Noviembre: Misiones internacionales

“Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaba, doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco.” Hechos 20:37-38

¿Cómo reaccionaríamos nosotros si un hijo nos dijera que se va a un país extranjero a predicar de Cristo? Posiblemente muchos de nosotros reaccionaríamos con gozo y satisfacción al ver cómo ese hijo ahora es una herramienta en manos de nuestro Dios. Pero con honestidad, nos daría algo de miedo y tristeza por la separación.

Pero ¿Y si dijera que el país al que está llamado este hijo es Corea del Norte, Somalia, Afganistán o quizá Libia? Seguro que el oír el nombre de estos u otros tantísimos países (con un importantísimo porcentaje de la población mundial viviendo en ellos) donde el cristiano es cruel y sistemáticamente perseguido, seguro que ya no nos parecerá tan bien. Más de uno de nosotros (yo me incluiría) reconvendríamos a nuestro hijo (o amigo o familiar querido) para ir a otro país o revisar bien cuál es su llamado.

Pues en esto consiste ser misionero, en llevar la Palabra a personas en otras partes del mundo (hasta lo último de la tierra). No tiene por qué ser necesariamente a un país con persecución que el Señor llame, pero desde luego no se trata de un viaje de placer. Y salir del círculo de confort y de la compañía de los suyos siempre es doloroso, aunque la llamada sea a ir a misionar a paradisíacas Islas Maldivas (donde, por cierto, también se persigue fieramente a los cristianos).

Algo así debieron sentir los cristianos de Éfeso, al despedir a Pablo tras su emotivo discurso, antes de zarpar para ir a una ciudad donde sabía que no le irían a recibir con los brazos abiertos, como era Jerusalén (Hechos 20:17-38). Pablo iba a estar ante los de su propia nación, que le acusaban de predicar sobre el Cristo al que, antes él mismo asolaba antes de su conversión.

Pablo fue muy honesto con los de Éfeso, que les dijo, hasta en dos ocasiones que “nunca les verá su rostro”.

Pensemos por un momento que a un amigo o familiar le ocurre lo mismo. Pensemos que nunca más le veremos mientras estemos en este mundo. Pensemos que del lugar donde va, no va a regresar.

Y pensemos que humanamente, tiene otra alternativa. ¿Se la ofreceríamos? Estoy convencido de que sí, porque somos así de protectores. Queremos lo mejor para nuestros seres queridos. Y desearle marchar a un lugar hostil no encaja con los planes de nadie… salvo los planes de aquel que nos ama más que a nadie y que nos conoce mejor que nadie.

¡De qué manera tan diferente ve las cosas el Señor! Mientras nosotros sólo vemos una parte de la historia, en el que un amado amigo o un miembro de nuestra familia emprende un arriesgado viaje, sin probable retorno. Dios tiene una panorámica mayor: Lo que ve es un instrumento para que sean muchos, al otro lado del mundo los que regresan a Él. ¡Esa es la bendición de los misioneros en el extranjero!

Ahora, pensando un poco en nosotros (sólo un poco), también hemos recibido esa gran bendición, y cuando me refiero a “nosotros”, no sólo pienso en España, sino que, de algún modo, todos los países del mundo han recibido misioneros. Hasta el país donde se originó el cristianismo, recibió y hoy sigue recibiendo misioneros. Sin ir más lejos, en el pasaje de cabecera de este artículo, vemos que el propio Pablo viajó a la ciudad que vio nacer la Iglesia en Pentecostés.

Pero pensemos en que nosotros tenemos muchos hermanos que han dejado atrás confortables hogares y familias para venir a predicarnos y esta predicación ha traído su fruto y por eso estamos aquí.

Dejemos de ser egoístas y pensemos con gozo en que España es también, desde hace décadas, un país que envía misioneros, y prueba de ello lo tenemos en Guinea Ecuatorial principalmente (donde la obra misionera bautista está más que consolidada) y también Mozambique, Cuba y ahora también el Norte de África, un lugar, por cierto, inhóspito para los cristianos. Ahí, en colaboración con el Ministerio de Obra Social de la UEBE se está sirviendo, ayudando y, por supuesto compartiendo el mejor pan (el pan de vida) con miles de personas, que ahora viven en opresión y en completas tinieblas.

Pensemos en ellos y no dejemos de orar y ofrendar. Si Dios no te ha llamado directamente a las misiones, sostengamos la obra desde aquí.

Santi Hernán

Octubre: UEBE y Mundo Protestante “Iglesias saludables”

“He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad.” Jeremías 33:6

Este año, para la convención 2019, el lema será “Iglesias Saludables”, basado en el texto de Jeremías 33:6, el cual está en cabecera y el cual nos servirá de inspiración para este breve escrito.

El lema de “Iglesias Saludables” sugiere que nuestras iglesias como ente vivo, pueden ser saludables, o por el contrario, pueden estar enfermas.

Así se encontraba el pueblo de Dios en los tiempos de Jeremías: Enfermo, exiliado, destruido y tomado por sus enemigos.

Pero lo peor de todo es que no fue algo fortuito, sino que de algún modo Judá se lo buscó. Le dio la espalda a Dios una vez más y se olvidó de su protección y su ley, para cambiarlo por el culto a dioses ajenos.

Ante esta decadencia y corrupción de los judíos, llegó Babilonia arrasándolo todo y llevando en cautiverio a todo el pueblo, desoyendo las advertencias de Dios a través de su profeta Jeremías.

