El fútbol, la pasión y la integridad

presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad” Tito 2:7

En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” Juan 13:35

Una vez que hemos aprendido acerca de la integridad en el pasado retiro, aunque no dejaremos de aprenderlo a lo largo de todo el año y seguramente, a lo largo de toda la vida, nos enfrentamos a nuevos retos. Como ya comentamos, en este importante evento, después de haber pasado la agradable experiencia en el monte de la transfiguración, toca bajar al mundo y ponerse a prueba. Poner en práctica lo aprendido y trabajar para que el Reino de los Cielos siga avanzando en este mundo, y sobre todo, en nuestra ciudad.

Una de las cosas que aprendimos fue que, ahora más que nunca, con la crisis, no sólo económica, sino sobre todo, moral, y de valores, debemos tratar de ser luz y sal en nuestro entorno, debemos de dejar que Dios nos use para transformar la sociedad, y eso no se consigue quedándose sentado, al calor de nuestro local. Es necesario, no sólo abrir los ojos (los físicos y por supuesto, los espirituales), no sólo quejarse de lo mal que está el mundo, no sólo hay que orar. También hay que hacer… ¡Y también hay que dejar de hacer! Hay que ser íntegros, en una sociedad corrupta, hipócrita y deshonesta, y para ello debemos de abandonar nuestras viejas costumbres.

Podría poner muchos ejemplos acerca de ser íntegros o lo contrario, pero en vista a que el fútbol vuelve a estar en boca de todos en estas fechas, pues se juega la Eurocopa, comentaré que es precisamente en momentos de emoción y pasión, como los vividos en los acontecimientos deportivos, donde se puede poner a prueba nuestra integridad. El fútbol, al igual que en muchos otros deportes, existen multitud de imprecisiones, multitud de errores, tanto de cualquiera de los jugadores, como del equipo entero, como del árbitro. Cualquier cosa que surja durante el partido puede llevarnos a un estado de euforia desatada que nos puede hacer perder los papeles, es una pasión mal entendida, mal dirigida.

Cuando hablamos de un deporte que mueve de este manera a las masas (te guste o no, esto es así) a veces es inevitable hablar de la pasión. La pasión forma parte de los sentimientos que Dios ha puesto en nosotros, a la hora de crearnos, pues nos hizo a su imagen y semejanza, esa pasión también la siente nuestro creador. Aunque claro, la mayoría de ocasiones no nos apasionan las mismas cosas. Pero es un buen sentimiento que nos empuja y nos da un extra de fortaleza y aguante en momentos de derrota. La pasión ha llevado a equipos prácticamente desahuciados en un partido, a remontarlos y ganar. Ha llevado a equipos modestos a plantar cara a los grandes, y por supuesto, ha llevado a nuestro Señor a soportar el tremendo dolor de la crucifixión, y llegar hasta el final. Todo por amor, ya amor a tener ese momento de “gloria” humana, o el perfecto amor que nuestro Salvador, ha sentido y siente por nosotros. Hay un abismo de diferencia en el uso de una pasión y la otra. Aquí es donde también interviene la integridad, pues para que Jesús fuera el sacrificio perfecto, tenía que estar completamente libre de pecado, y así fue, y ese fue el ejemplo que nos dejó.

La integridad no consiste en no pecar, pues nuestra naturaleza humana nos va a hacer caer mientras estemos en este mundo, pero sí nos va a hacer intentar no sólo evitar tentaciones y nos ayudará a huir del pecado, sino que cuando caigamos, veremos cara a cara a nuestra culpa y nos llevará al arrepentimiento. La integridad es intentar ser de una pieza, sin fisuras, que nuestros actos concuerden con nuestras palabras, que el pecado sea aborrecible y avergonzante, y no un placer en el que deleitarse. La integridad es evitar todas y cada una de esas oportunidades que se nos presentan en la vida para ser corrupto, mentiroso, o simplemente buscar el bien propio y priorizar el bien ajeno, la integridad es buscar el corazón de un Dios tan amoroso, que quiere contagiarnos de su pasión, la pasión perfecta y verdadera por el mundo, por las almas. La pasión del Señor, que fue tan íntegro, que cuando predicó acerca de que seamos mansos y humildes como él… cumplió hasta el final. Aprendamos del Maestro, e influyamos al mundo demostrando buena pasión y amor.

