El verdadero descanso

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.”

Jesús, en Mateo 11:28
Descanso

Estamos en agosto, un tiempo de descanso para muchos. Pretendemos descansar en un año, que, aunque los hemos pasado buena parte encerrados en casa, no hemos descansado.

Nos vamos a la playa y tampoco podemos descansar. Si pretendemos viajar a América, la cosa está peor. Además de cómo está la situación en los Estados Unidos y en los países de América Latina, a lugares exóticos y paradisíacos como la famosa playa de Copacabana, en Río de Janeiro no podemos ir, porque todos sabemos cómo está la situación en Brasil.

Si no hubiese ocurrido nada de esta pandemia, posiblemente también hablemos de un fenómeno que se da mucho, que es el de descansar de las vacaciones. A veces, nos afanamos tanto en preparar unas vacaciones, con su viaje, con sus reservas, con todas las cosas que conlleva, que cuando regresamos, lo hacemos agotados y tenemos que descansar de este viaje, y necesitamos unas vacaciones de las vacaciones. ¡Qué ironía!

¿Hay algún lugar donde podamos descansar verdaderamente? ¿Existe en este mundo un verdadero estado de descanso para nosotros?

En Mateo 11:25-30 Jesús da la clave en nuestra búsqueda del ansiado verdadero descanso.

No importa si estamos de vacaciones en un lugar tranquilo y exótico, alejados del mundanal ruido, nuestra alma no descansará sin Cristo.

Y si nuestra alma no descansa, tarde o temprano, el resto de nuestro ser tampoco lo hará porque hay un yugo sobre nosotros que no queremos soltar. Un yugo que confiamos en llevar por nosotros mismos, o incluso lo podemos negar, pero resulta ser una carga demasiado pesada. Una carga en forma de afanes, pensamientos y ansiedades, que nos empeñamos en llevar nosotros porque confiamos en nosotros mismos más que en nadie. De igual manera que una vaca paciendo en el campo, rumia una y otra vez el pasto que se lleva a la boca, así somos nosotros dando vueltas a nuestras cargas y circunstancias.

Da la impresión de que nos gusta cargar con nuestros problemas, porque pensamos que somos los más indicados para resolverlos, y confiar en que el tiempo lo resolverá o se resolverá sólo. Y no es así. Creemos que el tiempo cura las heridas y lo que hace es permitir que sigan infectándose más si no las curamos o, mejor dicho, si no acudimos al que es capaz de curarlas: El médico o el enfermero.

Jesús mencionó la manera práctica de llevar a cabo ese cambio de yugo, del pesado de nuestras circunstancias, por el yugo ligero de Cristo. La clave está en Él.

Cuando hablamos de libertad y de yugo personal, hablamos de someternos al mayor de los tiranos, que no es un dictador político, no es un poderoso terrateniente, no es un jefe muy mandón, ni siquiera es Satanás. El mayor de los tiranos eres tú mismo, y soy yo mismo. Tus (y mis) deseos, tus (y mis) circunstancias, tu (y mi) egocentrismo, todo esto nos domina y deposita en nosotros un yugo mucho más pesado de lo que creemos.

¿Cómo se combate a este fiero tirano? ¿Cómo deshacernos del yugo que ha colocado encima de nosotros? o, mejor dicho, que nos hemos colocado encima nosotros. La receta la da Jesús, y sale directamente de su corazón: Mansedumbre y humildad. Mansedumbre para aprender a ser dominados y someternos, someter nuestro ego (¡No es fácil!), y humildad para proyectarnos fuera de nosotros mismos. Este es un acto de plena confianza.

Pero no es un acto de confianza ciega, como la de los papelitos que se han puesto en muchas ventanas y terrazas, con un dibujo del arco iris y el lema “todo va a salir bien”, sin llegar a saber si realmente va a salir bien. Es la confianza por conocer a Cristo y ser plenamente conscientes de que nadie mejor que Él tiene el control de todas las cosas.

Y cambiar este yugo, porque todos tenemos un yugo, no nos engañemos, ya sea el nuestro o el de nuestro Señor, no es fácil, es una tarea que tenemos que hacer de manera diaria. Ser manso es someterse diariamente, rendirnos a la pelea con nosotros mismos y sacar la banderita blanca, dejar que sea otro quién gobierne nuestra vida. Escupir esos problemas que estamos todos los días rumiando, porque no debemos seguir masticándolos.

Ser humilde es pensar que la vida no consiste en yo, y en mí, y mis circunstancias. No consiste en pasarnos la vida mirando nuestro ombligo, con nuestros problemas y en pobrecito de mí y que mal me va la vida. Consiste en levantar la mirada de ese ombligo y mirar hacia adelante y hacia afuera, mirar a “lo” demás y a “los” demás. Mirar al prójimo y, sobre todo, mirar al Maestro todos los días. Porque este es un trabajo diario. ¿Quieres ser libre y descansar verdaderamente? Mira a Cristo y suelta diaria y conscientemente tus problemas en sus manos. Ríndete y olvídate de ti mismo y sométete a Él. Sé confiado como niño y deja de ser sabio y entendido en tu propia sabiduría. El yugo de Cristo es fácil de llevar. Hallarás descanso en Él.

Santi Hernán

Noticias verano 2020

Desde la Iglesia Evangélica Bautista de San Sebastián de los Reyes-Alcobendas, seguimos agradecidos a nuestro Señor porque no ha dejado de ser fiel, primero a sí mismo, pero también a su pueblo y a su obra:

“El Vínculo”, abre sus puertas y celebra sus primeros cultos

El vinculo

Como ya adelantamos en el anterior boletín, hemos comenzado a celebrar nuestros cultos ya presencialmente en nuestro nuevo punto de misión en Madrid capital. Os recordamos que esta misión se ubica en el céntrico barrio de Bellas Vistas, hacia el centro-noroeste de la ciudad, cerca de Cuatro Caminos y Guzmán el Bueno, en la Av. Doctor Federico Rubio y Galí, 35. Ahí están sirviendo como obreros el joven matrimonio de Jesús Fraidíaz y Keyla García.

