Cuando el pasado se vuelve un ídolo

“Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría”

Eclesiastés 7:10

A medida que uno crece, y parece que a partir de los 30 (como es mi caso), pensamos en los tiempos pasados con nostalgia. Recordamos lo de antaño con alegría y concluimos: “Aquellos tiempos fueron los mejores”. Y casi siempre coincide, como es lógico, con nuestra juventud, cuando no había demasiados quebraderos de cabeza, dormíamos sin despertarnos por la noche y nuestro cuerpo aguantaba lo que le echábamos.

Pero esta experiencia individual es semejante en lo colectivo de la humanidad misma. Cada época habrá visto con nostalgia su pasado glorioso. Los últimos habitantes del imperio romano habrán echado de menos la gloria de los días antiguos cuando los bárbaros rompieron con su fuerza; los últimos resquicios del medievo se habrán llevado las manos a la cabeza al ver la gloria de la cristiandad siendo consumida por el humanismo y la era de la razón posteriores; en el siglo XX y XXI parece que sufrimos al no contemplar aquellos últimos reductos de ‘lógica, razón o verdad absoluta’ que todavía se mantenían.

Vivimos en un mundo extraño. Hoy lo llaman posmoderno y poscristiano. Quizás sintamos la tentación de preguntarnos lo que el Eclesiastés en el texto que encabeza esta reflexión, pero su respuesta es tajante: no hallarás sabiduría en una pregunta así, acerca de por qué cualquier tiempo pasado fue mejor. Mientras tanto, nos toca vivir en la época que nos ha tocado y continuar como Iglesia recuperando en nuestra vida y enseñanzas el mismo evangelio de Jesús que hace 2000 años. Lo que Cristo hizo no tiene fecha de caducidad en ese sentido. El evangelio tiene la peculiaridad de que no pertenece a ninguna época en concreto, pero es válido para todos los tiempos. Esa es la paradoja que debemos sostener si queremos ser útiles a nuestra generación y época. 

Dios quiera que busquemos y pidamos sabiduría para saber cómo actuar y seguir proclamando la verdad del evangelio (y no sucedáneos) en esta era, para que no nos ocultemos en nuestra burbuja segura, pero tampoco nos fundamos con el espíritu de este mundo. La misma verdad de la muerte y resurrección de Cristo – o sea, el Evangelio – es, según Apocalipsis 14:6, el «evangelio eterno».

Artículo del Pr. Jesús Fraidíaz

Misión y participación

“Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.” 

Jesús en Juan 17:18

Durante siglos, e incluso desde antes del nacimiento de la iglesia, tal y como la conocemos hoy, siempre ha habido un importante grupo de creyentes que, en su afán de mantener pura su devoción a Dios, tendían a aislarse del resto del mundo. De ahí, que tengamos desde grupos judíos como los esenios hasta los amish cristianos de hoy en día, pasando por los ermitaños, o los monjes, que buscaban lugares remotos para apartarse del resto de la sociedad, restringiendo además su contacto al máximo. 

Hoy en día, hay cristianos, que no pueden permitirse “el lujo” de llevar una vida así, pero sí que critican con dureza toda manifestación cultural de la sociedad moderna rechazando así, desde las producciones musicales, cinematográficas o literarias que llaman “seculares”, o la política, hasta impidiendo que otros creyentes, especialmente los más jóvenes, tengan amistades del mundo, o hagan muchas de las cosas que hacen los chavales del mundo (entendiéndose cosas no pecaminosas en sí). Es otra forma de aislarse, sin hacerlo. 

Sin darse cuenta, este tipo de creyentes lo que está haciendo es derribar los posibles puentes que puedan unir a esas personas con el evangelio.

Somos ciudadanos del cielo, eso no lo debemos olvidar, pero mientras pisemos esta tierra no dejamos de ser también ciudadanos de este lugar donde estamos y estamos llamados a participar de aquello de lo que participa “el mundo”, como por ejemplo, a final de este mes, las elecciones autonómicas y municipales, interesándose por lo que se propone desde cada candidatura, y votando (o no) en consecuencia (sabiendo que ningún candidato es perfecto ni nos “salvará” de nada).

