Reagrupar

«Después dijo el Señor: ‘No es bueno que hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él’ ” Génesis 2:18
“Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo no se apartará de él.” Proverbios 22:6
“Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama” Efesios 5:28
“Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.” Colosenses 3:14

Familia

El pasado domingo día 16 y siempre celebramos a la familia. Se dice que la familia es la base de la sociedad y razón no le falta. Veamos el porqué.
Para empezar: La familia es donde se desarrolla la educación más elemental, y no me refiero a los conocimientos, que para eso están los colegios, institutos y universidades, me refiero a esos valores y ese ejemplo que no enseñan en la sociedad. Es muy probable que si esa enseñanza de valores falla en el seno de la familia, esos hijos fallarán en su desarrollo vital. No esperemos que aprendan en la calle o en los medios de comunicación, lo que debemos enseñar nosotros (véase Proverbios 22:6).
La familia es la base de la sociedad pues en ningún otro sitio se hallará más y mejor afecto, absolutamente necesario, no sólo para los hijos, sino también para los padres dentro del contexto de un matrimonio sano y por supuesto de los hijos a los padres en un profundo respeto. Pero no nos quedemos en la superficie del afecto y vayamos a lo más importante, el amor. En nuestro mundo es sencillamente incomparable el amor que deberían tener unos padres hacia sus hijos y por supuesto los hijos hacia sus padres y como no, el matrimonio entre sí. Sean cuales sean las circunstancias, la familia siempre unida en amor atravesará mejor los problemas. Y una desunión es de por sí un grave problema.
La familia sigue siendo la base de la sociedad porque es donde se forman los caracteres de sus integrantes. No existe la familia donde sean todos absolutamente iguales, tal hijo o cual hija puede asemejarse fisicamente a sus padres en ciertos rasgos, pero a la hora de crecer, es cuando desarrollan su propio carácter, y los padres tienen mucho que aportar a ello. También son los padres, sobre todo de camino a la vejez, cuando aún tienen mucho que aprender y pulir, sobretodo en la dependencia de sus hijos, ya adultos. Es precisamente en la debilidad cuando tanto unos, como otros cuando más deben de aprender. No en vano, cada miembro de una familia tiene una identidad propia que aporta algo muy valioso a todo el conjunto.
Aún hoy día, las familias siguen siendo la unidad más básica en la que se fija nuestra sociedad, por mucho que esta quiera cambiarla (sabemos que existen “familias” monoparentales [un solo padre/madre], homoparentales [padres homosexuales] y familias desestructuradas donde reinan el maltrato y el divorcio), pero esta sociedad sabe que sólo se puede mantener adecuadamente, si la mayoría de sus familias permanecen unidas de una manera sana y aportan las peculiaridades y los roles propios de cada género en el matrimonio (véase Génesis 1:27 y 2:22-24). Una proliferación de familias no tradicionales procura la desestabilización, la corrupción y la posterior destrucción de la sociedad.
Se pueden dar muchos más ejemplos de porque la familia ha sido, es, y seguirá siendo la base de la sociedad, pero todo esto es porque se trata de una maravillosa invención de Dios desde el principio de los tiempos. El Señor no ha creado a los seres humanos para que sean ermitaños solitarios y errantes, nos ha creado para vivir en comunidad ya que solos no podremos valernos por nosotros mismos (véase Génesis 2:18), y es el hogar familiar el lugar idóneo para nuestro desarrollo como individuos.
Esforcémonos por mantener unidas nuestras familias. Nuestra sociedad, que promueve en exceso el individualismo, necesita del amor familiar, aunque no lo quiera reconocer. Si tu familia está desunida, ya es hora de que procuréis reagruparos pues necesitamos ser de ejemplo a este mundo por medio de la unión de nuestros hogares.
Pero tampoco olvidéis que si nuestra familia terrenal debe de mantenerse unida ¡Cuánto más nuestra eterna familia espiritual, que es la iglesia! Para reagruparnos, tanto en nuestras casas como en nuestra congregación, usemos el vínculo perfecto que es el amor (véase Colosenses 3:14).

Renovarse

«Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré” Lamentaciones 3:22-24

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Romanos 12:2

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” 2ª Corintios 5:17

Renovar, ese verbo que tanto gusta al hombre moderno. Nos encanta renovar cosas: nuestro vestuario, nuestro teléfono móvil, nuestro “look”, nuestro coche, la decoración de nuestra casa… o incluso la casa en sí… ¡Nos encanta estrenar, tener cosas nuevas! La publicidad nos bombardea con esa premisa en todo momento.
A Dios también le agrada renovar, pero olvidemos el materialismo para centrarnos en algo mucho más profundo y sustancial, mucho más importante, duradero, más aún… ¡eterno! Su misericordia.
Cantamos y leemos en muchos himnos, cánticos y salmos que su misericordia es para siempre, pero también cantamos (y oramos) que su misericordia se renueva cada mañana. ¿Qué significa esto? Que cada día Dios nos brinda una nueva oportunidad, el día de ayer, con sus afanes, problemas, tristezas, alegrías y errores, pasó, se acabó, quedó atrás. Para bien o para mal, hoy es un día nuevo, con nuevos retos, nuevas circunstancias, nuevos problemas, pero también nuevas oportunidades de parte de nuestro Dios para servirle, para buscarle, para meditar en Él, para ayudar a nuestro prójimo, para intentar ser de buen ejemplo y testimonio, a los demás, para reflejar su amor, para ordenar nuestras prioridades en función de Su palabra, pero sobre todo… para amoldarse a su imagen.
Dios es misericordioso con nosotros, porque sigue esperando a que nosotros también respondemos a esa misericordia, mediante un acto de renovación personal contínua.

