Bajadas de tensión en la oración

“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”

Lucas 18:1

Lo confieso. Sostengo una gran lucha con mi vida de oración. Me aburro de escucharme hablar, me da la sensación de que hablo con una pared y me cuesta encontrar placer en ella. Muchas veces es más un deber que un gozo. Sin embargo, sigo orando y experimentando la necesidad de ella. La expresión que se traduce como ‘desmayar’ viene a significar desaliento, desánimo, descorazonamiento. ¿Por qué Jesús nos enseñó sobre esta necesidad de orar siempre sin desanimarnos? Porque sabe lo frecuente que es.

El otro día hablaba con un amigo sobre esta lucha de la oración y le compartía mis frustraciones. Íbamos hablando por el teléfono mientras conducía. Tengo un pequeño altavoz que uso en el coche para oír música o hablar por teléfono (es lo que hay para quienes tenemos coches de 20 años). Puede que por la antena de radio o por el Bluetooth, se colaban interferencias de personas que hablaban, quizás de otros coches en la carretera, pero solo lo escuchaba a mi amigo. Sin saberlo, el Señor nos ofreció una parábola experimental y luego él me lo dijo. Muchas veces, cuando oramos, escuchamos esas voces (pueden ser de nuestro interior, nuestros desalientos o preocupaciones; o pueden ser de fuera, como interrupciones) y nos incomodan tanto que abandonamos, pensando que al otro lado nadie nos oye. Sin embargo, yo le escuchaba, y Dios también nos oye sin interferencias al otro lado de la oración. ¿Cuál fue la enseñanza? Sigue insistiendo, sigue perseverando, sigue teniendo fe. ¿Qué piensas? ¿Te escucha Dios si en algún momento blasfemas o maldices de Él? Todos respondemos que sí. ¿Entonces por qué no habría de escucharnos cuando acudimos en oración para pedirle cosas para su gloria y el bien del prójimo y el nuestro?

Creo que nos falta recordar y experimentar más el evangelio en toda nuestra vida, incluso en la oración. Piénsalo. A menos que Jesús no hubiese venido a perdonarnos por su muerte, nuestra comunicación con el Padre estaba completamente rota, inexistente. La oración ahora no es tanto un deber frío, sino un deber que ha de conducirnos al placer de estar en comunión con Aquel que nos ha amado hasta el punto de dar su vida. Cuando éramos pecadores, Él nos perdonó. ¿No nos oirá ahora que somos sus hijos? ¿Se tardará Dios? ¿Hallará fe en nosotros?

Artículo del Pr. Jesús Fraidíaz

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