Juntos es [mucho] mejor

“firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio.”

Filipenses 1:27
manos unidas. Unidad, juntos, unánimes.

Si analizáis los anuncios de televisión y los lemas propuestos por diversas instituciones, empresas, asociaciones, etc… entre ellas el gobierno de España, con su lema “Juntos salimos más fuertes” y otro es “Este virus lo paramos unidos” (No quiero entrar a valorar la pertinencia de estas palabras) Una de las palabras que más se repiten es “Juntos” o también “Unidos”. Muchas agencias de publicidad han empleado esas palabras en estos tiempos para hacer campañas, que en algunos casos han resultado casi fotocopias las unas de las otras. Y es que la pandemia nos ha obligado a separarnos, ha puesto distancia entre nosotros, en algunos momentos a lo largo de estos meses nos ha confinado, y, en definitiva, ha deteriorado uno de nuestros mayores activos como seres humanos: la sociedad y las relaciones sociales. De ahí el empeño en impulsar la unidad y el estar juntos, aunque realmente no podamos estarlo, dadas las circunstancias y la seguridad y salud de todos.

Independientemente de que instituciones y empresas, sean públicas o privadas busquen o promuevan la unidad y el estar juntos con más o menos acierto, la verdad es que tenemos que aprender a estar juntos. Quizá sin nuestros calurosos y entrañables besos y abrazos, quizá sin ese reconfortante apretón de manos, quizá con la distancia de por medio y una barrera de cristal o una pantalla, pero tenemos que estar juntos. La unidad y la fraternidad no debe depender o estar condicionada por un beso o un abrazo (a veces podemos estar “pegados” los unos a los otros y estar como el perro y el gato).

Como bien sabéis, y si eres nuevo y no lo sabes te lo cuento: Nuestra iglesia pertenece a una asociación o unión de iglesias mucho más amplio (en muchos países, en el ámbito bautista, lo llaman Convención). La nuestra se llama Unión Evangélica Bautista de España (UEBE, quédate con estas siglas que las oirás mucho en nuestra iglesia). También tenemos una unión de iglesias bautistas a nivel regional, la llamada Comunidad Bautista de Madrid (CBM, quédate con estas siglas también, hablaremos mucho de ello). Cada año, hacia el día veintitantos (depende de cómo caiga el fin de semana), se celebra lo que llamamos la Convención UEBE. Este año la convención es del 23 al 25 de octubre. Y aunque siempre se ha celebrado en un lugar concreto, y todos los pastores y delegados de las iglesias se han desplazado a ese lugar, lo cierto es que este año tan atípico nos ha obligado a no poder juntarnos todos físicamente en el lugar donde solíamos celebrarla, pero no se ha suspendido.

Este año, seguimos juntos, aunque sea de manera “virtual”, aunque sea en la distancia, con la pantalla del portátil, el móvil, la tableta o lo que sea, pero estamos juntos, unidos. Aunque haya una pantalla, no olvides que al otro lado hay otro hermano como tú, que también busca esa unidad, en medio de toda esta situación y aunque no os podáis abrazar, un apretón de manos o un “golpecito de codo”, podéis hablar, compartir y orar el uno por el otro, celebrar al Señor y seguir apoyando este gran proyecto de Unión, que en apenas dos años cumple los 100 de su existencia ¡Gloria a Dios por ello! También damos gracias que estamos en 2020 y por la inteligencia e ingenio que Dios ha puesto en nuestra mente (somos hechos a su imagen y semejanza, no lo olvidéis) es que la humanidad ha inventado técnicas y tecnologías que salvan las barreras de la distancia y nos hacen estar juntos en tiempo real, aunque estemos separados por miles de kilómetros.

El lema va acompañado de un versículo en el que se apoya, en este caso en Filipenses 1:27, en el que Pablo también está unido a esta iglesia de Filipos, pero se encuentra en la distancia, y en la que expresa que se siente muy ligado a esta iglesia de Macedonia, aún salvando la distancia de que les llegue una carta, que en el primer siglo la comunicación era muy muy muy en diferido. Hoy nos podemos ver en directo, aunque vivas en la otra punta del mundo.

Ahora bien, el hecho de que realmente estemos unidos, aunque separados ya no es algo que dependa tanto de la tecnología, como dije antes, podemos estar pegados físicamente unos a otros, pero llevarnos mal, y la unidad tiene que ver con una correcta actitud del corazón y sobre todo, estar todos muy apegados, como las ramas de un árbol a su tronco común, que es nuestro Señor y la comunión en el Espíritu Santo, que es el que verdaderamente nos hace más fuertes y más unidos.

Santi Hernán

Restricciones movilidad Covid-19

ACTUALIZACIÓN – OCTUBRE 2020. Se ha decretado el confinamiento de todo el municipio de Alcobendas y en nuestra San Sebastián de los Reyes, sigue confinada la zona básica de salud de «Reyes Católicos». Actualizamos el mapa.

parque precinto restricciones movilidad covid
Parque precintado en Alcobendas

En el área donde se encuentra nuestro local: las localidades de San Sebastián de los Reyes y Alcobendas se han restringido dos áreas: la zona básica de salud de «Reyes Católicos», en San Sebastián de los Reyes (zona en rojo burdeos, en el mapa), y el municipio entero de Alcobendas (zona en amarillo, en el mapa) [Debido al estado de alarma decretado por el gobierno de España, quedan confinadas las ciudades de la Comunidad Autónoma de Madrid que superan los 100000 habitantes, excepto Alcalá de Henares por mejora en sus estadísticas de contagio. San Sebastián de los Reyes no alcanza esa cifra de población]. Las calles correspondientes a cada una de esas zonas se encuentran en el mapa que adjuntamos en esta web. Como se puede ver, en este mismo mapa, el local de nuestra iglesia (señalado con un círculo rojo con una cruz blanca, en la parte superior del mapa), pertenece a la zona básica de salud de «Rosa Luxemburgo», en San Sebastián de los Reyes, y está fuera de todas estas áreas restringidas. Desde la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE) se recomienda que, en casos como el nuestro, el aforo se mantenga en un 60%, además de las medidas de distanciamiento social y uso de mascarilla.