Pero aún a pesar de todo, Dios sigue siendo fiel, sobre todo, a sí mismo. El Dios de amor, vuelve a mostrar nuevamente su misericordia, por este pueblo rebelde y terco, y promete restauración y sanidad. Promete además que la Jerusalén, que está destruida y llena de cadáveres, sería el lugar del que saldría aquel que sería de bendición a las naciones, porque, ante todo, Dios cumple sus promesas y prometió que el trono de David volvería a estar ocupado y esta vez por toda la eternidad.

Sabemos que aquel hijo de David se levantó como rey en la Jerusalén antaño exiliada y luego restaurada, pero fue coronado con espinas y su “trono” fue una espantosa cruz de rugosa madera, pero también sabemos que de ahí se levantó nuevamente de entre los muertos y encomendó a los suyos para ser testigos suyos a las naciones y fue ahí donde comenzó su Iglesia. De esta manera cumplió la promesa de que su reino sería eterno, porque es Cristo mismo quién está a la cabeza.

Dos mil años después de estas cosas, Dios vuelve a prometernos estas mismas cosas. Al igual que este pueblo de Dios representado por Israel, la Iglesia, tras la ascensión de nuestro Señor, no ha dejado de caer y levantarse, no ha dejado de enfermar y volver a ser sanada. Ya se vieron muchas cosas negativas que sucedieron en la Iglesia de los primeros años, cuando leemos las cartas del Nuevo Testamento.

Si seguimos con la historia más allá de la Biblia, vemos que la evolución de la Iglesia no fue del todo positiva, sino que incluso vemos corrupción y luchas de poder.

Podría haber mejorado todo con la llegada de la Reforma Protestante, pero sabemos que en muchas partes la iglesia cristiana siguió igual, o incluso en otros sitios empeoró con diversas inquisiciones.

Hoy vemos que en muchas iglesias, muchas heridas y poco o mal testimonio. En occidente muchas congregaciones cristianas terminan cerrando o mermando su asistencia.

Pero antes de que te desanimes al leer todo este pesimismo, te recuerdo que este texto que leemos en Jeremías no va sólo de destrucción o desolación, sino de sanidad y esperanza.

Y con esto os quiero dejar, con el buen sabor en la boca de la esperanza, la sanidad y la restauración, no porque seamos especiales, sino porque el Dios que advirtió a su pueblo de su pecado y que aun así tuvo misericordia y lo levantó, es el mismo Dios que hoy está obrando en todo el mundo, usando a una iglesia imperfecta y rebelde, pero que gracias a Él está muy muy lejos de desaparecer, más bien está creciendo en muchas partes del mundo.

Este mes hablamos de la UEBE (Unión Evangélica Bautista de España), ya que del 17 al 20 de octubre celebra su convención anual. La nº 67 ya, y aún a pesar de los problemas que acechan a nuestra Unión de iglesias, todavía estamos ahí, queremos levantarnos, servir, seguir proclamando, y declarar que somos más de 180 iglesias en España, grandes y pequeñas, que anhelamos la sanidad, la que sólo Dios puede darnos, la que nos ha prometido y de la que nos queremos apropiar. Además, a final de mes, recordamos 502 años de la Reforma Protestante, una muestra de que Dios se ha interesado por su Pueblo, para que tenga conocimiento, para que despierte y se desperece y recuerde que le servimos a ÉL, que está al frente, que nos ha dado su Palabra y que es deber y responsabilidad nuestra el poder tenerla, leerla, estudiarla adecuadamente y compartirla con otros.

Santi Hernán

Septiembre: Las vocaciones

“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.” Hebreos 11:8

“Mi mamá decía que la vida es como una caja de bombones ¡Nunca sabes lo que te va a tocar!”. Reconócelo, si has visto la aclamada película “Forrest Gump” seguro que has leído la frase anterior con la voz de su protagonista en tu cabeza.

Bromas aparte, la frase que cita el entrañable personaje, es una gran realidad y es que, pocas afirmaciones son tan reales y tan bíblicas como que la vida es algo aleatorio, impredecible y fugaz… prueba de ello es el extenso discurso sobre estas condiciones que tenemos en el libro de Eclesiastés.

Pero si hay algo aún más impredecible y sorprendente que la vida en sí, es la vida… ¡en Cristo! Sabemos que Él está a nuestro lado, que nos acompaña y que nos guía, pero eso no nos exime de problemas, pero podemos atravesarlos junto a nuestro Señor, lo cual es un gran consuelo. Pero si hay algo aún más impredecible y misterioso que la vida en Cristo, es la vida, en Cristo por supuesto, y habiendo respondido a su llamado. Y de eso hablaremos este mes, del “llamado”, o de las “vocaciones” (no confundir con “vacaciones”).

Cuando pienso en un llamado, habitualmente me viene a la cabeza el pastoral, o bien el misionero, pero sabemos que Dios nos llama a todos y que la iglesia no se compone solamente de pastores y misioneros, que hay muchas funciones y muchos ministerios. Como dice en la Palabra, hay multitud de operaciones y son varios los miembros del cuerpo de Cristo que compone la iglesia (1 Co 12).

Pero sea el llamado que sea, sea la vocación a la que atiendas, hay siempre un precio a pagar.