Unidos y unánimes

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.” Hechos 2:1

Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;  no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.” 1ª Pedro 3:8-9

Imagina un retiro, con otros 119 hermanos, viviendo un momento histórico. Juntos, pero no revueltos, y además, estando de celebración, en esos días señalados en rojo en el calendario. Imagina el ambiente que se viviría, cuando además, existe el consenso sobre decisiones vitales, que podrían marcar el futuro de la iglesia. Eso mismo que imaginas, sucedió hace casi dos mil años en un lugar en la gran ciudad de Jerusalén. Los hermanos, tendrían una mezcla extraña de sentimientos: Por un lado, pesar porque el maestro ya no estaba físicamente con ellos, se marchó y junto con él, el liderazgo perfecto de la nueva iglesia, pero por otro lado, estaban esperanzados, porque ese mismo maestro, les prometió que iba a estar con ellos ¿De qué forma? Un gran misterio, el hecho de que el mismísimo Espíritu de Dios, iba a permanecer hasta que Cristo regrese. ¿Cómo iba a ser esto? El momento y el lugar exacto no lo precisó el Señor, pero sí que se dieron una serie de circunstancias que iban a propiciar el hecho de la llegada del Espíritu Santo.

Una circunstancia fue la unidad. ¿Cómo es posible que en una congregación que reunía tanta diversidad permaneciera unida? Pienso que la clave está en la otra palabra: La unanimidad.

No nos engañemos, si pensamos en porque los primeros cristianos estaban unánimes, no significa que estaban completamente de acuerdo en todo. Si muchas veces no conseguimos ponernos de acuerdo en las decisiones más sencillas en el seno de una pequeña familia, imagina en un grupo que comenzó con unos 120. Menuda locura el ponerse de acuerdo, para, por ejemplo: Decidir de qué color se van a pintar las paredes del aposento alto, o si orar de pié o sentados. El caso es que los detalles pequeños, y las trivialidades carecían de valor en aquel momento, porque su perspectiva, fue diferente a esa, ellos tenían la mente puesta mucho más arriba, en aquel que después de haber muerto y posteriormente resucitado, ha ascendido al cielo para sentarse a la diestra del Padre, con la esperanza de que cumplirá lo que se prometió y regresará pronto. Esa era su perspectiva y el motivo de su unanimidad. La base donde se sustenta todo: la fe y el amor lo suplía todo. En medio de este ambiente idóneo fue donde entró en escena aquel que le daba sentido a todo. El que iba a ser el motor y verdadero protagonista de la nueva iglesia: El Espíritu Santo.

Hoy día, pero vemos muchos movimientos cuyas reivindicaciones pueden ser las más justas, o las más legítimas, y pueden tener las mejores intenciones, pero sin un liderazgo tan perfecto como el del Espíritu de Dios, no pueden durar, no tienen consistencia. Eso es lo que nos distingue, o debería de distinguir de otros colectivos.

Ya han pasado 2000 años desde que comenzó oficialmente el movimiento cristiano, que  es imperfecto, pero llevado por uno que sí es perfecto, y aún a pesar de ataques, problemas internos de diversa índole, críticas, rechazo, incomprensión, persecución abierta, exclusión, pobreza, debilidades y muchas tribulaciones, seguimos aquí, y sería impensable semejante duración para cualquier otro grupo o emprendimiento. Pero Dios hace posible lo imposible y demuestra su fortaleza en medio de nuestra debilidad. Por eso seguimos aquí, por eso seguimos queriendo que nuestro mensaje impacte al mundo, por eso tenemos esperanza en medio de las múltiples crisis que podamos padecer.

El secreto de nuestra unidad, en medio de nuestras diferencias se llama Espíritu Santo, que es Dios mismo, que nos impulsa hacia adelante y nos hace ver a todos la misma meta, nos hace estar unánimes, sin importar nuestras diferencias culturales, raciales, generacionales, e incluso lingüísticas, al igual que ocurrió en aquel día de Pentecostés. Al igual que queremos que siga ocurriendo en nuestra iglesia, ya sea en un culto “cualquiera”, o en el retiro de la semana que viene.

Hablando de unidad, aprovecho también para anunciar que hoy además es el día de la Unión de Jóvenes Bautistas de España. Los jóvenes también queremos expresar nuestra unidad en medio de tanta discordia. ¿Quieres más razones para seguir perteneciendo a este proyecto de iglesia divino y eterno?

