No, no es un error; es otro himno con un nombre muy semejante al de la semana anterior. Como aquel, expresa el anhelo de todo cristiano de estar más cerca de su Señor. Este himno aparece en el Himnario Bautista con el número 264; y en el nuevo himnario Adoración XXI con el número 84.
La letra y la música son obra de Leila N. Morris (1862 – 1929); una prolífica autora y activa miembro de la iglesia metodista, a la que se atribuye la composición de más de mil himnos. Comenzó a componer en 1890 y, cuando comenzó a perder la visión en 1913, su hijo le preparó un enorme pizarrón con pentagramas para que pudiera seguir escribiendo música.
La traducción es de Vicente Mendoza (1875 – 1955). Hijo de un tipógrafo evangélico, Vicente empezó a trabajar en las imprentas desde los once años. Más tarde decidió asistir a un instituto bíblico, sirviendo posteriormente al Señor como pastor itinerante en el Estado de Puebla, México. Siendo estudiante comenzó a componer himnos, letra y música, y también a traducir muchos al español. Es uno de los nombres más mencionados en los himnarios evangélicos.
Este hermoso himno ha sido muy utilizado en reuniones de evangelismo, misioneras y de oración. Vale la pena aprenderlo, lo mismo que todos los anteriormente presentados.
Disfrútalo.
Hasta la próxima, que Dios te bendiga.