3.- La Navidad y el mundo físico

Nebulosa de Andrómeda

Dios miró todo lo que había hecho, y consideró que era muy bueno. (Génesis 1:31a)

Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos.  (Salmo 19:1)

Los docetas pretendían exaltar el nombre de Jesús apartándolo de toda realidad física. Se basaban en una visión de la realidad muy difundida en los primeros siglos de la vida de la iglesia, según la cual el espíritu y la materia se oponen entre sí: lo que es material, por el solo hecho de serlo, es necesariamente inferior a lo espiritual y, según algunos, necesariamente malo. Lo espiritual, al contrario, es necesariamente bueno y superior a los material. Según esto, un Salvador hecho de carne y hueso materiales sería inferior a un Salvador puramente espiritual.

La visión de la realidad que dio origen al docetismo es también muy común hoy. Hoy también mucha gente piensa que hay dos órdenes de la realidad, el material y el espiritual, y que lo importante es lo que sucede en el orden espiritual y no lo que tiene lugar en el orden de la materia. Según esta perspectiva, todo lo “espiritual” es bueno o, al menos, mejor que lo “material”.

Aunque tales opiniones parecen prevalecer sobre todo en ciertos círculos cristianos, y en muchas de nuestras iglesias, el hecho es que son opiniones contrarias a lo que nos dicen las Escrituras. En el texto de 1ª Juan que hemos venido estudiando, se nos dice claramente que hay espíritus que no son de Dios. En otros lugares se habla de “huestes espirituales de maldad” (Efesios 6:12). Y, en cuanto a la supuesta maldad de la realidad física, no hay más que leer la historia de la creación en Génesis para ver que, según las Escrituras, Dios hizo el mundo material y lo declaró bueno.

Todo esto tiene implicaciones tanto doctrinales como prácticas, y ambos niveles se entretejen constantemente.

En el nivel de lo doctrinal, la afirmación de la encarnación del Señor es también una afirmación de la creación y del Antiguo Testamento. Los docetas se veían obligados a negar, no solamente la encarnación, sino también todo el Antiguo Testamento, donde se habla repetidamente de Dios como creador y de la creación física como una realidad buena de la que Dios se ocupa. Fue en respuesta a tales errores que muchos cristianos se dedicaron a buscar profecías en el Antiguo Testamento que se referían a Jesucristo. Esto es sumamente interesante, pues el uso que tales cristianos hacían de esas profecías era muy distinto al del uso que ha venido a ser corriente en nuestros días. Para muchos de nosotros, las profecías son prueba de la divinidad de Jesucristo. Pero para aquellos cristianos antiguos, las profecías eran sobre todo prueba de la autenticidad del Antiguo Testamento. Lo que se debatía no era si Jesús era divino, en eso casi todos estaban de acuerdo. Lo que se debatía era si Jesucristo era puramente “espiritual” y si tenía algo que ver con la creación material y con el Dios que, según el Antiguo Testamento, había hecho toda esa creación. Los docetas se inclinaban a pensar que el Antiguo Testamento no era Palabra de Dios, o que era palabra de otro dios inferior, preocupado por la realidad física en contraste con el Dios Padre de Jesucristo, que no se ocupa de tales cosas. Frente a tales opiniones, las profecías se utilizaban para probar la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Si Isaías, por ejemplo, anunció la venida de Jesucristo, esto es prueba de que el Dios del Antiguo Testamento, que inspiró a Isaías, es el mismo Dios del Nuevo Testamento. ¡En otras palabras, que las profecías se utilizaban, no para apoyar a Jesucristo con la autoridad de las Escrituras, como se utilizan a menudo hoy, sino para apoyar a todas las Escrituras con la autoridad de Jesucristo!

Volviendo al tema que nos ocupa, lo que todo esto quiere decir es que la Navidad ha de ser una celebración de afirmación del mundo físico y de nuestra responsabilidad dentro de él.   Es importante que entendamos que hay que tener cuidado de aclarar lo que queremos decir cuando nos quejamos, por ejemplo, del “materialismo” con que se celebra la Navidad. Si “materialismo” quiere decir respeto hacia las cosas materiales, interés por las necesidades físicas del prójimo, participación en las luchas de nuestros días por un mundo mejor, tal “materialismo” no ha de condenarse, sino que es parte fundamental del mensaje navideño.

