A César lo que es de César

“Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.”

Mateo 22:21

Los que hemos confiado nuestra vida a Cristo somos ciudadanos del cielo, nuestro verdadero hogar no está aquí, estamos de paso por este mundo, y nos estamos encaminando a uno completamente nuevo donde la justicia de Dios, la única verdadera, es la que gobierna y gobernará por siempre.

Mientras tanto estamos aquí, pasando penurias como muchos (aunque con momentos de alegría) y sufriendo las consecuencias propias de un mundo caído, fruto de un gobierno en cuyo trono no está sentado el político de turno, sino más bien nuestro “yo”.

Así es, el pecado no es la simple metedura de pata de una pareja primitiva, como algunos nos quieren hacer ver, cuando tratan de ridiculizar la Biblia, el pecado es querer gobernar nuestra vida a nuestra manera y por nuestra cuenta. Usar nuestra libertad, en lugar de para hacer el bien, para hacernos dueños de nosotros mismos, renunciar al gobierno de Dios y darle la espalda… y así nos ha ido.

No hagas un repaso por toda la historia de la humanidad, y busques las mayores atrocidades que muchos han cometido, sino que busca mucho más cerca, dentro de tu corazón… sí, ¡tu corazón!, profundiza en tus pensamientos y te darás cuenta de que no eres tan bueno como crees. Eso luego lo multiplicas por varios miles de millones y obtendrás como resultado, una humanidad a la deriva.

Pero mirando a nuestro alrededor, la sensación es que parece que nuestra esperanza está en una nueva clase política que nos sacará de nuestras miserias o reestablecerá la justicia o eliminará las desigualdades. ¡Nada de eso!

La historia ha demostrado que todo líder político no sólo es imperfecto, sino que ha buscado primero el bien suyo (como cada uno de nosotros) antes que el del pueblo que gobierna, aunque luego lo disfrace de palabrería y vanas promesas.

Ahora bien, estamos en elecciones, vivimos en democracia, y aunque nuestra mirada está puesta en el cielo, nuestros pies siguen pisando esta tierra, tierra que no sólo habitamos en este breve peregrinaje, sino que es, además, la tierra que está recubierta por esa mies, que lleva más de 2000 años lista para la siega, por lo que no debemos cometer los mismos errores que algunos en la iglesia cometieron desde la antigüedad, y no nos aislemos. Este mundo es nuestro campo de trabajo y los creyentes debemos de estar bien integrados en él, conocer su cultura (aunque muchas cosas de ella no las compartamos) y debemos de preocuparnos por las mismas incertidumbres que el resto de la población, aunque nuestra perspectiva sea otra.

Pero, al igual que cuando trataron de tender una trampa a nuestro Señor Jesús los religiosos de su época, a la hora de preguntar por la cuestión de los impuestos para Roma, no nos dejemos engañar.

No nos engañemos por las falsas promesas de beneficios para los pobres y los marginados, que algunos disfrazan de espiritualidad, cuando en realidad, lo que hacen es confundir lo terrenal y lo espiritual, confiando en figuras e instituciones públicas que jamás mirarán por las cosas celestiales.

Y esto tiene dos grandes implicaciones: Uno. Sabemos que las distintas sensibilidades políticas tienen esa lamentable tendencia a crispar y enfrentar a la ciudadanía que se afilia a cada bando. Como cristianos no debemos caer en ese juego. Nuestra prioridad es lo espiritual y buscar el Reino de Dios y su justicia, que no tiene nada que ver con el reino de este mundo y su “justicia”. Y dos, como dije antes, nuestra esperanza está más allá de este mundo. Las promesas de nuestro Señor son 100% fiables, justo al contrario que las de cualquier líder de partido o de gobierno. No esperemos encontrar el cielo en la tierra. Como ciudadanos seamos sobrios y sensatos. Comparemos los programas electorales en las cuestiones que sean más viables y no hagamos caso de los “castillos en el aire” que algunos se empeñan en construir. Recordad que nada es gratis, y si un político te ofrece algo “gratis”, ya sabéis que en realidad será a cargo de todos los ciudadanos, no de unos pocos.

