que es realmente lo mejor, la fe y el amor.

Los que hemos leido un poquito este pasaje sabemos como acaba: Por un lado tenemos a un Isaac muy confundido recostado sobre el altar ya preparado para el sacrificio, por otro a Abraham de pie, empuñando la daga para asestar la puñalada mortal. Pero en el último segundo Dios les demostró la fe y confianza plena de Abraham y por supuesto no hubo sacrificio humano (ver Génesis 22) … de momento, ya que 2000 años después Dios predicó con el perfecto ejemplo enviando a su hijo a morir en la cruz, aquí si hubo sacrificio y muerte, pero hubo victoria. La victoria de la fe y el amor sobre nuestra razón. La victoria a la que se puede agarrar cualquier padre de familia y por supuesto, toda familia. Esa fe, ese amor, es auténtica responsabilidad.

Oremos

Hacía mucho tiempo que no escribíamos nada aquí de algo tan importante como la oración.

Y es que la actualidad de nuestro entorno más cercano y de nuestro mundo, que parece que no deja de darnos malas noticias, nos obliga a arrodillarnos más que nunca. El pensamiento de hoy iba a ser diferente pues el domingo pasado celebramos el día de la Biblia, pero vistas las circunstancias, hoy os animamos a orar.

La oración es algo más que la herramienta de comunicación con Dios por excelencia, es una arma poderosa y eficaz en manos de aquellos que temen a Dios, como dice en Santiago 5:16b “… la oración eficaz del justo puede mucho.“. Hay mucha gente que padece, que sufre, que tiene necesidad y ha visto como su vida en pocos instantes ha sido arruinada, el consejo bíblico lo seguimos encontrando en esta misma epístola tan llena de sabiduría: “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración…” (Santiago 5:13a). Es por ello que os animamos a mantener esa constante comunicación con el Señor, que es bidireccional  y aunque muchas veces no lo veamos, o incluso nos resistimos a verlo: ¡Dios responde siempre en el momento preciso!

Por ello, sin entrar en detalles personales, queremos compartir con vosotros (seáis o no de nuestra iglesia) una breve lista de motivos de oración para que la tengáis en cuenta al ponerse en manos de Dios:

  • Queremos destacar la situación actual en Japón, que como muchos sabéis sufrió un gravísimo terremoto, seguido de un tsunami (olas de gran tamaño) que ha arrasado con pueblos, ciudades, hogares, infraestructuras, ha destruido parte de una central nuclear (con el consiguiente peligro actual de contaminación radiactiva en los alrededores) y sobre todo ha segado la vida de miles de sus ciudadanos.
  • No nos olvidemos de los disturbios y el caos en los que estan envueltos varios países del magreb y oriente medio como Libia, Túnez, Egipto, Yemen, Jordania o nuestra vecina Marruecos, que pronto pueda reestablecerse la paz y reine la justicia y la democracia en estos lugares, donde también hay mucha persecución a los cristianos.

Hay muchísimo más por lo que orar, estas son algunas las peticiones propuestas en nuestra iglesia:

Recordad que sobre todas las cosas esta la soberanía de Dios en nuestras vidas, que nos dará la auténtica paz en medio de un mundo caído, que cada vez está más cercano a su fin, cuando el Señor regrese. Pero hasta entonces “orad sin cesar” (1ª Tesalonicenses 5:17).

También aprovechamos para animaros a acudir todos los miércoles, a las 20:00 hrs. en nuestro local a celebrar nuestro culto de oración en compañía del resto de hermanos.

Mujeres trabajadoras, mujeres virtuosas

Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?
Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.

El corazón de su marido está en ella confiado,
Y no carecerá de ganancias.

Le da ella bien y no mal
Todos los días de su vida.

Busca lana y lino,
Y con voluntad trabaja con sus manos.

Es como nave de mercader;
Trae su pan de lejos.

Se levanta aun de noche
Y da comida a su familia
Y ración a sus criadas.

Considera la heredad, y la compra,
Y planta viña del fruto de sus manos.

Ciñe de fuerza sus lomos,
Y esfuerza sus brazos.

Ve que van bien sus negocios;
Su lámpara no se apaga de noche.

