Refutar

“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.” Romanos 13:11-14

 

El pasado lunes se celebró algo especial. Como cada 31 de octubre, recordamos el día en el que el monje Martín Lutero, dio uno de los pasos más importantes para reformar la iglesia romana, clavando las 95 tesis en la puerta de la iglesia del palacio de Wittemberg, ocurrió concretamente el 31 de octubre de 1517. Esto provocó que se iniciara la mayor reforma protestante, de la cual, en gran parte, venimos nosotros, los evangélicos. Realmente es un día para celebrar. ¿Pero por qué Lutero hizo esto? ¿Qué vió para denunciar de esta manera la iglesia católica de esa época? ¿Cuáles eran esas 95 tesis? Obviamente, no hay espacio, ni tiempo para analizar aquel texto, pero a modo de resumen, se podría decir que este (ex) monje alemán señalaba prácticas tales como la venta de indulgencias papales (documento firmado por el papa, que contenía la salvación de un alma, según se creía entonces), la eficacia del papa para condenar o perdonar, o la falta de la enseñanza del evangelio. Una injusticia de la época fue que no se pudieran dar a conocer las escrituras al pueblo, pues se consideraba una herejía el traducirlas del latín al alemán (o a otros idiomas) y sólo unos pocos podían estudiarla. Estas y otras cosas erróneas señalaba Lutero en el siglo XVI. Contaba con un profundo estudio de la Biblia, y con ella refutaba los tremendos errores de los religiosos contemporáneos. Como aquel monje, y con las escrituras como respaldo, también yo quiero refutar lo que se está permitiendo en la iglesia del siglo XXI.

Quiero refutar, las filosofías tan humanistas que se están colando en nuestras congregaciones, las cuales hacen que nos confundamos ante los desafíos de la posmodernidad y nos hagan pensar que el destino de la iglesia esta en manos de hombres. Para explicarme mejor, basta con darse un paseo por cualquier librería evangélica, donde cada vez son más abundantes los libros de autoayuda, superando a los de teología ¡Humanismo puro! Muchos de los coritos que cantamos hablan de uno mismo, donde los méritos parecen ser de las personas, y dejando a Dios (queriendo o sin querer) en segundo plano.

Quiero refutar el liberalismo y el libertinaje (que nada tienen que ver con la libertad) en la sociedad, y especialmente entre nuestros jóvenes. Ejemplo: Preguntad que es lo que van a celebrar mañana por la noche los jóvenes. ¡Exacto! Muchos serán partícipes de la celebración de las tinieblas y la muerte promovidas, por un disfraz de una “inocente” fiesta llamada Halloween ¡Algo completamente contrario a Dios!

Quiero refutar la pasividad de la mayoría de todos nosotros ante la injusticia, ante la maldad, por ejemplo: Permitiendo que nuestros niños y jóvenes consuman contenidos audiovisuales llenos de violencia, erotismo y exalten falsos valores como la venganza, la desigualdad, la traición o la mentira. ¡Rechazo esa música, programas, películas, videojuegos, series, libros, etc.! Rechazo estas y otras formas de pasividad.

Y quiero refutar ese pseudo-evangelio ególatra, que pretende alabar los vanos méritos de músicos, que dicen ser cristianos y dicen alabar a Dios, cuando se alaban a sí mismos, predicadores estrella que buscan protagonismo, y hermanos que rebuscan en las escrituras, textos sin contexto para buscarse un pretexto y una excusa, y darse a así mismo la razón sobre los demás.

Aprendamos pues, a darle la gloria, no a los hombres, sino a Cristo, quien realmente merece que le celebremos fiesta todos los días en nuestros corazones mediante la obediencia y la humildad de corazón. Que sigamos siendo una iglesia reformada y en contínua reforma, empezando por procurar la reforma de nuestros corazones, a través de la gracia de Dios y nuestra fe puesta en Cristo.

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