Cada cosa va por su lado, lo material va “para el César”, para las cosas de este mundo, que se gestionan como decide el mundo, y lo de Dios, pertenece a Dios, y nosotros pertenecemos a Él, por lo tanto, debemos dejar que Él gobierne en nuestras vidas, con la esperanza de que llegará el día, cuando hayamos llegado a la meta, en el que se materializará lo espiritual en un mundo completamente nuevo. Ese día no habrá que dar tributo al César, sino que habrá perfección y verdadera libertad porque sólo gobernará Dios, el Señor, para siempre.

Santi Hernán

Bienvenidos a la nueva normalidad

“Entre los débiles me hice débil, a fin de ganar a los débiles. Me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles.”

Pablo, en 1 Corintios 9:22

Hace aproximadamente algo menos de dos meses y medio, los menos avispados mirábamos de reojo las noticias sobre un virus que estaba asolando el lejano Oriente, y de la poca importancia que le dábamos por la lejanía geográfica o el desconocimiento de la enfermedad, no podíamos llegar, ni siquiera a imaginar que nos iba a cambiar tanto.

Ya no es que nos dejara confinados en casa como nunca antes nos había ocurrido, ya no es sólo que asistiéramos atónitos al colapso de un sistema de salud del tamaño del nuestro, ya no es sólo la cantidad de empleos que se han extinguido y la próxima ruina económica, y sobre todo, ya no es sólo la tragedia que está dejando (estamos en mayo y esto aún no ha acabado, señores) de decenas de miles de fallecidos, y eso sólo en España, sino que este virus, que algunos lo infravaloraban calificándolo como una simple gripe doce semanas atrás ha cambiado occidente, y ya de paso, el mundo entero, para siempre.

En la intensidad de estos hechos, no son pocos los que afirman que esta ha sido como aquella guerra que nuestros abuelos sufrieron, o como aquella dictadura que nuestros padres vivieron. Esta generación quedará marcada por el Covid-19.

A la fecha en la que estoy escribiendo esto (27 de abril) aún no tenemos del todo claro cuando nos saldremos definitivamente del confinamiento y de qué manera se producirá este desconfinamiento, por lo que no puedo dar una fecha de regreso a nuestros cultos en nuestro local y a las actividades cotidianas, como los solíamos hacer. Lo que sí que está claro es que tendremos que replantearnos muchas cosas, sobre todo, a la medida de la evolución de la pandemia y sus consecuencias a corto y largo plazo.

Me explico con diversos ejemplos que encontramos en la sociedad: A las medidas de seguridad que todos conocemos y que debemos de cumplir, como el uso de mascarilla (como la de la foto) y guantes, la distancia social, o las medidas de higiene, se están haciendo controles en las carreteras y en las entradas a algunas empresas, se están desinfectando periódicamente las instalaciones, se están reduciendo y espaciando los aforos en los recintos deportivos, se están cancelado definitivamente numerosas competiciones, y otras se están replanteando de manera más simple, se ponen mamparas en bares, restaurantes y cajas de supermercado, el teletrabajo ha venido para quedarse, el curso en colegios, institutos y universidades así como la temporada turística de verano se han echado a perder este año. Y, en definitiva, todo se hace más en la distancia.

Y la iglesia ¿Qué? ¿Iremos a remolque del resto de la sociedad como habitualmente estamos haciendo? ¿Seguiremos igual? ¿Tomaremos medidas? ¿Hemos pensado en ello?

Es evidente que nada sustituye el contacto humano, el poder estar juntos, abrazarnos y saludarnos con un beso santo. Pero me temo que esto se tendrá que limitar de alguna manera y que habrá mucho miedo, sobre todo al principio.

Cuando volvamos no es de extrañar que la asistencia a nuestros cultos caiga de manera estrepitosa, y con razón.

Ya no estamos hablando de un miedo irracional e infundado, sino que hay bastantes expertos que hablan de posibles rebrotes en un futuro próximo, o incluso no se descarta que surja una nueva cepa o mutación del Covid. Recordemos que el actual no es el primero que está viviendo la humanidad, sino que ya hubo otro Coronavirus de tipo SARS (que afecta al sistema respiratorio) que arrasó en Asia, en 2002. Y luego hubo otra variante, en 2012, que quedó concentrado en Oriente Medio, llamado MERS. Y aún no hemos vencido totalmente este actual Covid-19, falta una vacuna, que no llegará mañana, sino que puede tardar fácilmente más de un año.