Dios nos ha guardado de la pandemia y ya hemos abierto nuestros locales en Sanse y Valdetorres

Aún a pesar de las noticias que se suceden de brotes y rebrotes en distintos puntos de España, desde Sanse estamos gozosos porque el pasado 12 de julio hemos reabierto nuestro local. Eso sí, siguiendo todas las medidas de distanciamiento, de limitación de aforo, de obligatoriedad de mascarilla (tenemos un stock de mascarillas para los visitantes), salvo para el que está en la alabanza, predicación o presidencia. Hemos provisto de gel desinfectante, alfombra en la entrada y hemos establecido protocolos con la ayuda de ujieres, así como una diligente desinfección del local, después de cada culto.

Por cuestiones climáticas y por este protocolo de higienización del local, los cultos los celebramos exclusivamente en domingo y están adelantados a las 11 hrs. También y pensando en hermanos mayores en situación de vulnerabilidad y otros hermanos, así como familiares, amigos y curiosos, hemos comenzado a emitir nuestros cultos en directo por YouTube. El culto se puede seguir todos los domingos desde la página principal de nuestra web iebsanse.com

IEB Sanse

Desde nuestra misión en Valdetorres, se han abierto también las puertas del local y se están siguiendo los mismos protocolos de desinfección y distanciamiento entre personas. Tanto en Valdetorres, como en Madrid “El Vínculo”, los cultos se están celebrando, todos los domingos, a las 11.

¡A Él sea la gloria!

Volver a adorar juntos

“Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.”

Juan 4:23

¡Ahora sí! Si va todo bien, y las amenazas de los rebrotes nos respetan, julio parece ser el mes en el que regresaremos al local, aunque no será de manera inmediata, y por precaución, y para permitir que prácticamente todos (mayores y pequeños) podamos disfrutar de estar juntos, y para que se garantice la seguridad y la salud de todos.

Quizá una de las mayores motivaciones es el poder vernos, estar juntos, y veremos si nos podemos abrazar, pero creo que, aunque con un poco de miedo al principio, luego se romperá el hielo y todo irá bien. Ya, algunos nos hemos visitado entre nosotros. Nuestros pastores han estado con prácticamente todos los hermanos. Vamos tentando el suelo para ver si realmente está firme.

Además de encontrarnos los unos a los otros, vamos a “encontrarnos” con Dios. Pensando en esto, el caso es que debemos de reflexionar en qué se basa realmente nuestra vida espiritual. Es decir ¿Dónde, cuándo, y cómo vamos a encontrarnos con Dios? En la iglesia ¿No?

“Vamos a la iglesia”, una frase muy típica para ¿encontrarnos con Dios? ¿Para vivir una vida espiritual en este recinto? Veamos que dice la Palabra al respecto.

El encuentro de Jesús con la mujer samaritana, que encontramos en Juan 4:1-42, siempre me ha fascinado, por ser una de las escenas que mejor se pueden contextualizar a nuestros días y habla precisamente de en qué consiste una verdadera vida espiritual.

Nos encontramos a Jesús, que se detiene junto al pozo, en el momento adecuado, y esperando a la persona adecuada: Una mujer, que podría ser perfectamente el opuesto a lo que entendemos que debe de ser una persona decente. Incluso podemos llegar a ser tentados de pensar que, si nosotros estamos lejos del ejemplo de Jesús, esta mujer se encuentra a “años luz” de distancia, por varios motivos.

¿Qué clase de mujer era esta samaritana para llegar a ser considerada así? Quizá para la tolerante y avanzada mente de cualquier persona de occidente del siglo XXI no es para tanto, pero en aquella época se juntó:

Primero, el hecho de que era una mujer. En aquella cultura, hombres y mujeres que no sean matrimonio no trataban entre sí, ni siquiera se acercaban y mucho menos cuando el varón era un rabí (maestro) judío.

Segundo, la mujer era samaritana, lo que representaba una etnia profundamente menospreciada por el pueblo judío. Los samaritanos eran fruto de antepasados del reino de Israel que se habían mezclado con otros pueblos paganos, desobedeciendo así la ley de Moisés. Además, los samaritanos, al tener vetada la adoración normativa de los judíos, en el templo de Jerusalén, ellos tenían su propio lugar de adoración en el monte Gerizim. No era el lugar adecuado y en ese monte se realizaban además frecuentes sacrificios paganos.

Y tercero, y no menos importante, el estilo de vida de la samaritana no era precisamente ejemplar y esto se demuestra en qué clase de vida familiar estaba teniendo. Cinco esposos que tuvo y con el último ni siquiera se llegó a casar y estaban conviviendo en concubinato. Algo que hoy muchos viven en nuestra sociedad, era un escándalo en aquel contexto, aunque sabemos que es algo que desaprueba en términos generales la Palabra de Dios y nosotros como cristianos no debemos practicar.

Sin embargo, Jesús, lejos de juzgarla, simplemente le expuso su vida delante de ella, no para que se sintiera culpable sino para demostrar de que Jesús es aquel a quien todos (judíos, samaritanos y gentiles) esperaban y necesitaban. Al final resulta que esta mujer no está más lejos de Dios que cualquiera de nosotros.

Pero el quid de la cuestión está en la afirmación posterior de Jesús. Ante la confusión religiosa y ritual de la samaritana. Esa que tanta gente en el mundo tiene, sobre las discusiones acerca de cuál es la verdadera religión, o cual es aquella creencia superior o válida, Jesús señala a la actitud correcta en la adoración y el objeto último de la adoración.

La actitud correcta se resume en la famosa frase: “En Espíritu y en verdad”. Es decir, siendo impulsados por el propio Espíritu Santo, el mismo que puso en marcha a la Iglesia en Pentecostés y el mismo que sigue hoy impulsando al pueblo de Dios hacia la misión que tiene que cumplir. En cuanto a la verdad, más allá de ser un concepto abstracto, es la mismísima persona que pronunciaba estas palabras delante de esta mujer. En otro pasaje del mismo evangelio de Juan, Jesús se refiere a sí mismo como “el camino, la VERDAD, y la vida” (Jn. 14:6). Así que Jesús es el motivo correcto de la adoración.