Empero en nuestra sociedad de consumo el término materialismo ha adquirido otro sentido, y es bueno que nos detengamos a aclararlo, pues en ese sentido sí es cierto que el “materialismo” es el gran enemigo de la verdadera celebración navideña.

(Continuará)

Adaptado del libro “Probad los Espíritus” por Justo L. González.

Hoy queremos ofrecerles una obra que, aunque no es propiamente música de Navidad, si tiene mucho que ver con el tema que hoy hemos tratado. Franz Joseph Haydn (1732 – 1809), músico alemán, compuso su obra maestra, el oratorio “La Creación”, entre 1796 y 1798. Obra semejante a “El Mesías” de Handel, también utiliza las palabras del texto bíblico. Les proponemos uno de sus coros con trío de solistas más conocidos: “Los cielos cuentan la gloria de Dios”, basado en los primeros cuatro versículos del Salmo 19. Si son ágiles y dominan el inglés, podrán seguir la partitura en el vídeo que les presentamos. Que lo disfruten.

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Hasta la próxima, que Dios los bendiga.

Entradas anteriores:

1.- Origen de la Navidad y el Adviento

2.- La Navidad y la Cultura

 

2.- La Navidad y la Cultura

La Adoración de los magos (El Giotto)

Después de que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente.
—¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? —preguntaron—. Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo. (Mateo 2:1-2, NVI)

En la Navidad la relación entre la fe y la cultura se plantea más agudamente. Durante muchos años prácticas y costumbres de muy diversas fuentes se han incorporado a las celebraciones navideñas. La misma fecha, 25 de diciembre, era la fecha en que se celebraba el nacimiento del Sol Invicto. El árbol de navidad, generalizado en todo el mundo, procede de las regiones más frías de Europa. En casi todo el mundo cristiano se consumen golosinas y alimentos especiales en Nochebuena y Navidad. En resumen, que en todas partes a las celebraciones navideñas se han añadido prácticas y costumbres que no proceden del testimonio bíblico, sino de otras anteriores a la llegada del evangelio a un lugar dado.

Ante esto, nuestra primera reacción puede ser intentar eliminar todo lo que proceda del contexto cultural propio de cada lugar en que el evangelio se ha dado, reacción equivocada por dos razones. La primera es que no es posible separar nuestra realidad de las diversas herencias culturales que nos han traído hasta donde estamos y hecho lo que somos. Todas nuestras expresiones, el lenguaje que empleamos, como reaccionamos y expresamos nuestros sentimientos; tienen lugar en un contexto cultural  y tratar de separar la realidad de dicho contexto, intentando llegar a una verdad absolutamente pura de todo condicionamiento social, es una empresa fútil.

La otra razón por la que no debemos intentar tal empresa es que ello sería una negación del mensaje mismo de la Navidad: que el Dios eterno, la verdad última, se hizo carne, que le hemos visto, no en doctrinas abstractas y altisonantes, sino en un ser humano, de carne y hueso, un hombre histórico, uno de nosotros. La Navidad es la celebración de la encarnación del Verbo eterno de Dios, quien era en el principio con Dios, quien es Dios mismo, en un ser humano. Por ello, la Navidad implica que la presencia de Dios se da en medio de la realidad humana y separar el evangelio de la cultura o de la realidad humana cotidiana, es desencarnarlo, es pensar que la realidad abstracta de nuestras ideas y doctrinas es más importante que la realidad concreta del Verbo hecho carne.

Esto era lo que pretendían aquellos docetas, quienes suponiendo que rendían mayor homenaje al Salvador, intentaron privarlo de su humanidad, pues, según ellos, el Salvador debía ser puramente “espiritual”, su vida puramente “religiosa”, y sus seguidores igualmente “espirituales” y “religiosos”.