Vuelvo a repetir la pregunta anterior ¿Qué hará la iglesia? ¿Ha pensado en algo? Por cierto, en todo momento hablo de la Iglesia cristiana en general, no me refiero a la nuestra, aunque también podríamos ver qué podemos hacer nosotros a nivel local. ¿Nos adaptaremos o nos quedaremos atrás?

Ante lo que parece un auténtico cambio del paradigma, hay un pasaje bíblico que habla sobre la flexibilidad del cambio de la cultura y saber adaptarse a este cambio y es el ejemplo que puso el propio apóstol Pablo, hablando de su ministerio en distintas partes del mundo que recorrió, en el pasaje de 1 Corintios 9:19-23. El fin y la meta es la misma, eso no cambia: vers. 19: “para ganar a tantos como sea posible”. Pero luego habla de su adaptación a la cultura judía, y a la cultura gentil, su adaptación a los que son más maduros en la fe y los que son más primerizos. Como iglesia, tenemos que aprender, como Pablo, a adaptarse a los nuevos tiempos, a las nuevas culturas e ir a la vanguardia de lo que está por venir. Lo que era normal, hace un tiempo, ha cambiado. Nos guste o no, todos somos ahora bienvenidos a la nueva normalidad.

Santi Hernán

Marzo: El día de la Biblia

“Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.” Nehemías 8:8

Como cada año, celebramos en marzo el día de la Biblia. El Día de la Biblia se celebra el segundo domingo de marzo, en conmemoración del 7 de marzo de 1804, año en el que se fundó la primera Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, pionera de la obra bíblica en España.

Sin lugar a duda la Biblia merece que se le celebre un día, porque sabemos que es la revelación de Dios escrita, y que ha sobrevivido el paso de los siglos y ha llegado hasta nosotros incluso después de haber intentado ser destruida, censurada, prohibida, manipulada, negada, menospreciada, ocultada y un largo etcétera… sin éxito. El hecho de que la tengamos es otro de los muchos milagros de Dios y es gracias a su provisión y misericordia que la podemos leer, estudiar y conservar en nuestro idioma. ¡Qué privilegio!

Si hay una manera oportuna de celebrar la Biblia es sin duda leyéndola, pero creo que está muy manido eso de (simplemente) leer la Biblia. Creo que la Palabra divina merece algo más.

Seguro que si alguien muy importante para ti te dice algo que es igualmente importante ¿A qué prestas especial atención a lo que te dice?

Uno puede oír como cuando tenemos puesta la televisión de fondo, mientras tenemos una conversación con un amigo. Normalmente prestamos la atención a la persona con quién hablamos e ignoramos a la televisión, pero no siempre es así. La distracción está ahí presente y nos puede entorpecer el diálogo.

Lo mismo sucede al tratar de escuchar la voz de Dios cuando leemos su Palabra. Debemos de concentrarnos porque es fácil distraernos.

Esdras y Nehemías, como líderes del pueblo de Dios, en Jerusalén organizaron un encuentro con todo el pueblo reunido y consideraron sabiamente oportuno el leer el libro de la ley (para nosotros es el Pentateuco, es decir, los primeros cinco libros de la Biblia, ya que obviamente no tenían el Antiguo Testamento) y nos dice el pasaje en cabecera que lo leían claramente, poniendo el sentido para que entendiesen la lectura. Esto es lo que se podría decir que era una predicación de la Palabra, pero también podría ser considerado como un estudio. Porque leer las Sagradas Escrituras no es, ni mucho menos leer algo de corrido y recitarlo sin más, sino entender bien lo que Dios nos quiere decir a través de ella.

Por ello, lo que tenemos que hacer, más que leer, es estudiar la Biblia, escudriñarla, sacarle todo su jugo, alimentarse con ella, no sólo “picotear” versículos como muchos tienen por costumbre.

Estudiar la Palabra implica el sentarse con rigor y seriedad delante de ella, en oración, para que sea el Espíritu Santo quién guíe y nos dé claridad a la lectura.

Dios es el que pone el querer como el hacer. Pero también tenemos que poner de nuestra parte.

Por ello quiero compartir unas breves pautas propuestas por Sociedad Bíblica de España:

Antes de leer cada pasaje, pídele a Dios que te hable a través de su Palabra.

Reserva un tiempo especial cada día para leer la Biblia, y ¡procura mantenerlo! ¡Si puedes encontrar un lugar tranquilo aún mejor!

