“Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos” Isaías 65:2
“Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios” Salmo 146:5
Desde recién nacidos buscamos algo a lo que asirnos, y así vemos a niños de apenas un par de días, apretando fuertemente el dedo de alguien que le acaricia, aunque todavía no pueda ver o distinguir claramente quien es. Es un reflejo natural, innato, que va con el ser humano desde su propio origen.
Cuando empezamos a dar los primeros pasos, lo hacemos sostenidos por unas manos estables que, no solamente dirigen nuestros pasos, sino que estamos seguros (aunque no podamos expresarlo aún con claridad) que nos sujeta y no va a dejar que caigamos.
Pero, cuando llegamos a la adolescencia y a nuestra juventud, empezamos a desarrollar ese sentimiento de “ser ya mayores”; de “poder caminar solos”; de “no necesitar que nadie nos dirija”. Y, en muchas ocasiones marchamos de tropiezo en tropiezo, por nuestra torpe forma de rechazar, o por no aprovechar la mano extendida de nuestros padres para agarranos a ellas, para seguir teniendo un punto de apoyo en la cruel y a veces difícil travesía de la vida.
El problema se repite generación tras generación, como sí fuese algo natural y como una parte normal del propio crecimiento. Y con el tiempo caminamos solos, orgullosos, independientes, peligrosamente autosuicientes, dejando también de lado al mejor Padre, a Aquél que siempre está dispuesto a sostenernos, a llevarnos adelante y a ensefiarnos por dónde y cómo debemos caminar.
¿Y tú? ¿En qué mano te apoyas cuando te vas a caer? ¿Quién sostiene tus pasos para que no tropieces? ¿Cuál es la fuente de tu confianza en la vida? ¿Te da garantías aquello de lo que te agarras como sí fuese un elemento seguro?
¿Te sostiene tu amigo “Don Dinero”? Es un refugio peligroso y muy engañoso, porque ¿Quién te garantiza que lo que tienes hoy lo seguirás teniendo toda la vida? Miles de personas que han depositado su confianza en sus pertenencias, lo han perdido todo de la noche a la mañana, y como su “patrimonio” estaba formado solamente por dinero y otras cosas, se encontraron solos, sin amigos, a veces sin familia y en la más absoluta indigencia.
¿Te agarras a tu propio conocimiento y a lo que has conseguido como persona con tu propio esfuerzo? El conocimiento que podamos adquirir siempre será positivo, pero cuando éste te haga una persona insoportable, engreído, pedante tan lleno de ti mismo que no cabe nadie más a tu lado, te darás cuenta de lo superficial que era ese apoyo y al final te caerás sin remedio.
Seguramente habrá muchas más cosas a las que agarrarse que parecen resistentes y duraderas, pero cuando víenen los vendavales de la vida, es la hora de comprobar la resistencia de aquello a lo que nos agarrabanos y que creíamos que nos sostendría para síempre.
Desde hace mucho tiempo, Dios observa la búsqueda vacía de miles de personas de todo el mundo intentando llenar su hueco interior con cosas inconsistentes y efímeras (diversiones, sexo, drogas de todo tipo, etc.), y viendo la incapacidad que tienen para encontrar una mano firme a la que agarrarse, ofrece la suya, abierta, generosa, dispuesta a ayudar y ser el apoyo que necesita tu vida.
Si no tienes una mano firme en quien apoyarte, te animamos a que te agarres fuertemente a Dios, Él siempre es fiel y ha prometído que nunca te fallará ni te dejará caer.
Extraído de un artículo, en el nº 4 de la revista evangélica “Sala de Espera”