Reconstruir II

Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.” Génesis 1:2

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” Mateo 16:24

No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” Colosenses 3:9-10

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El sábado pasado tuvimos nuestro día pro-templo, y aprovechamos para reconstruir algunos detalles de nuestro local. La historia de la Biblia es una historia de reconstrucciones y restauraciones. El problema es que para reconstruir, ha tenido que haber primero una destrucción inicial y una desorganización. Así lo cuenta Moisés, en el relato de la creación, primero hubo caos y desorden, luego Dios ordenó todas las cosas. Si lo hizo así en el universo ¿Cómo no va a hacerlo en el corazón humano?

En la entrada a nuestro local pusimos un nuevo y moderno rótulo luminoso. Sin embargo me entristeció ver como quitaban el antíguo, que era de madera. Era un recuerdo de los comienzos de nuestra iglesia en esta ciudad, pero se estropeó, se desgastó, se descoloró y perdió su función, ya no se veía, y dejaba nuestro local en un lugar discreto. A veces cuesta mucho quitar lo viejo, pero es ley de vida, y además es algo necesario. Por supuesto, estoy hablando de la mente y el corazón. Muchos tenemos viejos hábitos que es necesario quitar, que nos perjudican y que pueden dejar a Cristo en un lugar discreto, cuando se trata de mostrar nuestro testimonio público.

Siguiendo con ejemplos bíblicos, aparte del Génesis, tenemos también la historia de la reconstrucción del muro de Jerusalén, por parte de un puñado de israelitas, liderados por Nehemías. Merece la pena leerla porque se trata de un ejemplo de fe, arrepentimiento, coraje y estrategia. El objetivo era reconstruir lo que parecía destinado a permanecer derribado, pero como Dios siempre tiene la última palabra, no importó que hubieran potencias extranjeras en los alrededores, no importó que hubiera oposición a que esta obra se llevara a cabo, no importó que la muralla fuera a ser reconstruida y defendida por gente no profesional, si Dios está respaldando esa obra, nada puede detenerla. La cuestión es que nosotros queramos que esa obra se lleve a cabo o no. Nehemías y el remanente de Judá podrían haber decidido quedarse en la comodidad de su casa, pero optaron por sacrificar tiempo y esfuerzos, y además exponerse a un peligro real e inminente. Cuando Dios quiere obrar en nuestras vidas y reconstruirlas tras el devastador efecto del pecado, también debemos de hacer sacrificios. Si queremos que el Señor nos moldee, nos va a costar y doler, puede llevar muchos años de pruebas, pero el resultado final es lo que importa. Al fin y al cabo, nuestra esperanza no esta puesta en este mundo, y será en la vida futura donde seremos perfeccionados, pero para llegar hasta ahí y ser útiles para el Señor, y ser de bendición para los demás, debemos de pasar por la dureza de la reconstrucción, no hay otro camino, no existen atajos.

La conclusión es esta, tenemos dos posibles rutas a seguir, o seguimos como estamos, aferrados a nuestra comodidad, pero también anclados irremisiblemente en la mediocridad; o bien dejamos que el Señor reconstruya nuestros corazones, es difícil, es duro, pero vale la pena. Sólo un cristiano auténtico esta dispuesto a pasar por este trance y pagar algo semejante a lo que Cristo pagó. No en vano, nos dijo: “El que quiera venir en pos de mí, tome su cruz y sígame”.

No pensemos tanto en una cruz como el resultado final, pensemos en que un diamante en bruto es una piedra fea y vulgar, que bien tallada, puede ser preciosa y tener un valor incalculable. Que nuestra vida deje de ser un montón de escombros para dejar que Dios lo reconstruya todo y ser lo que él siempre quiso que seamos.

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