En 1ª de Juan se nos dice que el espíritu que inspira tales actitudes, por mucho que parezca ser de Dios, no lo es. Es más, “éste es el espíritu del anticristo”. Nosotros preferiríamos pensar que el espíritu del anticristo es el que se opone a la religión, el de algún enemigo laicista, el de algún estado ateo o el de la frivolidad religiosa. Pero lo que las Escrituras nos dicen es que el espíritu del anticristo es el que pretendiendo rendirle mayor alabanza, niega que ha venido en carne (1ª Juan 4:1-3).

La Navidad celebra lo contrario: que Jesucristo vino en carne. La iglesia antigua comenzó a celebrar el nacimiento del Salvador para contrarrestar la propaganda de los que negaban su nacimiento en carne, y hoy debe recordarnos que la fe cristiana no es cuestión de “religiosidad”, sino de que en Jesucristo Dios se ha hecho uno de nosotros.

Al traer la cuestión de como la celebración de la Navidad se ha mezclado con costumbres y patrones culturales, queremos decir que no podemos deshacernos sin más de todo lo que no sea el mensaje eterno de la Navidad. El mensaje eterno de la Navidad es, en parte, que nuestra realidad temporal tiene importancia eterna. El mensaje de la Navidad, que trasciende toda cultura, es también parte de nuestra cultura. Esto quiere decir que al tratar de determinar cómo hemos de celebrarla, debemos medir nuestras prácticas no en base de su pureza histórica, si son bíblicas o no; sino basándonos en que “lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” (1ª Juan 1:1).

La Navidad y sus celebraciones no han de medirse en base a ideas preconcebidas de lo que es religioso o no o lo que pertenece al evangelio y lo que pertenece a la cultura, sino basándonos en el Señor encarnado, cuya venida la Navidad celebra, y según su vida y enseñanzas. Si una práctica cualquiera afirma esa vida y esas enseñanzas, hemos de retenerla. Si las niega, hemos de rechazarla, o al menos corregirla.

(Continuará)

Adaptado del libro “Probad los Espíritus” por Justo L. González.

Puesto que hemos visto cuestiones acerca de la cultura y su relación con la Navidad, queremos ejemplificar cómo la propia cultura se utiliza para proclamar la encarnación de Dios en Jesucristo. Esta vez lo hacemos con dos vídeos.

El primero presenta una canción cuya letra y música fue compuesta en 1958 por los norteamericanos Katherine K. Davis, Henry Onorati yHarry Simeone. Se trata de “El tamborilero”, también conocida como “El niño del tambor”. Presentada con una hermosa animación, la dedicamos a los niños “desde 8 hasta 80 años”; y nos recuerda que el Niño sonríe cuando le damos lo mejor que tenemos.

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El segundo ejemplo es una parte de “Navidad nuestra”, obra compuesta en 1964 con música del compositor argentino Ariel Ramírez, al que ya mencionamos en la “Brevísima historia de la música en el culto cristiano”; y letra de Félix Luna. El número en cuestión se llama “Los Reyes Magos”, que no llevan al niño oro, incienso o mirra, sino miel, arrope y un poncho blanco de alpaca real para dar calor al niño. Disfruten del ritmo y los instrumentos típicos del folclore suramericano en esta formidable interpretación.

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Desde el extremo norte del continente americano, hasta el extremo sur, con la cultura propia de cada cual, se canta y celebra la encarnación de Dios en el Niño de Belén.

Hasta la próxima, que Dios los bendiga.

Entradas anteriores:

1.- Origen de la Navidad y el Adviento

1.- Origen de la Navidad y el Adviento.

Rembrandt: Adoración de los pastores.

Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. (Juan 1:14, NVI)

¡Miren que vengo pronto! Traigo conmigo mi recompensa, y le pagaré a cada uno según lo que haya hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin. (Apocalipsis 22:12-13, NVI)

Por extraño que pueda parecer, los primeros cristianos no celebraban la Navidad. La más antigua celebración cristiana es el Domingo de Resurrección, observándose al principio la “semana cristiana”, cuyo gran día era el domingo, día de la Resurrección del Señor. Desde fecha muy temprana, comenzó a celebrarse un domingo especial como el gran Día de la Resurrección y en la víspera, después de un largo período de preparación,  se acostumbraba a bautizar a los nuevos convertidos. Las últimas semanas de esta preparación, requerían una disciplina especial y se convirtieron poco a poco en la Cuaresma que quedó fijada en cuarenta días.