¿Y cuál es el objeto? Jesús señala al Padre, que busca verdaderos adoradores. De esta manera, el motivo, el objeto de nuestra adoración son las mismas tres personas de la trinidad, que Jesús define de manera magistral en esta conversación.

¿Y el templo? ¿Y el monte? ¿Y el local de la iglesia? ¡Ah, sí! Están para vernos los unos a los otros y seguir adorando, pero esta vez, todos juntos y eso sí, sin olvidar cuál es la motivación y el objeto adecuados.

Santi Hernán

selfie frente a la gioconda

¿Podemos sacar algo bueno de todo esto?

“El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre.”

Eclesiastés 12:13
Selfie de jóvenes con mascarilla frente a la Mona Lisa
Los nuevos tiempos

Abril, mayo y ahora junio. Posiblemente este sea el tercer mes completo que pasemos separados. Y aunque volvamos a finales de junio (estamos pendientes de las famosas “fases” del desconfinamiento) llevaríamos sin vernos desde antes de mediados de marzo (el último culto en nuestro local fue el del día de la Biblia, el pasado 8 de marzo). Acabaríamos como mucho, 16 semanas separados.

Estos meses se han visto como muy duros, muy oscuros, muy inciertos, de mucho sufrimiento e impotencia al permanecer prácticamente encerrados en nuestra propia casa. Y mientras los medios de comunicación masivos no han dejado de bombardearnos de noticias, a cuál peor, especialmente en los días de mayor pico de contagios y fallecidos. Ahora le toca sufrir a la economía del país y de muchas familias, y su recuperación se prevé más lenta y tediosa si cabe, y dejará más dolor e incertidumbre por el camino.

El mundo ha cambiado tanto en tan poco tiempo… y creemos que para mal. Ahora nos obligan a ser menos sociales, a tapar nuestra sonrisa, a separarnos y distanciarnos y todo en favor de la seguridad, aunque también con un componente de miedo. ¿Habrá valido la pena todo esto?

En situaciones así ¿Cuántos se habrán preguntado esto último? ¿Cuántos se habrán formulado la manida pregunta de “Donde está Dios en todo esto”? Si ni siquiera las iglesias nos podíamos reunir. Si nuestra experiencia de cultos ha sido distorsionada por estar presentes frente a una pantalla. Si no podíamos salir a la calle a predicar el evangelio. ¿Por qué ha permitido todo esto? ¿Ha valido la pena? ¿Realmente podemos sacar algo bueno de todo esto?

Esta experiencia del coronavirus, que bien podría ser frustrante por todo lo vivido y del modo en el que hemos vivido, puede ser perfectamente trasladable a la vida en general, para muchas personas. Una vida tan dura, que aparentemente no ha hecho más que dar una frustración tras otra, al final ¿ha merecido la pena?

Salomón y Moisés

Hay un libro bíblico que se ocupa de este discurso y es el de Eclesiastés. Y eso que su autor no ha vivido en penurias ni en crisis ¡Al contrario! Tuvo todo lo que quiso y aprendió y conoció y experimentó lo que le placía. Cualquiera podría firmar una vida como la suya, la del predicador que habla, que fue ni más ni menos que el rey Salomón. Él mismo se preguntó si valió la pena.

Pero no hablaré sólo de este discurso y su predicador, como paradigma de la vanidad de la vida, sino de otro que podríamos decir que su vida quedó reducida a un “quiero y no puedo”, como Moisés.

Moisés fue llamado a libertar a su pueblo Israel de manos de Egipto y llevarlo a la tierra prometida de Canaán. Lo que en un principio fue un éxito, se convirtió en fracaso, como tantos otros, con el correr de los días, semanas, meses y años.

Un pueblo entero confinado, no en sus confortables casas, sino en un riguroso desierto, que no destaca por ser el más grande del mundo, pero casi se convirtió en el más extenso dado el tiempo que pasaron vagando (40 años se dice pronto) y para colmo quejándose día sí y día también.

En lugar de fijarse en la liberación de la esclavitud, la llegaron a echar de menos y en lugar de fijarse en la provisión diaria de Dios, se quejaron de lo que les faltó (y aun así Dios se lo proveyó por su insistencia).

Así podemos vernos a nosotros mismos. ¿Cuántas veces hemos criticado lo tercos que eran los israelitas en el desierto cuando no dejan de ser un espejo en el que mirarnos nosotros?

Moisés fracasó porque pudiendo ser y vivir como un príncipe en la mayor potencia mundial, huyó y fue pastor de cabras en la periferia. Fracasó porque libertó a un pueblo quejica y desagradecido, y porque en lugar de gratitud, recibió duras críticas de los suyos, y porque asistió frustrado al enésimo acto de rebeldía y desobediencia del pueblo, cuando bajó del monte Sinaí, y encima acabó sus días sin poder disfrutar de Canaán, más que viéndolo de lejos (como nosotros ahora, que estamos viéndonos de lejos).

Y si le damos la vuelta a la situación…

Pero…

¿Y si le damos la vuelta a la situación y comprobamos que Moisés realmente no fue un fracasado?  Moisés fue realmente un instrumento útil en manos de Dios. Y sí cumplió con sus planes. El pueblo entró finalmente en Canaán, pero no esa antigua generación que prefirió la ingratitud y desidia y a la que el propio Moisés acabó sumándose.

¿En serio vemos a Salomón como fracasado con todo lo que hizo y la sabiduría de lo alto que aplicó durante un tiempo? ¿Y si se sintió fracasado en una vida vana, porque buena parte de su vida no tuvo en cuenta a Dios, igual que el terco pueblo de Israel en el desierto?

¿Y si nosotros nos sentimos frustrados y fracasados porque hemos apartado a Dios de la situación de crisis actual?

¿Has aprovechado este tiempo adecuadamente a la luz de la gloria de Dios o por el contrario no has dejado de lamentar lo vano que es todo mientras no dejas de dar vueltas en tu propio desierto? En tu mano está concluir si has sacado algo bueno de todo esto.