Prueba de ello lo tenemos en el pasaje de Hebreos 11, que es un magnífico discurso sobre la fe, y además de hablar de la teoría de la fe, pone abundantes ejemplos prácticos en personajes bíblicos que usaron de esta fe en Dios. Podríamos hablar detenidamente de cada uno de estos ejemplos y pasarnos horas reflexionando, pero en este pequeño espacio hablaremos muy muy brevemente del ejemplo del primer patriarca hebreo: Abraham. Por cierto, aprovecho para anunciar que estudiaremos más en profundidad su historia en Génesis 12, a mediados de octubre, en el Estudio Bíblico. Comenzamos a estudiar Génesis a partir del 1 de septiembre (todos los domingos, a las 11 ¡No te lo pierdas!).

Abraham era un hombre rico, que vivía con su esposa y sus siervos en una gran ciudad, al sur de lo que conocemos como Mesopotamia (actual Irak) y por todo lo que tenía vivía con total comodidad, como diríamos nosotros, con la vida resuelta, y aunque tenían de todo, no tenían hijos. Abraham (o Abram, como era conocido entonces) era natural de Ur, y Dios le pidió que abandonara su próspera tierra y fuera a un lugar determinado, que ni sabía dónde era. Sólo tenía que dejarse guiar por el Señor.

En este sencillo, pero determinante llamado fue donde comenzó la historia de una familia, que a su vez se convertiría en una nación, un pueblo escogido, no por tener algún tipo de cualidad especial o porque fueran importantes, sino porque así Dios lo quiso en su soberanía. Este sería el pueblo hebreo, de cuya historia se nos cuentan en las abundantes páginas del Antiguo Testamento y que discurre a lo largo de siglos hasta llegar a Jesús, nuestro salvador.

No fue poca cosa lo que hizo Abraham, no fue poco el viaje, más para un hombre que ya contaba con 65 años de edad cuando partió por esos caminos que se desdibujan por en la inmensidad y los peligros de los desiertos de Oriente Medio.

Así se puede entender un llamado. Como dije antes, un llamado a servir, y una vocación a estar dispuesto a exponerse a peligros y amenazas, a escasez, a todo tipo de incertidumbres y para colmo, a implicar a los más allegados, como Abraham, que llevó a su esposa Sara (antes llamada Sarai) y a su sobrino Lot, con siervos, ganado y demás bienes. Si una persona está siendo llamada por Dios, la familia y amigos, y en muchos casos también los bienes se verán afectados.

Servir a Dios es una gran bendición, prueba de ello está en el resultado final de esta vida de fe, que ejemplifica Abraham, y también lo tenemos en la promesa de Dios de bendecirle a él y a todos lo que le bendijeren (Génesis 12:2-3) y en el fruto que produciría que pasaría de una esterilidad absoluta a una descendencia incontable.

Y tú ¿Estas sirviendo a Dios? ¿Te ha llamado para algo en concreto? ¿Vas a dejar escapar esta bendición sin importar el precio?

Santi Hernán

Agosto: Niños y Jóvenes

“Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.” Mateo 19:14

Hasta hace bien poco tiempo no llegábamos a tener ni cuatro o cinco niños. Ahora, gracias a Dios y por su misericordia, doblamos o en ocasiones triplicamos esa cifra.

Es algo que celebramos y que también, el Señor nos ha puesto como una gran responsabilidad. Porque los niños son una gran alegría, son una bendición, pero también son una gran responsabilidad. Una responsabilidad que como iglesia hemos de asumir decididamente, principalmente en dar una adecuada educación complementaria a la de sus padres.

Estamos en un mundo que ha ido despojando de manera progresiva la educación a los padres para otorgarla a instituciones públicas que, además de formarles en ciencias y conocimientos básicos en matemáticas, lenguaje, idiomas, educación física, etc … ha añadido de manera más o menos sutil, una serie de valores e ideologías que tienen bonita apariencia pero que lo que hacen es alejar a nuestros hijos de los valores tradicionales imperecederos.

Por supuesto, no debemos menospreciar los conocimientos que se imparten en escuelas, institutos y universidades, sobre todo si estos se basan en datos meramente objetivos y comprobables, pero como padres hemos de tener sumo cuidado con esa nueva tendencia a enseñar otros valores, lo cual debe de seguir siendo competencia de una familia sana y bien fundamentada.

Un error muy común, es ceder toda autoridad educativa a estas instituciones públicas confiando que éstas harán todo el trabajo de educación integral de los niños, incluso en todo aquello que compete a la parte ética, moral y espiritual del niño. Aunque, por otro lado, otro error muy grande es quitarles autoridad a los maestros, en la impartición de una cultura del esfuerzo y de la disciplina, que es completamente necesaria, creyendo que así se protegerá al niño de sufrir frustración por unas malas calificaciones, pero ese es otro asunto.

¿Y en nuestro ámbito cristiano? ¿Qué papel tiene la iglesia en la educación de los niños? Uno tan básico como la del colegio, incluso en ocasiones, yendo más allá. La Palabra dice en Romanos 10:17 “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” Y un poco más atrás, en el versículo 14 dice “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” Impartiendo el conocimiento en la fe, estaremos poniendo las bases para que ese niño crezca en estas palabras del evangelio y luego de mayor tome una decisión por Cristo. Así que dejemos a los niños acudir a Jesús… ¡No se lo impidamos!

Hablemos de los jóvenes. La adolescencia y la juventud son etapas cruciales en la vida de toda persona, y es donde se toman algunas de las decisiones más importantes.

Un niño bien fundamentado en la Palabra será un joven que tenderá a tomar las decisiones más sabias, aunque sabemos que esto no siempre es así, y pueden ocurrir mil circunstancias que pueden desviar a una persona del camino correcto, pero insisto que las bases están ahí, la semilla está plantada y puede germinar en cualquier momento. Y los padres, pero también la iglesia, tienen mucho que decir. Si los padres están en Cristo, procurarán formar en el evangelio a sus hijos, sean niños o jóvenes, pero ¿Qué ocurre cuando no lo están?