El día del nacimiento del Señor no pareció interesar a los primeros cristianos, en parte porque, mientras se sabía la época del año de la crucifixión y la resurrección por coincidir con la Pascua judía, es imposible saber en qué época del año nació Jesús. Algunos cristianos se percataron del valor de celebrarlo y hacia el año 200 algunos lo celebraban el 20 de mayo, otros lo hacían el 20 de abril y otros el 17 de noviembre, variedad de fechas que creaba confusión.

El interés en celebrar el nacimiento de Jesús aumentó a mediados del segundo siglo, cuando surgieron en la iglesia grupos que negaban la humanidad de Jesús. Decían que el Salvador era un ser puramente espiritual cuyo cuerpo físico era sólo una apariencia. Otros decían que aunque su cuerpo era real, estaba hecho de una sustancia espiritual distinta del resto de los hombres. Algunos llegaron a afirmar que Jesús no nació y creció como cualquier hombre, sino que apareció como un hombre adulto poco antes de comenzar su ministerio. Esta doctrina es el “docetismo”, palabra derivada de un término griego que significa “parecer”, considerada muy peligrosa a la fe cristiana una de cuyas doctrinas principales es que Jesús vino en carne. En medio de estas controversias, comenzó en la iglesia el énfasis en el nacimiento físico de Jesús. Algo de esto puede verse en el prólogo al Evangelio de Juan, la Primera carta de Juan y en el Credo de “los Apóstoles” que declara “…nació de la Virgen María”.

Poco a poco se generalizaron dos fechas para celebrar el nacimiento de Jesús: una el 6 de enero, llamada “de la Epifanía” o manifestación, fecha en la que se celebraba el bautismo de Jesús, y el 25 de diciembre que se generalizó principalmente en Roma, convertida de una fiesta pagana al “Sol Invicto” para celebrar el nacimiento del “Sol de Justicia”, Jesús. A mediados del siglo cuarto se celebraban estas dos fechas que fueron compenetrándose hasta que al final del mismo siglo casi todos los cristianos celebraban el nacimiento del señor el 25 de diciembre y el 6 de enero como día de su bautismo y de la llegada de los magos de oriente.

La palabra “Adviento”, que quiere decir venida, identifica un período hacia el final del año cuando los cristianos se preparaban especialmente para la segunda venida del Señor. Pero a medida que se estableció la costumbre de celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, el Adviento se fue transformando en un tiempo de preparación, no ya solamente para la Segunda venida del Señor, sino también para celebrar su primera venida en Navidad.

Debemos señalar que por muchos siglos el Adviento fue visto como un período de penitencia y ayuno y no de celebración, debido al paralelismo que se hizo con la Cuaresma, época de preparación para celebrar el Viernes Santo. A esto contribuyó el que muchas iglesias acostumbraran a bautizar en el día de la Epifanía (día del bautismo del Señor) a los creyentes que no lo habían sido en Resurrección o Pentecostés. Como éstos debían prepararse para el bautismo en ayuno y penitencia y el resto de la iglesia los acompañaba, el Adviento se tuvo como tiempo de penitencia.

Recientemente se ha tendido a recuperar el sentido original de esta estación, principalmente de expectativa y de confianza en las promesas del que vino y ha de venir, y se trata no de una época de duelo y penitencia, sino al contrario, de un tiempo de gozo y celebración.

Así pues, en Adviento y Navidad, celebramos que “el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros”. Juan 1:14ª (Versión Popular).

(Continuará)

Adaptado del libro “Probad los Espíritus” de Justo L. González.

La celebración del Adviento y la Navidad no está completa sin la buena cantidad música de Navidad. Puesto que en Adviento se nos invita a prepararnos para acudir a Belén, queremos comenzar esta serie con el canto de invitación a la Navidad por excelencia: el tradicional Adestes Fideles, el conocido “Venid fieles todos” en español. La interpretación corresponde al concierto de Navidad en Viena en el 2008. Se canta por solistas y coro en latín e inglés. Lamentablemente no he podido conseguir una buena interpretación en español. Espero que lo disfruten.

