2.- La Navidad y la Cultura

La Adoración de los magos (El Giotto)

Después de que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente.
—¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? —preguntaron—. Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo. (Mateo 2:1-2, NVI)

En la Navidad la relación entre la fe y la cultura se plantea más agudamente. Durante muchos años prácticas y costumbres de muy diversas fuentes se han incorporado a las celebraciones navideñas. La misma fecha, 25 de diciembre, era la fecha en que se celebraba el nacimiento del Sol Invicto. El árbol de navidad, generalizado en todo el mundo, procede de las regiones más frías de Europa. En casi todo el mundo cristiano se consumen golosinas y alimentos especiales en Nochebuena y Navidad. En resumen, que en todas partes a las celebraciones navideñas se han añadido prácticas y costumbres que no proceden del testimonio bíblico, sino de otras anteriores a la llegada del evangelio a un lugar dado.

Ante esto, nuestra primera reacción puede ser intentar eliminar todo lo que proceda del contexto cultural propio de cada lugar en que el evangelio se ha dado, reacción equivocada por dos razones. La primera es que no es posible separar nuestra realidad de las diversas herencias culturales que nos han traído hasta donde estamos y hecho lo que somos. Todas nuestras expresiones, el lenguaje que empleamos, como reaccionamos y expresamos nuestros sentimientos; tienen lugar en un contexto cultural  y tratar de separar la realidad de dicho contexto, intentando llegar a una verdad absolutamente pura de todo condicionamiento social, es una empresa fútil.

La otra razón por la que no debemos intentar tal empresa es que ello sería una negación del mensaje mismo de la Navidad: que el Dios eterno, la verdad última, se hizo carne, que le hemos visto, no en doctrinas abstractas y altisonantes, sino en un ser humano, de carne y hueso, un hombre histórico, uno de nosotros. La Navidad es la celebración de la encarnación del Verbo eterno de Dios, quien era en el principio con Dios, quien es Dios mismo, en un ser humano. Por ello, la Navidad implica que la presencia de Dios se da en medio de la realidad humana y separar el evangelio de la cultura o de la realidad humana cotidiana, es desencarnarlo, es pensar que la realidad abstracta de nuestras ideas y doctrinas es más importante que la realidad concreta del Verbo hecho carne.

Esto era lo que pretendían aquellos docetas, quienes suponiendo que rendían mayor homenaje al Salvador, intentaron privarlo de su humanidad, pues, según ellos, el Salvador debía ser puramente “espiritual”, su vida puramente “religiosa”, y sus seguidores igualmente “espirituales” y “religiosos”.

En 1ª de Juan se nos dice que el espíritu que inspira tales actitudes, por mucho que parezca ser de Dios, no lo es. Es más, “éste es el espíritu del anticristo”. Nosotros preferiríamos pensar que el espíritu del anticristo es el que se opone a la religión, el de algún enemigo laicista, el de algún estado ateo o el de la frivolidad religiosa. Pero lo que las Escrituras nos dicen es que el espíritu del anticristo es el que pretendiendo rendirle mayor alabanza, niega que ha venido en carne (1ª Juan 4:1-3).

La Navidad celebra lo contrario: que Jesucristo vino en carne. La iglesia antigua comenzó a celebrar el nacimiento del Salvador para contrarrestar la propaganda de los que negaban su nacimiento en carne, y hoy debe recordarnos que la fe cristiana no es cuestión de “religiosidad”, sino de que en Jesucristo Dios se ha hecho uno de nosotros.

Al traer la cuestión de como la celebración de la Navidad se ha mezclado con costumbres y patrones culturales, queremos decir que no podemos deshacernos sin más de todo lo que no sea el mensaje eterno de la Navidad. El mensaje eterno de la Navidad es, en parte, que nuestra realidad temporal tiene importancia eterna. El mensaje de la Navidad, que trasciende toda cultura, es también parte de nuestra cultura. Esto quiere decir que al tratar de determinar cómo hemos de celebrarla, debemos medir nuestras prácticas no en base de su pureza histórica, si son bíblicas o no; sino basándonos en que “lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” (1ª Juan 1:1).

La Navidad y sus celebraciones no han de medirse en base a ideas preconcebidas de lo que es religioso o no o lo que pertenece al evangelio y lo que pertenece a la cultura, sino basándonos en el Señor encarnado, cuya venida la Navidad celebra, y según su vida y enseñanzas. Si una práctica cualquiera afirma esa vida y esas enseñanzas, hemos de retenerla. Si las niega, hemos de rechazarla, o al menos corregirla.

(Continuará)

Adaptado del libro “Probad los Espíritus” por Justo L. González.

Puesto que hemos visto cuestiones acerca de la cultura y su relación con la Navidad, queremos ejemplificar cómo la propia cultura se utiliza para proclamar la encarnación de Dios en Jesucristo. Esta vez lo hacemos con dos vídeos.

El primero presenta una canción cuya letra y música fue compuesta en 1958 por los norteamericanos Katherine K. Davis, Henry Onorati yHarry Simeone. Se trata de “El tamborilero”, también conocida como “El niño del tambor”. Presentada con una hermosa animación, la dedicamos a los niños “desde 8 hasta 80 años”; y nos recuerda que el Niño sonríe cuando le damos lo mejor que tenemos.

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El segundo ejemplo es una parte de “Navidad nuestra”, obra compuesta en 1964 con música del compositor argentino Ariel Ramírez, al que ya mencionamos en la “Brevísima historia de la música en el culto cristiano”; y letra de Félix Luna. El número en cuestión se llama “Los Reyes Magos”, que no llevan al niño oro, incienso o mirra, sino miel, arrope y un poncho blanco de alpaca real para dar calor al niño. Disfruten del ritmo y los instrumentos típicos del folclore suramericano en esta formidable interpretación.

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Desde el extremo norte del continente americano, hasta el extremo sur, con la cultura propia de cada cual, se canta y celebra la encarnación de Dios en el Niño de Belén.

Hasta la próxima, que Dios los bendiga.

Entradas anteriores:

1.- Origen de la Navidad y el Adviento

2 Comentarios

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