También queremos informar que nuestra iglesia hermana de Valdetorres («Jesús de Nazaret»), perteneciente a la zona básica de salud de Fuente El Saz. Sin embargo, el punto de misión del barrio de Bellas Vistas en Madrid («El Vínculo»), sí está afectado por encontrarse en el municipio de Madrid, sin embargo, este estado de alarma NO impide la apertura del local y el que los hermanos que allí asisten puedan acudir, a menos éstos procedan de otra localidad.

Ante la posible confusión que estas medidas puedan causar, compartimos con vosotros una serie de preguntas y respuestas frecuentes.

¿Se cerrará el local los domingos para el culto o se suspenderán los cultos presenciales?

Estos mismos momentos, no cerraremos nuestro local, ni suspenderemos ningún culto. No sólo por estar fuera de las zonas restringidas, sino también porque la ley, en cuanto a libertad religiosa se refiere, nos ampara. No obstante, si nuestro lugar estuviera en zona restringida, también tenemos derecho a abrir nuestro local y celebrar cultos presenciales, pero con un aforo de un tercio, que en nuestro caso se establece en unas 30 personas.

¿Cómo sé si me afecta al lugar donde vivo?

Además de poder usar el mapa en este mismo artículo, una forma sencilla de saber si vives en una zona restringida es conociendo a qué centro de salud público acudes regularmente o cuál te corresponde.

¿Puedo asistir si NO pertenezco a una de estas zonas y sé que no soy positivo?

SÍ. Se puede asistir sin ningún problema. Has de tener en cuenta que en tu trayecto puedes pasar por una o varias zonas.

¿Puedo asistir si pertenezco a una de estas zonas y sé que no soy positivo?

Lamentablemente no puedes salir de tu zona básica de salud, así que no podrás asistir. ¡Ánimo! En principio sólo serán dos domingos. No obstante, puedes seguir nuestros cultos a través de YouTube.

¿Puedo asistir en caso de ser positivo?

No importa en qué zona vivas. En este caso abstente de asistir. Puedes seguir nuestros cultos desde aquí. Quédate en casa o acude al hospital si presentas síntomas.

En los enlaces de descarga, que se encuentran a continuación, tienes el artículo del Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid, que recoge estas medidas, así como en el siguiente artículo de Actualidad Evangélica y un cuadro resumen de todas las medidas a adoptar por las entidades religiosas. En el artículo especial que hemos dedicado a las medidas adoptadas por nuestra iglesia tienes más información.

Regreso a casa

“Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.”

Lucas 15:23-24

Septiembre, mes de regresos: Regreso a clase, regreso (para muchos) de sus vacaciones al trabajo y, sobre todo, regreso a casa.

Aunque sabemos que este año ha sido bastante anormal, también en cuanto a las vacaciones se refiere, el regreso a casa, aunque pueda parecer para la mayoría de nosotros la tediosa vuelta a la rutina, siempre es un alivio, incluso cuando acabamos cansados de nuestra casa, porque estuvimos confinados en la misma durante muchas semanas, hasta hace no mucho tiempo.

Y es que la libertad de poder salir y movernos, se ve en conflicto con el confort de estar en el espacio personal que representa nuestro hogar. Y aun dependiendo del carácter que tengamos cada uno: cada cual puede ser más o menos aventurero, al final siempre puede buscar un lugar donde sentirse protegido y descansar.

Esto me recuerda al más famoso viaje de ida y vuelta que encontramos en la Biblia: La parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32).

Posiblemente es una de las parábolas más conocidas en todo el mundo y una de las más usadas para el evangelismo, pero no olvidemos que también es para nosotros, los que estamos “dentro” de la familia de la fe, ya que esta historia tiene más detalles y matices de lo que podamos pensar.

La manera insolente en la que el hijo menor pide su herencia y se va con ella, la manera tan absurdamente hedonista de malgastarla, lo bajo que cayó este personaje en los peores momentos, la recapacitación y el camino ideando una nueva vida de esclavitud, el caso del hermano mayor que envidia el festivo y pomposo recibimiento al menor (a veces nos podemos sentir identificados con él), etc. Pensamos tanto en este descarado hijo menor y la trastada que hizo y luego como “revivió” regresando a su hogar, que a veces perdemos de vista al verdadero protagonista de esta corta y bella historia: el amoroso padre.

Cuando pensamos en nuestro papel dentro de esta parábola, estamos siendo influidos tanto por los cuentos clásicos como las películas de Hollywood que se han empeñado en etiquetar a “los buenos” y “los malos”, a los “héroes” y los “villanos”, y habitualmente pasamos por alto que, en esta historia, los dos hijos tienen un poco de cada lado. Ambos son personajes ambiguos, que demuestran tener su punto de debilidad y conflicto en momentos diferentes y por eso, son como nosotros, tan buenos como malos. Pero el que está tanto en medio como por encima de cada uno, como haciendo de juez, pero también de abogado, es el padre. Y de él no cabe ninguna duda de que es el único y verdaderamente bueno de toda la historia.

Nadie puede llegar a pensar en identificarse con el padre. Nadie llega, ni de lejos, a su nivel. Todos tendemos a despreciar, no damos o directamente condenamos. Sólo el padre rompe nuestros esquemas de lo que entendemos que es la justicia y la misericordia.

El padre da y se da a sí mismo, y una vez que ha dado, vuelve a dar. Uno de los hijos pide al principio y el otro pide al final. El padre da al hijo menor y el padre no ha dejado de dar al mayor en ningún momento.

Y el hogar como marco perfecto de referencia. Ese lugar del que nos empeñamos en escapar porque tratamos de buscar algo que ya había, pero que ninguno de nosotros lo sabía.

