“presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad” Tito 2:7
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” Juan 13:35
Una vez que hemos aprendido acerca de la integridad en el pasado retiro, aunque no dejaremos de aprenderlo a lo largo de todo el año y seguramente, a lo largo de toda la vida, nos enfrentamos a nuevos retos. Como ya comentamos, en este importante evento, después de haber pasado la agradable experiencia en el monte de la transfiguración, toca bajar al mundo y ponerse a prueba. Poner en práctica lo aprendido y trabajar para que el Reino de los Cielos siga avanzando en este mundo, y sobre todo, en nuestra ciudad.
Una de las cosas que aprendimos fue que, ahora más que nunca, con la crisis, no sólo económica, sino sobre todo, moral, y de valores, debemos tratar de ser luz y sal en nuestro entorno, debemos de dejar que Dios nos use para transformar la sociedad, y eso no se consigue quedándose sentado, al calor de nuestro local. Es necesario, no sólo abrir los ojos (los físicos y por supuesto, los espirituales), no sólo quejarse de lo mal que está el mundo, no sólo hay que orar. También hay que hacer… ¡Y también hay que dejar de hacer! Hay que ser íntegros, en una sociedad corrupta, hipócrita y deshonesta, y para ello debemos de abandonar nuestras viejas costumbres.
Podría poner muchos ejemplos acerca de ser íntegros o lo contrario, pero en vista a que el fútbol vuelve a estar en boca de todos en estas fechas, pues se juega la Eurocopa, comentaré que es precisamente en momentos de emoción y pasión, como los vividos en los acontecimientos deportivos, donde se puede poner a prueba nuestra integridad. El fútbol, al igual que en muchos otros deportes, existen multitud de imprecisiones, multitud de errores, tanto de cualquiera de los jugadores, como del equipo entero, como del árbitro. Cualquier cosa que surja durante el partido puede llevarnos a un estado de euforia desatada que nos puede hacer perder los papeles, es una pasión mal entendida, mal dirigida.
Cuando hablamos de un deporte que mueve de este manera a las masas (te guste o no, esto es así) a veces es inevitable hablar de la pasión. La pasión forma parte de los sentimientos que Dios ha puesto en nosotros, a la hora de crearnos, pues nos hizo a su imagen y semejanza, esa pasión también la siente nuestro creador. Aunque claro, la mayoría de ocasiones no nos apasionan las mismas cosas. Pero es un buen sentimiento que nos empuja y nos da un extra de fortaleza y aguante en momentos de derrota. La pasión ha llevado a equipos prácticamente desahuciados en un partido, a remontarlos y ganar. Ha llevado a equipos modestos a plantar cara a los grandes, y por supuesto, ha llevado a nuestro Señor a soportar el tremendo dolor de la crucifixión, y llegar hasta el final. Todo por amor, ya amor a tener ese momento de “gloria” humana, o el perfecto amor que nuestro Salvador, ha sentido y siente por nosotros. Hay un abismo de diferencia en el uso de una pasión y la otra. Aquí es donde también interviene la integridad, pues para que Jesús fuera el sacrificio perfecto, tenía que estar completamente libre de pecado, y así fue, y ese fue el ejemplo que nos dejó.
La integridad no consiste en no pecar, pues nuestra naturaleza humana nos va a hacer caer mientras estemos en este mundo, pero sí nos va a hacer intentar no sólo evitar tentaciones y nos ayudará a huir del pecado, sino que cuando caigamos, veremos cara a cara a nuestra culpa y nos llevará al arrepentimiento. La integridad es intentar ser de una pieza, sin fisuras, que nuestros actos concuerden con nuestras palabras, que el pecado sea aborrecible y avergonzante, y no un placer en el que deleitarse. La integridad es evitar todas y cada una de esas oportunidades que se nos presentan en la vida para ser corrupto, mentiroso, o simplemente buscar el bien propio y priorizar el bien ajeno, la integridad es buscar el corazón de un Dios tan amoroso, que quiere contagiarnos de su pasión, la pasión perfecta y verdadera por el mundo, por las almas. La pasión del Señor, que fue tan íntegro, que cuando predicó acerca de que seamos mansos y humildes como él… cumplió hasta el final. Aprendamos del Maestro, e influyamos al mundo demostrando buena pasión y amor.