Antes que nada, la iglesia jamás se deberá de inmiscuir en la tarea primordial educativa que corresponde a los padres, aunque no sean creyentes, pero sí debemos de aportar los conocimientos adecuados para que este niño sepa discernir lo que viene de Dios de lo que no, aunque a veces contradiga a sus padres. La iglesia como tal nunca debe de convencer de nada a una mente tierna como la de un niño, o a una mente, a veces confundida, como la de un joven. ¡Ese trabajo le corresponde exclusivamente a Dios!

Pero está claro que, como dice la Palabra en 1 Tesalonicenses 5:21, los niños y jóvenes, más tarde o más temprano tendrán que aprender con su mente basada en la Palabra a “examinarlo todo y retener lo bueno”, inclusive lo bueno que venga de sus padres no creyentes o lo malo que a veces se nos escape a la iglesia, que recordemos, que no somos perfectos, pero sí tenemos un Dios perfecto.

Un Dios al que debemos de apuntar siempre como maestro por excelencia y que como Padre celestial, quiere lo mejor para sus hijos, sobre todo para aquellos que suponen el futuro de un Reino que, siendo niños, ya les pertenece.

Julio: Misiones nacionales

“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” Juan 17:20-21

Al hilo de lo que vimos el mes pasado, en el pasaje de Juan 17, en el que Jesús en su oración al Padre le dio parte y fue el corolario a tres años de ministerio terrenal, el Señor pidió principalmente por la unidad de los suyos, de la manera en la que Él mismo y el Padre son una unidad.

Este mes veremos que esta unidad no es sólo para establecer una bonita comunidad en la que todos se aman y en la que todo se maneja de manera ideal, aunque sabemos que mientras estemos en este mundo nos amamos de manera bastante imperfecta, y estamos lejos de vivir en un ideal. Esta unidad sirve, como vemos en la oración de Juan 17, para que el mundo crea.

A veces podemos decir mil veces lo mucho que Dios ama al mundo, que Cristo murió por todos y que Él ha cambiado nuestra vida. Podemos proclamarlo a los cuatro vientos (de hecho, debemos de hacerlo), pero hay un gran problema de coherencia si predicamos sobre el amor de Cristo, y la vida nueva que Él nos da, abandonando nuestro viejo “yo”, etc., si luego nos peleamos, nos criticamos mutuamente, nos ignoramos, etc.

Es en la unidad en la que los demás pueden ver el amor de Dios (aunque sea una pincelada imperfecta). Es en la unidad donde pueden ver la armonía que no hay en el mundo.

Pero no nos engañemos, esta unidad no puede ser impostada con sonrisas, bonitas palabras y buenas intenciones. El evangelio y la iglesia no es algo a experimentar de domingo a domingo. El evangelio es una vivencia diaria. La iglesia es 24 horas, y los 7 días a la semana. Tú no dejas de ser iglesia en cuanto sales del local o en cuanto llegas a casa. Eres iglesia en tu trabajo, en tu casa, en el mercado, paseando por la calle, en tu centro de estudios, en la cola de alguna oficina para hacer algún trámite, etc.

¿Y esto qué tiene que ver con el tema que nos ocupa este mes, que son las misiones nacionales?

A raíz de las afirmaciones anteriores, la respuesta sale sola. Si entendemos que somos iglesia allá donde estemos, tendremos presente a Jesús y el Padre como uno sólo, y lucharemos y trabajaremos por ser uno sólo.

Y, además, teniendo en cuenta que, aunque nuestro campo misionero ha de tener como referencia nuestra iglesia local, también hay otras iglesias donde también se predica fielmente la Palabra y se proclama la sola salvación en Cristo, por su gracia y mediante la fe.

Precisamente, gracias a la fuerza conjunta de otras iglesias es que el impacto en el mundo puede ser mayor. Gracias a la comunión que mantenemos y a esta relación de interdependencia (que no dependencia, ni independencia), es que podemos llegar más lejos. Alcanzar pueblos en lugares donde no hay presencia evangélica, ni bautista; plantar iglesias en ciudades estratégicas, como capitales de provincia u otras ciudades de importancia y, por supuesto apoyar la labor misionera de tantas iglesias, pastores, siervos y otros hermanos que Dios ha llamado, ha equipado y ha enviado, usando herramientas, que el propio conjunto de iglesias, la propia denominación, si lo prefieres aporta, para ser más eficaces en la difusión de la Palabra.

Recuerdo, años atrás, cuando era más joven, pero también más idealista, que llegué a ver las asociaciones denominacionales como una barrera para la unidad del pueblo de Dios. Pero creciendo, conociendo y reflexionando, a través de los años y la experiencia, he llegado a celebrar, y celebro la gran bendición que supone pertenecer a una denominación como la bautista y más aún, de pertenecer a una iglesia de la UEBE. Aún después de conocer sus inconvenientes, sus desaciertos y sus limitaciones, estoy convencido de que la obra misionera en España de la mano de la Unión Evangélica Bautista de España, aunque no es de un crecimiento tan alto como nos gustaría y que quizá es algo mejorable en algunos aspectos, sé que es un crecimiento firme y bien pensado y meditado, y estoy convencido de la preciosa labor que el director Julio Cháfer, y nuestros hermanos del equipo del MEM (entre los que se encuentra nuestro pastor), que agrada al Señor, porque procura que todas las iglesias vayamos a una en estos esfuerzos evangelísticos, y allá donde haya una campaña, como las decenas que habrá este verano, ahí están más de 120 iglesias respaldando, con oraciones, con ofrendas y con todo tipo de ayuda. Apoyemos el MEM, seamos uno en el Señor, en Sanse, y en toda España.