Santi Hernán

Bienvenidos a la nueva normalidad

“Entre los débiles me hice débil, a fin de ganar a los débiles. Me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles.”

Pablo, en 1 Corintios 9:22

Hace aproximadamente algo menos de dos meses y medio, los menos avispados mirábamos de reojo las noticias sobre un virus que estaba asolando el lejano Oriente, y de la poca importancia que le dábamos por la lejanía geográfica o el desconocimiento de la enfermedad, no podíamos llegar, ni siquiera a imaginar que nos iba a cambiar tanto.

Ya no es que nos dejara confinados en casa como nunca antes nos había ocurrido, ya no es sólo que asistiéramos atónitos al colapso de un sistema de salud del tamaño del nuestro, ya no es sólo la cantidad de empleos que se han extinguido y la próxima ruina económica, y sobre todo, ya no es sólo la tragedia que está dejando (estamos en mayo y esto aún no ha acabado, señores) de decenas de miles de fallecidos, y eso sólo en España, sino que este virus, que algunos lo infravaloraban calificándolo como una simple gripe doce semanas atrás ha cambiado occidente, y ya de paso, el mundo entero, para siempre.

En la intensidad de estos hechos, no son pocos los que afirman que esta ha sido como aquella guerra que nuestros abuelos sufrieron, o como aquella dictadura que nuestros padres vivieron. Esta generación quedará marcada por el Covid-19.

A la fecha en la que estoy escribiendo esto (27 de abril) aún no tenemos del todo claro cuando nos saldremos definitivamente del confinamiento y de qué manera se producirá este desconfinamiento, por lo que no puedo dar una fecha de regreso a nuestros cultos en nuestro local y a las actividades cotidianas, como los solíamos hacer. Lo que sí que está claro es que tendremos que replantearnos muchas cosas, sobre todo, a la medida de la evolución de la pandemia y sus consecuencias a corto y largo plazo.

Me explico con diversos ejemplos que encontramos en la sociedad: A las medidas de seguridad que todos conocemos y que debemos de cumplir, como el uso de mascarilla (como la de la foto) y guantes, la distancia social, o las medidas de higiene, se están haciendo controles en las carreteras y en las entradas a algunas empresas, se están desinfectando periódicamente las instalaciones, se están reduciendo y espaciando los aforos en los recintos deportivos, se están cancelado definitivamente numerosas competiciones, y otras se están replanteando de manera más simple, se ponen mamparas en bares, restaurantes y cajas de supermercado, el teletrabajo ha venido para quedarse, el curso en colegios, institutos y universidades así como la temporada turística de verano se han echado a perder este año. Y, en definitiva, todo se hace más en la distancia.

Y la iglesia ¿Qué? ¿Iremos a remolque del resto de la sociedad como habitualmente estamos haciendo? ¿Seguiremos igual? ¿Tomaremos medidas? ¿Hemos pensado en ello?

Es evidente que nada sustituye el contacto humano, el poder estar juntos, abrazarnos y saludarnos con un beso santo. Pero me temo que esto se tendrá que limitar de alguna manera y que habrá mucho miedo, sobre todo al principio.

Cuando volvamos no es de extrañar que la asistencia a nuestros cultos caiga de manera estrepitosa, y con razón.

Ya no estamos hablando de un miedo irracional e infundado, sino que hay bastantes expertos que hablan de posibles rebrotes en un futuro próximo, o incluso no se descarta que surja una nueva cepa o mutación del Covid. Recordemos que el actual no es el primero que está viviendo la humanidad, sino que ya hubo otro Coronavirus de tipo SARS (que afecta al sistema respiratorio) que arrasó en Asia, en 2002. Y luego hubo otra variante, en 2012, que quedó concentrado en Oriente Medio, llamado MERS. Y aún no hemos vencido totalmente este actual Covid-19, falta una vacuna, que no llegará mañana, sino que puede tardar fácilmente más de un año.

Vuelvo a repetir la pregunta anterior ¿Qué hará la iglesia? ¿Ha pensado en algo? Por cierto, en todo momento hablo de la Iglesia cristiana en general, no me refiero a la nuestra, aunque también podríamos ver qué podemos hacer nosotros a nivel local. ¿Nos adaptaremos o nos quedaremos atrás?

Ante lo que parece un auténtico cambio del paradigma, hay un pasaje bíblico que habla sobre la flexibilidad del cambio de la cultura y saber adaptarse a este cambio y es el ejemplo que puso el propio apóstol Pablo, hablando de su ministerio en distintas partes del mundo que recorrió, en el pasaje de 1 Corintios 9:19-23. El fin y la meta es la misma, eso no cambia: vers. 19: “para ganar a tantos como sea posible”. Pero luego habla de su adaptación a la cultura judía, y a la cultura gentil, su adaptación a los que son más maduros en la fe y los que son más primerizos. Como iglesia, tenemos que aprender, como Pablo, a adaptarse a los nuevos tiempos, a las nuevas culturas e ir a la vanguardia de lo que está por venir. Lo que era normal, hace un tiempo, ha cambiado. Nos guste o no, todos somos ahora bienvenidos a la nueva normalidad.

Santi Hernán

Libres en el Señor

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”

Jesús, en Juan 8:36

Estaba programado otro artículo para este mes, en el que los cristianos celebramos principalmente la buena noticia (evangelio) de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, en la conocida “Semana Santa”, también tenía programado hablar sobre la buena noticia del nacimiento de nuestro nuevo punto de misión en el noroeste de Madrid (en el barrio de Bellas Vistas, más al sur del barrio de  Valdezarza), pero una muy mala noticia ha arrasado desde el pasado mes de marzo con todo lo demás, como si se tratase de un tsunami.

En 43 años de historia de nuestra iglesia, nunca nos hemos dejado de reunir, y mirad que hemos pasado por muchos problemas de diferente índole, pero la iglesia ha seguido congregándose domingo tras domingo, si no es en nuestro local, ha sido en alguno de los retiros anuales que hemos celebrado. Pero lo que comenzó en marzo ha pasado por encima de nuestras expectativas, en el sentido negativo de la expresión.