Porque es aquí donde nos envió Jesús, no al monte o al desierto, y restauremos los puentes que muchos han derribado durante siglos.

Artículo de Santi Hernán

La misión de Jesús

“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” 

Juan 3:17

Si le preguntamos a cualquier cristiano que recite un versículo de memoria, el 99% de todos te dirán, entre otros muchos, el archiconocido Juan 3:16 (seguro que no hace falta abrir la Biblia o mencionarlo aquí porque estoy convencido de que lo tenéis en vuestra mente). Muchos teólogos consideran que este pasaje es como un resumen de la Biblia, y es uno de los versículos favoritos para compartir el evangelio con quienes aún no creen. Sin embargo considero que para comprender con mayor amplitud la misión de Cristo en el mundo, hay que seguir leyendo, por lo menos, el versículo que le sigue, el 17. 

Y este pasaje es importante porque aquí nuestro Señor menciona una palabra concreta que llama enseguida la atención por su contundencia: “condenar”. Este verbo lamentablemente se ha usado demasiado a la ligera en el mundo cristiano (especialmente el católico), durante muchos siglos, incluso hoy, en muchos contextos (incluso evangélicos), con el afán de culpar a cualquier persona por cualquier cosa o para resaltar al pecado incluso por encima de la propia gracia, en determinados grupos, especialmente de corte fundamentalista.

Pero ahí tenemos a Jesús, revelando el núcleo de su misión a un fariseo (Nicodemo) cuya teología se basaba en reglas, ritos, juicios y condenas. Dios hecho hombre diciendo que vino a salvar al mundo, no a condenarlo. 

Por supuesto, hay que buscar la santidad, pero eso no viene de nosotros, sino que viene de buscar al propio Dios Santo. No hagamos de la santidad un Dios al que adorar, sino busquemos al Cristo cuya misión fue, es y será el seguir salvando al mundo para que crea en Él y no se pierda.

Artículo de Santi Hernán

Bajadas de tensión en la oración

“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”

Lucas 18:1

Lo confieso. Sostengo una gran lucha con mi vida de oración. Me aburro de escucharme hablar, me da la sensación de que hablo con una pared y me cuesta encontrar placer en ella. Muchas veces es más un deber que un gozo. Sin embargo, sigo orando y experimentando la necesidad de ella. La expresión que se traduce como ‘desmayar’ viene a significar desaliento, desánimo, descorazonamiento. ¿Por qué Jesús nos enseñó sobre esta necesidad de orar siempre sin desanimarnos? Porque sabe lo frecuente que es.

El otro día hablaba con un amigo sobre esta lucha de la oración y le compartía mis frustraciones. Íbamos hablando por el teléfono mientras conducía. Tengo un pequeño altavoz que uso en el coche para oír música o hablar por teléfono (es lo que hay para quienes tenemos coches de 20 años). Puede que por la antena de radio o por el Bluetooth, se colaban interferencias de personas que hablaban, quizás de otros coches en la carretera, pero solo lo escuchaba a mi amigo. Sin saberlo, el Señor nos ofreció una parábola experimental y luego él me lo dijo. Muchas veces, cuando oramos, escuchamos esas voces (pueden ser de nuestro interior, nuestros desalientos o preocupaciones; o pueden ser de fuera, como interrupciones) y nos incomodan tanto que abandonamos, pensando que al otro lado nadie nos oye. Sin embargo, yo le escuchaba, y Dios también nos oye sin interferencias al otro lado de la oración. ¿Cuál fue la enseñanza? Sigue insistiendo, sigue perseverando, sigue teniendo fe. ¿Qué piensas? ¿Te escucha Dios si en algún momento blasfemas o maldices de Él? Todos respondemos que sí. ¿Entonces por qué no habría de escucharnos cuando acudimos en oración para pedirle cosas para su gloria y el bien del prójimo y el nuestro?