Aplica su mano al huso,
Y sus manos a la rueca.

Alarga su mano al pobre,
Y extiende sus manos al menesteroso.

No tiene temor de la nieve por su familia,
Porque toda su familia está vestida de ropas dobles.

Ella se hace tapices;
De lino fino y púrpura es su vestido.

Su marido es conocido en las puertas,
Cuando se sienta con los ancianos de la tierra.

Hace telas, y vende,
Y da cintas al mercader.

Fuerza y honor son su vestidura;
Y se ríe de lo por venir.

Abre su boca con sabiduría,
Y la ley de clemencia está en su lengua.

Considera los caminos de su casa,
Y no come el pan de balde.

Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada;
Y su marido también la alaba:

Muchas mujeres hicieron el bien;
Mas tú sobrepasas a todas.

Engañosa es la gracia, y vana la hermosura;
La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.

Dadle del fruto de sus manos,
Y alábenla en las puertas sus hechos.

Elogio a la mujer virtuosa. Proverbios 31:10-31

Rebeca, Débora, Rut, Marta, María, Lidia, Priscila y un largo etcétera. Son ejemplos de mujeres trabajadoras que vivieron hace milenios, y que nos enseñan que desde entonces, la mujer ha tenido un papel vital en la historia, y han sido usadas por el Señor de manera tan sabia, como los hombres.

Lamentablemente ellas adquieron un papel secundario por culpa de la desigualdad, por culpa del machismo, por causa la injusticia y un muy mal entendido reparto de papeles en el hogar, pero han demostrado saber levantarse y gracias a su gran capacidad estan jugando un importantísimo papel en la sociedad, y por supuesto, en las iglesias:

Estas breves y sencillas palabras son para vosotras: Administrativas, amas de casa, directivas, ingenieras, científicas, doctoras, estudiantes, empresarias, conductoras, empleadas, madres, pastoras, diaconisas, misioneras… ¡Mujeres trabajadoras!

Recompensa

“Y (el ladrón) dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: ‘De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.’” Lucas 23:42-43

Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. …Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.” Mateo 25:20-21 y 29

El mundo es injusto. Obviamente no he dicho nada nuevo, preguntes a quien preguntes, si es sincero, te hará esta misma afirmación, aunque haya tenido “suerte” en la vida, le hayan ido las cosas bien, afirmará igualmente que el mundo es injusto, porque para todo siempre hay una pega.

Da la casualidad de que precisamente los poderosos, los que tienen más riquezas y más influencias, al parecer, casi siempre terminan bien en esta vida y a los que les va mal, ya se sabe, como dice el refrán “A perro flaco, todos le son pulgas”. Es como si el mundo se polarizara cada vez más entre una pequeña pero espléndida oligarquía adinerada, y una gran masa desgraciada y quejicosa. El dinero llama al dinero, es la ley de los mercados, si tienes dinero puedes invertir en algo próspero, y si ese algo fracasa, siendo inteligente y precavido, cabe la posibilidad de

llevarse los bienes ganados y las inversiones a otra parte. El que no tiene, apenas le llega para sobrevivir. Esto sucede en nuestro mundo.

Para Dios no pasa lo mismo. Él ve a todos por igual, desde el punto de vista del pecado y de la fe. No es que Dios no se compadezca de aquellos que sufren por no tener, a los cuales ha prometido dar lo suficiente para el comer o el vestir (ver Mateo 6), lo que pasa es que en la vida espiritual existe otra escala de valores y cada uno ganará conforme a ¿La cantidad de fe que se tenga? Por supuesto hay que tener fe, pero la cantidad es lo de menos, si lo comparamos con esta otra pregunta ¿En qué o en quién depositas tu fe? Eso nos lleva a otra cuestión muy relacionada con el primer pasaje que aparece en la portada del boletín (ver Mateo 25:14-30) ¿En que inviertes tu vida? Es más ¿Inviertes tu vida en algo, o simplemente la gastas? Al igual que nuestras ganancias en los bancos, allí donde esté depositada nuestra fe a plazo fijo, ganarás más o sencillamente no ganarás nada. Tendrás tu recompensa o no.