¿Quién iba a imaginar, a principios de este 2020 que una catástrofe sanitaria de proporciones épicas iba a alcanzar con especial fuerza nuestro país, hasta tal punto de obligarnos a confinarnos en nuestros hogares? Todas las iglesias en nuestro país han tenido que cerrar sus locales de reunión (que no la iglesia) ante la amenaza de un virus extremadamente contagioso y letal, sobre todo, para nuestros amados mayores.

Lo que es seguro, es que la potencia de este evento marcará sin duda un antes y un después en nuestra historia, y en la fecha en la que escribo estas líneas apenas vislumbramos la mitad de este estado.

Este antes y después, ha hecho que este mes, me cuestione el poner anuncios en este boletín o lanzar aparte nuestro entrañable boletín de oración “Clamemos”, porque este debía de ser monotemático. Al final, juntaré ambos en este “Ágape”, cambiando la actividad por la oración. Por lo que encontraréis motivos suficientes por los que orar más abajo.

Pero como dije antes, hay dos eventos que parecen haber sido cubiertos por el oscuro manto de la incertidumbre y la calamidad del Covid-19: uno es la celebración casi universal de la semana de pasión de nuestro Señor y otro, más local, la posible inauguración de nuestro nuevo punto de misión en Madrid.

Con el virus rondando nuestras calles, copando medios de comunicación y conversaciones y, sobre todo, provocando un enorme drama en toda la sociedad ¿Cómo compaginarlo con las buenas noticias que están ahí?

Miro por la ventana de mi confinamiento y veo a la gente en otras ventanas y balcones, e una especie de injusto arresto domiciliario, para un país acostumbrado a la calle y a los abrazos. Pienso que el ansia de libertad está más patente que nunca.

Pero estamos en nuestras casas, rodeados de comodidades, con la ventana artificial al mundo que representa internet y la televisión, y con la perspectiva histórica de los avatares de nuestros antepasados, y podemos pensar que quizá no estamos tan mal, pero el ansia de libertad sigue ahí.

Nuestra esperanza es que el día de mañana esto pase (y no dejamos de repetirnos como un mantra el “… y pasará”) y cuando salgamos a la calle, experimentaremos el disfrute de un tiempo de una maravillosa primavera, pero esto también pasará… porque nuevos problemas vendrán, y serán muy duros.

Y aunque estemos en la calle, en el campo, en la montaña, en la Puerta del Sol empapándose del ansiado gentío, seguirá habiendo ansia por la libertad.

Dios nos ha creado así, libres y responsables. Tenemos capacidad de decidir qué hacer, pero a la hora de la verdad, hay un amo mucho mayor que unas autoridades públicas y sanitarias que nos retienen y nos confinan en nuestro ego, y ese es el pecado.

Algunos ven el pecado como lo más feo y desagradable del mundo (y en el fondo sabemos que lo es), pero se disfraza de un bonito deseo que sale de lo profundo de nuestro corazón, y no sólo eso, sino que se convierte en nuestro tirano, ese que nos hace querer escapar y ser libres.

¿Creemos ser libres cuando hay algo que nos confina más que cuatro paredes? Nosotros podemos pasar hasta un mes “encerrados” en nuestras casas, pero os aseguro que hay hermanos en la fe, que llevan años encerrados en una cárcel (ya sea por persecución o por ser criminales que han entregado su vida al Señor entre rejas) y que son más libres que muchos que creen que pueden ir donde quieran, porque al final de sus vidas no podrán elegir.

Esta es la libertad que nos da el Señor y que se consumó el día que encomendó su espíritu al Padre y también el día que se levantó de la muerte, mostrándonos el camino que seguiremos también nosotros.

Esa es la libertad que nos dio aquel Cristo, en aquella semana, que en fechas como las que estamos, celebraremos (en casa).

Pero esta también es la libertad que hemos de proclamar, y que de hecho estamos haciendo en nuestras ciudades, pueblos y barrios, como aquel barrio con esa incipiente congregación que está naciendo muy cerca del corazón de la ciudad de Madrid, en el barrio de Bellas Vistas, entre Cuatro Caminos y el barrio de Valdezarza (barrio donde iba a estar inicialmente) y del que damos buena cuenta con sus datos en este nuevo boletín.

Ansias de libertad es lo que tenemos. Seguramente ante el sufrimiento de muchos enfermos en sus camas, esperando su desenlace y queriendo salir de aquellos hospitales abarrotados y desbordados, lo que desean es salir, obviamente sanos y limpios, pero seguro que los habrá que nos les importará salir de otra manera, con tal de que acabe su sufrimiento y agonía. Este mundo está en agonía, lo llevamos viviendo mucho tiempo.

Pero no quiero acabar con mal sabor de boca porque, aunque sabemos que sólo Cristo nos puede hacer verdaderamente libres, aún la humanidad conserva esos pocos retazos de la imagen divina que nos hemos empeñado en deteriorar. La imagen en portada representa parte de esos retazos, en forma del reconocimiento del trabajo duro de muchas personas que están arriesgándose y dejándose la piel: sanitarios y personal de hospitales, limpiadores, policías, guardias civiles, ejército, personal de supermercados, agricultores, transportistas… y muchos que se han ofrecido para ayudar, con cuantiosas donaciones y por aquellos que con estoicismo se sacrifican escondidos en casa. Tanto por lo que agradecer y tanto por lo que aplaudir. ¿Y la iglesia? ¿Qué podemos hacer? Pensemos en ello… de momento, sigamos orando y clamando por nuestro país. A continuación, proponemos una serie de motivos de gran importancia.

Santi Hernán

 

Especial de oración “¡Clamemos!”

Enfermos y familiares

El primer motivo no puede ser otro. Hay tantos, y probablemente conozcamos en persona a algunos. Que el Señor sane y limpie a los afectados por coronavirus. Que dé paciencia y consuelo a los familiares y sobre todo a aquellos que han perdido un ser querido.

En primera línea

Lo dicho antes, personas que se dejan la piel: Médicos, enfermeros, celadores, limpiadores, administrativos, conductores de ambulancia, personal de seguridad, policías, guardias civiles, militares, personal de mercados y supermercados, agricultores, transportistas, fabricantes de equipos de protección, investigadores, y tantos que están remando en la misma dirección para que esto acabe.