Creo que nos falta recordar y experimentar más el evangelio en toda nuestra vida, incluso en la oración. Piénsalo. A menos que Jesús no hubiese venido a perdonarnos por su muerte, nuestra comunicación con el Padre estaba completamente rota, inexistente. La oración ahora no es tanto un deber frío, sino un deber que ha de conducirnos al placer de estar en comunión con Aquel que nos ha amado hasta el punto de dar su vida. Cuando éramos pecadores, Él nos perdonó. ¿No nos oirá ahora que somos sus hijos? ¿Se tardará Dios? ¿Hallará fe en nosotros?

Artículo del Pr. Jesús Fraidíaz

Deseo para el año nuevo

“Olvidad las cosas de antaño; ya no viváis en el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo!  Ya está sucediendo, ¿no os dais cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto, y ríos en lugares desolados.” 

Isaías 43:18-19 (NVI)

¿Qué le pedimos al año nuevo? Si es que a un periodo de tiempo como es un año, se le puede pedir algo, como si de un genio de la lámpara se tratara. ¿Cuál puede ser nuestro deseo o nuestra intención para este nuevo 2023? 

Yo lo que le pido es que sea un año verdaderamente nuevo. Es decir, que la sensación que tenemos del paso del tiempo, como describe el predicador de Eclesiastés no sea de hastío porque todos los años y todos los días sean iguales (Eclesiastés 1:4-10). 

Con esto, estoy expresando el deseo de que Dios nos sorprenda y no me refiero a ver una demostración espectacular o alguna manifestación sobrenatural (aunque también estaría genial) sino me refiero a una novedad de vida para muchos de los que nos rodean.

A veces, los mayores milagros son aquellos que pasan más aparentemente desapercibidos, que no son visibles o evidentes a nuestros sentidos físicos, pero que a la larga transforman nuestro entorno, cambiando a las personas desde su interior, como cuando un poco de levadura, que es un elemento pequeño, convierte una fina torta de pan en una hermosa  hogaza.

Esto es lo que quería decir el profeta Isaías, cuando habló de que Dios hará algo completamente nuevo y que, de hecho, ya estaba en camino: Una revolución en el que el agua volvería a correr en abundancia en medio de la sequedad y que habría un nuevo camino donde aparentemente no puede haberlo. 

Esa es la promesa y la novedad más grande para la humanidad y para ti, querido lector, que es Jesucristo, transformándolo todo desde dentro. Que este año, Jesús sea una novedad en tu corazón. ¡Será el mejor año de tu vida! ¡Feliz 2023!

Artículo de Santi Hernán

La Navidad y la misión

“Adoración de los pastores” Bartolomé Esteban Murillo (s XVII) Expuesto en el Museo del Prado

“Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.”

Lucas 2:15-18 (RV60)

La Navidad es tiempo de celebrar y eso es lo que haremos.

Respetemos a todas las personas, pero no escuchemos esas voces críticas con esta celebración, que nos hablan acerca de que si el origen pagano, que si la fecha no es correcta, que si la vanidad … y un largo etcétera. Es inútil debatir sobre esto. Lo importante, independientemente de fechas o trasfondos, es que Dios se encarnó y estuvo con nosotros. Y celebrándolo haremos como todas aquellas figuras que estuvieron presentes en este gran acontecimiento.

Una de esas figuras fue la de los pastores. Atendiendo al pasaje de la cabecera desde el punto de vista de la misión, vemos claramente tres partes en este relato: primero, con los pastores cuidando de sus rebaños en la noche y la aparición de un ángel que les anuncia; segundo, un punto central de inflexión, que es la visita al niño Jesús; y tercero, la proclamación de los mismos al resto del pueblo, el cual quedó maravillado.

¿No es esa la misma estructura básica de nuestro testimonio de fe? Primero, un antes con nuestro quehaceres y nuestra vida rutinaria; segundo, un punto de inflexión, cuando conocemos a Jesús; y tercero, un después,  con la proclamación a los demás de este acontecimiento.