Fuera del hogar ¿Qué buscas? ¿Te buscas a ti mismo? ¿Buscas tu identidad? ¿Buscar cariño, amor y aceptación? ¿Buscas plenitud? Sigue buscando si quieres, porque tarde o temprano te darás cuenta de que ahí fuera no está lo que necesitas. Lo que siempre has necesitado, lo que te define y te da identidad es saber que eres hijo del Padre y que en su hogar está tu origen, pero también tu destino. Tu plenitud y tu felicidad. Recapacita, arrepiéntete y vuelve. Date cuenta también de que, si ya estás dentro, no busques tres pies al gato, no te despistes por lo que haga el otro, y piensa que tu padre es el mismo que el de aquel pobre desgraciado que se perdió y que, en lo profundo de tu corazón probablemente le envidiarías porque quisieras haber huido de casa como lo hizo él. Pero piensa una vez más quién eres tú, cuál es tu hogar y, sobre todo, quién es tu padre, que también quiere que tú disfrutes de su presencia y del regreso de tu hermano perdido.

Santi Hernán

El verdadero descanso

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.”

Jesús, en Mateo 11:28
Descanso

Estamos en agosto, un tiempo de descanso para muchos. Pretendemos descansar en un año, que, aunque los hemos pasado buena parte encerrados en casa, no hemos descansado.

Nos vamos a la playa y tampoco podemos descansar. Si pretendemos viajar a América, la cosa está peor. Además de cómo está la situación en los Estados Unidos y en los países de América Latina, a lugares exóticos y paradisíacos como la famosa playa de Copacabana, en Río de Janeiro no podemos ir, porque todos sabemos cómo está la situación en Brasil.

Si no hubiese ocurrido nada de esta pandemia, posiblemente también hablemos de un fenómeno que se da mucho, que es el de descansar de las vacaciones. A veces, nos afanamos tanto en preparar unas vacaciones, con su viaje, con sus reservas, con todas las cosas que conlleva, que cuando regresamos, lo hacemos agotados y tenemos que descansar de este viaje, y necesitamos unas vacaciones de las vacaciones. ¡Qué ironía!

¿Hay algún lugar donde podamos descansar verdaderamente? ¿Existe en este mundo un verdadero estado de descanso para nosotros?

En Mateo 11:25-30 Jesús da la clave en nuestra búsqueda del ansiado verdadero descanso.

No importa si estamos de vacaciones en un lugar tranquilo y exótico, alejados del mundanal ruido, nuestra alma no descansará sin Cristo.

Y si nuestra alma no descansa, tarde o temprano, el resto de nuestro ser tampoco lo hará porque hay un yugo sobre nosotros que no queremos soltar. Un yugo que confiamos en llevar por nosotros mismos, o incluso lo podemos negar, pero resulta ser una carga demasiado pesada. Una carga en forma de afanes, pensamientos y ansiedades, que nos empeñamos en llevar nosotros porque confiamos en nosotros mismos más que en nadie. De igual manera que una vaca paciendo en el campo, rumia una y otra vez el pasto que se lleva a la boca, así somos nosotros dando vueltas a nuestras cargas y circunstancias.

Da la impresión de que nos gusta cargar con nuestros problemas, porque pensamos que somos los más indicados para resolverlos, y confiar en que el tiempo lo resolverá o se resolverá sólo. Y no es así. Creemos que el tiempo cura las heridas y lo que hace es permitir que sigan infectándose más si no las curamos o, mejor dicho, si no acudimos al que es capaz de curarlas: El médico o el enfermero.

Jesús mencionó la manera práctica de llevar a cabo ese cambio de yugo, del pesado de nuestras circunstancias, por el yugo ligero de Cristo. La clave está en Él.

Cuando hablamos de libertad y de yugo personal, hablamos de someternos al mayor de los tiranos, que no es un dictador político, no es un poderoso terrateniente, no es un jefe muy mandón, ni siquiera es Satanás. El mayor de los tiranos eres tú mismo, y soy yo mismo. Tus (y mis) deseos, tus (y mis) circunstancias, tu (y mi) egocentrismo, todo esto nos domina y deposita en nosotros un yugo mucho más pesado de lo que creemos.

¿Cómo se combate a este fiero tirano? ¿Cómo deshacernos del yugo que ha colocado encima de nosotros? o, mejor dicho, que nos hemos colocado encima nosotros. La receta la da Jesús, y sale directamente de su corazón: Mansedumbre y humildad. Mansedumbre para aprender a ser dominados y someternos, someter nuestro ego (¡No es fácil!), y humildad para proyectarnos fuera de nosotros mismos. Este es un acto de plena confianza.

Pero no es un acto de confianza ciega, como la de los papelitos que se han puesto en muchas ventanas y terrazas, con un dibujo del arco iris y el lema «todo va a salir bien», sin llegar a saber si realmente va a salir bien. Es la confianza por conocer a Cristo y ser plenamente conscientes de que nadie mejor que Él tiene el control de todas las cosas.

Y cambiar este yugo, porque todos tenemos un yugo, no nos engañemos, ya sea el nuestro o el de nuestro Señor, no es fácil, es una tarea que tenemos que hacer de manera diaria. Ser manso es someterse diariamente, rendirnos a la pelea con nosotros mismos y sacar la banderita blanca, dejar que sea otro quién gobierne nuestra vida. Escupir esos problemas que estamos todos los días rumiando, porque no debemos seguir masticándolos.

Ser humilde es pensar que la vida no consiste en yo, y en mí, y mis circunstancias. No consiste en pasarnos la vida mirando nuestro ombligo, con nuestros problemas y en pobrecito de mí y que mal me va la vida. Consiste en levantar la mirada de ese ombligo y mirar hacia adelante y hacia afuera, mirar a “lo” demás y a “los” demás. Mirar al prójimo y, sobre todo, mirar al Maestro todos los días. Porque este es un trabajo diario. ¿Quieres ser libre y descansar verdaderamente? Mira a Cristo y suelta diaria y conscientemente tus problemas en sus manos. Ríndete y olvídate de ti mismo y sométete a Él. Sé confiado como niño y deja de ser sabio y entendido en tu propia sabiduría. El yugo de Cristo es fácil de llevar. Hallarás descanso en Él.