Tendrás que decidir si prefieres leer a solas o en grupo. La compañía, a veces, ayuda sobre todo para entender el texto. Léelo varias veces. Cuando hayas leído, piensa en las respuestas a estas preguntas:

¿Por qué se escribió este pasaje?

¿Cuál es el significado de cada palabra del texto que yo no entiendo?

¿Qué significado tenía este pasaje para sus lectores originales?

¿Qué me dice a mí este texto hoy?

¿Qué dice el pasaje acerca de Dios?

¿Qué me dice sobre Jesús?

¿Qué pide que haga yo?

Ora y pide a Dios que lo que acabas de leer te ayude a vivir de acuerdo a su voluntad.

Esperamos que estos consejos te ayuden a estudiar su Palabra y seas alimentado e inspirado todos los días.

Santi Hernán

Junio: La unidad de la iglesia … y la evangelización

“Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Juan 17:23

Vimos el mes pasado que la sangre que Juan y su “nueva madre” María vieron como descendía por la áspera madera de la cruz, establecía una nueva relación, pero que viene a representar de una manera muy sencilla y metafórica el establecimiento de una nueva familia, en la que sus miembros iban a ser tan dispares como lo eran este joven discípulo y la (probablemente) viuda María.

Es habitual encontrarse con nuestros semejantes y buscar a aquellos que son de edades parecidas, de trasfondos culturales, gustos similares, mismas nacionalidades, inclinaciones políticas o mismo sexo. Por eso existen las asociaciones, los clubes deportivos, las peñas, los partidos políticos, etc. Y de alguna manera crean un tipo de sentimiento de pertenencia a algo, tan arraigado en el hombre. Somos seres relacionales y no lo podemos evitar… otra cosa es que nuestras relaciones sean egoístas e interesadas, debido a la huella del pecado en nuestra vida.

Sin embargo, la iglesia reúne a gente que a priori no tiene nada que ver, y que de otro modo habría sido muy difícil juntar de manera voluntaria. Ese milagro lo obró Cristo, no sólo en la cruz, sino en su ministerio, como vemos en ese precioso corolario, en forma de oración, poco antes de ser entregado. Esta oración la tenemos al completo en Juan 17.

Esta oración viene a cristalizar su deseo y viene a dar parte al Padre de su obra de implantación del Reino de Dios entre nosotros. Y comenzó como algo aparentemente insignificante: con un puñado de discípulos asustadizos, imperfectos, algo torpes, desconfiados, un poco interesados y muy ignorantes, que de algún modo consiguieron cambiar el mundo.

Si tuviéramos que analizar a estos doce con los ojos y la mentalidad de cualquier ejecutivo del siglo XXI, cualquiera habría tomado a su “contratista” (Jesús) como un loco o un torpe que claramente se habría equivocado. Unos eran personas vulgares, sin estudios y algo brutos (Pedro, Jacobo y Juan), otro era un ladron (Mateo), otro un fanático nacionalista (Simón el zelote), otro un incrédulo (Tomás), y para colmo, habría otro más que le acabaría fallando y que era un falso y un interesado (Judas)… entre otros ¡Vaya cuadro! ¿A que no los habríamos elegido nosotros para nuestros proyectos, y más aun sabiendo perfectamente como son? Pues el Maestro por excelencia los escogió y el resto de la historia ya la conocemos. Y hoy estamos aquí porque todo comenzó con Cristo y luego por el testimonio de gente así.

Pero es aquí donde se demuestra perfectamente que los méritos de la Iglesia no son humanos, sino de Dios, actuando en personas imperfectas como ellos, como los miles que nos precedieron y como nosotros.

Y luego está el asunto de la unidad ¡Ay, bendita unidad! Con tantas iglesias, denominaciones, etc.… pareciera que la Iglesia está dividida, pero no. El Señor conoce a los suyos, y sabe que entre toda la gran constelación de iglesias distintas que hay esparcidas por todo el mundo, están los suyos, los suyos de verdad, y aunque expresándonos de diferentes maneras, con nuestros modos de hacer y de ser tan dispares y con nuestras imperfecciones, como las de aquellos doce, en realidad somos uno, así como el Padre y el Hijo lo son.

Sin duda se cumple lo orado por Jesús y es que somos uno, para que el mundo crea que Dios le envió. ¿No me crees? Pues verás cuando estemos allá arriba con Él y con “nosecuantos” miles o millones de hermanos, formando una familia… y ahí sí, perfecta de verdad.