El mundo está celebrando “ahora” que es Navidad. En lugar de entrar en cuestionamientos estériles, ¿Qué tal si aprovechamos y hacemos como los pastores, y celebramos y anunciamos al mundo, aún con mayor fuerza, que Dios está con nosotros?

¡FELIZ NAVIDAD!

Artículo de Santi Hernán.

Esperar y emprender

“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. … alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”

Hechos 2:42 y 47 (RV60)

“Esperad grandes cosas de Dios, emprended grandes cosas para Dios” es la frase que marcó la labor del misionero británico del siglo XVIII William Carey. Carey, cuyos orígenes personales son muy humildes, es considerado por muchos, como el padre de las misiones modernas, cuando emprendió aún con pocos recursos, la misión de alcanzar a la India para Cristo.

Podemos hablar sobre el ministerio y obra de Carey, pero hablaremos mejor sobre lo que Dios espera de nosotros, y lo que nosotros esperamos de nuestro Dios.

Este lema de Carey lo hemos adoptado en nuestra iglesia para ilustrar el propósito del Programa Global Misionero, que impulsamos desde nuestras iglesias para alcanzar a nuestro entorno y extendernos más allá.

El Programa Global Misionero es un ambicioso plan para ir más allá de nuestras cuatro paredes como iglesias y hogares, y alcanzar a nuestras comunidades y serles útiles y de bendición. Este Programa da visión y rumbo a todo aquello que hagamos en la iglesia.

Por lo pronto, se ha dado un primer paso histórico en la pasada asamblea del día 23 de octubre, aprobando por unanimidad este Programa y además, uno de sus puntos más importantes como es la solicitud de un terreno para la construcción de un nuevo templo en Sanse. 

Hemos de felicitar a nuestra iglesia por esta decisión. Porque realmente, mientras estamos esperando grandes cosas de Dios, estamos dando pasos de fe para emprender grandes cosas para Él. Sigamos perseverando y avanzando en nuestra comunión, que sabemos que Dios seguirá añadiendo a todos los que han de ser salvos y haciendo crecer así a nuestras iglesias.

Santi Hernán

Un pequeño aperitivo del cielo

“Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”

Apocalipsis 7:9-10 (RV60)
Se hicieron varios reconocimientos y uno de los más emotivos fue el de los mayores que sirvieron durante años en el ministerio.
Alrededor de 1200 personas se congregaron en el auditorio del Hotel Marriott en Madrid

Como no podría ser de otra manera, en este número teníamos que hablar, aunque sea de forma breve, de la pasada convención UEBE, en el último fin de semana de agosto, en la que celebramos “100 años siguiendo a Jesús”. Una convención tan emotiva no se puede describir en este espacio tan pequeño. Para conocer la crónica de este Centenario puedes leerla en la revista “Unidos” de la UEBE: https://uebe.org/unidos/#actual, así como en varios medios como Protestante Digital o Actualidad Evangélica.

El Centennial Baptist Choir de Texas tuvo una importante participación musical

Es necesario mencionar el gran esfuerzo de nuestra iglesia de la cual acudió a este evento un nutrido grupo de hermanos, unos 40, incluyendo a las tres iglesias, y que incluso algunos tuvieron una significativa participación en los actos, desde el servicio a los participantes, hasta la ayuda en la entrega de reconocimientos, pasando por el servicio de fotografía oficial y por supuesto, en la figura de nuestra pastora Raquel Molina, que hizo de maestra de ceremonias en el tiempo de reconocimientos. Por supuesto, nuestra iglesia se adhirió al pacto bautista del Centenario, al igual que la mayoría de iglesias de nuestra Unión, con nuestro pastor estampando su firma, en una hermosa ceremonia el pasado domingo 28.