Santi Hernán

Noticias verano 2020

Desde la Iglesia Evangélica Bautista de San Sebastián de los Reyes-Alcobendas, seguimos agradecidos a nuestro Señor porque no ha dejado de ser fiel, primero a sí mismo, pero también a su pueblo y a su obra:

«El Vínculo», abre sus puertas y celebra sus primeros cultos

El vinculo

Como ya adelantamos en el anterior boletín, hemos comenzado a celebrar nuestros cultos ya presencialmente en nuestro nuevo punto de misión en Madrid capital. Os recordamos que esta misión se ubica en el céntrico barrio de Bellas Vistas, hacia el centro-noroeste de la ciudad, cerca de Cuatro Caminos y Guzmán el Bueno, en la Av. Doctor Federico Rubio y Galí, 35. Ahí están sirviendo como obreros el joven matrimonio de Jesús Fraidíaz y Keyla García.

Dios nos ha guardado de la pandemia y ya hemos abierto nuestros locales en Sanse y Valdetorres

Aún a pesar de las noticias que se suceden de brotes y rebrotes en distintos puntos de España, desde Sanse estamos gozosos porque el pasado 12 de julio hemos reabierto nuestro local. Eso sí, siguiendo todas las medidas de distanciamiento, de limitación de aforo, de obligatoriedad de mascarilla (tenemos un stock de mascarillas para los visitantes), salvo para el que está en la alabanza, predicación o presidencia. Hemos provisto de gel desinfectante, alfombra en la entrada y hemos establecido protocolos con la ayuda de ujieres, así como una diligente desinfección del local, después de cada culto.

Por cuestiones climáticas y por este protocolo de higienización del local, los cultos los celebramos exclusivamente en domingo y están adelantados a las 11 hrs. También y pensando en hermanos mayores en situación de vulnerabilidad y otros hermanos, así como familiares, amigos y curiosos, hemos comenzado a emitir nuestros cultos en directo por YouTube. El culto se puede seguir todos los domingos desde la página principal de nuestra web iebsanse.com

IEB Sanse

Desde nuestra misión en Valdetorres, se han abierto también las puertas del local y se están siguiendo los mismos protocolos de desinfección y distanciamiento entre personas. Tanto en Valdetorres, como en Madrid “El Vínculo”, los cultos se están celebrando, todos los domingos, a las 11.

¡A Él sea la gloria!

Volver a adorar juntos

“Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.”

Juan 4:23

¡Ahora sí! Si va todo bien, y las amenazas de los rebrotes nos respetan, julio parece ser el mes en el que regresaremos al local, aunque no será de manera inmediata, y por precaución, y para permitir que prácticamente todos (mayores y pequeños) podamos disfrutar de estar juntos, y para que se garantice la seguridad y la salud de todos.

Quizá una de las mayores motivaciones es el poder vernos, estar juntos, y veremos si nos podemos abrazar, pero creo que, aunque con un poco de miedo al principio, luego se romperá el hielo y todo irá bien. Ya, algunos nos hemos visitado entre nosotros. Nuestros pastores han estado con prácticamente todos los hermanos. Vamos tentando el suelo para ver si realmente está firme.

Además de encontrarnos los unos a los otros, vamos a “encontrarnos” con Dios. Pensando en esto, el caso es que debemos de reflexionar en qué se basa realmente nuestra vida espiritual. Es decir ¿Dónde, cuándo, y cómo vamos a encontrarnos con Dios? En la iglesia ¿No?

“Vamos a la iglesia”, una frase muy típica para ¿encontrarnos con Dios? ¿Para vivir una vida espiritual en este recinto? Veamos que dice la Palabra al respecto.

El encuentro de Jesús con la mujer samaritana, que encontramos en Juan 4:1-42, siempre me ha fascinado, por ser una de las escenas que mejor se pueden contextualizar a nuestros días y habla precisamente de en qué consiste una verdadera vida espiritual.

Nos encontramos a Jesús, que se detiene junto al pozo, en el momento adecuado, y esperando a la persona adecuada: Una mujer, que podría ser perfectamente el opuesto a lo que entendemos que debe de ser una persona decente. Incluso podemos llegar a ser tentados de pensar que, si nosotros estamos lejos del ejemplo de Jesús, esta mujer se encuentra a “años luz” de distancia, por varios motivos.

¿Qué clase de mujer era esta samaritana para llegar a ser considerada así? Quizá para la tolerante y avanzada mente de cualquier persona de occidente del siglo XXI no es para tanto, pero en aquella época se juntó:

Primero, el hecho de que era una mujer. En aquella cultura, hombres y mujeres que no sean matrimonio no trataban entre sí, ni siquiera se acercaban y mucho menos cuando el varón era un rabí (maestro) judío.

Segundo, la mujer era samaritana, lo que representaba una etnia profundamente menospreciada por el pueblo judío. Los samaritanos eran fruto de antepasados del reino de Israel que se habían mezclado con otros pueblos paganos, desobedeciendo así la ley de Moisés. Además, los samaritanos, al tener vetada la adoración normativa de los judíos, en el templo de Jerusalén, ellos tenían su propio lugar de adoración en el monte Gerizim. No era el lugar adecuado y en ese monte se realizaban además frecuentes sacrificios paganos.

Y tercero, y no menos importante, el estilo de vida de la samaritana no era precisamente ejemplar y esto se demuestra en qué clase de vida familiar estaba teniendo. Cinco esposos que tuvo y con el último ni siquiera se llegó a casar y estaban conviviendo en concubinato. Algo que hoy muchos viven en nuestra sociedad, era un escándalo en aquel contexto, aunque sabemos que es algo que desaprueba en términos generales la Palabra de Dios y nosotros como cristianos no debemos practicar.

Sin embargo, Jesús, lejos de juzgarla, simplemente le expuso su vida delante de ella, no para que se sintiera culpable sino para demostrar de que Jesús es aquel a quien todos (judíos, samaritanos y gentiles) esperaban y necesitaban. Al final resulta que esta mujer no está más lejos de Dios que cualquiera de nosotros.

Pero el quid de la cuestión está en la afirmación posterior de Jesús. Ante la confusión religiosa y ritual de la samaritana. Esa que tanta gente en el mundo tiene, sobre las discusiones acerca de cuál es la verdadera religión, o cual es aquella creencia superior o válida, Jesús señala a la actitud correcta en la adoración y el objeto último de la adoración.

