Como destruir la iglesia cristiana evangélica

“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid” (1 Pedro 5:8, 9).
            Si fueses el diablo, ¿qué plan tendrías tú para destruir la iglesia? ¿Qué te parece el siguiente? Esperar hasta que la iglesia llegue a estar sin poder, o bien mundano, o bien legalista, y luego aparecer con una solución que parece ser justo lo que necesita, algo que parece ser espiritual, pero que permite que la gente viva como quiere. Lo que quiere la gente es ser tan mundano como se puede y todavía salvarse. Así que el diablo inventa una nueva versión del evangelio que asegura la salvación, pero no compromete a nada. Se basa en “solo creer”. En ello se da toda la importancia a una profesión de fe, y solo relativa importancia a la vida que sigue a continuación de esta profesión. Cuando una persona acepta a Cristo como su Salvador, se le declara salva y le enseña que “una vez salva, siempre salva” y que, puesto que no se puede perder la salvación, que viva como viva, irá al Cielo. ¡Brillante! ¡Touché! No se habla del quebrantamiento, ni de la confesión de nuestra pecaminosidad, ni de la renuncia de nuestra voluntad, ni de la santidad, ni de tomar nuestra cruz cada día y seguir a Cristo.
            Este es un evangelio que apetece a la carne. La carne quiere libertad para hacer lo que quiere. Quiere encajar bien con el mundo, evitar el ser políticamente incorrecta, desfasada y ridícula. Quiere satisfacer sus apetitos físicos y sexuales, sin prohibiciones. Nada de ayunar, de vigilias de oración, de diezmar o de sacrificarse. Quiere placer. Nada de disciplina, obligaciones, compromisos, o exigencias bíblicas. Quiere liberarse de normas y tradiciones. Todo esto lo tacha de legalismo. ¿La salvación no es por gracia? Quiere una espiritualidad con fuertes emociones, vibraciones religiosas y una música que las proporcione: excitante, erótica y conmovedora. La carne es rebelde. No quiere someterse a nadie, ni a ancianos, ni a los padres, ni al marido, ni al gobierno. Quiere su independencia, autoafirmación, y realización.
            Entonces, para justificar esta forma de espiritualidad, se necesita un sistema de interpretar las Escrituras que la permita, una nueva hermenéutica. Así que se inventa un sistema de interpretación de la Biblia que pretende honrar y respetar las Escrituras, pero de hecho las tuerce para que digan lo opuesto de lo que ves escrito, para complacer la carne y ser políticamente correcto. Esto se llama “contextualizar”. Significa reinterpretar el texto para nuestros días y nuestro contexto social, para que encaje con el pensamiento moderno. En realidad es contemporizar. Es imaginar lo que quizás dijera el apóstol Pablo si predicase hoy y hacer que el texto lo afirme. El problema es que el texto pierde así la autoridad, y la adquiere aquel que lo reinterpreta. Si el apóstol Pablo viviese hoy, diría exactamente lo mismo que dijo entonces, porque la Palabra de Dios es eterna y no cambia para encajar con la sociedad. El que la haga decir otra cosa está en un grave error.
Si realmente queremos que la iglesia vaya adelante, hemos de predicar sobre el temor a Dios, el pecado, el juicio y el infierno. ¡Esto es lo que trae avivamiento! Y esto es precisamente lo que el diablo no quiere, y por ello estos temas escasean hoy. En muchos lugares el plan de diablo está en plena marcha.
M. B.

El Señor ha venido… el Señor volverá

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.” Isaías 9:6-7

«Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.” 2ª Pedro 3:10-14

Los judíos estaban esperando a un libertador, a un líder del pueblo que iba a levantar a su gente en contra del sometimiento de las naciones extranjeras opresoras. Esto se ha venido anunciando desde antes de la época de los profetas, unos 600 años antes del nacimiento de Cristo, y la nación escogida de Israel ha sufrido en todo ese tiempo el yugo de los sirios, los babilonios, los persas, los griegos, y finalmente los romanos, cuando se cumplieron los días que celebramos y recordamos ahora. La profecía más impactante era sin duda la de Isaías (descrita en parte arriba) y hablaba de un reinado que no tendría fin, en manos de un ser humano que iba a nacer como otra persona cualquiera, siendo un niño, pero a la vez siendo Dios Fuerte. La decepción en muchos se hizo notar, al ver que este, que más tarde movía a las masas, hablaba palabras de verdad, obraba milagros y alimentaba a miles, estaba siendo humillado y castigado en una terrible cruz. Jesús hablaba de un reino que coincidiendo con el expuesto en la profecía de Isaías, no tendría fin, un reino duradero, y que no iba a estar solo, sino que muchos podrían participar de él. Pero no es un reino físico, terrenal, como imaginaban con descarada pasión estos israelitas del primer siglo, sino algo mucho más profundo y significativo; un reino celestial, que entraba en vigor en el momento que el mesías hecho un frágil bebito, vió por primera vez la luz de aquella estrella en la noche de Belén. No estemos pensando en términos terrenales, no pensemos en términos egoístas.