En la escena de la crucifixión, junto a Jesús había dos ladrones siendo castigados igualmente en una cruz. Ambos probablemente habían cometido los mismos delitos e hicieron los mismos méritos para estar allí, pero había una diferencia abismal entre ellos, cuando los ponemos junto a Jesús.

Uno puso la mirada y la fe en las cosas de este mundo: su vanidad, su egocentrismo y su miseria, esa misma que lleva a muchos de los actuales ricos y poderosos a serlo, a base de aprovecharse de la situación de debilidad de otros y a ser deshonesto consigo mismo y con los demás. De la abundancia del corazón habla la boca y este ladrón “exhorta” a Cristo a bajarse de la cruz, salvándose a sí mismo y a ellos pues no entendía nada a nivel espiritual, sólo veía lo terrenal, sólo veía su egoísmo.

Sin embargo el otro malhechor vio a alguien más en ese Jesús crucificado, vio al hijo de Dios, vio un momento especial en la historia de la humanidad. Sabía que ese Jesús no era un hombre cualquiera, y aún a pesar de su propia miseria no dudó en pedir al maestro que simplemente se acuerde de él en su reino. No sabemos que clase de delitos cometería este ladrón, pero sí sabemos con total certeza que tuvo su recompensa pasadas las pocas horas que le quedaban de vida. Apenas le bastó un poco de fe depositada en el mesías crucificado, para ganarse el paraíso de los labios del mismísimo Jesús.

Muchos de nosotros podremos pasarnos la vida entera haciendo muchas cosas en la iglesia, acudiendo religiosamente a los cultos, ofrendando, realizando obras por doquier, y sin embargo no llegar a conocer nunca a Jesús, la cuestión es que quizá tendrías que revisar en qué lugar depositas tu fe y en que lugar inviertes tu vida ¿No será que depositas la fe en ti mismo y en tus propias fuerzas? ¿No será que lo haces en los miembros de tu familia, en algún hermano, en algún líder o diácono o quizá en el pastor? Aprende de la fe del segundo malhechor y tendrás tu recompensa, es hora de reconocer a Cristo. En el reino de Dios sí existe la justicia.

Redimir

“Dice el necio en su corazón: ‘No hay Dios’. Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien. El SEÑOR miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios.  Todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” Salmos 14:1-3

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Efesios 2:8-9

“Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” Lucas 16:13

Creo que todos conocemos el significado del verbo redimir, se trata de una palabra que define a la perfección lo que los cristianos hemos experimentado desde que conocemos el amor de Cristo. Me llaman la atención las acepciones que hacen de ello el diccionario de la Real Academia de la Lengua, prestad atención, redimir es:

“1. Rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante precio.

2. Comprar de nuevo algo que se había vendido, poseído o tenido por alguna razón o título.

3. Dicho de quien cancela su derecho o de quien consigue la liberación: Dejar libre algo hipotecado, empeñado o sujeto a otro gravamen.

4. Librar de una obligación o extinguirla.

5. Poner término a algún vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia.”

Se podría resumir en un rescate, una liberación, el fin de un dolor o molestia. Eso es lo que sentimos los creyentes cuando conocemos y aceptamos al Señor. Cristo murió para librarnos de un castigo, una muerte eterna a la que estábamos destinados sin ningún paliativo posible, algo semejante a la acepción número 5 del significado de la palabra que nos ocupa hoy.

Pero centrémonos también en el resto de las acepciones, todas coinciden en que esa liberación se hace de algo. Es decir: Yo no soy libre si estoy en la cárcel o si estoy sujeto a algo o a alguien, tampoco soy libre si estoy cargando con algo. Hasta aquí lo tenemos todo claro. La cuestión que nos ocupa ahora es ¿De qué nos ha librado el Señor? ¿De qué necesitamos ser librados? Somos personas de bien, gente libre, no vamos cometiendo delitos por ahí, ni siquiera tenemos ficha policial, pagamos todos nuestros impuestos, la mayoría de nosotros nos consideramos gente normal, es más somos “buenas personas” y vivimos en un país libre, en una democracia ¿De qué necesitamos ser liberados si no somos merecedores de ser encarcelados? La Palabra de Dios es muy clara con respecto a esto: “Todos somos pecadores” (Salmo 14:3, Romanos 3:23), a lo largo de nuestra vida, todos hemos hecho algo que nos ha apartado definitivamente de Dios, lo consideremos un pecado grande o pequeño, para Dios es pecado igualmente, por lo tanto eres esclavo del pecado y además lo eres de ti mismo, de tus propios deseos, de tu propia vanidad y por lo tanto necesitas ser liberado. Te guste o no eres un esclavo y por mucho que te esfuerces, en intentar ser bueno, pensar en los demás, hacer mil cosas para tratar de “ganar el cielo”, para ti es completamente imposible, nadie puede conseguirlo.