La crisis que viene

Lo que vendrá después de esta pandemia puede llegar a ser más mortífero que la propia enfermedad. Una gigantesca crisis económica que amenaza con llevarse por delante a empresas, trabajadores y familias. Oremos por que el Señor vuelva a multiplicar los panes y los peces.

Nuestros gobernantes

Que aún a pesar de todo, incluso de sus propios intereses, el Señor les dé sabiduría y misericordia para saber sacrificarse a sí mismo y sepan gobernar en medio de este caos.

En el extranjero

Fuera de nuestras fronteras tenemos a Italia, China, Estados Unidos, Alemania, Irán (como mayores afectados) y tanta cantidad de países, especialmente los más pobres. Que el Señor tenga misericordia de este mundo.

Otros enfermos

No todos padecen coronavirus. Hay muchos enfermos, sobre todo, entre nosotros, que pueden verse desplazados por el empuje de la urgencia por esta pandemia. ¡No los olvidemos!

La misión

El evangelio es ahora más que nunca pertinente y necesario. Que el Señor nos dé la visión necesaria para saber cómo gestionar este tiempo tan extraño y que sepamos manejar el tiempo de incertidumbre que vendrá después. No olvidemos orar y dar las gracias por nuestra nueva misión en Madrid y por Jesús, Keyla, Victor y Linda, que están al frente.

Marzo: El día de la Biblia

“Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.” Nehemías 8:8

Como cada año, celebramos en marzo el día de la Biblia. El Día de la Biblia se celebra el segundo domingo de marzo, en conmemoración del 7 de marzo de 1804, año en el que se fundó la primera Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, pionera de la obra bíblica en España.

Sin lugar a duda la Biblia merece que se le celebre un día, porque sabemos que es la revelación de Dios escrita, y que ha sobrevivido el paso de los siglos y ha llegado hasta nosotros incluso después de haber intentado ser destruida, censurada, prohibida, manipulada, negada, menospreciada, ocultada y un largo etcétera… sin éxito. El hecho de que la tengamos es otro de los muchos milagros de Dios y es gracias a su provisión y misericordia que la podemos leer, estudiar y conservar en nuestro idioma. ¡Qué privilegio!

Si hay una manera oportuna de celebrar la Biblia es sin duda leyéndola, pero creo que está muy manido eso de (simplemente) leer la Biblia. Creo que la Palabra divina merece algo más.

Seguro que si alguien muy importante para ti te dice algo que es igualmente importante ¿A qué prestas especial atención a lo que te dice?

Uno puede oír como cuando tenemos puesta la televisión de fondo, mientras tenemos una conversación con un amigo. Normalmente prestamos la atención a la persona con quién hablamos e ignoramos a la televisión, pero no siempre es así. La distracción está ahí presente y nos puede entorpecer el diálogo.

Lo mismo sucede al tratar de escuchar la voz de Dios cuando leemos su Palabra. Debemos de concentrarnos porque es fácil distraernos.

Esdras y Nehemías, como líderes del pueblo de Dios, en Jerusalén organizaron un encuentro con todo el pueblo reunido y consideraron sabiamente oportuno el leer el libro de la ley (para nosotros es el Pentateuco, es decir, los primeros cinco libros de la Biblia, ya que obviamente no tenían el Antiguo Testamento) y nos dice el pasaje en cabecera que lo leían claramente, poniendo el sentido para que entendiesen la lectura. Esto es lo que se podría decir que era una predicación de la Palabra, pero también podría ser considerado como un estudio. Porque leer las Sagradas Escrituras no es, ni mucho menos leer algo de corrido y recitarlo sin más, sino entender bien lo que Dios nos quiere decir a través de ella.

Por ello, lo que tenemos que hacer, más que leer, es estudiar la Biblia, escudriñarla, sacarle todo su jugo, alimentarse con ella, no sólo “picotear” versículos como muchos tienen por costumbre.

Estudiar la Palabra implica el sentarse con rigor y seriedad delante de ella, en oración, para que sea el Espíritu Santo quién guíe y nos dé claridad a la lectura.

Dios es el que pone el querer como el hacer. Pero también tenemos que poner de nuestra parte.

Por ello quiero compartir unas breves pautas propuestas por Sociedad Bíblica de España:

Antes de leer cada pasaje, pídele a Dios que te hable a través de su Palabra.

Reserva un tiempo especial cada día para leer la Biblia, y ¡procura mantenerlo! ¡Si puedes encontrar un lugar tranquilo aún mejor!

Tendrás que decidir si prefieres leer a solas o en grupo. La compañía, a veces, ayuda sobre todo para entender el texto. Léelo varias veces. Cuando hayas leído, piensa en las respuestas a estas preguntas:

¿Por qué se escribió este pasaje?

¿Cuál es el significado de cada palabra del texto que yo no entiendo?

¿Qué significado tenía este pasaje para sus lectores originales?

¿Qué me dice a mí este texto hoy?

¿Qué dice el pasaje acerca de Dios?

¿Qué me dice sobre Jesús?

¿Qué pide que haga yo?

Ora y pide a Dios que lo que acabas de leer te ayude a vivir de acuerdo a su voluntad.

Esperamos que estos consejos te ayuden a estudiar su Palabra y seas alimentado e inspirado todos los días.

Santi Hernán

Febrero: El servicio en la iglesia

“sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” Efesios 4:15-16

Me impacta el sencillo y que pasa prácticamente desapercibido testimonio de la sanación de la suegra de Pedro (Mateo 8:14-15). Casi dos líneas para decir dos cosas: ella estaba en la casa de su yerno, postrada en la cama, con fiebre, y Jesús tocó su mano y fue sanada y ella les servía.

Así de simple es este relato, pero que refleja una verdad incontestable. Si has sido sanado es con un propósito.

Igual que la suegra de Pedro, todos estábamos enfermos, todos padecíamos fiebres altas en el alma, y estábamos postrados en la cama de nuestra mediocridad y conmiseración, y tuvo que llegar Jesús y tomarnos de la mano para ser levantados.

