Rejuvenecer

Y el SEÑOR respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque el SEÑOR no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el SEÑOR mira el corazón.” 1ª Samuel 16:7

“De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” Marcos 10:15

“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” 1ª Timoteo 4:12

“Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan al SEÑOR tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.” Isaías 40:30-31


Es el sueño de todos … pero ninguno lo consigue. El secreto de la eterna juventud. ¿De qué sirve vivir más, si la calidad de nuestra vida disminuye en la última etapa de nuestra exitencia en la tierra? ¿De qué sirve vivir más si a todos nos sienta mal envejecer? Todos queremos ese elixir milagroso, esa fórmula mágica, esa receta que nos ayude a conservar el vigor, la belleza, la fuerza, la alegría y las ganas de vivir, que caracteriza a la juventud, mientras seguimos haciendonos más viejos. Es algo inevitable, todos queremos rejuvenecer.

Juventud, divino tesoro ¡Ya te vas para no volver!”, escribía el insigne poeta nicaragüense Rubén Darío, y es cierto, la juventud es un tesoro que muchos, por mucho dinero que tengan jamás podrán conseguir. Podrán tener apariencia de joven con la ayuda de la cirugía, los tratamientos de belleza, manteniendo una vida saludable y vistiendo a la moda, pero eso sólo es apariencia. La verdadera juventud se lleva por dentro, la juventud desde el punto de vista divino es más una actitud que una fecha de nacimiento más antigua. La verdadera juventud se lleva dentro, es algo que vió Dios en David cuando lo escogió para ser el rey de Israel (véase 1ª Samuel 16:7). Se puede ser joven con cincuenta años y ser viejo con venticinco e insisto que no hablo de apariencias, sino de cual es nuestra actitud ante la vida y que retos estamos dispuestos a aceptar. Jesús nos dijo que el que no reciba el reino de los cielos como un niño, no entrará en él. Un niño, y también un joven es: confiado, osado, inconformista, despreocupado, sin complejos ni prejuicios, ilusionado, creativo, optimista, motivado y motivador, esta dispuesto a revolucionar y tiene tendencia a querer cambiar los rígidos esquemas de nuestra sociedad. Y Jesús buscaba gente así, obviamente no quería desordenar ni anarquizar, pero si quería cambiar el mundo, darle la vuelta a los valores y los esquemas corrompidos que se estaban estableciendo en su época, y que no han cambiado desde entonces. ¿Sientes que hay algo que cambiar en este mundo? ¿Te sientes joven para ello?

Los jóvenes (de cualquier edad) por lo tanto, estamos llamados a ser la primera linea de combate del reino de Dios, y como tal, nos arriesgamos a ser los primeros en caer: somos los más atacados por el enemigo, ya sea en forma de tentaciones, de vanidades, de envidias y afanes, de contiendas en el mismo bando,  de relatividades, de dudas, etc. Es por ello que ahora más que nunca, la iglesia debe de apostar por la juventud (sea cual sea su edad) y apoyarla, debe de acercarse a ella y comprenderla, descubrir y ayudar en sus necesidades especiales, no dejarles de lado y no verles como locos ilusos o bichos raros.

Principalmente hay dos formas de ayudar a nuestros jóvenes: la primera es inculcarles los valores más importantes y básicos. El que recibe el reino como un niño (o como un joven) es de un carácter moldeable, ya que es cuando estan aprendiendo, dando sus primeros pasos y forjando su carácter. ¡Que mejor momento que este para que sean formados a imagen y semejanza de Jesús! Timoteo fue un gran ejemplo de ello (véase 1ª Timoteo 4:12). La segunda forma es poniéndonos de su lado; ser joven no significa ser como un “becario”, mano de obra barata y sobrecargada, y que es menospreciado por su edad o poca experiencia. Ser joven no significa tener fuerza ilimitada, poder con todo, ser invencible… los jóvenes también son débiles y pueden caer, pero lo que les (y nos) da la verdadera fuerza es la motivación que impulsa a la iglesia entera hacia delante, que es nuestra esperanza, nuestra fe puesta en el autor y consumador de la misma: Cristo Jesús.
Esperemos en él y rejuveneceremos y levantaremos el vuelo… como las águilas.

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