Ciñéndonos a la acepción número 3. Imagina que tienes una gran deuda, por ejemplo: te conceden una hipoteca a pagar en ochenta años cuando tienes cuarenta de edad (sé que es imposible que lo concedan, pero hagamos un ejercicio de imaginación), ningún amigo o familiar se puede hacer cargo de esa cuota mensual ¿qué puedes hacer? ¡Nada! Probablemente morirás con ello no sin antes hacerte cargo con penosas letras con la ayuda de una exigua pensión de jubilación. Ahora imagina que alguien llega y te paga al contado la casa que estabas comprando y aún así la casa sigue siendo tuya ¿cómo responderías ante esa persona que ha hecho eso tan maravilloso por ti?

Piensa que con el pecado y la redención de parte de nuestro Señor Jesucristo pasa lo mismo, tu tienes una deuda muy grande que tú solo no puedes satisfacer y Él lo ha pagado TODO por ti. ¿Cómo responderás ante Él? Tu vida sólo puede tener un dueño, sólo uno. Tu eliges, o perteneces a Cristo o no. Ser libre o seguir siendo esclavo. ¿Qué vas a escoger?

Rebajas

Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él mana la vida.” Proverbios 4:23

“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” Santiago 5:16

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Romanos 12:1-2

Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” 1ª Corintios 10:12

Empezaron hace casi un mes, surgiendo de los restos del final de la navidad. Es la resaca de las fiestas, lo que queda del consumismo desenfrenado para tratar de alimentarlo nuevamente con sus propias sobras. Nos hacen un poco más llevadera la cuesta de enero. Son una ganga, un chollo, una tremenda oferta, una locura para el primero en pillarlas, es una carrera al sprint, una batalla por llevarse lo mejor. Son las rebajas. Se anuncian a bombo y platillo mientras los reyes magos terminaban de preparar su cabalgadura para regresarse a oriente, hasta el año que viene. Las rebajas estan aquí y se quedan durante dos o tres meses.

Es curioso, pero al margen de ese intento de reactivar el consumismo y el afán, en una época del año especialmente complicada, da la casualidad de que si echamos la mirada atrás, nos damos cuenta de que nuestro “espíritu” navideño también se quedó atrás y muchas veces, nuestro espíritu (sin comillas), da la sensación de que también se pone de rebajas después de navidad. Finales de enero es una buena época para hacer reflexión de lo que esta siendo (o ha sido) nuestro comienzo del año. Por si no lo recordáis, en la primera reflexión del año, hablamos de los típicos propósitos que se hacen en estas fechas. Piensa por un momento ¿Cuántos te planteaste? ¿Cuántos has llevado a cabo? ¿En cuantos estas involucrado a día de hoy? Hablamos de que la única manera de llevar correctamente a cabo todos nuestros proyectos para este 2011 es poniéndolos en manos de Dios ¿Lo has hecho ya o sigues empeñado en hacerlo todo por tu propia cuenta?