Sin embargo, este reino, se establecerá definitivamente y sustituirá a todos los reinos del mundo, pues la tierra, tal y como la conocemos desaparecerá, junto a su finita gloria. Y los redimidos por Cristo, estos que con corazón humilde y humillado han aceptado su perdón, formaremos parte de este Reino glorioso e infinito, cuando él regrese. Pero ese regreso no será como el del bebé de Judea, será muy diferente y posíblemente más dramático ¿Cuando será? No lo sabemos, pero le esperamos pronto. Mientras tanto, recordemos este hecho en el advenimiento, no sólo de su primera venida que hubo en Belén, sino sobre todo de esa segunda venida, que marcará el fin de la historia del mundo conocido.

Guerras, enfermedades, hambre, crisis, apostasía, falsos profetas… Las señales descritas por el propio Jesús en Mateo 24:3-28 ya son suficientes, y no pueden ser ignoradas, pues cual relámpago que sale del oriente y corre hacia el occidente, Cristo puede llegar en cualquier momento. Sólo los que perseveran aún a pesar de todo, serán salvos. Estamos celebrando que Dios vino una vez en forma de tierno niño, pero también celebramos que volverá como rey dispuesto a llevarse lo que es suyo, desechando lo que no es ¿Estás preparado para ese momento?

Tiempo de adviento

Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.” Lucas 2:6 y 7

«Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.” Mateo 8:20

Fue como a principios de noviembre, que recuerdo haber visto el primer anuncio en televisión, con algún motivo navideño, para colmo los protagonistas de ese anuncio eran los reyes, y recuerdo que la primera vez que lo vi, en los primeros días del mes de noviembre, las circunstancias climatológicas que vivimos provocaron la extraña

situación de que aún vestía con manga corta, y aún no había “estrenado” la calefacción. Para un europeo se hace muy extraño el hecho de desligar la época de navidad, del frío. ¿Por qué os cuento esto? Porque sin exagerar, a veces adelantamos demasiado la navidad, y tenemos la sensación de que algún año de estos, veremos adornos navideños en las calles mientras paseamos por ellas vestidos con pantalón corto, sandalias y saboreando un helado .

¿Qué tiene que ver esto con el adviento? Mucho. La palabra adviento deriva de advenimiento, que da la idea de alguien que “viene” o “esta viniendo”, un tiempo de preparación para acoger a alguien especial y anunciado. No es un invento nuevo esto del advenimiento, más bien, es algo que viene de muy antiguo, pues hace más de 3000 años que esperaban un prometido, un elegido (un mesías o cristo), y las señales de su nacimiento, ya fueron dados por los profetas de Dios. Era tiempo de prepararse para quien venía, no uno cualquiera, sino el mismísimo Dios, hecho como uno de nosotros.

Pero tanta iba a ser su humanidad, que incluso su venida sería tan humana como el más mísero de nuestros semejantes. No fue en el palacio de un rey, ni siquiera en una confortable casa romana, es más, ni siquiera fue en una humilde casa judía de la época. No, fue en el lugar donde comen, duermen e incluso hacen sus necesidades, los animales del campo, las bestias de carga. Un lugar maloliente, ruidoso e insalubre, un desagradable nido de gérmenes. Quienes hayan estado en un establo sabrán perfectamente lo que hablo, y estarán de acuerdo en que es uno de los lugares menos idóneos del mundo, donde llevar a cabo el momento más delicado en la vida de cualquier persona, nacer, y el lugar donde una mujer se juega su salud, por su exposición tan evidente a tanta suciedad. Para colmo, en lugar de una experimentada matrona, o un ginecólogo de amplio conocimiento y con los mejores medios a su disposición, el parto iba a ser asistido por un probablemente inexperto varón, que de tallar la madera sabría bastante, pero de ayudar a una pobre parturienta, quizá poco. Los hombres de esa época, generalmente no participaban en este tipo de labores.

Pero Dios iba a llevar a cabo su plan tan a la perfección, que toda esa miseria descrita, pasaría a un segundo o tercer plano. Menudo advenimiento el que tuvo en la tierra el Dios creador del universo ¡Que forma tan espantosa de recibir al Rey de reyes! Con razón, al crecer este niño, mencionó que el hijo del hombre (él mismo) no tendría lugar donde recostar su cabeza.

Hoy día, el advenimiento (o adviento) que le hacemos al Cristo en nuestros hogares y corazones debe de ser mucho mejor que el primero que tuvo, porque a diferencia de que aquel entonces, hoy, la salud (espiritual) que esta en juego es la nuestra, sin embargo, y al igual que en esa noche que recordamos como tan entrañable, al Señor no le importa venir a nacer y morar a un lugar tan sucio y desagradable como es nuestro propio corazón, pero aunque así sea, abrámosle las puertas de nuestra vida, luego, el ya se encargará de cambiar ese insalubre interior nuestro, por un lugar limpio y confortable, para que el Salvador pueda morar, y recostar su cabeza y así podamos preparar nuevos corazones para que Jesús pueda cambiarlos también. Ese es el nuestro deseo para este tiempo de adviento.