La actitud correcta se resume en la famosa frase: “En Espíritu y en verdad”. Es decir, siendo impulsados por el propio Espíritu Santo, el mismo que puso en marcha a la Iglesia en Pentecostés y el mismo que sigue hoy impulsando al pueblo de Dios hacia la misión que tiene que cumplir. En cuanto a la verdad, más allá de ser un concepto abstracto, es la mismísima persona que pronunciaba estas palabras delante de esta mujer. En otro pasaje del mismo evangelio de Juan, Jesús se refiere a sí mismo como “el camino, la VERDAD, y la vida” (Jn. 14:6). Así que Jesús es el motivo correcto de la adoración.

¿Y cuál es el objeto? Jesús señala al Padre, que busca verdaderos adoradores. De esta manera, el motivo, el objeto de nuestra adoración son las mismas tres personas de la trinidad, que Jesús define de manera magistral en esta conversación.

¿Y el templo? ¿Y el monte? ¿Y el local de la iglesia? ¡Ah, sí! Están para vernos los unos a los otros y seguir adorando, pero esta vez, todos juntos y eso sí, sin olvidar cuál es la motivación y el objeto adecuados.

Santi Hernán

selfie frente a la gioconda

¿Podemos sacar algo bueno de todo esto?

“El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre.”

Eclesiastés 12:13
Selfie de jóvenes con mascarilla frente a la Mona Lisa
Los nuevos tiempos

Abril, mayo y ahora junio. Posiblemente este sea el tercer mes completo que pasemos separados. Y aunque volvamos a finales de junio (estamos pendientes de las famosas “fases” del desconfinamiento) llevaríamos sin vernos desde antes de mediados de marzo (el último culto en nuestro local fue el del día de la Biblia, el pasado 8 de marzo). Acabaríamos como mucho, 16 semanas separados.

Estos meses se han visto como muy duros, muy oscuros, muy inciertos, de mucho sufrimiento e impotencia al permanecer prácticamente encerrados en nuestra propia casa. Y mientras los medios de comunicación masivos no han dejado de bombardearnos de noticias, a cuál peor, especialmente en los días de mayor pico de contagios y fallecidos. Ahora le toca sufrir a la economía del país y de muchas familias, y su recuperación se prevé más lenta y tediosa si cabe, y dejará más dolor e incertidumbre por el camino.

El mundo ha cambiado tanto en tan poco tiempo… y creemos que para mal. Ahora nos obligan a ser menos sociales, a tapar nuestra sonrisa, a separarnos y distanciarnos y todo en favor de la seguridad, aunque también con un componente de miedo. ¿Habrá valido la pena todo esto?

En situaciones así ¿Cuántos se habrán preguntado esto último? ¿Cuántos se habrán formulado la manida pregunta de “Donde está Dios en todo esto”? Si ni siquiera las iglesias nos podíamos reunir. Si nuestra experiencia de cultos ha sido distorsionada por estar presentes frente a una pantalla. Si no podíamos salir a la calle a predicar el evangelio. ¿Por qué ha permitido todo esto? ¿Ha valido la pena? ¿Realmente podemos sacar algo bueno de todo esto?

Esta experiencia del coronavirus, que bien podría ser frustrante por todo lo vivido y del modo en el que hemos vivido, puede ser perfectamente trasladable a la vida en general, para muchas personas. Una vida tan dura, que aparentemente no ha hecho más que dar una frustración tras otra, al final ¿ha merecido la pena?

Salomón y Moisés

Hay un libro bíblico que se ocupa de este discurso y es el de Eclesiastés. Y eso que su autor no ha vivido en penurias ni en crisis ¡Al contrario! Tuvo todo lo que quiso y aprendió y conoció y experimentó lo que le placía. Cualquiera podría firmar una vida como la suya, la del predicador que habla, que fue ni más ni menos que el rey Salomón. Él mismo se preguntó si valió la pena.

Pero no hablaré sólo de este discurso y su predicador, como paradigma de la vanidad de la vida, sino de otro que podríamos decir que su vida quedó reducida a un “quiero y no puedo”, como Moisés.

Moisés fue llamado a libertar a su pueblo Israel de manos de Egipto y llevarlo a la tierra prometida de Canaán. Lo que en un principio fue un éxito, se convirtió en fracaso, como tantos otros, con el correr de los días, semanas, meses y años.

Un pueblo entero confinado, no en sus confortables casas, sino en un riguroso desierto, que no destaca por ser el más grande del mundo, pero casi se convirtió en el más extenso dado el tiempo que pasaron vagando (40 años se dice pronto) y para colmo quejándose día sí y día también.

En lugar de fijarse en la liberación de la esclavitud, la llegaron a echar de menos y en lugar de fijarse en la provisión diaria de Dios, se quejaron de lo que les faltó (y aun así Dios se lo proveyó por su insistencia).

Así podemos vernos a nosotros mismos. ¿Cuántas veces hemos criticado lo tercos que eran los israelitas en el desierto cuando no dejan de ser un espejo en el que mirarnos nosotros?

Moisés fracasó porque pudiendo ser y vivir como un príncipe en la mayor potencia mundial, huyó y fue pastor de cabras en la periferia. Fracasó porque libertó a un pueblo quejica y desagradecido, y porque en lugar de gratitud, recibió duras críticas de los suyos, y porque asistió frustrado al enésimo acto de rebeldía y desobediencia del pueblo, cuando bajó del monte Sinaí, y encima acabó sus días sin poder disfrutar de Canaán, más que viéndolo de lejos (como nosotros ahora, que estamos viéndonos de lejos).

Y si le damos la vuelta a la situación…

Pero…

¿Y si le damos la vuelta a la situación y comprobamos que Moisés realmente no fue un fracasado?  Moisés fue realmente un instrumento útil en manos de Dios. Y sí cumplió con sus planes. El pueblo entró finalmente en Canaán, pero no esa antigua generación que prefirió la ingratitud y desidia y a la que el propio Moisés acabó sumándose.