Cuando decimos de poner todos nuestros proyectos, metas, propósitos en manos del Señor, no pensemos en buenas intenciones, no pensemos en algo abstracto o difuso, o simplemente dejarnos llevar por el destino de forma pasiva, pensando que Dios lo hace todo, sin hacer nosotros nada. Dios es totalmente soberano, puede hacer todo aquello que quiera (es el creador del universo) pero cuando se trata de cambiar tu vida, él es tan justo y tan amoroso que respetará tus decisiones; tomemos esto como algo muy práctico. Así pues en tu mano está, poner tu vida en las manos de él (valga la redundancia) ¿Cómo? En la Biblia existen miles de maneras tus cosas en las manos del Señor, pero hoy quiero recomendar tres de ellas que resumen una vida de dedicación:

La primera es no amoldarse a las cosas vanas que ofrece este mundo caído (Romanos 12:1-2). Antes de poder llenarte de las cosas del Señor es necesario vaciarse de lo que tengas, y esto implica renunciar a muchos de los hábitos pecaminosos y contrarios a la voluntad de Dios. Para ello debes de guardar tu corazón, cuidar de aquello que piensas, porque lo que piensas, eso terminarás por hacer. Ora igualmente para que el Señor te ayude en esta prueba, si tu estas dispuesto ante Dios, tu oración será contestada (Santiago 5:16).

La segunda es cambiar tu forma de pensar y empezar a pensar como lo haría el Señor, plantarte ante cada situación con la Palabra en la mente, tomando cada decisión según su voluntad. Cambiar la mentalidad es difícil, requiere tiempo, pero es la mejor decisión que se pueda tomar (Romanos 12:2).

Y la tercera es perseverar. No vale con llegar, hay que mantenerse. No hay que dejar que nuestro espíritu “esté de rebajas”, así que si piensas que estas bien, mira que no caer (1ª Corintios 10:12).

No te dejes llevar por la pereza y la desidia. Si no lo has hecho, pon desde hoy mismo, tu vida en las manos del Dios.

Rejuvenecer

Y el SEÑOR respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque el SEÑOR no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el SEÑOR mira el corazón.” 1ª Samuel 16:7

“De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” Marcos 10:15

“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” 1ª Timoteo 4:12

“Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan al SEÑOR tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.” Isaías 40:30-31


Es el sueño de todos … pero ninguno lo consigue. El secreto de la eterna juventud. ¿De qué sirve vivir más, si la calidad de nuestra vida disminuye en la última etapa de nuestra exitencia en la tierra? ¿De qué sirve vivir más si a todos nos sienta mal envejecer? Todos queremos ese elixir milagroso, esa fórmula mágica, esa receta que nos ayude a conservar el vigor, la belleza, la fuerza, la alegría y las ganas de vivir, que caracteriza a la juventud, mientras seguimos haciendonos más viejos. Es algo inevitable, todos queremos rejuvenecer.

Juventud, divino tesoro ¡Ya te vas para no volver!”, escribía el insigne poeta nicaragüense Rubén Darío, y es cierto, la juventud es un tesoro que muchos, por mucho dinero que tengan jamás podrán conseguir. Podrán tener apariencia de joven con la ayuda de la cirugía, los tratamientos de belleza, manteniendo una vida saludable y vistiendo a la moda, pero eso sólo es apariencia. La verdadera juventud se lleva por dentro, la juventud desde el punto de vista divino es más una actitud que una fecha de nacimiento más antigua. La verdadera juventud se lleva dentro, es algo que vió Dios en David cuando lo escogió para ser el rey de Israel (véase 1ª Samuel 16:7). Se puede ser joven con cincuenta años y ser viejo con venticinco e insisto que no hablo de apariencias, sino de cual es nuestra actitud ante la vida y que retos estamos dispuestos a aceptar. Jesús nos dijo que el que no reciba el reino de los cielos como un niño, no entrará en él. Un niño, y también un joven es: confiado, osado, inconformista, despreocupado, sin complejos ni prejuicios, ilusionado, creativo, optimista, motivado y motivador, esta dispuesto a revolucionar y tiene tendencia a querer cambiar los rígidos esquemas de nuestra sociedad. Y Jesús buscaba gente así, obviamente no quería desordenar ni anarquizar, pero si quería cambiar el mundo, darle la vuelta a los valores y los esquemas corrompidos que se estaban estableciendo en su época, y que no han cambiado desde entonces. ¿Sientes que hay algo que cambiar en este mundo? ¿Te sientes joven para ello?