Retribuir

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” Filipenses 3:20

«¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas… Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.” Malaquías 3:8 y 10

Hace unos meses, con motivo de las pasadas elecciones autonómicas y municipales, compartí con vosotros un versículo conocidísimo tanto dentro como fuera de la iglesia, unas palabras revolucionarias de Jesús, que nos marcan el rumbo de cómo debe ser nuestra relación con Dios y con nuestra sociedad, sobre todo en el ámbito político, social y económico “…Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.” (Mateo 22:21). Es evidente que todos tenemos que estar al día con nuestras obligaciones fiscales, y precisamente estas palabras de Jesús hablan muy oportunamente de una situación como la que estamos viviendo ahora. Pero hoy no voy a hablar del pago al César, no voy a hablar de nuestra responsabilidad ciudadana, a la cual no debemos de faltar, mientras sigamos en este mundo y atados a las normas y autoridades de esta nación. Hoy, voy a hablar de nuestra responsabilidad a la hora de gestionar el dinero, como ciudadanos de nuestro reino verdadero: El Reino de Dios.

Lo primero es ubicarnos: Una persona que nace en un país, que sus padres o tutores legales le inscriben en el registro civil de ese lugar, automáticamente pasa a formar parte de la ciudadanía de ese lugar, con sus derechos y sus deberes. No ha tenido que hacer poco más que nacer allí para disfrutar del privilegio de ser de allí. Lo mismo pasa con la ciudadanía celestial, para ello no hay más que nacer, pero este nacimiento no es inconsciente y fuera del control propio de la persona, sino se trata de un nuevo nacimiento, totalmente consciente y premeditado, una decisión que marca una nueva esperanza en un reino sin final, y sobre todo un rey con poder, amor y justicia eternos; la adhesión a una nueva gran familia y comenzar disfrutar de sus derechos y… deberes.

El hecho de que vivamos a partir de entonces en un reino perfecto, no evita que tengamos que asumir ciertas responsabilidades. Mientras que las leyes vienen impuestas por nuestra nación; en el reino celestial, acatar la ley de Dios es muestra clara de que pertenecemos a él. La ley es, sin duda, la palabra de Dios, en ella aparece de forma muy clara la voluntad de nuestro Rey y todo aquello que mejora notablemente la convivencia entre nosotros, sus siervos, sus hijos. Dentro de la iglesia, aparte de amar y compartir con hermanos, una de las responsabilidades que quizá sean más tabú, por lo que implica a cada uno de nosotros a nivel personal es la de diezmar y ofrendar.

El mundo, sobre todo en culturas tan escépticas como la europea, en su afán de desprestigiar la obra de Dios en la tierra ha puesto a la iglesia, la etiqueta de institución codiciosa, al servicio de una jerarquía hipócrita que en lugar de dar sus bienes a los que realmente lo necesitan, prefiere gastarlo en lujos y caprichos de obispos, papas e incluso ciertos pastores evangélicos, sobre todo en América. Esa es la triste imagen de la gestión económica del reino de Dios. No falta razón en el hecho de que muchos de los “jefes” de la iglesia en el mundo despilfarran, pero eso no quita que una gran mayoría de iglesias locales, pequeñas y grandes sepan que este dinero que reciben lo gastan en lo que realmente hace falta. Por poner algunos ejemplos prácticos: Mantener con lo necesario a un pastor y su familia, pagar el local y todos sus gastos de suministros (agua, luz, calefacción), financiar proyectos evangelísticos o misioneros, la compra de material docente para discipulados y escuelas dominicales, y un largo etcétera. Mientras sigamos en este mundo, tendremos gastos que pagar, es inevitable, y además es una señal de responsabilidad de la iglesia ante el mundo, ante al que cada día, sigue combatiendo los prejuicios y la etiquetas (sobre todo en el delicado tema de la economía) con la mejor “arma” que tenemos: El amor. Seamos responsables y comencemos a retribuir con parte de lo que tenemos en el bienestar común de la iglesia. La promesa sigue estando ahí, o si no, echad un vistazo a Malaquías 3:10.

Dependencia de la política

 “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador” 1ª Timoteo 2:1-3

“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.” Salmo 1:1-3

“La mano negligente empobrece; mas la mano de los diligentes enriquece.” Proverbios 10:4

Apenas han pasado poco más de 6 meses y ya estamos de nuevo metidos en campaña electoral. En mayo fueron las elecciones municipales y autonómicas. Y ahora las circunstancias han propiciado que sean las generales (presidenciales), las que se hayan adelantado al próximo día 20 de noviembre. En mayo ya tuve la oportunidad de hablar de este tema, pero la nueva serie que inauguré la semana pasada con el título “Dependencia…” hace que retome este asunto pero con otro punto de vista.

