Dependencia de la familia

 Y (Jesús) dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.” Lucas 9:59-62

“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.” Lucas 14:26 

“Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.” Mateo 12:48-50

 

Retomamos esta breve serie de reflexiones que comenzamos allá por el mes de octubre con otra de nuestras dependencias fundamentales. Tras el trabajo y la política, ahora hablaremos de la familia.

Es la familia algo muy importante, es la base de la sociedad, y si vamos a hacer una clasificación según que es lo más importante para todos nosotros, seguramente la familia lo sería para una inmensa mayoría. Pero fijaos bien en los pasajes incluídos al principio de este artículo, todos son palabras del mismísimo Jesús cambiando nuestras prioridades acerca de la familia. Las primeras impresiones al leerlos, seguramente nos harían pensar en un Cristo que le quita importancia a nuestras relaciones familiares, pero la verdad es que esto no es así.

Lamentablemente muchos cristianos (o que se hacen llamar así), han tomado estos pasajes como algo literal, abandonando a sus familiares para llevar una vida recluída y despreocupada de los problemas de los suyos, a favor de querer buscar más de Cristo. De ahí han surgido los movimientos ascéticos exclusivistas, los monasterios, la clausura, y … ¡Cuidado! Muchas sectas pseudo-cristianas han basado en una interpretación completamente errónea de estas palabras de Jesús, sus afanes por querer desligar a los adeptos que reclutan, de sus familias. Pero esto no debe de ser tomado así, cuando Jesús habla de “dejar”, o “aborrecer”, no esta hablando de un abandono de nuestras obligaciones familiares, ni mucho menos de nuestro afecto por ellos, Cristo es Dios, y Dios es amor, y el amor siempre va a prevalecer, y siempre va a ser nuestro principal mandamiento y motivación. Lo que Cristo nos enseña es a establecer un orden correcto de nuestra lealtad y obediencia. Cuando ponemos a Dios por encima de todas y cada una de las áreas de nuestra vida entonces todo lo demás cobra mayor sentido. Cuanto más amamos a Dios y apostamos por dedicarle nuestro tiempo, fuerzas, bienes y atención, más amaremos, a nuestras familias. Nuestra vida es completa gracias a Él y eso repercute directamente en como vemos a los nuestros y tratamos con ellos.

Ahora bien ¿Qué ocurre cuando nuestra familia no es creyente y se opone a Cristo y a que nosotros seamos sus discípulos? La clave sigue estando en nuestro orden de prioridades, en quien queremos agradar primeramente.  Si queremos agradar a nuestra familia primeramente, nuestro interés y lealtad por Dios va a menguar y estaremos incurriendo en lo que Jesús denuncia en los versículos de hoy, es decir, dejaremos de ser sus verdaderos discípulos porque estaremos mirando hacia atrás, seguiremos enterrando a muertos que no nos corresponden y no perteneceremos a la familia eterna de Dios. Si queremos agradar a Dios, seguiremos amando y cuidando a nuestras familias, pero tendremos por encima de todo lo demás a Dios y su amor infinito, y es entonces cuando no sólo estaremos invirtiendo en el bienestar de nuestra familia terrenal (aunque no conozca el amor de Dios) sino en construir nuestra verdadera familia, la que va a perdurar por siempre y con los que disfrutaremos por la eternidad a la luz de nuestro Señor. ¿Quiénes forman esta familia? Levanta la cabeza y mira a tu alrededor, estos que están junto a ti, alabando y escuchando de la palabra en las sillas de este humilde salón y de otros alrededor del mundo. Muchos los verás por siempre. Somos una pequeña gran familia en el Señor, y si tu familia también pertenece a Rey de reyes ¡Gloria a Dios! Y si no, sigue orando por ellos, sigue hablándoles del amor de Dios y sigue amándoles con ese amor puesto en ti. Ten fe en que también ellos estarán ahí, cuando llegue el glorioso día señalado.

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