Junio: La unidad de la iglesia … y la evangelización

“Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Juan 17:23

Vimos el mes pasado que la sangre que Juan y su “nueva madre” María vieron como descendía por la áspera madera de la cruz, establecía una nueva relación, pero que viene a representar de una manera muy sencilla y metafórica el establecimiento de una nueva familia, en la que sus miembros iban a ser tan dispares como lo eran este joven discípulo y la (probablemente) viuda María.

Es habitual encontrarse con nuestros semejantes y buscar a aquellos que son de edades parecidas, de trasfondos culturales, gustos similares, mismas nacionalidades, inclinaciones políticas o mismo sexo. Por eso existen las asociaciones, los clubes deportivos, las peñas, los partidos políticos, etc. Y de alguna manera crean un tipo de sentimiento de pertenencia a algo, tan arraigado en el hombre. Somos seres relacionales y no lo podemos evitar… otra cosa es que nuestras relaciones sean egoístas e interesadas, debido a la huella del pecado en nuestra vida.

Sin embargo, la iglesia reúne a gente que a priori no tiene nada que ver, y que de otro modo habría sido muy difícil juntar de manera voluntaria. Ese milagro lo obró Cristo, no sólo en la cruz, sino en su ministerio, como vemos en ese precioso corolario, en forma de oración, poco antes de ser entregado. Esta oración la tenemos al completo en Juan 17.

Esta oración viene a cristalizar su deseo y viene a dar parte al Padre de su obra de implantación del Reino de Dios entre nosotros. Y comenzó como algo aparentemente insignificante: con un puñado de discípulos asustadizos, imperfectos, algo torpes, desconfiados, un poco interesados y muy ignorantes, que de algún modo consiguieron cambiar el mundo.

Si tuviéramos que analizar a estos doce con los ojos y la mentalidad de cualquier ejecutivo del siglo XXI, cualquiera habría tomado a su “contratista” (Jesús) como un loco o un torpe que claramente se habría equivocado. Unos eran personas vulgares, sin estudios y algo brutos (Pedro, Jacobo y Juan), otro era un ladron (Mateo), otro un fanático nacionalista (Simón el zelote), otro un incrédulo (Tomás), y para colmo, habría otro más que le acabaría fallando y que era un falso y un interesado (Judas)… entre otros ¡Vaya cuadro! ¿A que no los habríamos elegido nosotros para nuestros proyectos, y más aun sabiendo perfectamente como son? Pues el Maestro por excelencia los escogió y el resto de la historia ya la conocemos. Y hoy estamos aquí porque todo comenzó con Cristo y luego por el testimonio de gente así.

Pero es aquí donde se demuestra perfectamente que los méritos de la Iglesia no son humanos, sino de Dios, actuando en personas imperfectas como ellos, como los miles que nos precedieron y como nosotros.

Y luego está el asunto de la unidad ¡Ay, bendita unidad! Con tantas iglesias, denominaciones, etc.… pareciera que la Iglesia está dividida, pero no. El Señor conoce a los suyos, y sabe que entre toda la gran constelación de iglesias distintas que hay esparcidas por todo el mundo, están los suyos, los suyos de verdad, y aunque expresándonos de diferentes maneras, con nuestros modos de hacer y de ser tan dispares y con nuestras imperfecciones, como las de aquellos doce, en realidad somos uno, así como el Padre y el Hijo lo son.

Sin duda se cumple lo orado por Jesús y es que somos uno, para que el mundo crea que Dios le envió. ¿No me crees? Pues verás cuando estemos allá arriba con Él y con “nosecuantos” miles o millones de hermanos, formando una familia… y ahí sí, perfecta de verdad.

Santi Hernán

Mayo: La familia

“Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.” Juan 19:25-27

La familia es la base de la sociedad y es el refugio social de cada uno de nosotros, pues es donde, por lo menos en teoría, podemos ampararnos los unos a los otros, y el hogar es el lugar de protección por excelencia. Este mes hacemos énfasis en la familia ¿Por qué este mes? Hay muchos meses que podíamos haber escogido, pero el día de la madre (el primer domingo de mayo), y el habernos dejado hace dos meses el día del padre (19 de marzo) tiene algo que ver, pero, sobre todo, porque el domingo 12 celebramos el día de la familia. Y ¿Por qué no? Es un mes muy bonito, habitualmente de buen clima, para disfrutar en familia.

De todos los pasajes bíblicos que podríamos observar sobre la familia, me ha llamado poderosamente la atención, por lo curioso que es y por el contexto en el que se desarrolla, el de Jesús, estando sobre la cruz y poniendo orden en su familia (pasaje en la cabecera).

Jesús estaba pasando sus momentos más críticos y difíciles. Estaba sufriendo sobre la cruz y agonizando se ahogaba por la opresión en sus pulmones, provocada por el peso de su cuerpo colgado por sus manos. Recordamos, por si nos visitas por primera vez y es tu primer contacto con una iglesia, que lo que estaba haciendo Jesús era darse a sí mismo por ti y por mí. Estaba entregando su vida en sacrificio y pagando el castigo que cualquiera de nosotros merecíamos.