Cuantas veces habremos oído aquello de “A mi no me interesa la política” o bien “La política es algo que no entiendo”, o una muy popularizada que es “Lo que hagan los políticos no me incumbe”. Incluso a más de uno le habrá parecido chocante el ver la palabra “política” en el título de este artículo, siendo este un boletín informativo de una iglesia. Política e Iglesia no casan, o no deberían de casar, pensará más de uno.

Antes de que tomes conclusiones precipitadas sobre este asunto, déjame explicarte la situación: Entre tus muchas dependencias terrenales: La familia, la salud, los bienes, el trabajo (del que ya hablamos la semana pasada), etc… Está la dependencia de un gobierno terrenal. No te engañes, a menos de que tengas suficiente dinero para comprarte una isla en mitad del Pacífico, no hay lugar en este planeta del que puedas escapar de un gobierno político. Nos guste o no, el mundo esta organizado de esta manera. Un sencillo ejemplo: Cuando estudiaba ciencias sociales en el colegio, solía consultar mapas del mundo, unos eran físicos, y otros políticos. La diferencia entre ambos es que mientras los primeros mostraban ríos y montañas, los segundos mostraban las líneas que dividen los países y las regiones, es decir, las distintas formas de gobernar, las distintas culturas, idiomas, religiones, estatus económicos, etc… ¡Distintas formas de vivir! Todas gestionadas por la política aplicada a cada nación. Por lo que en líneas sencillas podemos decir que nuestra dependencia terrenal de la política es tan brutal, que nuestra vida sería muy distinta si, por ejemplo en lugar de vivir en España, hubiéramos vivido, por ejemplo, en algún país del sureste asiático o africano, o norteamericano. La forma de gobernar no tiene nada que ver en un lugar o en otro; nuestros derechos, libertades y oportunidades de desarrollo habrían sido muy distintos, y eso no lo dan los ríos y las montañas, sino en el hecho de vivir a un lado u otro de esas lineas imaginarias con las que los seres humanos hemos fragmentado la tierra. ¡Vaya si nos incumbe y nos interesa la política!

Ahora que hemos puesto estas cartas sobre la mesa ¿Qué debemos hacer? ¿Podemos influir sobre las decisiones políticas de nuestro país? ¿Podemos hacer que los valores cristianos influyan sobre la forma de gobernar de nuestra clase política? En parte sí. Por supuesto me refiero a la parte humana del plan de Dios para la tierra. Lo primero que deberíamos hacer es abrir nuestra mente a la realidad política que nos rodea. Si seguimos sin querer ver nada, dificilmente podremos hacer algo para que esto cambie y mejore. Hay que estar bien informado de los que sucede, y más en los confusos tiempos de campaña electoral de las pretensiones de cada candidato, de la mentalidad de cada partido y sus antecedentes, pero de esto ya hablaremos en más profundidad la semana que viene. Esta parte incluye una herramienta poderosa, aunque algo infrautilizada e infravalorada como es la oración. Estamos llamados a ser de bendición para nuestra sociedad, y debemos de aprender a orar también por los que nos gobiernan, aunque sean de un signo o unos ideales opuestos a los nuestros, o sencillamente nos caigan mal. ¿Quién no te dice que Dios pueda alcanzar y obrar en el corazón de esa persona? Es precisamente la oración, esa comunicación que enlaza la voluntad humana y la divina, hace que nuestra dependencia terrenal, se eleve a una dependencia celestial. Interesémonos primero por Dios, pero abramos bien los ojos para ver que estan haciendo nuestros gobernantes, o que quieren hacer, y una vez hecho esto, pongamos todo en oración.

En mitad de campaña electoral se dicen muchas cosas, se promete mucho, especialmente tratando de tocar esos puntos donde la población está más sensibilizada. En el contexto actual, por ejemplo, se habla mucho de empleo y economía. ¿Pero es todo posible? ¿Es todo creíble? ¿Vale todo? El sentido común tiene mucho que decir en estos términos, pero no olvidemos que por muy bien que lo pinten todo, la recuperación económica de nuestro país y de nuestras familias será muy lenta y muy costosa; que esto no se solucionará de la noche a la mañana, y que seguramente tomarán medidas que afectarán negativamente a todos. Por lo tanto cuando prometen, por ejemplo, la creación de millones de empleos, hay que mirar bien de qué manera lo pretenden conseguir. Hay que ser realista. Así como el mantenimiento de los servicios públicos, tanto la sanidad como la educación gratuítos, puesto que es un derecho fundamental y básico para todos, hay que observar bien como piensan nuestros políticos hacerlos funcionar adecuadamente, y con un nivel aceptable de calidad, conociendo que la economía de nuestra nación, está siendo precaria en estos años. Hay otros factores que no hay que olvidar, y que son fundamentales, como por ejemplo, la lucha contra la corrupción y el fraude fiscal, las políticas antiterroristas, la organización territorial del estado, y las medidas sociales. Este último punto es especialmente delicado, porque se tocan temas personales y de posible conflicto social, pues hablamos de temas tales como el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto, la eutanasia, etc. No importa cuantas leyes se pronuncien al respecto de estos temas, nosotros como cristianos, tenemos una ley que pasa por encima de todas, y esa es la ley de Dios. Debemos de fundamentarnos firmemente en las escrituras y ser conscientes y sensibles a lo que sucede a nuestro alrededor, para luego usar con sabiduría divina, las herramientas que la democracia pone en nuestras manos.