¿En serio vemos a Salomón como fracasado con todo lo que hizo y la sabiduría de lo alto que aplicó durante un tiempo? ¿Y si se sintió fracasado en una vida vana, porque buena parte de su vida no tuvo en cuenta a Dios, igual que el terco pueblo de Israel en el desierto?

¿Y si nosotros nos sentimos frustrados y fracasados porque hemos apartado a Dios de la situación de crisis actual?

¿Has aprovechado este tiempo adecuadamente a la luz de la gloria de Dios o por el contrario no has dejado de lamentar lo vano que es todo mientras no dejas de dar vueltas en tu propio desierto? En tu mano está concluir si has sacado algo bueno de todo esto.

Santi Hernán

Bienvenidos a la nueva normalidad

“Entre los débiles me hice débil, a fin de ganar a los débiles. Me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles.”

Pablo, en 1 Corintios 9:22

Hace aproximadamente algo menos de dos meses y medio, los menos avispados mirábamos de reojo las noticias sobre un virus que estaba asolando el lejano Oriente, y de la poca importancia que le dábamos por la lejanía geográfica o el desconocimiento de la enfermedad, no podíamos llegar, ni siquiera a imaginar que nos iba a cambiar tanto.

Ya no es que nos dejara confinados en casa como nunca antes nos había ocurrido, ya no es sólo que asistiéramos atónitos al colapso de un sistema de salud del tamaño del nuestro, ya no es sólo la cantidad de empleos que se han extinguido y la próxima ruina económica, y sobre todo, ya no es sólo la tragedia que está dejando (estamos en mayo y esto aún no ha acabado, señores) de decenas de miles de fallecidos, y eso sólo en España, sino que este virus, que algunos lo infravaloraban calificándolo como una simple gripe doce semanas atrás ha cambiado occidente, y ya de paso, el mundo entero, para siempre.

En la intensidad de estos hechos, no son pocos los que afirman que esta ha sido como aquella guerra que nuestros abuelos sufrieron, o como aquella dictadura que nuestros padres vivieron. Esta generación quedará marcada por el Covid-19.

A la fecha en la que estoy escribiendo esto (27 de abril) aún no tenemos del todo claro cuando nos saldremos definitivamente del confinamiento y de qué manera se producirá este desconfinamiento, por lo que no puedo dar una fecha de regreso a nuestros cultos en nuestro local y a las actividades cotidianas, como los solíamos hacer. Lo que sí que está claro es que tendremos que replantearnos muchas cosas, sobre todo, a la medida de la evolución de la pandemia y sus consecuencias a corto y largo plazo.

Me explico con diversos ejemplos que encontramos en la sociedad: A las medidas de seguridad que todos conocemos y que debemos de cumplir, como el uso de mascarilla (como la de la foto) y guantes, la distancia social, o las medidas de higiene, se están haciendo controles en las carreteras y en las entradas a algunas empresas, se están desinfectando periódicamente las instalaciones, se están reduciendo y espaciando los aforos en los recintos deportivos, se están cancelado definitivamente numerosas competiciones, y otras se están replanteando de manera más simple, se ponen mamparas en bares, restaurantes y cajas de supermercado, el teletrabajo ha venido para quedarse, el curso en colegios, institutos y universidades así como la temporada turística de verano se han echado a perder este año. Y, en definitiva, todo se hace más en la distancia.

Y la iglesia ¿Qué? ¿Iremos a remolque del resto de la sociedad como habitualmente estamos haciendo? ¿Seguiremos igual? ¿Tomaremos medidas? ¿Hemos pensado en ello?

Es evidente que nada sustituye el contacto humano, el poder estar juntos, abrazarnos y saludarnos con un beso santo. Pero me temo que esto se tendrá que limitar de alguna manera y que habrá mucho miedo, sobre todo al principio.

Cuando volvamos no es de extrañar que la asistencia a nuestros cultos caiga de manera estrepitosa, y con razón.

Ya no estamos hablando de un miedo irracional e infundado, sino que hay bastantes expertos que hablan de posibles rebrotes en un futuro próximo, o incluso no se descarta que surja una nueva cepa o mutación del Covid. Recordemos que el actual no es el primero que está viviendo la humanidad, sino que ya hubo otro Coronavirus de tipo SARS (que afecta al sistema respiratorio) que arrasó en Asia, en 2002. Y luego hubo otra variante, en 2012, que quedó concentrado en Oriente Medio, llamado MERS. Y aún no hemos vencido totalmente este actual Covid-19, falta una vacuna, que no llegará mañana, sino que puede tardar fácilmente más de un año.

Vuelvo a repetir la pregunta anterior ¿Qué hará la iglesia? ¿Ha pensado en algo? Por cierto, en todo momento hablo de la Iglesia cristiana en general, no me refiero a la nuestra, aunque también podríamos ver qué podemos hacer nosotros a nivel local. ¿Nos adaptaremos o nos quedaremos atrás?

Ante lo que parece un auténtico cambio del paradigma, hay un pasaje bíblico que habla sobre la flexibilidad del cambio de la cultura y saber adaptarse a este cambio y es el ejemplo que puso el propio apóstol Pablo, hablando de su ministerio en distintas partes del mundo que recorrió, en el pasaje de 1 Corintios 9:19-23. El fin y la meta es la misma, eso no cambia: vers. 19: “para ganar a tantos como sea posible”. Pero luego habla de su adaptación a la cultura judía, y a la cultura gentil, su adaptación a los que son más maduros en la fe y los que son más primerizos. Como iglesia, tenemos que aprender, como Pablo, a adaptarse a los nuevos tiempos, a las nuevas culturas e ir a la vanguardia de lo que está por venir. Lo que era normal, hace un tiempo, ha cambiado. Nos guste o no, todos somos ahora bienvenidos a la nueva normalidad.

Santi Hernán

Libres en el Señor

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”

Jesús, en Juan 8:36

Estaba programado otro artículo para este mes, en el que los cristianos celebramos principalmente la buena noticia (evangelio) de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, en la conocida “Semana Santa”, también tenía programado hablar sobre la buena noticia del nacimiento de nuestro nuevo punto de misión en el noroeste de Madrid (en el barrio de Bellas Vistas, más al sur del barrio de  Valdezarza), pero una muy mala noticia ha arrasado desde el pasado mes de marzo con todo lo demás, como si se tratase de un tsunami.