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Hasta la próxima entrega, que Dios los Bendiga.

Renovarse

Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré” Lamentaciones 3:22-24

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Romanos 12:2

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” 2ª Corintios 5:17

Renovar, ese verbo que tanto gusta al hombre moderno. Nos encanta renovar cosas: nuestro vestuario, nuestro teléfono móvil, nuestro “look”, nuestro coche, la decoración de nuestra casa… o incluso la casa en sí… ¡Nos encanta estrenar, tener cosas nuevas! La publicidad nos bombardea con esa premisa en todo momento.
A Dios también le agrada renovar, pero olvidemos el materialismo para centrarnos en algo mucho más profundo y sustancial, mucho más importante, duradero, más aún… ¡eterno! Su misericordia.
Cantamos y leemos en muchos himnos, cánticos y salmos que su misericordia es para siempre, pero también cantamos (y oramos) que su misericordia se renueva cada mañana. ¿Qué significa esto? Que cada día Dios nos brinda una nueva oportunidad, el día de ayer, con sus afanes, problemas, tristezas, alegrías y errores, pasó, se acabó, quedó atrás. Para bien o para mal, hoy es un día nuevo, con nuevos retos, nuevas circunstancias, nuevos problemas, pero también nuevas oportunidades de parte de nuestro Dios para servirle, para buscarle, para meditar en Él, para ayudar a nuestro prójimo, para intentar ser de buen ejemplo y testimonio, a los demás, para reflejar su amor, para ordenar nuestras prioridades en función de Su palabra, pero sobre todo… para amoldarse a su imagen.
Dios es misericordioso con nosotros, porque sigue esperando a que nosotros también respondemos a esa misericordia, mediante un acto de renovación personal contínua.

En su palabra se nos insta a aprender a renovar nuestra mente, y no hay otra manera de hacerlo que mediante la acción de las escrituras en nuestra vida. Sólo con el conocimiento de Dios, su palabra y su voluntad para nuestras vidas podemos ser renovados de verdad, con su gozo, su paz, su amor, su justicia, su mansedumbre, su sabiduría… cosas imperecederas e importantes, cosas que estarán con nosotros para siempre y nadie nos puede quitar, tesoros que nos llevaremos al cielo y nos serán útiles para cumplir su voluntad y crecer y hacernos como aquel que nos salvó, como nuestro maestro.
La iglesia en general, también esta llamada al reto de renovarse. Hacerlo mediante un aumento del conocimiento de su palabra debe de ser nuestro objetivo semana tras semana, incluso día tras día.

S.H.

¿Halloween, todos los Santos o la Reforma?

“Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos…” (Hebreos 12:1a).

Tres celebraciones muy diferentes que prácticamente coinciden en la misma fecha. ¿Cuál celebrar?

Vayamos por partes:

Halloween. Es una celebración de tradición anglosajona, cuyo origen se remonta a los celtas de hace unos 2500 años. El fin de año celta se celebraba al comienzo del otoño, entonces se hacía el 31 de octubre. Una celebración terrorífica en la que se creía que los muertos abandonaban los cementerios para atormentar a los vivos con infinidad de desgracias. Éstos intentaban defenderse “adornando” sus casas con cosas desagradables pensando que con ello los muertos no los molestarían.

Con el advenimiento del cristianismo, se estableció el día 1 de noviembre la celebración de la fiesta de “Todos los Santos”; pasando a llamarse el 31 de octubre “All Hallows eve”, es decir “la víspera de Todos los Santos”, expresión que tras varias deformaciones quedó en llamarse “Hallowe’en” y finalmente “Halloween”, tal como hoy se la conoce. Sin embargo, pese a la cristianización de la fiesta, los no convertidos al cristianismo conservaron la celebración original con sus referencias al mundo tenebroso de los fantasmas y toda clase de espíritus y genios del mal, con los cuales, si no hacías un “trato”, sufrirías alguno de sus “trucos”; el conocido “trick or treat” de los niños pidiendo golosinas en Halloween.