Nuestra esperanza viva en la resurrección

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.” 1ª Pedro 1:3

“…que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos…” Romanos 1:4

“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” Juan 11:25

 

Cuando María Magdalena, Juana y María (la madre del apóstol Santiago), junto a otras mujeres, acudieron al sepulcro para la rutinaria limpieza del cuerpo del maestro; no llegaron a imaginar lo que se iban a encontrar, o mejor dicho, a quien no se iban a encontrar, porque a quien iban a ungir, ya no estaba ahí. Buscando el famoso pasaje que relata este hecho, podéis comprobar que mientras dos de los cuatro evangelios relatan hechos como el de la natividad, los cuatro sin excepción mencionan la resurrección del Cristo, aportando además un relato muy parecido entre los cuatro autores. Me quedo personalmente con la completa y concienzuda narración de Lucas, que curiosamente es el único de los cuatro evangelistas que nunca estuvo en contacto directo con Jesús:

El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. Entonces ellas se acordaron de sus palabras, y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás. Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles. Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían. Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.” Lucas 24:1-12

¿Por qué es tan importante y emocionante este hecho, que sin embargo tanto se cuestiona el mundo por ser tan racionalmente inverosímil? Porque es el preciso momento en el que se completa nuestra fe, porque ¿Qué habría pasado si Jesús no hubiese resucitado? Que creeríamos en un dios muerto, nuestra fe no se sostendría sobre nada, no tendría sentido (1ª Corintios 15:14). Por lo tanto, y como afirmó ciertamente el apóstol Pedro en uno de nuestros versículos de cabecera, Dios padre, “nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Cristo”. Gracias a la derrota de la muerte por medio de nuestro Señor, tenemos esperanza, pero no una vana ilusión, no una quimera o un bonito cuento, sino una esperanza viva, algo que forma parte de nosotros, que vivimos o debemos vivir en cada instante, los que confiamos en Él. Es por eso que vemos la muerte con otros ojos, es por eso, que tiene mayor sentido para nosotros la popular frase que dice “la muerte no es el final”, porque la nuestra esperanza esta tan viva como el Hijo de Dios: Jesús de Nazaret.

Además de una esperanza viva, tenemos la seguridad de que al igual que en la cruz, tal y como conté en el anterior número de este boletín, en la resurrección también se manifiesta el poder y la Gloria de Dios. ¿En qué clase de dios creeríamos si pensásemos que Cristo no ha resucitado? Jesús demuestra claramente y con muchos testigos, que verdaderamente es Dios (1ª Corintios 15:3-6), resucitando y subiendo al cielo, y sentándose en el trono a la diestra del Padre (Filipenses 2:9, Marcos 14:62).

Esta esperanza que tenemos en la resurrección de Cristo, nos da otro beneficio extraordinario y es la certeza de que los que hemos depositado nuestra confianza en Él, también resucitaremos de entre los muertos, para vivir por siempre con nuestro Señor y creador. Jesús mismo lo afirmó (Juan 11:25).

Camino a la cruz

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” Filipenses 2:5-11

Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo. Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.” Lucas 23:46-48

Cuando vemos algo por primera vez suele impresionarnos. Ocurre cuando visitamos por primera vez un lugar exótico, admiramos algún monumento o contemplamos un bello paisaje o asistimos a algún espectáculo en directo que no habíamos visto antes. Sin embargo esa sensación disminuye a medida que aumentamos la asiduidad para ver estos elementos, es decir, vamos varias veces a ese lugar, pasamos todos los días por ese monumento, revisitamos día tras día ese paisaje o hacemos cotidiano ese espectáculo… y puede que según que paisajes o que espectáculo, sea tan impresionante, que nunca nos terminemos de acostumbrar a él. Pero ¿Y si en lugar de ser espectadores directos de estos lugares, lo vemos a través de alguna fotografía, un sencillo video o televisión o simplemente nos lo cuentan? Pues ha perdido gran parte de su encanto, ya no es lo mismo. Ocurre mucho esto cuando hablamos de la cruz de Cristo. Nos hemos acostumbrado tanto a ver tantas cruces, por todas partes, a ver imágenes o figuritas, y hemos escuchado tantas veces la historia, que ya no nos resulta tan impresionante.

Es lógico que ocurra esto pues ninguno de nosotros hemos sido espectadores de primera mano de semejante escena en el monte Calvario, pero sólo a través de la fe y amor podemos ser conscientes y partícipes de aquel camino a la cruz que sólo Jesús pudo haber recorrido, aquella vía dolorosa que comenzó incluso mucho antes de su propio nacimiento en la tierra, pues su destino era rescatarnos de una muerte eterna, muriendo en nuestro lugar, pagando ese sacrificio que inevitablemente era dirigido a nosotros.

Nos acomodamos tanto en las sillas de nuestra iglesia, hacemos toda la rutina litúrgica dominical, asistimos a tantas actividades eclesiales o para-eclesiales que a veces se nos olvida que la cruz es el punto de partida de todo, la razón del porqué estamos hoy aquí, y el porqué estas leyendo esto. Y sin la cruz no hay corona, no hay nada. Hay que reconocer que muchas veces sólo nos acordamos de esta cruz, de este sacrificio, cuando tomamos la Santa Cena, o en las fechas de Semana Santa, en las que estamos.