En su palabra se nos insta a aprender a renovar nuestra mente, y no hay otra manera de hacerlo que mediante la acción de las escrituras en nuestra vida. Sólo con el conocimiento de Dios, su palabra y su voluntad para nuestras vidas podemos ser renovados de verdad, con su gozo, su paz, su amor, su justicia, su mansedumbre, su sabiduría… cosas imperecederas e importantes, cosas que estarán con nosotros para siempre y nadie nos puede quitar, tesoros que nos llevaremos al cielo y nos serán útiles para cumplir su voluntad y crecer y hacernos como aquel que nos salvó, como nuestro maestro.
La iglesia en general, también esta llamada al reto de renovarse. Hacerlo mediante un aumento del conocimiento de su palabra debe de ser nuestro objetivo semana tras semana, incluso día tras día.

S.H.

¿Halloween, todos los Santos o la Reforma?

«Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos…» (Hebreos 12:1a).

Tres celebraciones muy diferentes que prácticamente coinciden en la misma fecha. ¿Cuál celebrar?

Vayamos por partes:

Halloween. Es una celebración de tradición anglosajona, cuyo origen se remonta a los celtas de hace unos 2500 años. El fin de año celta se celebraba al comienzo del otoño, entonces se hacía el 31 de octubre. Una celebración terrorífica en la que se creía que los muertos abandonaban los cementerios para atormentar a los vivos con infinidad de desgracias. Éstos intentaban defenderse “adornando” sus casas con cosas desagradables pensando que con ello los muertos no los molestarían.

Con el advenimiento del cristianismo, se estableció el día 1 de noviembre la celebración de la fiesta de “Todos los Santos”; pasando a llamarse el 31 de octubre “All Hallows eve”, es decir “la víspera de Todos los Santos”, expresión que tras varias deformaciones quedó en llamarse “Hallowe’en” y finalmente “Halloween”, tal como hoy se la conoce. Sin embargo, pese a la cristianización de la fiesta, los no convertidos al cristianismo conservaron la celebración original con sus referencias al mundo tenebroso de los fantasmas y toda clase de espíritus y genios del mal, con los cuales, si no hacías un “trato”, sufrirías alguno de sus “trucos”; el conocido “trick or treat” de los niños pidiendo golosinas en Halloween.

Ya fuera por casualidad o deliberadamente, el monje Martín Lutero escogió la víspera de Todos los Santos para clavar sus famosas, y poco conocidas, 95 Tesis en la puerta de su parroquia en Wittemberg, dando así inicio al proceso llamado Reforma Protestante. Lutero no fue el primero en llamar la atención a la necesidad de reformar algunas de las costumbres y doctrinas de la iglesia de su tiempo, pero con él culmina una larga historia de protestas y comienza una nueva etapa en la que las iglesias alemanas primero, seguidas de otras más tarde, se separan de la iglesia católica. Quizás el resultado más importante de la Reforma Protestante ha sido poner alalcance del pueblo común el texto bíblico en los idiomas comunes, pues hasta entonces sólo estaba en griego o latín, fuera del alcance de la mayoría de los cristianos.

Visto todo esto, surge la pregunta: ¿Qué festividad celebrar?

Obviamente no Halloween, por pagana, por ser la fiesta del terror, las tinieblas y la muerte que algunas sectas incluso utilizan para realizar ritos satánicos.
Todos los Santos es otra cosa. Si pensamos que los santos son toda esa «multitud de testigos» que han pertenecido al “… linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9); y que han pasado la antorcha del evangelio de una generación a la siguiente, hasta hacerla llegar a nosotros; pues sí, sería una celebración muy apropiada.
Y no hay que decir que celebrar el Día de la Reforma es casi obligado, pues recordamos que a partir de esa fecha  se comprendió que nuestra salvación no depende de las obras que podamos hacer, que es por la sola gracia de Dios, y se consiguió la libertad para leer y escudriñar las Sagradas Escrituras, la cuales dan testimonio de Jesús.
Estas dos son mis opciones de celebración.

Termino completando la cita con que comencé esta meditación:

«Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.» (Hebreos 12:1, 2).

«…de donde vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos» (Credo apostólico).

A Él sea la gloria por la eternidad. Amén.