Los jóvenes (de cualquier edad) por lo tanto, estamos llamados a ser la primera linea de combate del reino de Dios, y como tal, nos arriesgamos a ser los primeros en caer: somos los más atacados por el enemigo, ya sea en forma de tentaciones, de vanidades, de envidias y afanes, de contiendas en el mismo bando,  de relatividades, de dudas, etc. Es por ello que ahora más que nunca, la iglesia debe de apostar por la juventud (sea cual sea su edad) y apoyarla, debe de acercarse a ella y comprenderla, descubrir y ayudar en sus necesidades especiales, no dejarles de lado y no verles como locos ilusos o bichos raros.

Principalmente hay dos formas de ayudar a nuestros jóvenes: la primera es inculcarles los valores más importantes y básicos. El que recibe el reino como un niño (o como un joven) es de un carácter moldeable, ya que es cuando estan aprendiendo, dando sus primeros pasos y forjando su carácter. ¡Que mejor momento que este para que sean formados a imagen y semejanza de Jesús! Timoteo fue un gran ejemplo de ello (véase 1ª Timoteo 4:12). La segunda forma es poniéndonos de su lado; ser joven no significa ser como un “becario”, mano de obra barata y sobrecargada, y que es menospreciado por su edad o poca experiencia. Ser joven no significa tener fuerza ilimitada, poder con todo, ser invencible… los jóvenes también son débiles y pueden caer, pero lo que les (y nos) da la verdadera fuerza es la motivación que impulsa a la iglesia entera hacia delante, que es nuestra esperanza, nuestra fe puesta en el autor y consumador de la misma: Cristo Jesús.
Esperemos en él y rejuveneceremos y levantaremos el vuelo… como las águilas.

Reagrupar

“Después dijo el Señor: ‘No es bueno que hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él’ ” Génesis 2:18
“Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo no se apartará de él.” Proverbios 22:6
“Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama” Efesios 5:28
“Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.” Colosenses 3:14

Familia

El pasado domingo día 16 y siempre celebramos a la familia. Se dice que la familia es la base de la sociedad y razón no le falta. Veamos el porqué.
Para empezar: La familia es donde se desarrolla la educación más elemental, y no me refiero a los conocimientos, que para eso están los colegios, institutos y universidades, me refiero a esos valores y ese ejemplo que no enseñan en la sociedad. Es muy probable que si esa enseñanza de valores falla en el seno de la familia, esos hijos fallarán en su desarrollo vital. No esperemos que aprendan en la calle o en los medios de comunicación, lo que debemos enseñar nosotros (véase Proverbios 22:6).
La familia es la base de la sociedad pues en ningún otro sitio se hallará más y mejor afecto, absolutamente necesario, no sólo para los hijos, sino también para los padres dentro del contexto de un matrimonio sano y por supuesto de los hijos a los padres en un profundo respeto. Pero no nos quedemos en la superficie del afecto y vayamos a lo más importante, el amor. En nuestro mundo es sencillamente incomparable el amor que deberían tener unos padres hacia sus hijos y por supuesto los hijos hacia sus padres y como no, el matrimonio entre sí. Sean cuales sean las circunstancias, la familia siempre unida en amor atravesará mejor los problemas. Y una desunión es de por sí un grave problema.
La familia sigue siendo la base de la sociedad porque es donde se forman los caracteres de sus integrantes. No existe la familia donde sean todos absolutamente iguales, tal hijo o cual hija puede asemejarse fisicamente a sus padres en ciertos rasgos, pero a la hora de crecer, es cuando desarrollan su propio carácter, y los padres tienen mucho que aportar a ello. También son los padres, sobre todo de camino a la vejez, cuando aún tienen mucho que aprender y pulir, sobretodo en la dependencia de sus hijos, ya adultos. Es precisamente en la debilidad cuando tanto unos, como otros cuando más deben de aprender. No en vano, cada miembro de una familia tiene una identidad propia que aporta algo muy valioso a todo el conjunto.
Aún hoy día, las familias siguen siendo la unidad más básica en la que se fija nuestra sociedad, por mucho que esta quiera cambiarla (sabemos que existen “familias” monoparentales [un solo padre/madre], homoparentales [padres homosexuales] y familias desestructuradas donde reinan el maltrato y el divorcio), pero esta sociedad sabe que sólo se puede mantener adecuadamente, si la mayoría de sus familias permanecen unidas de una manera sana y aportan las peculiaridades y los roles propios de cada género en el matrimonio (véase Génesis 1:27 y 2:22-24). Una proliferación de familias no tradicionales procura la desestabilización, la corrupción y la posterior destrucción de la sociedad.
Se pueden dar muchos más ejemplos de porque la familia ha sido, es, y seguirá siendo la base de la sociedad, pero todo esto es porque se trata de una maravillosa invención de Dios desde el principio de los tiempos. El Señor no ha creado a los seres humanos para que sean ermitaños solitarios y errantes, nos ha creado para vivir en comunidad ya que solos no podremos valernos por nosotros mismos (véase Génesis 2:18), y es el hogar familiar el lugar idóneo para nuestro desarrollo como individuos.
Esforcémonos por mantener unidas nuestras familias. Nuestra sociedad, que promueve en exceso el individualismo, necesita del amor familiar, aunque no lo quiera reconocer. Si tu familia está desunida, ya es hora de que procuréis reagruparos pues necesitamos ser de ejemplo a este mundo por medio de la unión de nuestros hogares.
Pero tampoco olvidéis que si nuestra familia terrenal debe de mantenerse unida ¡Cuánto más nuestra eterna familia espiritual, que es la iglesia! Para reagruparnos, tanto en nuestras casas como en nuestra congregación, usemos el vínculo perfecto que es el amor (véase Colosenses 3:14).