Cuando Cristo hubo expirado, pasaron una serie de cosas que a ojos de muchos pueden resultar espectaculares, como las tinieblas que asolaron la tierra en aquella hora o la gruesa y casi inexpugnable cortina que nos separaba del lugar santísimo, en el templo, se rajara de arriba a abajo, pero lo que resultó más increíble fue que en ese momento, se manifestara la Gloria de Dios en la forma del perdón perfecto, la misericordia inmensa y se colmara la justicia del creador del universo. Para hacernos una idea de esta manifestación de poder y majestad, podemos ver la reacción de los testigos de los últimos instantes de aquel cuyo cuerpo estaba destrozado y sanguinolento: Un centurión romano, tradicionalmente pagano, dió gloria a Dios y reconoció a Cristo como un hombre justo ¿Los demás? Quedaron tan afligidos que lo demostraron golpeándose el pecho. Pero esto tenía que ser así.

La Gloria de Dios es algo tan grande y con una demostración tan variada como la creación, una manifestación espectacular como la del tabernáculo (Éx 40:34-35) o la transfiguración de Jesús, o sus cientos de milagros… pero nada supera a la demostración del poder y el amor absoluto de Dios: La cruz del calvario.

Devolvamos bien por mal

No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.” Romanos 12:17-21

 

Normalmente a todos nos gusta que las cosas sean lógicas y justas pero no siempre es así. Es decir: Hay veces que hacemos un bien y recibimos un bien; hay vences que hacemos un bien y recibimos un mal; hay veces que hacemos un mal y recibimos un bien; y hay veces que hacemos un mal y recibimos otro mal.

La verdad es que es muy fácil y muy bonito hacer un bien a aquella persona que me ha hecho un bien pero… ¿Y hacer un bien a aquella persona que me ha hecho un mal?  Yo personalmente creo que el mandamiento que nos da Jesús, nuestro Señor, es el más dificil de poder vivirlo, pues él nos dice en Mateo 5:44 “Bendecid a los que os maldicen, hacen bien a los que os aborrecen. Porque si amási a los que os aman ¿Qué recompensan tendréis? ¿No hacen lo mismo los publicanos?”

El hacer un bien a un familiar, a un amigo, a alguien que se lo merece no requiere un gran esfuerzo; pero hacer bien a la persona que no nos ama depende de nuestra voluntad, de nuestra decisión, de nuestro esfuerzo ¡Es dificil, sí, pero no imposible! Si fuera imposible, el Señor no nos lo hubiera mandado.

¿Qué pasa si devolvemos bien por mal?

A- Seremos beneficiados y agradaremos a nuestro Señor: 1ª Pedro 2:20 “En cambio, si sufrís por hacer el bien, eso merece la aprobación de Dios”.

Cuando nos ofenden por cualquier causa y nosotros pagamos con la misma moneda llevando toda la razón recibiremos los aplausos de los hombres, pero no los aplausos del Señor. Si lo que hacemos es sufrir la injusticia con paciencia seremos beneficiados teniendo la paz del Señor en nuestros corazones.

B- También producirá en el ofensor un arrepentimiento (aunque no siempre) “Así que si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer, si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza”

¿Quiere decir esto que nuestro enemigo tendrá un castigo y que sufrirá toda su vida lo que se merece? No, lo que esta diciendo el apóstol es que cuando el enemigo recibe lo bueno en vez de lo malo, lo que pasa es que se lleva tal sorpresa sintiéndose avergonzado que no lo puede soportar, y eso hace que cambie su actitud completamente.

Todos los comentaristas estan de acuerdo en que las ascuas de fuego significa ardientes punzadas de vergüenza y contricción. Un acción amistosa, una acción de misericordia tan inesperada le producirá un efecto sanamente doloroso que lo llevará al arrepentimiento y la reconciliación. ¡Este es el mejor método (no el mejor sino el único ) para convertit los enemigos en amigos!

Hermanos, como cristianos, si devolvemos bien por mal seremos vencedores, pues el mal no puede conquistar el mal.

¿En qué mano te apoyas?

Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos” Isaías 65:2

Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios” Salmo 146:5

Desde recién nacidos buscamos algo a lo que asirnos, y así vemos a niños de apenas un par de días, apretando fuertemente el dedo de alguien que le acaricia, aunque todavía no pueda ver o distinguir claramente quien es. Es un reflejo natural, innato, que va con el ser humano desde su propio origen.

