“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” Mateo 6:31-33
¡Como ha cambiado nuestra sociedad! Desde hace unos años, en algunas de las más grandes empresas americanas, los empleados pueden disfrutar de jugosos beneficios, sólo por trabajar allí. Por ejemplo, empresas punteras dentro del mundo de la tecnología, como Google, Facebook o Microsoft, la compañía pone a disposición de sus trabajadores, servicio gratuíto de lavandería, suscripción libre al gimnasio, cafetería, salas de juegos, y una larga lista de otros servicios y ventajas; por no hablar del seguro médico, que ofrecen la mayoría de las empresas en este país. Para colmo, existe una tendencia muy marcada en cambiar las antiguas sedes de los típicos y agobiantes edificios de oficinas en el centro de la ciudad, por enormes y sofisticados campus empresariales en las afueras, que lejos de ser los típicos fríos e imponentes centros de trabajo, son más bien cómodos y agradables parajes rodeados de naturaleza, donde incluso apetece estar allí con la familia el fin de semana. Es donde residen también muchos de los servicios descritos anteriormente, al estilo de una mini-ciudad dedicada exclusivamente a esa gran multinacional. Y todo esto ¿A cambio de qué? Pues de más horas de trabajo y más productividad. La consigna esta clara: En el momento que entras a formar parte de la cultura empresarial de estas corporaciones, tu vida depende de ellas, probablemente, hasta el día de tu jubilación.
Europa también se ha contagiado de esta tendencia, aunque todavía esta reservada a unas poca empresas en la élite más alta. Yo, personalmente trabajo en un campus, en el que se combinan los grandes edificios de oficinas con servicios sanitarios, tiendas, restaurantes, guardería, gimnasio o taller mecánico… todo dentro de la propia sede, y con descuentos para empleados. Pero es sí, yo le dedico mis 8 horas, el resto prefiero pasarlo en casa con mi familia o sirviendo en la iglesia.
Esto nos recuerda que una vez más, el mundo nos pone otro apetitoso anzuelo para demostrar que la dependencia de una persona puede estar lejos de Dios. Esa dependencia puede ser de la familia, de las amistades, del trabajo, de un negocio propio, de un status determinado, o incluso de uno mismo. El mundo se empeña en demostrarnos que no hay cabida para Dios en la sociedad.
Sé que parece una obscenidad decir lo que voy a decir, con lo que está cayendo en estos últimos años, pero amigo, sea que tengas un buen empleo o un contrato “basura”, estés o no desempleado, recibas los ingresos que recibas, he de decirte que tu vida, no depende de eso. Tu existencia no gira en torno a lo que haces, por muchas horas al día que le dediques. Aún si tienes la gran bendición de trabajar en algo que es tu vocación, eso no debería ser lo más importante para ti. Aunque tu familia dependa de tus ingresos por ese empleo que tienes, eso no debería ser primordial para tu existencia.
Este mundo, desde el principio de los tiempos se mueve según el trabajo que cada individuo haga, es un beneficio recíproco, un trabajador ayuda a producir algo en la empresa a cambio de un salario para su mantenimiento. Si no hay ese trabajo, no hay salario, y no hay mantenimiento… y ya de paso, se reduce la posibilidad de que ese individuo consuma para mantener los beneficios de unas empresas que no les queda más remedio que recortar gastos para no quebrar… uno de esos gastos es el salario de los trabajadores, los cuales son despedidos… y la historia se repite. Esto es así y todos lo sabemos. Por ello, quiero recordar las palabras de Jesús cuando mencionó dos cosas: Advirtió del afán por la provisión, y recordó que somos especiales para Dios y que nuestra existencia en este mundo es limitada, por lo tanto, nuestras prioridades y nuestra dependencia no debe de estar en algo tan cambiante como un trabajo (Leer Mateo 6:25-34). Aprendamos a fundamentar nuestra vida en algo sólido y duradero, como es la roca, que es nuestro Dios, que nos cuida y procura que no nos falte lo imprescindible.