Se celebran también 100 años de nuestro seminario. Su rector Julio Díaz tuvo una especial participación

Pero nuestra representación es un vaso de agua en comparación al mar de hermanos bautistas de todas partes de España y también de fuera, que se congregaron en estos días. Alrededor de 1200 personas, notados especialmente en el culto del domingo. Miraras donde miraras había una multitud y todos adorando unánimes a nuestro Dios y recordando su fidelidad por estos 100 años de testimonio de nuestra Unión.
Pero estos 1200 asistentes no son sino un delicioso aperitivo del cielo, si me permitís, muy muy muy pequeño, si lo comparamos con lo que nos espera a los que hemos puesto nuestra esperanza en Cristo, cuando estemos con Él por la eternidad.
Juan saboreó un poco de esa experiencia que plasmó en las palabras proféticas del Apocalipsis (texto de cabecera).
Todas estas experiencias refuerzan poco a poco lo que ya comentamos en anteriores números. La importancia vital de congregarse y de pertenecer a una familia que perdurará por la eternidad.

Como iglesia nos adherimos al pacto bautista del Centenario. En la imagen, nuestro pastor Jesús García procede a la firma, acompañado por el Secretario General de la UEBE, Daniel Banyuls.
El cantautor Marcos Vidal en el concierto del sábado 27
El viernes 26 arrancó la Convención con una velada de oración en una sala adjunta al auditorio
El ex-secretario ejecutivo de FEREDE, Mariano Blázquez recibió el premio José Cardona

Texto y fotos de Santi Hernán

Aquí tienes los vídeos de toda la Convención

Común + Unión

“Esforzaos por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fuisteis llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos.”

Efesios 4:3-6 (NVI)

En este verano tan especial, tan sólo queremos compartir unas breves palabras para recordar, siguiendo el hilo de lo que hablamos el mes pasado, la importancia de la unidad, expresada en la comunidad de fe que es la iglesia local.

Hermanos, no podemos permitirnos el no asistir, el no vernos (la pandemia y las medidas de seguridad ya no son excusas), así como tampoco nos podemos permitir que la iglesia, estando bajo una misma fe y un mismo Señor esté fragmentada.

Y esto último significa que, estando congregados en una iglesia local, debemos de buscar la unidad y la unión, en medio de la diversidad, con otras congregaciones locales que tienen a un mismo Señor, profesan una misma fe, y bautizan con un mismo bautismo. Es decir, que sirven a un mismo Dios, pero que además, tienen la misma esperanza y confianza en Él, pero que además se han adherido a la misma comunidad mediante la ordenanza del bautismo, con todo lo que implica.

Ya expresamos que es inconcebible que haya cristianos, que, jactándose de serlos, no se congreguen y “vayan por libre” pero, por otro lado, también es extraño y poco deseable que haya congregaciones e iglesias que deseen ir por libre y no tengan fraternidad con otras iglesias similares en doctrina y teología.

No estamos diciendo que haya que someterse a una suerte de asociación jerárquica “paraeclesial” o “supraeclesial”, con una cúpula que ordena e impone y una serie de iglesias locales que se someten ¡Nada de eso!

Como bautistas que somos, y así lo expresamos en nuestra confesión de fe y principios bautistas, que puedes encontrar en nuestra web: iebsanse.com, formamos parte de la UEBE, una comunidad de iglesias interdependientes. Es decir, que, siendo autónomas en su funcionamiento, esta iglesia ayuda y es ayudada por otras tantas iglesias similares y comparten recursos y muchas de las formas y fondos que tenemos en común. Y además compartimos muchos proyectos misioneros que, por separado, sería muy complicado llevar a cabo.

Eso mismo, es lo que celebramos este mes de agosto (y por extensión durante todo el año 2022), por los 100 años que cumplimos como Unión Evangélica Bautista de España.

Celebramos 100 años de unidad y de unión, celebramos 100 años de interdependencia, con nuestros altibajos, pero con la bendita constante que supone estar siempre bajo el señorío y amparo del mismo Cristo que proclamamos y en cuya fe en su persona profesamos. Y también, por supuesto, celebramos que ya son muchos, los hermanos en estos 100 años que nos precedieron y que se esforzaron y, en muchos casos, sufrieron para pasarnos el testigo de esta fe.