Aquellos gobernantes (y ciudadanos) que se ajustan más a los principios bíblicos, harán que lleven el país por buen camino. Averigua que es lo que quieren emprender los candidatos, y si eso es creíble. Pero antes que nada, llena tu mente con la Palabra de verdad, esa que puede hacer cambiar el rumbo de una vida y también de un país entero.

Dependencia del trabajo

“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” Mateo 6:31-33

 

¡Como ha cambiado nuestra sociedad! Desde hace unos años, en algunas de las más grandes empresas americanas, los empleados pueden disfrutar de jugosos beneficios, sólo por trabajar allí. Por ejemplo, empresas punteras dentro del mundo de la tecnología, como Google, Facebook o Microsoft, la compañía pone a disposición de sus trabajadores, servicio gratuíto de lavandería, suscripción libre al gimnasio, cafetería, salas de juegos, y una larga lista de otros servicios y ventajas; por no hablar del seguro médico, que ofrecen la mayoría de las empresas en este país. Para colmo, existe una tendencia muy marcada en cambiar las antiguas sedes de los típicos y agobiantes edificios de oficinas en el centro de la ciudad, por enormes y sofisticados campus empresariales en las afueras, que lejos de ser los típicos fríos e imponentes centros de trabajo, son más bien cómodos y agradables parajes rodeados de naturaleza, donde incluso apetece estar allí con la familia el fin de semana. Es donde residen también muchos de los servicios descritos anteriormente, al estilo de una mini-ciudad dedicada exclusivamente a esa gran multinacional. Y todo esto ¿A cambio de qué? Pues de más horas de trabajo y más productividad. La consigna esta clara: En el momento que entras a formar parte de la cultura empresarial de estas corporaciones, tu vida depende de ellas, probablemente, hasta el día de tu jubilación.

Europa también se ha contagiado de esta tendencia, aunque todavía esta reservada a unas poca empresas en la élite más alta. Yo, personalmente trabajo en un campus, en el que se combinan los grandes edificios de oficinas con servicios sanitarios, tiendas, restaurantes, guardería, gimnasio o taller mecánico… todo dentro de la propia sede, y con descuentos para empleados. Pero es sí, yo le dedico mis 8 horas, el resto prefiero pasarlo en casa con mi familia o sirviendo en la iglesia.

Esto nos recuerda que una vez más, el mundo nos pone otro apetitoso anzuelo para demostrar que la dependencia de una persona puede estar lejos de Dios. Esa dependencia puede ser de la familia, de las amistades, del trabajo, de un negocio propio, de un status determinado, o incluso de uno mismo. El mundo se empeña en demostrarnos que no hay cabida para Dios en la sociedad.

Sé que parece una obscenidad decir lo que voy a decir, con lo que está cayendo en estos últimos años, pero amigo, sea que tengas un buen empleo o un contrato “basura”, estés o no desempleado, recibas los ingresos que recibas, he de decirte que tu vida, no depende de eso. Tu existencia no gira en torno a lo que haces, por muchas horas al día que le dediques. Aún si tienes la gran bendición de trabajar en algo que es tu vocación, eso no debería ser lo más importante para ti. Aunque tu familia dependa de tus ingresos por ese empleo que tienes, eso no debería ser primordial para tu existencia.

Este mundo, desde el principio de los tiempos se mueve según el trabajo que cada individuo haga, es un beneficio recíproco, un trabajador ayuda a producir algo en la empresa a cambio de un salario para su mantenimiento. Si no hay ese trabajo, no hay salario, y no hay mantenimiento… y ya de paso, se reduce la posibilidad de que ese individuo consuma para mantener los beneficios de unas empresas que no les queda más remedio que recortar gastos para no quebrar… uno de esos gastos es el salario de los trabajadores, los cuales son despedidos… y la historia se repite. Esto es así y todos lo sabemos. Por ello, quiero recordar las palabras de Jesús cuando mencionó dos cosas: Advirtió del afán por la provisión, y recordó que somos especiales para Dios y que nuestra existencia en este mundo es limitada, por lo tanto, nuestras prioridades y nuestra dependencia no debe de estar en algo tan cambiante como un trabajo (Leer Mateo 6:25-34). Aprendamos a fundamentar nuestra vida en algo sólido y duradero, como es la roca, que es nuestro Dios, que nos cuida y procura que no nos falte lo imprescindible.

