Renovarse

«Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré” Lamentaciones 3:22-24

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Romanos 12:2

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” 2ª Corintios 5:17

Renovar, ese verbo que tanto gusta al hombre moderno. Nos encanta renovar cosas: nuestro vestuario, nuestro teléfono móvil, nuestro “look”, nuestro coche, la decoración de nuestra casa… o incluso la casa en sí… ¡Nos encanta estrenar, tener cosas nuevas! La publicidad nos bombardea con esa premisa en todo momento.
A Dios también le agrada renovar, pero olvidemos el materialismo para centrarnos en algo mucho más profundo y sustancial, mucho más importante, duradero, más aún… ¡eterno! Su misericordia.
Cantamos y leemos en muchos himnos, cánticos y salmos que su misericordia es para siempre, pero también cantamos (y oramos) que su misericordia se renueva cada mañana. ¿Qué significa esto? Que cada día Dios nos brinda una nueva oportunidad, el día de ayer, con sus afanes, problemas, tristezas, alegrías y errores, pasó, se acabó, quedó atrás. Para bien o para mal, hoy es un día nuevo, con nuevos retos, nuevas circunstancias, nuevos problemas, pero también nuevas oportunidades de parte de nuestro Dios para servirle, para buscarle, para meditar en Él, para ayudar a nuestro prójimo, para intentar ser de buen ejemplo y testimonio, a los demás, para reflejar su amor, para ordenar nuestras prioridades en función de Su palabra, pero sobre todo… para amoldarse a su imagen.
Dios es misericordioso con nosotros, porque sigue esperando a que nosotros también respondemos a esa misericordia, mediante un acto de renovación personal contínua.

En su palabra se nos insta a aprender a renovar nuestra mente, y no hay otra manera de hacerlo que mediante la acción de las escrituras en nuestra vida. Sólo con el conocimiento de Dios, su palabra y su voluntad para nuestras vidas podemos ser renovados de verdad, con su gozo, su paz, su amor, su justicia, su mansedumbre, su sabiduría… cosas imperecederas e importantes, cosas que estarán con nosotros para siempre y nadie nos puede quitar, tesoros que nos llevaremos al cielo y nos serán útiles para cumplir su voluntad y crecer y hacernos como aquel que nos salvó, como nuestro maestro.
La iglesia en general, también esta llamada al reto de renovarse. Hacerlo mediante un aumento del conocimiento de su palabra debe de ser nuestro objetivo semana tras semana, incluso día tras día.

S.H.

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