Ya fuera por casualidad o deliberadamente, el monje Martín Lutero escogió la víspera de Todos los Santos para clavar sus famosas, y poco conocidas, 95 Tesis en la puerta de su parroquia en Wittemberg, dando así inicio al proceso llamado Reforma Protestante. Lutero no fue el primero en llamar la atención a la necesidad de reformar algunas de las costumbres y doctrinas de la iglesia de su tiempo, pero con él culmina una larga historia de protestas y comienza una nueva etapa en la que las iglesias alemanas primero, seguidas de otras más tarde, se separan de la iglesia católica. Quizás el resultado más importante de la Reforma Protestante ha sido poner alalcance del pueblo común el texto bíblico en los idiomas comunes, pues hasta entonces sólo estaba en griego o latín, fuera del alcance de la mayoría de los cristianos.

Visto todo esto, surge la pregunta: ¿Qué festividad celebrar?

Obviamente no Halloween, por pagana, por ser la fiesta del terror, las tinieblas y la muerte que algunas sectas incluso utilizan para realizar ritos satánicos.
Todos los Santos es otra cosa. Si pensamos que los santos son toda esa “multitud de testigos” que han pertenecido al “… linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9); y que han pasado la antorcha del evangelio de una generación a la siguiente, hasta hacerla llegar a nosotros; pues sí, sería una celebración muy apropiada.
Y no hay que decir que celebrar el Día de la Reforma es casi obligado, pues recordamos que a partir de esa fecha  se comprendió que nuestra salvación no depende de las obras que podamos hacer, que es por la sola gracia de Dios, y se consiguió la libertad para leer y escudriñar las Sagradas Escrituras, la cuales dan testimonio de Jesús.
Estas dos son mis opciones de celebración.

Termino completando la cita con que comencé esta meditación:

“Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.” (Hebreos 12:1, 2).

“…de donde vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos” (Credo apostólico).

A Él sea la gloria por la eternidad. Amén.

Los dos rescates

“Afligidos y encadenados, habitaban en las más densas tinieblas
por haberse rebelado contra las palabras de Dios, por menospreciar los designios del Altísimo.” Salmo 107:10-11 (NVI).

Durante los pasados 70 días hemos asistido prácticamente al segundo, en directo y en tiempo real, al rescate de los 33 mineros de la mina San José en el desierto de Atacama en Chile, atrapados a 700 metros bajo tierra. Miles de periodistas nos han informado por la prensa, la radio y la televisión, de todos los pormenores del tremendo y costoso esfuerzo realizado para rescatarlos de las profundas tinieblas del abismo, gracias a Dios con éxito. Según las estimaciones, unos mil millones de espectadores han vivido momentos de angustia, cuando se temía por la muerte de todos ellos; después, llegó la esperanza: estaban vivos y esperaban ser rescatados. Por último, después del esfuerzo y los medios desplegados, el júbilo por el rescate de todos ellos. Se ha hablado de un “nuevo nacimiento”, una “nueva vida”; y algunas otras expresiones semejantes. Los miles de testigos: familiares, amigos, periodistas y los millones que asistieron al rescate por los distintos medios, lanzaron un suspiro de alivio y gratitud por las vidas rescatadas. Cada uno de los rescatados salió de la cápsula “Fénix” con una camisa que en el frente decía “Gracias Señor”; y en la parte trasera se leía “De Él serán la gloria y la honra”, así como la cita del Salmo 95:4, “Porque en Su mano están las profundidades de la tierra, Y las alturas de los montes son suyas”. Las camisas fueron donadas por el hermano del minero José Henríquez, quien es cristiano evangélico y ha sido una especie de guía espiritual para los demás. La idea surgió después que el hermano de Henríquez, también creyente, escuchó una prédica de su pastor sobre el pasaje del Salmo 95.

Hace mucho tiempo se produjo un rescate semejante. Aquella vez se rescataba a millones que estaban sumido en profundas tinieblas. El costo de aquel rescate fue muy alto, aunque sólo uno fue quien lo efectuó con un instrumento muy tosco. No tuvo que penetrar las profundidades de la tierra; sólo fue levantado sobre una cruz de madera, fijado a ella con varios clavos. Había espectadores, pero en vez de exclamaciones de júbilo, se escuchaban insultos y maldiciones; aunque algunos lloraban por lo que estaba ocurriendo.