Santi Hernán

Mayo: La familia

“Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.” Juan 19:25-27

La familia es la base de la sociedad y es el refugio social de cada uno de nosotros, pues es donde, por lo menos en teoría, podemos ampararnos los unos a los otros, y el hogar es el lugar de protección por excelencia. Este mes hacemos énfasis en la familia ¿Por qué este mes? Hay muchos meses que podíamos haber escogido, pero el día de la madre (el primer domingo de mayo), y el habernos dejado hace dos meses el día del padre (19 de marzo) tiene algo que ver, pero, sobre todo, porque el domingo 12 celebramos el día de la familia. Y ¿Por qué no? Es un mes muy bonito, habitualmente de buen clima, para disfrutar en familia.

De todos los pasajes bíblicos que podríamos observar sobre la familia, me ha llamado poderosamente la atención, por lo curioso que es y por el contexto en el que se desarrolla, el de Jesús, estando sobre la cruz y poniendo orden en su familia (pasaje en la cabecera).

Jesús estaba pasando sus momentos más críticos y difíciles. Estaba sufriendo sobre la cruz y agonizando se ahogaba por la opresión en sus pulmones, provocada por el peso de su cuerpo colgado por sus manos. Recordamos, por si nos visitas por primera vez y es tu primer contacto con una iglesia, que lo que estaba haciendo Jesús era darse a sí mismo por ti y por mí. Estaba entregando su vida en sacrificio y pagando el castigo que cualquiera de nosotros merecíamos.

Se podría decir perfectamente que la última persona en la que el Señor estaba pensando era en sí mismo. Toda su vida era de entrega a los demás y en la cruz, además de todo el peso del sufrimiento por las heridas físicas que tenía y por el pecado de todo el mundo que estaba cargando, estaba pensando en su familia. Aún en estos momentos de mayor terror para él, su pensamiento estaba con su madre y uno de sus mejores amigos.

Este pasaje nos demuestra que, de alguna forma, María la madre de Jesús, estaba sola (probablemente José habría fallecido años atrás, aunque este dato no se revela explícitamente en los evangelios) y al ser viuda y, por lo tanto, desamparada (recordemos que en aquel contexto no existían las pensiones de viudedad ni nada semejante), necesitaba la ayuda de un hombre que la sostuviera. Juan, el discípulo amado (de los doce, el que probablemente era más cercano al Maestro) era el que se encargaría de recibir en su casa y cuidar de María. ¿Y qué de los hermanos de Jesús? El pasaje, así como otros textos no dicen nada, pero es probable que ellos estuvieran viviendo en otro lugar, además de que éstos eran de los pocos seguidores de Jesús que le acompañaron al pie de la cruz.

Jesús desde la cruz estaba estableciendo una nueva y curiosa “familia”, cuyos miembros no tienen lazos de parentesco entre sí pero les iba a unir algo más fuerte que esto y es el mismo Jesucristo crucificado. No eran familia de sangre en el sentido físico de la palabra, pero sí les uniría la misma sangre que ambos veían derramarse delante suya en el monte Calvario.

Lo que de algún modo estaba haciendo Jesús con Juan y María era poner las bases de cómo debería de ser una familia, tanto si sus miembros tienen lazos carnales (con mayor motivo), como si son advenedizos por las circunstancias, como el caso que estamos comentando, o el caso de tantos hogares en nuestra sociedad, que no son los típicos en los que hay un matrimonio con hijos y que donde encontramos, por ejemplo, madres solteras, abuelos o tíos cuidando exclusivamente a sus nietos o sobrinos, dos hermanos conviviendo, un hombre solo atendiendo a su anciana madre, e incluso amigos u otras personas, que por diversas circunstancias están compartiendo piso, y un largo etcétera.

Sabemos de sobra que el modelo ideal de familia es ese matrimonio de unidad férrea, que están criando a sus hijos, pero en la práctica se dan muchísimas circunstancias que acaban trastocando ese modelo, pero del que hay que cuidar y mejorar siempre la convivencia.

Pero si vamos más allá, en el mandato de Jesús a Juan y María, vemos también una unidad en “la sangre” que podemos ver también en la familia de la fe, que es la iglesia. Todos diferentes (aquí vimos a Juan, que era un joven discípulo atendiendo a una anciana María) pero unidos por el mismo Cristo, pero de esto hablaremos el mes que viene.