Cuando empezamos a dar los primeros pasos, lo hacemos sostenidos por unas manos estables que, no solamente dirigen nuestros pasos, sino que estamos seguros (aunque no podamos expresarlo aún con claridad) que nos sujeta y no va a dejar que caigamos.

Pero, cuando llegamos a la adolescencia y a nuestra juventud, empezamos a desarrollar ese sentimiento de “ser ya mayores”; de “poder caminar solos”; de “no necesitar que nadie nos dirija”. Y, en muchas ocasiones marchamos de tropiezo en tropiezo, por nuestra torpe forma de rechazar, o por no aprovechar la mano extendida de nuestros padres para agarranos a ellas, para seguir teniendo un punto de apoyo en la cruel y a veces difícil travesía de la vida.

El problema se repite generación tras generación, como sí fuese algo natural y como una parte normal del propio crecimiento. Y con el tiempo caminamos solos, orgullosos, independientes, peligrosamente autosuicientes, dejando también de lado al mejor Padre, a Aquél que siempre está dispuesto a sostenernos, a llevarnos adelante y a ensefiarnos por dónde y cómo debemos caminar.

¿Y tú? ¿En qué mano te apoyas cuando te vas a caer? ¿Quién sostiene tus pasos para que no tropieces? ¿Cuál es la fuente de tu confianza en la vida? ¿Te da garantías aquello de lo que te agarras como sí fuese un elemento seguro?

¿Te sostiene tu amigo “Don Dinero”? Es un refugio peligroso y muy engañoso, porque ¿Quién te garantiza que lo que tienes hoy lo seguirás teniendo toda la vida? Miles de personas que han depositado su confianza en sus pertenencias, lo han perdido todo de la noche a la mañana, y como su “patrimonio” estaba formado solamente por dinero y otras cosas, se encontraron solos, sin amigos, a veces sin familia y en la más absoluta indigencia.

¿Te agarras a tu propio conocimiento y
a lo que has conseguido como persona con tu propio esfuerzo? El conocimiento que podamos adquirir siempre será positivo, pero cuando éste te haga una persona insoportable, engreído, pedante tan lleno de ti mismo que no cabe nadie más a tu lado, te darás cuenta de lo superficial que era ese apoyo y al final te caerás sin remedio.

Seguramente habrá muchas más cosas a las que agarrarse que parecen resistentes y duraderas, pero cuando víenen los vendavales de la vida, es la hora de comprobar la resistencia de aquello a lo que nos agarrabanos y que creíamos que nos sostendría para síempre.

Desde hace mucho tiempo, Dios observa la búsqueda vacía de miles de personas de todo el mundo intentando llenar su hueco interior con cosas inconsistentes y efímeras (diversiones, sexo, drogas de todo tipo, etc.), y viendo la incapacidad que tienen para encontrar una mano firme a la que agarrarse, ofrece la suya, abierta, generosa, dispuesta a ayudar y ser el apoyo que necesita tu vida.

Si no tienes una mano firme en quien apoyarte, te animamos a que te agarres fuertemente a Dios, Él siempre es fiel y ha prometído que nunca te fallará ni te dejará caer.

Extraído de un artículo, en el nº 4 de la revista evangélica “Sala de Espera”

La reforma laboral, las redes sociales… y la Palabra

El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor; mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra.” Proverbios 14:31

El que confía en sus riquezas caerá; mas los justos reverdecerán como ramas.” Proverbios 11:28

                  El pasado domingo se movilizaron cientos de miles de personas, en su mayoría trabajadores, pero también hay desempleados. El motivo, la nueva reforma laboral. No voy a hablaros sobre este paquete de medidas, que según el gobierno, pretende facilitar la solvencia a las empresas, y con todo esto, ayudarlas a contratar a más trabajadores para acabar con una de las mayores lacras de los últimos años: El paro. Hay más de cinco millones de desempleados. Se estima que hay más de un millón de familias con todos sus miembros parados. Una tragedia. Pero más trágico es que las soluciones reales se estén haciendo de rogar. Las alternativas, al margen de qué signo político (izquierda o derecha) esté en el poder, deben de ir más allá de los recortes y los abaratamientos que propugnan los grandes y poderosos como la única e inevitable solución a todos los males económicos. Pero yo no soy quién, para solucionar estos problemas tan complejos.