La reacción posterior, de servicio inmediato, aunque puede parecer automático, es más complejo de lo que parece. Todos tenemos una mochila con carga de nuestro pasado y de muchas otras cosas que nos lastran que en ocasiones impiden que sirvamos correctamente en la iglesia: Puede ser algún desengaño con algún hermano o con la iglesia entera, puede ser una falta de confianza en los dones que Dios ha puesto en cada uno de nosotros, algún problema personal o puede ser algo más triste, como la falta de amor al prójimo.

Esas cargas no son visibles a simple vista, como el virus que seguramente tendría la suegra de Pedro, que le provocaba esas fiebres. Por eso es imprescindible examinarnos adecuadamente.

Si no estás sirviendo revisa qué hay en tu vida que te impida hacerlo, y ponlo en las manos del Señor, que te sane. El servicio es una de las cosas que primeramente son afectadas cuando tenemos un problema. Dejamos de servir y de dar nuestro diezmo, y luego dejamos de asistir regularmente, para finalmente desaparecer.

Para solucionarlo hemos de admitir que tenemos un problema, y para eso es bueno contar con la ayuda de los demás. La mujer de este relato contó con la ayuda de su yerno, y éste le llevó al único que podía sanarle eficazmente. Si no identificas que tienes un problema y no pides ayuda difícilmente serás sano. Es todo un ejercicio de reflexión personal y de humildad.

¿Por qué servimos? ¿Por qué tenemos que servir? Ahora vamos con el pasaje que se encuentra en la cabecera.

En este pasaje, Pablo le escribe a la iglesia de Éfeso, entre otras cosas, de qué manera ha de funcionar una iglesia y para ello llama a un servicio, variado, con diversidad de funciones y tareas, como la de los apóstoles, los profetas, los evangelistas, los pastores, los maestros, y más… todos constituidos por el Señor (Ef. 4:11-12).

El motivo viene a continuación, y es ayudar a que las personas que componemos la iglesia seamos cada vez mejor, seamos perfeccionados y crezcamos no sólo cada uno a nivel espiritual, sino que la propia iglesia crezca en número y haya más personas que lleguen a conocer a Cristo.

Y dada la diversidad de dones y de funciones, la tarea corresponde a toda la iglesia. Por favor, no esperemos que todo el peso caiga solamente sobre el pastor o sobre el consejo, o apurando un poco, sobre los miembros. Toda la iglesia ha de implicarse de algún modo o en otro.

Si como iglesia queremos crecer (¡y estamos llamados a ello, no podemos quedarnos así!) debemos de estar sujetos a nuestra “cabeza”, que es Cristo, que es quien nos provee y nos guía. Él es que nos sana, como a la suegra de Pedro, pero además nos une

Una iglesia no puede crecer si no está unida, si no vamos todos en la misma dirección. Hemos de aportar nuestra colaboración y ayudarnos mutuamente, según lo que Dios nos haya dado para hacer. Sólo podemos estar unidos y edificados en el único amor verdadero, que es el de Cristo.

¿Has sido rescatado y sanado por Él? ¿A qué esperas? ¡Ofrécete! ¡Hay mucho que hacer en el campo del Señor!

Santi Hernán

Enero: El ministerio pastoral

“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.” Juan 10:11

Bienvenidos al nuevo año 2020. Desde estas breves líneas, esperamos y deseamos que este año sea tan bonito y redondo, como es su número. Desde luego, desde nuestras iglesias tenemos muchas expectativas con respecto a este año, ya que habrá muchas novedades, que el Señor irá añadiendo y revelando según su voluntad.

Como veis, con respecto a este escrito, seguimos el mismo plan que el año pasado, con los boletines mensuales, ya que éstos han funcionado, pero necesitamos que sigan funcionando con su lectura y tomando buena nota de todas las actividades y propuestas que desde aquí se hacen.

Es bastante probable que, con la ayuda y provisión del Señor, se añadan nuevos miembros a nuestra pequeña familia de iglesias (por lo menos un miembro más) y que este boletín llegue también al barrio de Valdezarza, en Madrid capital. Lugar donde hay misión que hacer y por ello, en los próximos meses tanto “Ágape” como “Clamemos” reciban un nuevo lavado de cara con esta nueva incorporación.

Dios nos ha bendecido y sorprendido gratamente durante 2019 y no esperamos menos de 2020. Porque sus planes son mayores que los nuestros.

Esperamos que, asimismo, y en relación a lo anterior, todos podamos ser contagiados por el entusiasmo por este proyecto misionero, en el que además saldremos mensualmente a la calle en viernes, además de continuar con Operación MATEO, avanzando en abrir nuevos hogares y que estos puedan tener más personas, y teniendo un mes especial de campañas en junio, tanto en Sanse, Valdetorres y también el barrio de Valdezarza. Y explorando nuevas posibilidades de alcanzar a aquellos que aún no conocen de Cristo. Esa es nuestra misión y nuestra visión.

Ahora yendo con el asunto que nos ocupa en este mes, tal y como hicimos el año pasado, haremos un énfasis mensual en un aspecto diferente de la vida de la iglesia, y al igual que el año pasado, arrancamos el año con el énfasis en el ministerio pastoral.

No hablé en vano de los proyectos y las expectativas para este año al principio de este escrito. Cuando un año empieza lo normal es reflexionar sobre lo que uno espera de este nuevo ciclo que se abre ante nosotros. Pero en relación a lo que toca este mes, y pensando en lo que es un “buen pastor”, nuestra mente y corazón, en seguida van en busca del llamado “príncipe de los pastores” que es nuestro Señor Jesucristo, el buen pastor por excelencia.

Lo cierto es que pensando en general, en pastores, a veces escuchamos y leemos noticias muy inquietantes en internet o incluso a veces en los medios masivos, acerca de pastores evangélicos que han cometido algún tipo de abuso sexual, o se han enriquecido a costa de una iglesia, o a través de algún tipo de fraude, o los conocidos como abusos espirituales (esto no se oye tanto pero se da muchísimo y es tremendamente peligroso), que son pastores manipulando a su feligresía haciendo uso indebido de su autoridad, para obtener cualquier tipo de beneficio propio, y provocando con ello la destrucción de innumerables iglesias locales, en todo el mundo.