Día de la Biblia. 450 años de la Biblia del Oso

“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.” Salmos 119:103

Este mes, haremos énfasis en la Biblia, cuyo día especial celebraremos, Dios mediante, el domingo 17 de marzo, tal y como se propone desde la Sociedad Bíblica de España.

Aunque no está de más decir que todos los días han de ser el día de la biblia, por lo que debemos de tener siempre presente, siempre abierta y siempre leída todos los días, como alimento que es para nuestra alma. ¿O acaso dejamos de comer un día? ¿Descuidaremos la alimentación de nuestra alma? Sin embargo, es bueno recordar mediante días como estos el valor de estos textos, y también, ¿por qué no? cómo han llegado hasta nuestras manos y honrar también a los valientes siervos de Dios que han procurado que hoy las Sagradas Escrituras fueran accesibles a cualquiera de nosotros, en nuestro idioma.

Hace ya dos años que conmemoramos el quinto centenario de la Reforma Protestante, y aunque la mayor parte del pueblo evangélico en España lo celebramos a lo grande, a nivel secular, pasó más bien desapercibido. Justo al contrario de lo ocurrido en el resto de Europa (posiblemente la arraigada tradición Católico-romana de nuestro país tiene algo que ver). Tanto es así que la solicitud formal que se hizo a la comisión filatélica española para emitir un sello conmemorativo de esta señalada efeméride, se rechazó tajantemente. Sin embargo, no quedó todo perdido, y este mismo año 2019, tal y como informa el portal de noticias Protestante Digital, y del que se hizo eco recientemente el programa de TVE “Buenas Noticias TV”, se ha lanzado en enero el sello que conmemora los 450 años de la publicación de la llamada “Biblia del Oso”, que fue la primera traducción completa de los textos bíblicos al español, efectuada con gran dificultad y en medio de mucha persecución, por Casiodoro de Reina. Así pues, los evangélicos españoles estamos de enhorabuena por este pequeño reconocimiento, a una obra que no sólo es una de las de mayor valor, realizada en el “Siglo de Oro” de las letras españolas, sino que hoy día, con la revisión de Cipriano de Valera, y siendo actualizada el pasado siglo (revisiones de 1909, 1960 y 1995), es uno de los libros en español de mayor difusión en todo el mundo, convirtiéndose también en la versión favorita de todas las iglesias evangélicas de habla española.

Pero como ya adelanté antes, el camino para el teólogo De Reina no fue nada fácil, siendo éste uno de tantos reformadores españoles que han tenido que buscar el exilio en otros países de Europa, pues la Inquisición Española no permitía la “herejía” de tener traducida la Biblia a lo que consideraban un lenguaje vulgar, o del pueblo. En aquel entonces, salvando los manuscritos en idiomas originales (hebreo, arameo y griego), en gran parte de Europa la Biblia sólo podía ser leída en latín, y eso, quién sabía leer, quién lo hacía en esta lengua muerta y el que tenía acceso a un libro de ejemplares de un coste extremadamente alto. Por lo que la Biblia sólo estaba reservada a unos pocos estudiosos, principalmente apartados en ciertos monasterios y conventos, y no siempre disponían de todos los textos completos.

Y hoy, cualquiera puede tener a mano un ejemplar de la Biblia, en casi cualquier idioma. Recordemos lo precioso del trabajo de la Promotora Lingüística “PROEL” por haber traducido el Nuevo Testamento a un idioma muy minoritario llamado Fala (sólo lo hablan unas 11000 personas en España, en una pequeña comarca en el noroeste de Extremadura), tal y como nos informó hace poco, nuestro hermano y misionero Víctor Herrera.

