Dependencia de la política

 “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador” 1ª Timoteo 2:1-3

“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.” Salmo 1:1-3

“La mano negligente empobrece; mas la mano de los diligentes enriquece.” Proverbios 10:4

Apenas han pasado poco más de 6 meses y ya estamos de nuevo metidos en campaña electoral. En mayo fueron las elecciones municipales y autonómicas. Y ahora las circunstancias han propiciado que sean las generales (presidenciales), las que se hayan adelantado al próximo día 20 de noviembre. En mayo ya tuve la oportunidad de hablar de este tema, pero la nueva serie que inauguré la semana pasada con el título “Dependencia…” hace que retome este asunto pero con otro punto de vista.

Cuantas veces habremos oído aquello de “A mi no me interesa la política” o bien “La política es algo que no entiendo”, o una muy popularizada que es “Lo que hagan los políticos no me incumbe”. Incluso a más de uno le habrá parecido chocante el ver la palabra “política” en el título de este artículo, siendo este un boletín informativo de una iglesia. Política e Iglesia no casan, o no deberían de casar, pensará más de uno.

Antes de que tomes conclusiones precipitadas sobre este asunto, déjame explicarte la situación: Entre tus muchas dependencias terrenales: La familia, la salud, los bienes, el trabajo (del que ya hablamos la semana pasada), etc… Está la dependencia de un gobierno terrenal. No te engañes, a menos de que tengas suficiente dinero para comprarte una isla en mitad del Pacífico, no hay lugar en este planeta del que puedas escapar de un gobierno político. Nos guste o no, el mundo esta organizado de esta manera. Un sencillo ejemplo: Cuando estudiaba ciencias sociales en el colegio, solía consultar mapas del mundo, unos eran físicos, y otros políticos. La diferencia entre ambos es que mientras los primeros mostraban ríos y montañas, los segundos mostraban las líneas que dividen los países y las regiones, es decir, las distintas formas de gobernar, las distintas culturas, idiomas, religiones, estatus económicos, etc… ¡Distintas formas de vivir! Todas gestionadas por la política aplicada a cada nación. Por lo que en líneas sencillas podemos decir que nuestra dependencia terrenal de la política es tan brutal, que nuestra vida sería muy distinta si, por ejemplo en lugar de vivir en España, hubiéramos vivido, por ejemplo, en algún país del sureste asiático o africano, o norteamericano. La forma de gobernar no tiene nada que ver en un lugar o en otro; nuestros derechos, libertades y oportunidades de desarrollo habrían sido muy distintos, y eso no lo dan los ríos y las montañas, sino en el hecho de vivir a un lado u otro de esas lineas imaginarias con las que los seres humanos hemos fragmentado la tierra. ¡Vaya si nos incumbe y nos interesa la política!

Ahora que hemos puesto estas cartas sobre la mesa ¿Qué debemos hacer? ¿Podemos influir sobre las decisiones políticas de nuestro país? ¿Podemos hacer que los valores cristianos influyan sobre la forma de gobernar de nuestra clase política? En parte sí. Por supuesto me refiero a la parte humana del plan de Dios para la tierra. Lo primero que deberíamos hacer es abrir nuestra mente a la realidad política que nos rodea. Si seguimos sin querer ver nada, dificilmente podremos hacer algo para que esto cambie y mejore. Hay que estar bien informado de los que sucede, y más en los confusos tiempos de campaña electoral de las pretensiones de cada candidato, de la mentalidad de cada partido y sus antecedentes, pero de esto ya hablaremos en más profundidad la semana que viene. Esta parte incluye una herramienta poderosa, aunque algo infrautilizada e infravalorada como es la oración. Estamos llamados a ser de bendición para nuestra sociedad, y debemos de aprender a orar también por los que nos gobiernan, aunque sean de un signo o unos ideales opuestos a los nuestros, o sencillamente nos caigan mal. ¿Quién no te dice que Dios pueda alcanzar y obrar en el corazón de esa persona? Es precisamente la oración, esa comunicación que enlaza la voluntad humana y la divina, hace que nuestra dependencia terrenal, se eleve a una dependencia celestial. Interesémonos primero por Dios, pero abramos bien los ojos para ver que estan haciendo nuestros gobernantes, o que quieren hacer, y una vez hecho esto, pongamos todo en oración.

En mitad de campaña electoral se dicen muchas cosas, se promete mucho, especialmente tratando de tocar esos puntos donde la población está más sensibilizada. En el contexto actual, por ejemplo, se habla mucho de empleo y economía. ¿Pero es todo posible? ¿Es todo creíble? ¿Vale todo? El sentido común tiene mucho que decir en estos términos, pero no olvidemos que por muy bien que lo pinten todo, la recuperación económica de nuestro país y de nuestras familias será muy lenta y muy costosa; que esto no se solucionará de la noche a la mañana, y que seguramente tomarán medidas que afectarán negativamente a todos. Por lo tanto cuando prometen, por ejemplo, la creación de millones de empleos, hay que mirar bien de qué manera lo pretenden conseguir. Hay que ser realista. Así como el mantenimiento de los servicios públicos, tanto la sanidad como la educación gratuítos, puesto que es un derecho fundamental y básico para todos, hay que observar bien como piensan nuestros políticos hacerlos funcionar adecuadamente, y con un nivel aceptable de calidad, conociendo que la economía de nuestra nación, está siendo precaria en estos años. Hay otros factores que no hay que olvidar, y que son fundamentales, como por ejemplo, la lucha contra la corrupción y el fraude fiscal, las políticas antiterroristas, la organización territorial del estado, y las medidas sociales. Este último punto es especialmente delicado, porque se tocan temas personales y de posible conflicto social, pues hablamos de temas tales como el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto, la eutanasia, etc. No importa cuantas leyes se pronuncien al respecto de estos temas, nosotros como cristianos, tenemos una ley que pasa por encima de todas, y esa es la ley de Dios. Debemos de fundamentarnos firmemente en las escrituras y ser conscientes y sensibles a lo que sucede a nuestro alrededor, para luego usar con sabiduría divina, las herramientas que la democracia pone en nuestras manos.

Aquellos gobernantes (y ciudadanos) que se ajustan más a los principios bíblicos, harán que lleven el país por buen camino. Averigua que es lo que quieren emprender los candidatos, y si eso es creíble. Pero antes que nada, llena tu mente con la Palabra de verdad, esa que puede hacer cambiar el rumbo de una vida y también de un país entero.

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