Lo cierto es que aquellos que no cometen estos abusos, que no destrozan iglesias, y que son hombres y mujeres levantados y llamados por Dios y que tratan de acometer su labor con honradez, también se pueden equivocar en un momento dado.

¿Nos podemos fiar entonces de algún pastor? La respuesta corta es sí, del que nunca nos falla que es Cristo, el “príncipe de los pastores”. Pero la respuesta larga es que sí igualmente, pero para no restar ninguna autoridad a los hombres y mujeres que con honestidad procuran gestionar y cuidar de una congregación, aunque se puedan equivocar en momentos puntuales (¿Quién de vosotros no se equivoca?), Cristo mismo es el que llama, el que levanta, el que prepara y equipa y el que conforma el corazón de cada pastor a su propio corazón.

En el pasaje de Juan 10, que es una continua metáfora de la vida pastoril, Jesús se presenta en todo momento como el buen pastor. Un pastor tan perfecto que da su vida por sus ovejas, que se coloca en la puerta del redil para que ninguna sea dañada por agentes externos, que también va a buscar la que se pierde, sea la que sea, cuyos intereses está en la vida, salud e integridad de su rebaño por encima de sus intereses personales. ¡Qué bueno tener un pastor así! ¿Verdad? Ese es Cristo, al que debemos de mirar, y al que nuestros ministerios pastorales deben imitar.

Con todo esto en mente, poniendo nuestra mirada en el buen pastor por excelencia os deseamos un muy ¡Feliz año 2020!

Santi Hernán

Diciembre: Navidad

“Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.” Lucas 2:6-7

Casi no ha empezado el presente mes de diciembre y ya están las calles decoradas, los dulces típicos en las estanterías de los supermercados, los anuncios alusivos en televisión y, en definitiva, ya se empieza a respirar cierto ambiente navideño alrededor, aún en medio de una sociedad fuertemente secularizada, pero que, ya de paso, también se ha empeñado en secularizar la navidad, rebajándola a regalos, luces de colores, tiendas abarrotadas y fiestas acompañadas de familiares y de algún que otro exceso.

Si tú eres cristiano, e independientemente si estás o no de acuerdo con que se celebre, o si estás o no de acuerdo en que se haga en estas fechas, o eres de los que piensan que se trata de un lavado de cara de una vieja fiesta pagana romana, o que quizá no quieres hacerle el juego a los centros comerciales, o al contrario, vives y celebras con pasión estas fechas, has de reconocer que hay una verdad inapelable, y que la recogen de una manera magistral los evangelistas, pero especialmente Lucas: Esa verdad es que Dios mismo, se insertó en la historia humana, como un hombre más, y así lo atestigua indicando que Augusto era el César en Roma, y Cirenio el gobernador de Siria, y que se promulgó un edicto ordenando que todo hijo de vecino fuera empadronado (Lc 2:1-2).

Estos datos que hallamos en la Biblia, aunque quizá no nos digan mucho a nivel espiritual, sí nos sitúan en un tiempo y un lugar concreto y nos hablan de una realidad teológica tan compleja y fascinante, como esperanzadora.

Es compleja y fascinante porque nos revela que el Dios eterno, que nunca tuvo un principio, que jamás tendrá un final, que es autoexistente, que es creador de todo, que ni los cielos, ni la tierra, ni el universo entero, ni ninguna de las dimensiones conocidas ni por conocer pueden contenerle, se hizo limitado, pequeño, frágil, dependiente, y ahora estaba contenido por las paredes de un útero materno.

Ahora se introdujo a sí mismo en un tiempo en la historia humana tan convulso y complejo, tan inestable, tan despiadado y miserable, como era aquella Edad Antigua.

Lo normal en aquel entonces era que un escaso porcentaje de partos tuviera éxito, lo normal era que en medio de ese delicado proceso no sobrevivía o la madre, o el niño o a veces ninguno de los dos.

Lo normal era que pocos niños pasaban de sus primeros años de vida, y más en un territorio periférico del imperio, como era la paupérrima Judea. Lo normal era que toda criatura conviviera con la mugre y toda clase de enfermedades para las que aún faltaban veinte siglos para ser controladas con la penicilina. Y más aún si el bebé como el que estamos hablando halló acomodo en un sucio comedero para bestias, porque era la mejor opción disponible.

Lo normal es que, siendo judío, era un ciudadano de segunda o tercera categoría, al que desde la poderosa Roma miraban con recelo y estaba bajo constante sombra de sospecha por rebelión. Y por supuesto con menos derechos que los que disfruta casi cualquier ciudadano de cualquier país actual.

Ese es el mundo al que Dios decidió venir, en este tiempo y en este lugar ¿Por qué? Sólo Él lo sabe. Lo que es seguro es que lo hizo en el momento adecuado, y por su gracia es que lo hizo cuando perfectamente podía habernos ignorado, dejándonos a nuestra suerte, tratando de buscarle a tientas, subiendo al obsoleto y corrompido templo de Jerusalén o al samaritano monte Gerizim para ofrecer algún tipo de sacrificio animal que le agrade, o siendo sepultados por la dura legislación impuesta por la clase religiosa de los fariseos y escribas de la época.

Y esto es lo que nos lleva a pensar en una realidad esperanzadora, la de Jesús, que ha querido venir y convivir como un hombre normal y corriente, como un siervo, siendo el Dios soberano, e incluso llegando a ser tratado como un delincuente siendo santo. ¿Por qué haría todo esto?

Piénsalo en estas fechas … o en otras si lo prefieres (pero no lo pospongas demasiado) y reflexiona sobre cuál es tu posición ante este Dios que ha bajado a donde estamos, se ha humillado, se ha sacrificado, se ha levantado y ahora desde su trono te ofrece su mano para levantarte de tus propias miserias, y te abre sus brazos para darte el más cálido de los abrazos, el de un padre que espera.

¡Feliz Navidad!

Santi Hernán