Hoy en día, cualquiera de nosotros posee más de un ejemplar, y en muchos casos, colocados en una estantería cubiertas de polvo, y sin embargo ¡Cuánto costó que pudiéramos tenerla en otra época! ¡Y cuánto cuesta hoy! … pero en otros países del mundo, donde se sigue considerando un libro prohibido, como por ejemplo: Corea del Norte, Irak, Arabia Saudí, Afganistán, Somalía, y un largo etc. También ¿Cuántas tribus y etnias hay en grandes zonas de África, India, el Sudeste asiático y Sudamérica, que ni siquiera la tienen traducida en su idioma? ¿No aumenta eso el valor que hemos de darle a los textos bíblicos en nuestro idioma? Gracias a Dios, que ha levantado obreros para su mies, no sólo entre los misioneros que se adentran en lugares que parecen inaccesibles para cualquier occidental, para llevar las buenas nuevas, sino que hay un magnífico equipo de hombres y mujeres que desde sus oficinas de las Sociedades Bíblicas en todo el mundo, se encargan de las traducciones, para que toda criatura pueda conocer y comprender la riqueza de la Palabra de Dios, en su propia lengua.

Que estas palabras que leemos en nuestras biblias sean dulces a nuestro paladar más que esa miel que buscaba con ansia, el oso de la portada de aquella primera Biblia en español.

Santi Hernán

Entre un buey y una mula

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2:5-8

Hablamos la semana pasada de villancicos, y hoy haré referencia a la frase de uno tradicional español como “Ay, del chiquirritín”, en el que uno de los versos reza así: “Entre un buey y una mula, Dios ha nacido, y en un pobre pesebre lo han recogido”.

Dejando de lado las recientes declaraciones, por escrito, del Papa Benedicto XVI, hoy hablaremos de animales en un establo (porque en un establo suele haberlos ¿no?), pero también de otros personajes… Eso sí, en forma de figuras. Y es que otra tradición típicamente navideña es poner el Belén, también conocido como Pesebre o Nacimiento.

¿Qué es el Belén? Una representación a pequeña escala de la historia de la navidad, árbol con figuras sobre un paisaje (o sin él), que no trata de ser exacta ni concisa, tanto en el tiempo como en el lugar y sus protagonistas (¿acaso alguien ha visto la escena real?).

¿Donde surge? Aunque lo veamos como una costumbre típicamente española, el primer Belén se montó en Italia, cuando San Francisco de Asís, decidió representar visualmente el nacimiento de nuestro Señor, en la cueva de Greccio, la nochebuena del año 1223, a sus feligreses, cuya inmensa mayoría no sabía leer, y mucho menos, iba a hacerlo en la única lengua en la que tenían escrita la Biblia, el latín. Eso sí, aquel primer “nacimiento” fue viviente, es decir, con personas reales y animales interpretando casi todas las escenas de este hecho. Contó además con el permiso del Papa vigente, Honorio III.

Este hecho dio lugar a un fenómeno que se extendió por toda Europa, la de representar nacimientos, que dio lugar al “presepe” italiano, “crèche” francés, o “krippe” alemán. En España, aterrizó esta moda, en el siglo XV, y hacia el XVI ya se hacían belenes con grandes estatuas de barro cocido o madera, situados principalmente en lugares de culto. Las agustinas de Murcia fueron las primeras promotoras de esta tradición. Un siglo más tarde, en el XVII, entraron los primeros belenes en las casas y surgieron distintas variaciones de tamaño, haciéndose figuras más pequeñas, hechas en barro. Los nobles competían entre sí por montar el belén más bello. Esta costumbre llegó fuerte a palacio, concretamente a la corte de Carlos III, que traía su entusiasmo por esta tradición de haberla copiado y practicado en Nápoles (Italia) y fue donde logró su mayor proyección, convirtiendo el belenismo en una tradición típicamente española.

Hoy día, ha llegado a popularizarse en prácticamente todo el mundo hispano, creándose una auténtica manifestación artística de hermosas representaciones, en la mayoría de colegios, locales de asociaciones, edificios institucionales, iglesias, casas particulares, etc, aportando además, algunos toques propios de la cultura en el lugar en la que se organiza cada pesebre. Y además, rescatando la idea de aquel presunto belén original de San Francisco de Asís, muchas localidades organizan su particular “Belén viviente” en estas fechas, con representaciones repartidas por los lugares más concurridos de pueblos, barrios y ciudades españolas y latinoamericanas.

Pero, como cada tradición, me pregunto ¿Qué sentido tiene todo esto? Para aquel pionero religioso, desde luego era una forma de compartir el evangelio, de una manera muy original, y nos enseña a usar nuestro ingenio y creatividad para hacer lo mismo (y no me limito a montar belenes vivientes, sino a compartir el evangelio con los demás, con creatividad). Pero además nos da a la idea de la forma en la que vino nuestro Señor.