4.- La Navidad y la sociedad de consumo

Regreso del Hijo Pródigo (Rembrandt)

“Papá, dame lo que me toca de la herencia.” Así que el padre repartió sus bienes entre los dos.13 Poco después el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano; allí vivió desenfrenadamente y derrochó su herencia. (Lucas 15:12b-13 NVI)

La gran popularidad que la Navidad goza en nuestra sociedad puede llevarnos a pensar que verdaderamente se trata de una muestra del impacto que el evangelio ha hecho en el mundo. Y no cabe duda de que esto es verdad hasta cierto punto. Pero mucho más importante es que nos percatemos de la enorme medida en que la sociedad de consumo y sus valores y metas han afectado la celebración de la Navidad y la vida misma de la iglesia.

En época de Navidad, en medio del bullicio, los anuncios y la compra de regalos, son pocos los que se acuerdan de Aquel cuyo nacimiento se celebra. Cuando más, se habla de los niños, del amor que les debemos y del amor y la buena voluntad que hemos de manifestar unos a otros. El hecho es que hasta los modos en que se nos invita a expresar ese amor y esa buena voluntad dejan mucho que desear.

Por ejemplo, Santa Claus. Este personaje es de origen cristiano, pero el modo de utilizarlo e interpretarlo en nuestra sociedad, dista mucho de ser cristiano. Santa Claus, en fin de cuentas, no es más que el pretexto o justificación de los comerciantes, fabricantes y agencias publicitarias para hacernos gastar más. La inmensa mayoría de los regalos navideños se dan porque es lo que se espera de nosotros. Todos nos vemos obligados a hacer una lista de personas a las que debemos regalar algo y nos lanzamos a comprar frenéticamente, buscando lo que haga aparecer que hemos gastado más de lo que de hecho gastamos.

La primera consecuencia de esto es que se estimula la hipocresía. Compramos regalos no por el verdadero deseo de regalar, sino porque eso es lo que se espera que hagamos. Tratamos de aparentar que hemos comprado los regalos más caros. Actuamos como si agradeciéramos regalos que de nada nos sirven y que sospechamos nos los han hecho por obligación. Esto no significa en modo alguno que no haya muchos regalos que se hacen con toda sinceridad y amor, probablemente sean la mayoría. Pero aún si son pocos los que hacemos o recibimos por obligación, restan enormemente al sentido de la celebración navideña.

Una segunda consecuencia es que se gastan muchísimos recursos en cosas innecesarias, mientras vivimos en un mundo lleno de necesidades muy reales y urgentes. Mientras pensamos qué regalar a alguien que “lo tiene todo”, millones mueren de hambre porque no tienen nada. Recientemente la hambruna, especialmente en África, ha movido a la gente a compasión y se ha recogido mucho dinero para intentar aliviarla. Pero en cualquiera de las grandes ciudades de los países “cristianos” se derrocha más en cosas innecesarias durante diciembre que todo lo que las iglesias y ONGs  recogen en un año para las campañas contra el hambre.