Por otro lado: Las redes sociales, que como bien sabéis, son aquellos lugares, en internet, donde la gente se conoce, comparte y anuncia, ya los conocéis: Facebook, Twitter, LinkedIn, Google +, etc… han sido, en todo este tiempo de crisis, una herramienta asombrosa e inesperadamente útil, para tratar de movilizar a las gentes a protestar y defender todo aquello que nos pertenece, como nuestros derechos y libertades. Ha ocurrido en la primavera árabe (las revueltas de 2011 en Túnez, Libia, Egipto y Yemen) y el mucho más cercano movimiento 15-M, comenzando con las acampadas en la Puerta del Sol, en Madrid y extendiéndose incluso hasta llegar a “Ocupar Wall Street”, en Nueva York. Todo contra un sistema injusto y cruel, del que una minoría elitista sale muy beneficiada; mientras una mayoría cada vez más grande, tiene necesidad. Sin embargo, una de las pegas que se le vienen asignando a estos movimientos son la falta de concrección, la disparidad de objetivos, y la falta de un liderazgo sólido; por no decir, que estos movimientos, convocados con la ayuda de las redes sociales, han ido disminuyendo su actividad con el paso del tiempo. Se están diluyendo. Todo esto me lleva a pensar muchas cosas. Una pregunta que retumba mi cabeza, y la de mucha gente es ¿Tendrá esto solución? Y si es así ¿Cuál es?

No hay otra verdad, más que la que revela la Palabra. Pueden cambiar los tiempos, las leyes, los gobiernos, las naciones, las personas, y sobre todo, las circunstancias; pero la Biblia, la voz de Dios al alcance del ser humano, es inmutable y eterna. Es una de las mayores expresiones del amor de Dios por nosotros. No es una verdad, es LA verdad, y a ella nos tenemos que agarrar sobre todo, en tiempo de crisis.

¿Y qué nos dice Dios ante tanta injusticia? ¿Qué hacer con todo esto que está sucediendo a nuestro alrededor? Para empezar, la Biblia identifica claramente el problema ¡Mejor aún! La base del problema: El corazón humano y su codiciosa naturaleza (1 Timoteo 6:10, Mateo 6:24), pero también aporta una luz de esperanza, ante tanta necesidad (Mateo 6:25-34, Proverbios 30:8, Salmo 23:1). En definitiva, nos revela que Dios, con su amor y misericordia nos proveerá, por lo tanto debemos descansar en él, pero también nos exhorta a que nunca seamos codiciosos, no tengamos el dinero, las riquezas o la simple provisión como nuestro “dios”, y que seamos responsables con nuestro trabajo.

Al igual que los “estados”, “tweets” y mensajes de las modernas redes sociales; las escrituras ya expresaban de esta forma tan sencilla, la realidad de hace milenios, para explicar algo que aún con el cambio de los tiempos, sigue igual, que es el afán por poseer y amontonar del ser humano. El libro de Proverbios, es un compendio de grandes verdades encapsuladas en pequeñas afirmaciones, que nos ayudan a obtener sabiduría y a entender mejor nuestro entorno. Lee la Palabra, lee también los proverbios y difúndela en tu entorno como se difunden las consignas y propuestas de los sindicatos y movimientos de protesta mundanos por internet; pero sobre todo, y pase lo que pase, obedécela, pues seas trabajador asalariado o seas empresario, ella tiene un consejo para ti, ella te guiará y te reconfortará en medio de un mundo en constante crisis.

Jóvenes…

Hasta los jóvenes pueden cansarse y fatigarse, hasta los más fuertes llegan a caer” Isaías 40:30

“Anima igualmente a los jóvenes a ser juiciosos”Tito 2:6

 “De la misma manera, vosotros, jóvenes, someteos a la autoridad de los ancianos. Todos debéis someteros unos a otros con humildad, porque: Dios se opone a los orgullosos, pero ayuda con su bondad a los humildes.” 1ªPedro 5:5

Estos últimos días he estado observando todos los jóvenes que veía por la calle. Unos van curiosamente vestidos completamente de negro, otros van vestidos como si se hubieran comprado ropa 4 tallas más grande y, otros parece que acaben de salir de una boda. Sin embargo, todos tenían una cosa en común, su gran amigo, su confidente, el “ente” que todo lo sabe y que todo comparte… el móvil.

También pude ver como se relacionaban entre ellos y algunos de sus comportamientos recordando, a su vez, unas palabras que oí hace tiempo: “Los jóvenes de hoy en día son distintos, han cambiado”. Esto hizo que me preguntara qué diferencias podría descubrir en ellos ¿La ropa? Si… ¿La manera de pensar? También…. ¿Los estudios? Supongo…. ¿La forma de relacionarse? Es evidente… Pero… ¿Hay algo que no hayan cambiado? Sí, hay algo que no ha cambiado en absoluto: Sus necesidades. De hecho, podríamos asegurar que no sólo, no han cambiado, si no que, han aumentado.