Se podría decir perfectamente que la última persona en la que el Señor estaba pensando era en sí mismo. Toda su vida era de entrega a los demás y en la cruz, además de todo el peso del sufrimiento por las heridas físicas que tenía y por el pecado de todo el mundo que estaba cargando, estaba pensando en su familia. Aún en estos momentos de mayor terror para él, su pensamiento estaba con su madre y uno de sus mejores amigos.

Este pasaje nos demuestra que, de alguna forma, María la madre de Jesús, estaba sola (probablemente José habría fallecido años atrás, aunque este dato no se revela explícitamente en los evangelios) y al ser viuda y, por lo tanto, desamparada (recordemos que en aquel contexto no existían las pensiones de viudedad ni nada semejante), necesitaba la ayuda de un hombre que la sostuviera. Juan, el discípulo amado (de los doce, el que probablemente era más cercano al Maestro) era el que se encargaría de recibir en su casa y cuidar de María. ¿Y qué de los hermanos de Jesús? El pasaje, así como otros textos no dicen nada, pero es probable que ellos estuvieran viviendo en otro lugar, además de que éstos eran de los pocos seguidores de Jesús que le acompañaron al pie de la cruz.

Jesús desde la cruz estaba estableciendo una nueva y curiosa “familia”, cuyos miembros no tienen lazos de parentesco entre sí pero les iba a unir algo más fuerte que esto y es el mismo Jesucristo crucificado. No eran familia de sangre en el sentido físico de la palabra, pero sí les uniría la misma sangre que ambos veían derramarse delante suya en el monte Calvario.

Lo que de algún modo estaba haciendo Jesús con Juan y María era poner las bases de cómo debería de ser una familia, tanto si sus miembros tienen lazos carnales (con mayor motivo), como si son advenedizos por las circunstancias, como el caso que estamos comentando, o el caso de tantos hogares en nuestra sociedad, que no son los típicos en los que hay un matrimonio con hijos y que donde encontramos, por ejemplo, madres solteras, abuelos o tíos cuidando exclusivamente a sus nietos o sobrinos, dos hermanos conviviendo, un hombre solo atendiendo a su anciana madre, e incluso amigos u otras personas, que por diversas circunstancias están compartiendo piso, y un largo etcétera.

Sabemos de sobra que el modelo ideal de familia es ese matrimonio de unidad férrea, que están criando a sus hijos, pero en la práctica se dan muchísimas circunstancias que acaban trastocando ese modelo, pero del que hay que cuidar y mejorar siempre la convivencia.

Pero si vamos más allá, en el mandato de Jesús a Juan y María, vemos también una unidad en “la sangre” que podemos ver también en la familia de la fe, que es la iglesia. Todos diferentes (aquí vimos a Juan, que era un joven discípulo atendiendo a una anciana María) pero unidos por el mismo Cristo, pero de esto hablaremos el mes que viene.

Abril: Semana Santa

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Efesios 2:8-9

La tercera semana de este mes de abril, esto es, la de los días 15 al 21, celebramos la conocida como Semana Santa, y siendo lo que se conmemora en esta fecha algo de importancia capital para la fe cristiana, sin duda merece el énfasis de este mes, ya que lo ocurrido en la primera Semana Santa cambió la historia de la humanidad para siempre.

No es casualidad que esta celebración coincida con la de la pascua judía, es decir, (y esto es importante recordarlo), la celebración del momento en el que el pueblo hebreo salió libre de la esclavitud de Egipto. De hecho, Dios mismo, y al hilo de lo que se revela en Hebreos 1:1-2, ya se ha revelado a nosotros de muchas maneras, principalmente para comunicarnos su plan de redención a través de Jesucristo. Ya en el Antiguo Testamento, varios siglos antes de su nacimiento, tenemos imágenes de la figura de nuestro salvador, y de su obra. A estas imágenes o figuras se les conoce como “Tipos”. El cumplimiento de estas imágenes (o “tipos”) en el Nuevo Testamento se les conoce como “Antitipos”. Y uno de los tipos más evidentes es el cordero pascual, sin mancha ni defecto, que es sacrificado y consumido por el pueblo de Dios, antes de su rápida huida de la esclavitud de Egipto, gobernado por Faraón. Asimismo, Jesús y su sacrificio es el antitipo de esta pascua, puesto que se nos presenta como un cordero perfecto, sin mancha ni defecto (sin pecado) que, aunque es inocente, es sacrificado. El pueblo de Dios, representado ahora en la iglesia, acepta este sacrificio y es liberado de la esclavitud de este mundo pecaminoso, gobernado por Satanás.

En Jesús se cumplió lo que se venía esperando desde siglos atrás. Dios mismo quiso acercarse a la humanidad de esta manera, pero una y otra vez nos quiso persuadir para que por fe pudiéramos ser aptos (justificados) para conocerle.

Pero en estas fechas que celebraremos con gozo, pero con solemnidad, con esperanza y con sencillez de corazón, solamente dando honor y gloria a Dios, por su gracia, que en la perfecta obra de Jesucristo nos ha hecho aptos si acudimos a Él por medio de la fe (Ef 2:8), sin hacer falta nada más. La verdadera fe trae consigo las obras, pero jamás podemos tratar de justificarnos a nosotros mismos, por muchas obras que hagamos.