Refutar

“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.” Romanos 13:11-14

 

El pasado lunes se celebró algo especial. Como cada 31 de octubre, recordamos el día en el que el monje Martín Lutero, dio uno de los pasos más importantes para reformar la iglesia romana, clavando las 95 tesis en la puerta de la iglesia del palacio de Wittemberg, ocurrió concretamente el 31 de octubre de 1517. Esto provocó que se iniciara la mayor reforma protestante, de la cual, en gran parte, venimos nosotros, los evangélicos. Realmente es un día para celebrar. ¿Pero por qué Lutero hizo esto? ¿Qué vió para denunciar de esta manera la iglesia católica de esa época? ¿Cuáles eran esas 95 tesis? Obviamente, no hay espacio, ni tiempo para analizar aquel texto, pero a modo de resumen, se podría decir que este (ex) monje alemán señalaba prácticas tales como la venta de indulgencias papales (documento firmado por el papa, que contenía la salvación de un alma, según se creía entonces), la eficacia del papa para condenar o perdonar, o la falta de la enseñanza del evangelio. Una injusticia de la época fue que no se pudieran dar a conocer las escrituras al pueblo, pues se consideraba una herejía el traducirlas del latín al alemán (o a otros idiomas) y sólo unos pocos podían estudiarla. Estas y otras cosas erróneas señalaba Lutero en el siglo XVI. Contaba con un profundo estudio de la Biblia, y con ella refutaba los tremendos errores de los religiosos contemporáneos. Como aquel monje, y con las escrituras como respaldo, también yo quiero refutar lo que se está permitiendo en la iglesia del siglo XXI.

Quiero refutar, las filosofías tan humanistas que se están colando en nuestras congregaciones, las cuales hacen que nos confundamos ante los desafíos de la posmodernidad y nos hagan pensar que el destino de la iglesia esta en manos de hombres. Para explicarme mejor, basta con darse un paseo por cualquier librería evangélica, donde cada vez son más abundantes los libros de autoayuda, superando a los de teología ¡Humanismo puro! Muchos de los coritos que cantamos hablan de uno mismo, donde los méritos parecen ser de las personas, y dejando a Dios (queriendo o sin querer) en segundo plano.

Quiero refutar el liberalismo y el libertinaje (que nada tienen que ver con la libertad) en la sociedad, y especialmente entre nuestros jóvenes. Ejemplo: Preguntad que es lo que van a celebrar mañana por la noche los jóvenes. ¡Exacto! Muchos serán partícipes de la celebración de las tinieblas y la muerte promovidas, por un disfraz de una “inocente” fiesta llamada Halloween ¡Algo completamente contrario a Dios!

Quiero refutar la pasividad de la mayoría de todos nosotros ante la injusticia, ante la maldad, por ejemplo: Permitiendo que nuestros niños y jóvenes consuman contenidos audiovisuales llenos de violencia, erotismo y exalten falsos valores como la venganza, la desigualdad, la traición o la mentira. ¡Rechazo esa música, programas, películas, videojuegos, series, libros, etc.! Rechazo estas y otras formas de pasividad.

Y quiero refutar ese pseudo-evangelio ególatra, que pretende alabar los vanos méritos de músicos, que dicen ser cristianos y dicen alabar a Dios, cuando se alaban a sí mismos, predicadores estrella que buscan protagonismo, y hermanos que rebuscan en las escrituras, textos sin contexto para buscarse un pretexto y una excusa, y darse a así mismo la razón sobre los demás.

Aprendamos pues, a darle la gloria, no a los hombres, sino a Cristo, quien realmente merece que le celebremos fiesta todos los días en nuestros corazones mediante la obediencia y la humildad de corazón. Que sigamos siendo una iglesia reformada y en contínua reforma, empezando por procurar la reforma de nuestros corazones, a través de la gracia de Dios y nuestra fe puesta en Cristo.

No estamos solos

“Digo; pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que esta entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros .” Romanos 12:3-5

 

Michael Jackson lanzó en 1995 el tema “You are not alone” (No estás solo), una balada que todos recordamos como una de las mejores de su carrera, y que sirvió como respuesta a los duros momentos que estaba atravesando el artista americano por las acusaciones que le tachaban de pederasta en aquella época. Por otro lado, desde mediados del siglo XX, hasta poco después de haber entrado en el XXI, otra frase nos incitaba a creer en la vida extraterrestre, la frase “No estamos solos en el universo” sirvió para que surgiera un movimiento de creyentes, impulsados culturalmente por los misterios de series de televisión y películas como “V”, “Star Trek”, “Starman” o “Expediente X”. Aparte de todo lo mencionado anteriormente, se me vienen a la mente multitud de películas en la que el protagonista parece tener todo en su contra y aparecen otros personajes que le apoyan diciendo “No estás solo”. Y también, una frase muy recurrida a favor de alguien que lo está pasando mal es precisamente ese “No estás solo/a”. Cuando un niño, en mitad de la noche tiene miedo, acude a sus padres para buscar protección, cuando una persona se pierde en mitad de un bosque, lo primero es buscar a alguien que le ayude. La cuestión es que todos hemos sido creados para estar en compañía. No podemos estar solos… y tampoco lo estamos. Por supuesto no voy a hablar de vida alienígena, sino de los “demás”.