Los jóvenes siguen teniendo una imperiosa necesidad de amor y comprensión; la necesidad de, aún no aceptándolo, que les corrijan, que les enseñen y, sobre todo, que les observen. No sólo están pasando por una etapa de multitud de cambios sino que además, esos cambios, les exigen decisiones que van a repercutir el resto de su vida por ejemplo: Qué carrera hacer o qué pareja escoger… Por no mencionar otras preguntas que surgen en estas edades como: ¿Quién soy? ¿Cómo quiero ser? ¿Qué piensan de mí? ¿Por qué existo?  o ¿Qué objetivo tengo en mi vida?.

Es por eso que es un tiempo en el cuál necesitan una amorosa disciplina y una comprensión basada en la rectitud y en la santidad. Necesitan respuestas que les hagan madurar, reflexionar, profundizar y, lo más importante, acercarse al Conocedor de todas las cosas: Nuestro Dios.

También olvidamos con facilidad que, en esta edad, es en la que más “inputs”, más sobrecarga de informaciones y valoraciones hay; en el instituto o universidad les dicen una cosa, en la calle sus amigos otra, en la iglesia otra… y deben decidir qué pensar, qué hacer y qué decir. Como comunidad tenemos la responsabilidad y el deber de acompañar en éste trayecto hacia la madurez. Una madurez no sólo espiritual sino también psicológica, emocional y física.

¿Cuánto tiempo hace que no te acercas a un joven y te interesas por sus estudios, por sus expectativas de futuro, por sus dudas y por sus miedos? ¿Cuánto tiempo hace que no te acercas a un joven y le felicitas por sus logros recientes y le animas a seguir adelante? ¿Cuánto tiempo hace que no oras con y/o por un joven y se lo haces saber? Hoy es un buen día para que te acerques y le preguntes; ellos necesitan de tu interés y preocupación.

Pr. Marc Miret Domínguez

Dependencia de la familia

 Y (Jesús) dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.” Lucas 9:59-62

“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.” Lucas 14:26 

“Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.” Mateo 12:48-50

 

Retomamos esta breve serie de reflexiones que comenzamos allá por el mes de octubre con otra de nuestras dependencias fundamentales. Tras el trabajo y la política, ahora hablaremos de la familia.

Es la familia algo muy importante, es la base de la sociedad, y si vamos a hacer una clasificación según que es lo más importante para todos nosotros, seguramente la familia lo sería para una inmensa mayoría. Pero fijaos bien en los pasajes incluídos al principio de este artículo, todos son palabras del mismísimo Jesús cambiando nuestras prioridades acerca de la familia. Las primeras impresiones al leerlos, seguramente nos harían pensar en un Cristo que le quita importancia a nuestras relaciones familiares, pero la verdad es que esto no es así.

Lamentablemente muchos cristianos (o que se hacen llamar así), han tomado estos pasajes como algo literal, abandonando a sus familiares para llevar una vida recluída y despreocupada de los problemas de los suyos, a favor de querer buscar más de Cristo. De ahí han surgido los movimientos ascéticos exclusivistas, los monasterios, la clausura, y … ¡Cuidado! Muchas sectas pseudo-cristianas han basado en una interpretación completamente errónea de estas palabras de Jesús, sus afanes por querer desligar a los adeptos que reclutan, de sus familias. Pero esto no debe de ser tomado así, cuando Jesús habla de “dejar”, o “aborrecer”, no esta hablando de un abandono de nuestras obligaciones familiares, ni mucho menos de nuestro afecto por ellos, Cristo es Dios, y Dios es amor, y el amor siempre va a prevalecer, y siempre va a ser nuestro principal mandamiento y motivación. Lo que Cristo nos enseña es a establecer un orden correcto de nuestra lealtad y obediencia. Cuando ponemos a Dios por encima de todas y cada una de las áreas de nuestra vida entonces todo lo demás cobra mayor sentido. Cuanto más amamos a Dios y apostamos por dedicarle nuestro tiempo, fuerzas, bienes y atención, más amaremos, a nuestras familias. Nuestra vida es completa gracias a Él y eso repercute directamente en como vemos a los nuestros y tratamos con ellos.