¿Qué se hubiera pensado si al llegar la cápsula de rescate los mineros la hubieran rechazado, negándose a ser rescatados? Puede imaginarse que lo menos que se diría es que eran unos necios. Sin embargo, aunque el rescate efectuado hace tanto tiempo ofrece un verdadero nuevo nacimiento y una vida nueva y perdurable, muchos lo rechazan, prefiriendo permanecer en la profundidad de las tinieblas.

El rescate de los mineros ha terminado felizmente porque aceptaron subir a la cápsula que los llevaría de nuevo a casa. También puede terminar felizmente el rescate ofrecido por Jesús hace unos dos mil años. Sólo basta que subas a la “cápsula de rescate”, aceptando su sacrificio hecho por ti y para ti.

“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” Juan 3:16 (NVI)
Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto.” 1 Pedro 1:18-19 (NVI)

El Himno: En Jesucristo, mártir de paz

Para terminar, por el momento, esta serie sobre himnos cristianos, he deseado presentar a una de las autoras más notables, y cuyos himnos han sido de gran inspiración para muchas generaciones de cristianos.

Frances (Fanny) Jane Crosby nació en Nueva York, Estados Unidos el 24 de marzo de 1820. A la edad de seis semanas y debido a una infección en sus ojos y no habiendo médico en el pequeño pueblo donde vivían, un supuesto médico le aplicó una sustancia y a causa de esto, quedó ciega. Sin embargo nunca se sintió amargada por esa falta de visión. En cierta ocasión un predicador le dijo: “Es una gran pena que el Maestro no te diera la visión cuando te ha concedido tal lluvia de dones”; a lo que contestó sin titubear: “Si al nacer hubiera podido hacer una petición, habría sido la de nacer ciega. ¿Por qué?, preguntó el predicador: “Porque cuando llegue al cielo, lo que veré por primera vez, será la faz de mi Salvador”.

Probablemente fue la más prolífica escritora de himnos, componiendo más de 8000. En este sentido y refiriéndose a su ceguera, dijo:

“Parece haber sido la intención de la providencia de Dios que fuera ciega durante toda mi vida, y le agradezco por  tal dispensación. Si mañana me ofrecieran una perfecta visión terrenal, la rechazaría. Yo no hubiera podido cantar los himnos de alabanza a Dios si me hubiera distraído por todas las cosas bellas e interesantes que me rodean”.

Entre otros, compuso la letra de los himnos “Santo, Santo, grande eterno Dios”, “Alabad al gran Rey”, “Dime la historia de Cristo”, “Con voz benigna te llama Jesús”, “Comprado con sangre por Cristo”, “Un gran Salvador es Jesús”, “En Jesucristo mártir de paz”, “Cristo es guía de mi vida”, “Dejo el mundo y sigo a Cristo”, “No te de temor hablar por Cristo”, “Avívanos Señor” y “Yo podré reconocerle”.

Fanny J. Crosby falleció el 12 de febrero de 1915, dejando tras ella un inmenso legado musical de alabanza y adoración a su Señor, cuya faz, al llegar al cielo, fue lo primero que vio en su vida.

La música la escribió Phoebe P. Knapp, miembro de la misma iglesia metodista a la que asistía Fanny y una buena amiga de ella. Dispuso de una cuantiosa fortuna que, al morir su esposo, dedicó gran parte de ella a ayudar a los necesitados.

He escogido para presentarles “En Jesucristo, mártir de paz”, que en otras versiones se conoce como “En Jesucristo, el rey de paz”, adaptación al español de Monfort Díaz, que aparece en el Himnario Bautista con el número 323. Los versos originales en inglés pertenecen al conocido himno “Blessed Assurance“, del que hay una versión en español: “Grata certeza”, del cual, lamentablemente, no he podido conseguir una versión cantada adecuada. La letra de “Grata certeza” se acerca más a la original en inglés, y dice así:

Grata certeza; ¡ soy de Jesús!
Hecho heredero de eterna salud,
Su sangre pudo mi alma librar
De pena eterna y darme la paz.