Esta sociedad se ha vuelto muy egocéntrica, lo dije el domingo pasado, busca el individualismo a toda costa, además se ha promovido mucho la competencia, el ser mejor que los demás, el ser el más … rápido, fuerte, inteligente, astuto, rico, alto, guapo, elegante, culto, etc, y también el ser único y especial… ¡Ojo! No malinterpretes: Dios te hizo único y especial, pero no eres el más… ¡único y especial! ¡No estás solo! Hay más gente ahí que son únicos y especiales, y juntos formamos una comunidad.

El pensamiento de competitividad se ha trasladado e instalado en las iglesias. Creo que podemos superar (con dificultades, eso sí) lo de formar una piña como iglesia local, con nuestras costumbres y nuestras peculiaridades, pero con una semejanza en el pensamiento que nos puede llevar a creer que esta iglesia, es la que dice la verdad, y ahí fuera hay que tener cuidado con la doctrina de las demás iglesias, sea que se llamen bautistas, pentecostales, o de asamblea de hermanos, es en mi iglesia local, donde reside la verdad de la palabra de Dios, de fuera no me fío. Pero no te engañes, ese pensamiento está lejos, muy lejos del plan de Dios para su iglesia. Afortunadamente, cuando estemos disfrutando de su presencia en el cielo, veremos muchos, muchísimos más hermanos además de los que compartimos en la tierra, local y cultos dominicales; veremos una gran familia en la fe, con mucha variedad de personalidades, con distintas formas de adorar y de expresarse ante el Señor. Nos sorprenderemos de lo que podremos llegar a ver. Y es que nuestra iglesia local no es una isla inaccesible y exclusivista; es una pieza más, única y especial, de ese gran puzzle de múltiples colores que conforma el Reino de Dios.

Si hay una denominación que expresa una personalidad única, pero a la vez variada, esa son los bautistas. No hay dos iglesias bautistas iguales, sin embargo nos necesitamos las unas de las otras y nos apoyamos en oración, en formación espiritual, en dones, etc… de ahí la importancia de la labor de organismos como la UEBE (Unión Evangélica Bautista de España), la CBM (Comunidad Bautista de Madrid) o la FEREDE (Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España), que nos recuerdan que tenemos el respaldo de miles de hermanos, y que realmente podemos asomar la cabeza, mirar alrededor nuestra y ver que realmente ¡No estamos solos!

Referencia

“La gloria de los jóvenes es su fuerza, y la hermosura de los ancianos es su vejez.” Proverbios 20:29

“Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” 1ª Pedro 5:5

 

En 1976, se estrenó una película de ciencia-ficción llamada “La fuga de Logan”. Trata de una sociedad futurista, inmersa en el siglo XXIII, en el que una aparentemente idílica y joven sociedad vive como le place en una ciudad encerrada en una gran cúpula. Esta sociedad esta siendo controlada por una supercomputadora y se establece socialmente que todo hombre y mujer que alcance la edad de 30 años, debe de participar en una ceremonia pseudo-religiosa de “purificación”, en la que en realidad, estos individuos son eliminados, dejando la población con ese límite de edad, y en la que obviamente no existen los ancianos. El protagonista huye de esta ciudad acompañado de una mujer de la que se enamora y fuera de la cúpula descubre un mundo nuevo y desconocido, lleno de naturaleza y donde descubren a un anciano… no voy a destripar más de la peli, por si os apetece verla.

Hoy voy a hablar de nuestros mayores, y he de decir, que el panorama actual en occidente es desolador: Abandonos en gasolineras, reclusión en residencias sobrepobladas y con mala atención, olvidos de parte de hijos y nietos… excepto cuando los hijos necesitan de sus padres para cuidar de los nietos. La sociedad en general les ignora centrándose en la población juvenil y activa, que es la que se supone que genera más riqueza y la que más participa de la cultura del consumo.

Hace unos pocos años saltó la alarma por la baja natalidad en España y el envejecimiento progresivo de la población. Y no se trata de equilibrar la pirámide poblacional porque sí, se trata de una cuestión práctica. Los jóvenes con su trabajo generan más dinero para la Seguridad Social, que revierte en pensiones para los mayores, que ya no pueden trabajar. Si no hay más jóvenes, el sistema se vuelve insostenible. En el sistema capitalista las generaciones más avanzadas necesitan de las más jóvenes. Pero ¿Y al revés? ¿Los jóvenes necesitamos de los mayores? A la vista de la egocéntrica, productora y vanidosa sociedad occidental, la respuesta es no. Pero a niveles más importantes, tales como la moral, la experiencia vital y espiritual, la aportación anciana se hace imprescindible. Por eso, he titulado esta reflexión: “Referencia” en honor a lo que deben de ser nuestros mayores en este siglo XXI, una gran referencia, porque ya sólo con su recorrido a lo largo de la vida, se pueden convertir para las siguientes generaciones en un ejemplo, tanto para lo bueno, como para lo malo.