En 43 años de historia de nuestra iglesia, nunca nos hemos dejado de reunir, y mirad que hemos pasado por muchos problemas de diferente índole, pero la iglesia ha seguido congregándose domingo tras domingo, si no es en nuestro local, ha sido en alguno de los retiros anuales que hemos celebrado. Pero lo que comenzó en marzo ha pasado por encima de nuestras expectativas, en el sentido negativo de la expresión.

¿Quién iba a imaginar, a principios de este 2020 que una catástrofe sanitaria de proporciones épicas iba a alcanzar con especial fuerza nuestro país, hasta tal punto de obligarnos a confinarnos en nuestros hogares? Todas las iglesias en nuestro país han tenido que cerrar sus locales de reunión (que no la iglesia) ante la amenaza de un virus extremadamente contagioso y letal, sobre todo, para nuestros amados mayores.

Lo que es seguro, es que la potencia de este evento marcará sin duda un antes y un después en nuestra historia, y en la fecha en la que escribo estas líneas apenas vislumbramos la mitad de este estado.

Este antes y después, ha hecho que este mes, me cuestione el poner anuncios en este boletín o lanzar aparte nuestro entrañable boletín de oración “Clamemos”, porque este debía de ser monotemático. Al final, juntaré ambos en este “Ágape”, cambiando la actividad por la oración. Por lo que encontraréis motivos suficientes por los que orar más abajo.

Pero como dije antes, hay dos eventos que parecen haber sido cubiertos por el oscuro manto de la incertidumbre y la calamidad del Covid-19: uno es la celebración casi universal de la semana de pasión de nuestro Señor y otro, más local, la posible inauguración de nuestro nuevo punto de misión en Madrid.

Con el virus rondando nuestras calles, copando medios de comunicación y conversaciones y, sobre todo, provocando un enorme drama en toda la sociedad ¿Cómo compaginarlo con las buenas noticias que están ahí?

Miro por la ventana de mi confinamiento y veo a la gente en otras ventanas y balcones, e una especie de injusto arresto domiciliario, para un país acostumbrado a la calle y a los abrazos. Pienso que el ansia de libertad está más patente que nunca.

Pero estamos en nuestras casas, rodeados de comodidades, con la ventana artificial al mundo que representa internet y la televisión, y con la perspectiva histórica de los avatares de nuestros antepasados, y podemos pensar que quizá no estamos tan mal, pero el ansia de libertad sigue ahí.

Nuestra esperanza es que el día de mañana esto pase (y no dejamos de repetirnos como un mantra el “… y pasará”) y cuando salgamos a la calle, experimentaremos el disfrute de un tiempo de una maravillosa primavera, pero esto también pasará… porque nuevos problemas vendrán, y serán muy duros.

Y aunque estemos en la calle, en el campo, en la montaña, en la Puerta del Sol empapándose del ansiado gentío, seguirá habiendo ansia por la libertad.

Dios nos ha creado así, libres y responsables. Tenemos capacidad de decidir qué hacer, pero a la hora de la verdad, hay un amo mucho mayor que unas autoridades públicas y sanitarias que nos retienen y nos confinan en nuestro ego, y ese es el pecado.

Algunos ven el pecado como lo más feo y desagradable del mundo (y en el fondo sabemos que lo es), pero se disfraza de un bonito deseo que sale de lo profundo de nuestro corazón, y no sólo eso, sino que se convierte en nuestro tirano, ese que nos hace querer escapar y ser libres.

¿Creemos ser libres cuando hay algo que nos confina más que cuatro paredes? Nosotros podemos pasar hasta un mes “encerrados” en nuestras casas, pero os aseguro que hay hermanos en la fe, que llevan años encerrados en una cárcel (ya sea por persecución o por ser criminales que han entregado su vida al Señor entre rejas) y que son más libres que muchos que creen que pueden ir donde quieran, porque al final de sus vidas no podrán elegir.

Esta es la libertad que nos da el Señor y que se consumó el día que encomendó su espíritu al Padre y también el día que se levantó de la muerte, mostrándonos el camino que seguiremos también nosotros.

Esa es la libertad que nos dio aquel Cristo, en aquella semana, que en fechas como las que estamos, celebraremos (en casa).

Pero esta también es la libertad que hemos de proclamar, y que de hecho estamos haciendo en nuestras ciudades, pueblos y barrios, como aquel barrio con esa incipiente congregación que está naciendo muy cerca del corazón de la ciudad de Madrid, en el barrio de Bellas Vistas, entre Cuatro Caminos y el barrio de Valdezarza (barrio donde iba a estar inicialmente) y del que damos buena cuenta con sus datos en este nuevo boletín.

Ansias de libertad es lo que tenemos. Seguramente ante el sufrimiento de muchos enfermos en sus camas, esperando su desenlace y queriendo salir de aquellos hospitales abarrotados y desbordados, lo que desean es salir, obviamente sanos y limpios, pero seguro que los habrá que nos les importará salir de otra manera, con tal de que acabe su sufrimiento y agonía. Este mundo está en agonía, lo llevamos viviendo mucho tiempo.

Pero no quiero acabar con mal sabor de boca porque, aunque sabemos que sólo Cristo nos puede hacer verdaderamente libres, aún la humanidad conserva esos pocos retazos de la imagen divina que nos hemos empeñado en deteriorar. La imagen en portada representa parte de esos retazos, en forma del reconocimiento del trabajo duro de muchas personas que están arriesgándose y dejándose la piel: sanitarios y personal de hospitales, limpiadores, policías, guardias civiles, ejército, personal de supermercados, agricultores, transportistas… y muchos que se han ofrecido para ayudar, con cuantiosas donaciones y por aquellos que con estoicismo se sacrifican escondidos en casa. Tanto por lo que agradecer y tanto por lo que aplaudir. ¿Y la iglesia? ¿Qué podemos hacer? Pensemos en ello… de momento, sigamos orando y clamando por nuestro país. A continuación, proponemos una serie de motivos de gran importancia.