CORO :
Esta es mi historia y es mi canción,
gloria a Jesús por su salvación,
Aun para mi fue su redención:
¡Bendita historia, bella canción!

Siempre sumiso a su voluntad,
glorias celestes empiezo a gustar;
Cuanto más cerca sigo al Señor
Más goza mi alma su amplio perdón.

Siempre confiando, encuentro en Jesús
Paz, alegría, descanso y salud;
Del cielo mi alma llega a gozar,
Mientras a Cristo logra mirar.

Disfrútenlo.

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Hasta la próxima, que Dios te bendiga.

El Himno: Cerca más cerca.

No, no es un error; es otro himno con un nombre muy semejante al de la semana anterior. Como aquel, expresa el anhelo de todo cristiano de estar más cerca de su Señor. Este himno aparece en el Himnario Bautista con el número 264; y en el nuevo himnario Adoración XXI con el número 84.

La letra y la música son obra de Leila N. Morris (1862 – 1929); una prolífica autora y activa miembro de la iglesia metodista, a la que se atribuye la composición de más de mil himnos. Comenzó a componer en 1890 y, cuando comenzó a perder la visión en 1913, su hijo le preparó un enorme pizarrón con pentagramas para que pudiera seguir escribiendo música.

La traducción es de Vicente Mendoza (1875 – 1955). Hijo de un tipógrafo evangélico, Vicente empezó a trabajar en las imprentas desde los once años. Más tarde decidió asistir a un instituto bíblico, sirviendo posteriormente al Señor como pastor itinerante en el Estado de Puebla, México. Siendo estudiante comenzó a componer himnos, letra y música, y también a traducir muchos al español. Es uno de los nombres más mencionados en los himnarios evangélicos.

Este hermoso himno ha sido muy utilizado en reuniones de evangelismo, misioneras y de oración. Vale la pena aprenderlo, lo mismo que todos los anteriormente presentados.

Disfrútalo.

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Hasta la próxima, que Dios te bendiga.

El Himno: Más cerca, oh Dios, de Ti.

El himno que les presentamos hoy es bien conocido, sobre todo, porque según las crónicas de la época, fue el que la orquesta interpretó mientras se hundía el tristemente famoso trasatlántico Titanic. Es el número 307 en el Himnario Bautista.

Su autora, Sarah F. Adams, nació en Inglaterra el invierno de 1805. Aficionada al teatro desde niña, pudo hacer una carrera en la actuación, la cual fue obstaculizada por su pobre salud. Por eso se concentró en sus habilidades literarias, caracterizándose por su rapidez en la composición de obras.

En 1841, su pastor, Rev. William Johnson Fox, estaba recopilando himnos para un Nuevo himnario y se lamentaba que no encontraba un himno adecuado para usarlo junto a su sermón del siguiente domingo. Sara se ofreció para componer uno. Fiel a su promesa. Escribió los versos del que hoy presentamos y su hermana Eliza compuso la música.

Eliza falleció de tuberculosis en 1846; y su hermana Sara falleció el 14 de agosto de 1848, a los 43 años.

La traducción se debe al ya conocido Juan Bautista Cabrera, y lo interpreta un coro de unas cien voces. Demora un poco en cargarse, pero vale la pena. Disfrútenlo.

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Hasta la próxima, que Dios te bendiga.

El Himno: Cuán Gloriosa será la Mañana

El himno que hoy presentamos es relativamente nuevo y muy conocido.

La letra fue compuesta por los hermanos Felicia y Mariano Beltrán a mediados del siglo pasado. La música es de Robert C. Savage. Lamentablemente no he podido conseguir datos sobre ellos; lo cual no debe impedir que se disfrute de él.

El himno expresa la esperanza del cristiano por el mañana glorioso que espera a todos los redimidos cuando el Señor regrese en su Reino Glorioso. En el himnario Bautista aparece con el número 492. Lo escucharemos en una combinación con Más allá del Sol y en la voz de Steve Greene. Disfrútenlo.

Hasta la próxima y que el Señor te bendiga.