A veces me pregunto, que como es posible que habiendo pasado siglos, incluso milenios, desde que el ser humano pisa este planeta, caigamos en los mismos errores una y otra vez, como es posible que no aprendamos de lo mal que lo hicieron las generaciones pasadas y volvamos a los mismos caminos. El corazón humano nos tiene mucho que revelar al respecto, pero está claro que también existe una terrible falta de comunicación, de respeto y de confianza entre las generaciones antiguas y las actuales, y es en buena parte de la culpa, por las generaciones actuales. Nosotros, los jóvenes, pensamos que las batallitas del abuelo no nos importan, ni nos incumben, porque antes no es como ahora. ¡Falso! Pueden cambiar las formas y los estilos, pero el pecado es el mismo, el corazón humano esta igual de corrompido hace 40 años que ahora, los malos deseos son los mismos, y no queremos saber cosas tan vitales, como que este país se peleó consigo mismo por diferencias de ideales, que hay mucha gente que piensa diferente y debemos de respetarlo, y que este tiempo de crisis no es nuevo y su origen es el mismo que en el pasado: la codicia de todos. Errores del pasado que se pueden subsanar, escuchando un poco más la sabiduría y la experiencia de quienes ya han vivido mucho… y lo que el Señor les permitirá por vivir. Su bienestar depende de nosotros, que todavía tenemos todas las fuerzas disponibles.

Reconstruir II

Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.” Génesis 1:2

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” Mateo 16:24

No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” Colosenses 3:9-10

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El sábado pasado tuvimos nuestro día pro-templo, y aprovechamos para reconstruir algunos detalles de nuestro local. La historia de la Biblia es una historia de reconstrucciones y restauraciones. El problema es que para reconstruir, ha tenido que haber primero una destrucción inicial y una desorganización. Así lo cuenta Moisés, en el relato de la creación, primero hubo caos y desorden, luego Dios ordenó todas las cosas. Si lo hizo así en el universo ¿Cómo no va a hacerlo en el corazón humano?

En la entrada a nuestro local pusimos un nuevo y moderno rótulo luminoso. Sin embargo me entristeció ver como quitaban el antíguo, que era de madera. Era un recuerdo de los comienzos de nuestra iglesia en esta ciudad, pero se estropeó, se desgastó, se descoloró y perdió su función, ya no se veía, y dejaba nuestro local en un lugar discreto. A veces cuesta mucho quitar lo viejo, pero es ley de vida, y además es algo necesario. Por supuesto, estoy hablando de la mente y el corazón. Muchos tenemos viejos hábitos que es necesario quitar, que nos perjudican y que pueden dejar a Cristo en un lugar discreto, cuando se trata de mostrar nuestro testimonio público.

Siguiendo con ejemplos bíblicos, aparte del Génesis, tenemos también la historia de la reconstrucción del muro de Jerusalén, por parte de un puñado de israelitas, liderados por Nehemías. Merece la pena leerla porque se trata de un ejemplo de fe, arrepentimiento, coraje y estrategia. El objetivo era reconstruir lo que parecía destinado a permanecer derribado, pero como Dios siempre tiene la última palabra, no importó que hubieran potencias extranjeras en los alrededores, no importó que hubiera oposición a que esta obra se llevara a cabo, no importó que la muralla fuera a ser reconstruida y defendida por gente no profesional, si Dios está respaldando esa obra, nada puede detenerla. La cuestión es que nosotros queramos que esa obra se lleve a cabo o no. Nehemías y el remanente de Judá podrían haber decidido quedarse en la comodidad de su casa, pero optaron por sacrificar tiempo y esfuerzos, y además exponerse a un peligro real e inminente. Cuando Dios quiere obrar en nuestras vidas y reconstruirlas tras el devastador efecto del pecado, también debemos de hacer sacrificios. Si queremos que el Señor nos moldee, nos va a costar y doler, puede llevar muchos años de pruebas, pero el resultado final es lo que importa. Al fin y al cabo, nuestra esperanza no esta puesta en este mundo, y será en la vida futura donde seremos perfeccionados, pero para llegar hasta ahí y ser útiles para el Señor, y ser de bendición para los demás, debemos de pasar por la dureza de la reconstrucción, no hay otro camino, no existen atajos.

La conclusión es esta, tenemos dos posibles rutas a seguir, o seguimos como estamos, aferrados a nuestra comodidad, pero también anclados irremisiblemente en la mediocridad; o bien dejamos que el Señor reconstruya nuestros corazones, es difícil, es duro, pero vale la pena. Sólo un cristiano auténtico esta dispuesto a pasar por este trance y pagar algo semejante a lo que Cristo pagó. No en vano, nos dijo: “El que quiera venir en pos de mí, tome su cruz y sígame”.

No pensemos tanto en una cruz como el resultado final, pensemos en que un diamante en bruto es una piedra fea y vulgar, que bien tallada, puede ser preciosa y tener un valor incalculable. Que nuestra vida deje de ser un montón de escombros para dejar que Dios lo reconstruya todo y ser lo que él siempre quiso que seamos.