Ahora bien ¿Qué ocurre cuando nuestra familia no es creyente y se opone a Cristo y a que nosotros seamos sus discípulos? La clave sigue estando en nuestro orden de prioridades, en quien queremos agradar primeramente.  Si queremos agradar a nuestra familia primeramente, nuestro interés y lealtad por Dios va a menguar y estaremos incurriendo en lo que Jesús denuncia en los versículos de hoy, es decir, dejaremos de ser sus verdaderos discípulos porque estaremos mirando hacia atrás, seguiremos enterrando a muertos que no nos corresponden y no perteneceremos a la familia eterna de Dios. Si queremos agradar a Dios, seguiremos amando y cuidando a nuestras familias, pero tendremos por encima de todo lo demás a Dios y su amor infinito, y es entonces cuando no sólo estaremos invirtiendo en el bienestar de nuestra familia terrenal (aunque no conozca el amor de Dios) sino en construir nuestra verdadera familia, la que va a perdurar por siempre y con los que disfrutaremos por la eternidad a la luz de nuestro Señor. ¿Quiénes forman esta familia? Levanta la cabeza y mira a tu alrededor, estos que están junto a ti, alabando y escuchando de la palabra en las sillas de este humilde salón y de otros alrededor del mundo. Muchos los verás por siempre. Somos una pequeña gran familia en el Señor, y si tu familia también pertenece a Rey de reyes ¡Gloria a Dios! Y si no, sigue orando por ellos, sigue hablándoles del amor de Dios y sigue amándoles con ese amor puesto en ti. Ten fe en que también ellos estarán ahí, cuando llegue el glorioso día señalado.

Como destruir la iglesia cristiana evangélica

“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid” (1 Pedro 5:8, 9).
            Si fueses el diablo, ¿qué plan tendrías tú para destruir la iglesia? ¿Qué te parece el siguiente? Esperar hasta que la iglesia llegue a estar sin poder, o bien mundano, o bien legalista, y luego aparecer con una solución que parece ser justo lo que necesita, algo que parece ser espiritual, pero que permite que la gente viva como quiere. Lo que quiere la gente es ser tan mundano como se puede y todavía salvarse. Así que el diablo inventa una nueva versión del evangelio que asegura la salvación, pero no compromete a nada. Se basa en “solo creer”. En ello se da toda la importancia a una profesión de fe, y solo relativa importancia a la vida que sigue a continuación de esta profesión. Cuando una persona acepta a Cristo como su Salvador, se le declara salva y le enseña que “una vez salva, siempre salva” y que, puesto que no se puede perder la salvación, que viva como viva, irá al Cielo. ¡Brillante! ¡Touché! No se habla del quebrantamiento, ni de la confesión de nuestra pecaminosidad, ni de la renuncia de nuestra voluntad, ni de la santidad, ni de tomar nuestra cruz cada día y seguir a Cristo.
            Este es un evangelio que apetece a la carne. La carne quiere libertad para hacer lo que quiere. Quiere encajar bien con el mundo, evitar el ser políticamente incorrecta, desfasada y ridícula. Quiere satisfacer sus apetitos físicos y sexuales, sin prohibiciones. Nada de ayunar, de vigilias de oración, de diezmar o de sacrificarse. Quiere placer. Nada de disciplina, obligaciones, compromisos, o exigencias bíblicas. Quiere liberarse de normas y tradiciones. Todo esto lo tacha de legalismo. ¿La salvación no es por gracia? Quiere una espiritualidad con fuertes emociones, vibraciones religiosas y una música que las proporcione: excitante, erótica y conmovedora. La carne es rebelde. No quiere someterse a nadie, ni a ancianos, ni a los padres, ni al marido, ni al gobierno. Quiere su independencia, autoafirmación, y realización.
            Entonces, para justificar esta forma de espiritualidad, se necesita un sistema de interpretar las Escrituras que la permita, una nueva hermenéutica. Así que se inventa un sistema de interpretación de la Biblia que pretende honrar y respetar las Escrituras, pero de hecho las tuerce para que digan lo opuesto de lo que ves escrito, para complacer la carne y ser políticamente correcto. Esto se llama “contextualizar”. Significa reinterpretar el texto para nuestros días y nuestro contexto social, para que encaje con el pensamiento moderno. En realidad es contemporizar. Es imaginar lo que quizás dijera el apóstol Pablo si predicase hoy y hacer que el texto lo afirme. El problema es que el texto pierde así la autoridad, y la adquiere aquel que lo reinterpreta. Si el apóstol Pablo viviese hoy, diría exactamente lo mismo que dijo entonces, porque la Palabra de Dios es eterna y no cambia para encajar con la sociedad. El que la haga decir otra cosa está en un grave error.
Si realmente queremos que la iglesia vaya adelante, hemos de predicar sobre el temor a Dios, el pecado, el juicio y el infierno. ¡Esto es lo que trae avivamiento! Y esto es precisamente lo que el diablo no quiere, y por ello estos temas escasean hoy. En muchos lugares el plan de diablo está en plena marcha.
M. B.