Otra consecuencia es que a los cristianos se les hace difícil decidir cómo usar su dinero y sus talentos según valores cristianos. Hablamos mucho de mayordomía y decimos que somos administradores en nombre de Dios de todo lo que poseemos. Pero en muy poco tiempo las campañas publicitarias nos hacen olvidarnos de lo que hemos dicho y sinceramente creído para llevarnos a gastar sin considerar más que la moda del momento.

Además, las celebraciones navideñas de nuestra sociedad, dan a entender que la mejor manera de expresar el amor es con un regalo muy caro. Y a veces el amor nos hace actuar de esa manera, como aquella mujer que derramó un perfume muy caro en los pies de Jesús. Pero también es cierto que la mejor expresión del amor no es dar algo, sino en  dar de sí mismo. El amor de Dio hacia el mundo, que es lo que celebramos en Navidad, lo llevó a darse a sí mismo; y el verdadero amor entre los hombres se manifiesta de la misma manera. ¡Cuántos ancianos solitarios no preferirían una breve visita de sus hijos en lugar de un costoso regalo! ¡Cuántos hijos no preferirían un poco de atención de sus atareados padres en lugar de recibir todo lo material que les dan!

Todo esto es irónicamente contrario al espíritu tanto de la Navidad como del San Nicolás histórico que dio origen al personaje conocido como Santa Claus. En este proceso el espíritu y los valores de la sociedad de consumo se han posesionado de las celebraciones navideñas suplantando al espíritu de Aquel cuyo nacimiento supuestamente se celebra. La sociedad de consumo ha creado dos grandes problemas: una población insatisfecha con la vida y que los pobres van quedando cada vez más relegados. Los que carecen de alimentos balanceados, viviendas adecuadas o de oportunidades de educación no son los que interesan a los que determinan la producción en una sociedad de consumo, y es por eso que hay tanta hambre en muchas partes del mundo mientras que en otras se malgastan recursos que servirían para alimentar a los hambrientos.

Todo esto es contrario al mensaje de la Navidad que nos dice que nuestro valor no está en lo que tengamos o gastemos, sino en el amor que Dios nos tiene. La Navidad nos dice que el mejor modo de expresar el amor, el que más se parece al de Dios,  no consiste en darnos costosos regalos, sino en dar de nosotros mismos; nos dice que quien más se acerca a Dios no es quien hace el regalo más caro, sino quien da más de sí mismo. Sin embargo es en la época de Navidad cuando la sociedad de consumo se muestra en toda su crudeza. Por eso es importante recordar que en Adviento y Navidad nuestra tarea no es añadir nuestras voces al tumulto de la multitud que nos rodea proclamando el evangelio de Santa Claus o las “buenas nuevas” de la sociedad de consumo, sino en probar los espíritus a ver si son de Dios.

Adaptado del libro “Probad los Espíritus” por Justo L. González.

Hoy vamos a presentarles una iniciativa muy interesante que se está convirtiendo en un movimiento que está generalizándose: “Cultura por sorpresa”.  La Ópera de Filadelfia reunión 650 cantantes de 28 organizaciones participantes para realizar uno de los actos culturales por sorpresa en uno de los grandes almacenes que la conocida cadena norteamericana Macy’s posee en Filadelfia. Los cantantes se mezclaron con el público asistente y, acompañados por el órgano Wanamaker, el más grande órgano de tubos del mundo, y a las 12 del mediodía del 30 de octubre de 2010, comenzaron a interpretar, para sorpresa de todos los presentes, el coro “Aleluya” del oratorio “El Mesías” de Händel. Disfrútenlo, pues resulta impresionante escuchar la alabanza al Rey de reyes y Señor de señores, en medio del mundo del consumo..

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Hasta la próxima, que Dios los bendiga.

Entradas anteriores:

1.- Origen de la Navidad y el Adviento

2.- La Navidad y la Cultura

3.- La Navidad y el Mundo físico