Santi Hernán

 

Especial de oración “¡Clamemos!”

Enfermos y familiares

El primer motivo no puede ser otro. Hay tantos, y probablemente conozcamos en persona a algunos. Que el Señor sane y limpie a los afectados por coronavirus. Que dé paciencia y consuelo a los familiares y sobre todo a aquellos que han perdido un ser querido.

En primera línea

Lo dicho antes, personas que se dejan la piel: Médicos, enfermeros, celadores, limpiadores, administrativos, conductores de ambulancia, personal de seguridad, policías, guardias civiles, militares, personal de mercados y supermercados, agricultores, transportistas, fabricantes de equipos de protección, investigadores, y tantos que están remando en la misma dirección para que esto acabe.

La crisis que viene

Lo que vendrá después de esta pandemia puede llegar a ser más mortífero que la propia enfermedad. Una gigantesca crisis económica que amenaza con llevarse por delante a empresas, trabajadores y familias. Oremos por que el Señor vuelva a multiplicar los panes y los peces.

Nuestros gobernantes

Que aún a pesar de todo, incluso de sus propios intereses, el Señor les dé sabiduría y misericordia para saber sacrificarse a sí mismo y sepan gobernar en medio de este caos.

En el extranjero

Fuera de nuestras fronteras tenemos a Italia, China, Estados Unidos, Alemania, Irán (como mayores afectados) y tanta cantidad de países, especialmente los más pobres. Que el Señor tenga misericordia de este mundo.

Otros enfermos

No todos padecen coronavirus. Hay muchos enfermos, sobre todo, entre nosotros, que pueden verse desplazados por el empuje de la urgencia por esta pandemia. ¡No los olvidemos!

La misión

El evangelio es ahora más que nunca pertinente y necesario. Que el Señor nos dé la visión necesaria para saber cómo gestionar este tiempo tan extraño y que sepamos manejar el tiempo de incertidumbre que vendrá después. No olvidemos orar y dar las gracias por nuestra nueva misión en Madrid y por Jesús, Keyla, Victor y Linda, que están al frente.

Marzo: El día de la Biblia

“Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.” Nehemías 8:8

Como cada año, celebramos en marzo el día de la Biblia. El Día de la Biblia se celebra el segundo domingo de marzo, en conmemoración del 7 de marzo de 1804, año en el que se fundó la primera Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, pionera de la obra bíblica en España.

Sin lugar a duda la Biblia merece que se le celebre un día, porque sabemos que es la revelación de Dios escrita, y que ha sobrevivido el paso de los siglos y ha llegado hasta nosotros incluso después de haber intentado ser destruida, censurada, prohibida, manipulada, negada, menospreciada, ocultada y un largo etcétera… sin éxito. El hecho de que la tengamos es otro de los muchos milagros de Dios y es gracias a su provisión y misericordia que la podemos leer, estudiar y conservar en nuestro idioma. ¡Qué privilegio!

Si hay una manera oportuna de celebrar la Biblia es sin duda leyéndola, pero creo que está muy manido eso de (simplemente) leer la Biblia. Creo que la Palabra divina merece algo más.

Seguro que si alguien muy importante para ti te dice algo que es igualmente importante ¿A qué prestas especial atención a lo que te dice?

Uno puede oír como cuando tenemos puesta la televisión de fondo, mientras tenemos una conversación con un amigo. Normalmente prestamos la atención a la persona con quién hablamos e ignoramos a la televisión, pero no siempre es así. La distracción está ahí presente y nos puede entorpecer el diálogo.

Lo mismo sucede al tratar de escuchar la voz de Dios cuando leemos su Palabra. Debemos de concentrarnos porque es fácil distraernos.

Esdras y Nehemías, como líderes del pueblo de Dios, en Jerusalén organizaron un encuentro con todo el pueblo reunido y consideraron sabiamente oportuno el leer el libro de la ley (para nosotros es el Pentateuco, es decir, los primeros cinco libros de la Biblia, ya que obviamente no tenían el Antiguo Testamento) y nos dice el pasaje en cabecera que lo leían claramente, poniendo el sentido para que entendiesen la lectura. Esto es lo que se podría decir que era una predicación de la Palabra, pero también podría ser considerado como un estudio. Porque leer las Sagradas Escrituras no es, ni mucho menos leer algo de corrido y recitarlo sin más, sino entender bien lo que Dios nos quiere decir a través de ella.

Por ello, lo que tenemos que hacer, más que leer, es estudiar la Biblia, escudriñarla, sacarle todo su jugo, alimentarse con ella, no sólo “picotear” versículos como muchos tienen por costumbre.

Estudiar la Palabra implica el sentarse con rigor y seriedad delante de ella, en oración, para que sea el Espíritu Santo quién guíe y nos dé claridad a la lectura.

Dios es el que pone el querer como el hacer. Pero también tenemos que poner de nuestra parte.

Por ello quiero compartir unas breves pautas propuestas por Sociedad Bíblica de España:

Antes de leer cada pasaje, pídele a Dios que te hable a través de su Palabra.

Reserva un tiempo especial cada día para leer la Biblia, y ¡procura mantenerlo! ¡Si puedes encontrar un lugar tranquilo aún mejor!

Tendrás que decidir si prefieres leer a solas o en grupo. La compañía, a veces, ayuda sobre todo para entender el texto. Léelo varias veces. Cuando hayas leído, piensa en las respuestas a estas preguntas:

¿Por qué se escribió este pasaje?

¿Cuál es el significado de cada palabra del texto que yo no entiendo?

¿Qué significado tenía este pasaje para sus lectores originales?

¿Qué me dice a mí este texto hoy?

¿Qué dice el pasaje acerca de Dios?

¿Qué me dice sobre Jesús?

¿Qué pide que haga yo?

Ora y pide a Dios que lo que acabas de leer te ayude a vivir de acuerdo a su voluntad.

Esperamos que estos consejos te ayuden a estudiar su Palabra y seas alimentado e inspirado todos los días.

Santi Hernán