Las obras, sin fe o, mejor dicho, con nuestra fe (entendiéndose como confianza) en nosotros mismos o en lo que hagamos, puede verse como buenas intenciones, pero nada más lejos de la realidad. Esta confianza en nuestras obras no sólo es inútil, sino que es completamente perjudicial para una vida espiritual sana, porque coloca cualquier atisbo de “mérito” en lo que hagamos o dejemos de hacer nosotros. Esto viene a colación del oportuno versículo 9, de Efesios 2, que tras declarar que por la gracia de Dios (esto es lo principal), por medio de la fe es que somos salvos (ver versículo de cabecera), si pretendemos serlo por nuestras obras, podemos llegar a jactarnos de ello y quitarle así mérito a lo que Dios hizo en el Calvario hace 2000 años. Y ¿Quiénes somos nosotros para arrogarnos cualquier mérito de salvación si estamos completamente perdidos? Ni la persona que consideramos más buena o más piadosa podría hacerlo.

Por otro lado: Este mes de este año, en nuestra querida España, tiene la peculiaridad de que al final de este (día 28) se celebrarán elecciones generales. Muchos políticos y partidos de todo signo y color harán promesas (muchas de ellas muy loables… otras no tanto) y habrá muchos que los seguirán y pondrán su confianza en ellos, de que solucionarán el país y de paso sus vidas, en base a esas promesas. Pero al final de esta nueva legislatura ¿Cuántos habrán cumplido con esas promesas de bienestar y paz? Seguro que no te cuento nada nuevo, pero dudo mucho que cumplan, por lo menos con la mayor parte de su programa, por lo que nuestra mayor esperanza no debe de estar sobre ellos (aunque te animo que ejerzas tu derecho de ciudadano y vayas a votar con responsabilidad y con sabiduría).

Sin embargo, nuestra mayor esperanza siempre debe reposar en los brazos abiertos sobre la cruz de aquél que sí cumplió en el pasado y seguirá cumpliendo en el futuro. Sólo así los brazos abiertos del Salvador ahora estarán envolviéndote a ti en un amoroso abrazo, pues prometió su resurrección y cumplió gloriosamente… y prometió su regreso… y seguro volverá. Él es el único que nos puede liberar y dar sanidad eterna.

Santi Hernán

Día de la Biblia. 450 años de la Biblia del Oso

“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.” Salmos 119:103

Este mes, haremos énfasis en la Biblia, cuyo día especial celebraremos, Dios mediante, el domingo 17 de marzo, tal y como se propone desde la Sociedad Bíblica de España.

Aunque no está de más decir que todos los días han de ser el día de la biblia, por lo que debemos de tener siempre presente, siempre abierta y siempre leída todos los días, como alimento que es para nuestra alma. ¿O acaso dejamos de comer un día? ¿Descuidaremos la alimentación de nuestra alma? Sin embargo, es bueno recordar mediante días como estos el valor de estos textos, y también, ¿por qué no? cómo han llegado hasta nuestras manos y honrar también a los valientes siervos de Dios que han procurado que hoy las Sagradas Escrituras fueran accesibles a cualquiera de nosotros, en nuestro idioma.

Hace ya dos años que conmemoramos el quinto centenario de la Reforma Protestante, y aunque la mayor parte del pueblo evangélico en España lo celebramos a lo grande, a nivel secular, pasó más bien desapercibido. Justo al contrario de lo ocurrido en el resto de Europa (posiblemente la arraigada tradición Católico-romana de nuestro país tiene algo que ver). Tanto es así que la solicitud formal que se hizo a la comisión filatélica española para emitir un sello conmemorativo de esta señalada efeméride, se rechazó tajantemente. Sin embargo, no quedó todo perdido, y este mismo año 2019, tal y como informa el portal de noticias Protestante Digital, y del que se hizo eco recientemente el programa de TVE “Buenas Noticias TV”, se ha lanzado en enero el sello que conmemora los 450 años de la publicación de la llamada “Biblia del Oso”, que fue la primera traducción completa de los textos bíblicos al español, efectuada con gran dificultad y en medio de mucha persecución, por Casiodoro de Reina. Así pues, los evangélicos españoles estamos de enhorabuena por este pequeño reconocimiento, a una obra que no sólo es una de las de mayor valor, realizada en el “Siglo de Oro” de las letras españolas, sino que hoy día, con la revisión de Cipriano de Valera, y siendo actualizada el pasado siglo (revisiones de 1909, 1960 y 1995), es uno de los libros en español de mayor difusión en todo el mundo, convirtiéndose también en la versión favorita de todas las iglesias evangélicas de habla española.

Pero como ya adelanté antes, el camino para el teólogo De Reina no fue nada fácil, siendo éste uno de tantos reformadores españoles que han tenido que buscar el exilio en otros países de Europa, pues la Inquisición Española no permitía la “herejía” de tener traducida la Biblia a lo que consideraban un lenguaje vulgar, o del pueblo. En aquel entonces, salvando los manuscritos en idiomas originales (hebreo, arameo y griego), en gran parte de Europa la Biblia sólo podía ser leída en latín, y eso, quién sabía leer, quién lo hacía en esta lengua muerta y el que tenía acceso a un libro de ejemplares de un coste extremadamente alto. Por lo que la Biblia sólo estaba reservada a unos pocos estudiosos, principalmente apartados en ciertos monasterios y conventos, y no siempre disponían de todos los textos completos.

Y hoy, cualquiera puede tener a mano un ejemplar de la Biblia, en casi cualquier idioma. Recordemos lo precioso del trabajo de la Promotora Lingüística “PROEL” por haber traducido el Nuevo Testamento a un idioma muy minoritario llamado Fala (sólo lo hablan unas 11000 personas en España, en una pequeña comarca en el noroeste de Extremadura), tal y como nos informó hace poco, nuestro hermano y misionero Víctor Herrera.