Como iglesias de Sanse, Valdetorres, Torrelaguna y Bellas Vistas, queremos adherirnos a esta celebración (sea que asistas o no a la convención especial de finales de agosto) y que podamos cumplir 100 años más o hasta que nuestro Señor regrese.

Santi Hernán

Común + Unidad

“… no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.”

Hebreos 10:25
manos juntas, comunión, unidad

Un drama muy recurrente en el actual siglo XXI es, además de las pandemias, las guerras, las desigualdades, la injusticia, etc… es la soledad. Poco se habla de esta otra pandemia, que puede llevar, en muchos casos (no en todos) a depresiones, ansiedad, e incluso en casos extremos (pero que lamentablemente se dan) a suicidios. No importa lo hiperconectados que podamos estar con el mundo, a través de internet y otras tecnologías. La soledad es un mal más generalizado de lo que pensamos. 

Cuando Jesús comenzó su ministerio, después de la prueba de la tentación en el desierto, lo que hizo fue ir al río Jordán para ser bautizado por Juan, junto al resto del pueblo allí congregado.

Acostumbramos a presentar el acto del bautismo como un símbolo de pasar de muerte (de nuestro viejo yo) a una vida (del nuevo yo) en Cristo, después de arrepentirse de nuestros pecados, pero ese significado se queda corto. Precisamente, Jesús no tenía que ser bautizado como un símbolo de arrepentimiento porque Él no pecó nunca. El bautismo, tanto para las personas de aquel contexto como para nosotros, tiene un significado que implica el adherirse y formar parte de una misma comunidad.

Jesús, al hacerse como uno de nosotros, también quiso formar parte de esa misma comunidad, del mismo pueblo. Quiso identificarse como un judío más. 

Ese sentimiento de formar parte de un pueblo es algo que, en muchos ámbitos se está perdiendo en la actualidad, y eso distorsiona nuestra identidad cristiana y nos lleva a la soledad, también en el ámbito  espiritual.

Lamentablemente esto ha afectado a la iglesia y no son pocos los que se alejan de la común unidad que compartimos como iglesia local.

Así es, dicen ser cristianos, se escudan en que ya pertenecen a la Iglesia (entendemos que “universal”) y sin embargo, por mil razones distintas, a cada cual más peregrina, que no vamos a analizar aquí (cada persona y cada caso es un mundo) no se congregan en la iglesia local o van de iglesia en iglesia, quizá esperando la perfecta (que no existe) y luego se quedan en casa frustrados porque ninguna iglesia encaja con su forma de pensar o de actuar.

Y ese es el problema, que pretendemos amoldar la iglesia a nuestra conveniencia y así no funcionan las cosas. Por eso somos una comunidad.

Si te fijas, la palabra “Comunidad” se compone de la suma de otras dos: “Común”, es decir, y citando a la RAE: “Que, no siendo privativamente de nadie, pertenece o se extiende a varios” y la palabra “Unidad”: “Propiedad de todo ser, en virtud de la cual no puede dividirse sin que su esencia se destruya o altere”. Otra acepción es: “Unión o conformidad.”. Es decir, que la comunidad que conforma la iglesia no se destruye, no se altera, y tiene algo que pertenece a todos, y que en este caso, entre otras muchas cosas, es la fe.

Por esa misma fe que compartimos es que nos congregamos, trabajamos juntos, llevamos adelante proyectos en común, tenemos un mismo sentir y unos mismos objetivos.

Es por eso que formamos una familia, donde sí, es cierto que cada uno tenemos nuestras preferencias, nuestras peculiaridades y nuestras ideas, pero que las sometemos en favor de un Reino que, como ya dijimos en un artículo anterior, es eterno.

Y hablando de eternidad, y tomando el pasaje en la cabecera, ese día, el día que compartamos todos por siempre, se acerca. ¿Estamos en comunidad aquí en la tierra? ¿Nos preocupamos por vernos y estar juntos aquí? Porque allá, en la gloriosa presencia de nuestro Señor te aseguro que solo o sola no vas a estar. Ve acostumbrándote desde aquí. 

Santi Hernán