Hoy en día, cualquiera de nosotros posee más de un ejemplar, y en muchos casos, colocados en una estantería cubiertas de polvo, y sin embargo ¡Cuánto costó que pudiéramos tenerla en otra época! ¡Y cuánto cuesta hoy! … pero en otros países del mundo, donde se sigue considerando un libro prohibido, como por ejemplo: Corea del Norte, Irak, Arabia Saudí, Afganistán, Somalía, y un largo etc. También ¿Cuántas tribus y etnias hay en grandes zonas de África, India, el Sudeste asiático y Sudamérica, que ni siquiera la tienen traducida en su idioma? ¿No aumenta eso el valor que hemos de darle a los textos bíblicos en nuestro idioma? Gracias a Dios, que ha levantado obreros para su mies, no sólo entre los misioneros que se adentran en lugares que parecen inaccesibles para cualquier occidental, para llevar las buenas nuevas, sino que hay un magnífico equipo de hombres y mujeres que desde sus oficinas de las Sociedades Bíblicas en todo el mundo, se encargan de las traducciones, para que toda criatura pueda conocer y comprender la riqueza de la Palabra de Dios, en su propia lengua.

Que estas palabras que leemos en nuestras biblias sean dulces a nuestro paladar más que esa miel que buscaba con ansia, el oso de la portada de aquella primera Biblia en español.

Santi Hernán

Febrero: Énfasis en el ministerio pastoral

“Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros.” 1 Tesalonicenses 5:12-13

Este mes, haremos énfasis en el ministerio pastoral, cuyo día especial celebraremos, Dios mediante, el próximo domingo 17 de febrero. Y tal y como se indica en el pasaje de cabecera, es un ministerio sensible, responsable, de arduo trabajo y que, por lo tanto, ha de ser reconocido, respetado y, en definitiva, amado.

Aunque el pastor cuida de sus ovejas, así como Cristo hace con nosotros, el pastor, como siervo de Cristo, ha de ser cuidado también, y esto trae consigo una serie de implicaciones.

Algunas de esas implicaciones ya las hemos leído en el pasaje propuesto de cabecera, pero sin duda podemos ampliar y concretar.

Primero, el pasaje habla de “reconocer” a los que trabajan entre nosotros, y este reconocimiento originalmente se refiere a querer conocer o percibir conscientemente su trabajo, pero en realidad puede tener más significados, pues implica, en este contexto, junto al resto de exhortaciones de Pablo, algo más que simplemente ver lo que ellos están haciendo.

Porque unas palabras de apoyo y de ánimo hacia ellos son siempre buenas, pero también hay que colaborar en todo lo que se pueda con ellos, especialmente cuando solicitan esta colaboración. Pero también está la atención económica. El conocido pasaje bíblico “el obrero es digno de su salario”, aparece 3 veces en el Nuevo Testamento, y en dos de ellas, de boca del mismísimo Jesús (Mt 10:10 y Lc 10:7), la otra fue mencionada por Pablo en su primera carta pastoral a Timoteo (1 Ti 5:18). A ellos, al igual que a cualquiera de nosotros no les llueve el maná del cielo y han de atender gastos y obligaciones, como cualquiera de nosotros, y para eso están nuestros diezmos y ofrendas, que con gozo y responsabilidad aportamos todas las semanas.

Cuando Pablo habla de trabajar “entre vosotros”, se refiere a que los buenos siervos, están cerca de la gente, rodeados de la gente, no se atrincheran en la atalaya de un púlpito sino que se mezclan, y esto es una implicación personal, sobre todo, con los problemas de la gente. Esto, por supuesto puede ser una llamada de atención a los pastores (en general), a no refugiarse en el púlpito… recordemos, los pastores han de cuidar de sus ovejas.

Segundo, habla de que presiden, es decir, que van delante, que se colocan en lugar de cierta responsabilidad y prominencia, pero no para destacar de manera egocéntrica, sino ubicándose en un lugar de especial delicadeza, pues desde ahí recibirán la mayor parte de los golpes por su gestión y serán los que cuyo trabajo y vida personal se verá con mayor minuciosidad.

Y tercero, habla de que “os amonestan”, y es que cuentan con la autoridad que les confiere la Biblia, de la misma manera que siervos como Pablo, Timoteo, Tito, Silas, Bernabé, Apolos o los apóstoles tuvieron en algunas de las mayores iglesias de los primeros años del cristianismo ¿Qué habría sido de la Iglesia de Cristo si estos (u otros) siervos no hubieran hecho uso de la autoridad sobre sus congregaciones? Podemos ver  esta autoridad en las cartas pastorales, o en algunos escritos de Pablo, como a los Gálatas o a los Corintios (los cuales estamos estudiando los domingos a las 11). De no ser por esta disciplina la Iglesia habría estado descarriada y perdida.

Por último, Pablo exhorta a los tesalonicenses, y por extensión a toda la Iglesia de Cristo en el mundo, a tener a los siervos (como los pastores) en “mucha estima y amor por causa de su obra”, evidentemente si hemos de estimarlos por ser hermanos en la fe, aún más, por la dureza y responsabilidad de su trabajo (y recuerdo que no consiste en sólo predicar).

Puedes colaborar, reconocer y tener en gran estima a los que trabajan entre nosotros (sobre todo los pastores), y puedes hacerlo de muchas maneras. Sugiero una cosa ¿Qué tal si comienzas este apoyo, orando por ellos?

Santi Hernán