Por muy bonito que se monte un belén, no olvidemos que Cristo, habiendo tenido todo en el cielo, ha cumplido las antiguas profecías con esta precaria y humilde forma de nacer en este mundo, se ha hecho siervo sufriente para demostrar su amor al mundo y rescatarlo para siempre. No olvidemos que Jesús, desde el principio, hasta el final de su vida en la tierra, fue ejemplo de humildad y de profundo amor.

Peces, campanas y tamborileros

“De repente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: -¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad!” Lucas 2:13-14

2012-10-20 17.48.28

Seguimos con esta serie especial de adviento, sobre algunas de las tradiciones más populares de la navidad, esta vez hablaremos sobre los villancicos.

Durante siglos los villancicos han ambientado la navidad. Las tradicionales melodías con múltiples adaptaciones, de acuerdo a cada país, recuerdan año tras año el nacimiento de Jesús. En castellano la palabra villancicos deriva del término “canción de villa”. En inglés en cambio, se les denomina “carols”, que viene del francés caroler, que significa bailar haciendo ronda.

En España, especialmente en Castilla, los villancicos surgieron en el siglo XV. Se le daba este nombre a cantos compuestos por estribillos o coplas cuyo contenido no necesariamente era de carácter religioso. Tres siglos más tarde, comenzó a usarse este género para que el pueblo pudiera meditar sobre algunos episodios de la vida de Jesús. El villancico más antiguo, que registra la historia de la música es “Iesus Refulsit Omnium”, (Jesús, luz de todas las naciones) data del siglo IV, y su letra se le atribuye a san Hilario de Poitiers.

El más conocido, en cambio es “Noche de paz”. Su título original es “Stille nacht, heilige yach” y fue escrito, podría decirse “accidentalmente” por el sacerdote austriaco Joseph Mohr quien al ver que se había malogrado el órgano de su parroquia, la capilla de San Nicolás, ubicada en la pequeña población de Oberndorf, decidió escribir un canto que pudiera interpretarse con guitarra en la misa de gallo. Fue así como la navidad de 1818 se cantó por primera vez “Noche de Paz”, actualmente traducido a 330 idiomas.

Otro de los cantos más conocidos en los países de habla inglesa es “Joy to the World” (Gozo al mundo, interpretado en castellano como “Al mundo paz”) escrito por Isaac Wats, inspirado en el salmo 98 (“Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas”) y cuya música se le atribuye a Federico Haendel, debido a que las partituras coinciden en varias partes del canto con su célebre obra “El Mesías”.

Por su parte, en Italia el villancico más conocido es “Tu scendi dalle stelle” (Tu bajas de las estrellas), escrito por San Alfonso María de Ligorio. Mientras que en Francia está “Il est ne le divin enfat”, “Ha nacido el divino niño”, traducido al inglés en varias versiones.

En España los más conocidos son “Campanas de Belén” ó “El tamborilero”, mientras que en el sur del país está “Los Peces en el Río”.

En Latinoamérica cada país tiene sus propios villancicos y diversas maneras de interpretar los cantos de navidad universales. En Argentina está “Vamos Pastorcitos” y el “Huachito Torito”, en Venezuela “Mi burrito sabanero”, en Perú “Llegaron ya”, un canto a los reyes magos, en Panamá “Dime niño de quién eres”. En Colombia, por su parte está “Tutaina tuturumaina” y en Honduras, “Caminando por Tegucigalpa”. Son típicas de Ecuador las tradicionales posadas, un canto que cuenta cómo María y José buscan un lugar donde el niño Jesús pueda nacer.

Muchos de los villancicos hablan de elementos culturales de esta época del año y dejan de lado el nacimiento de Jesús: Cuando se habla de Navidad es la natividad de Jesús, no de otra cosa. Evidentemente todas estas cosas son sólo el acompañamiento y han hecho que muchas veces se pierda el sentido, incluso del mismo Papá Noel o del árbol, que tienen una razón de ser.

Y ese es el problema de los villancicos, al igual que muchas otras canciones, que no se cantan con el sentido que tienen porque no se reflexiona en su texto (en el caso de que tenga) y tampoco se canta pensando en lo que realmente significa la navidad, o si sencillamente alguno de sus textos tienen algo que ver con lo ocurrido en Belén, hace más de 2000 años. ¿Estamos adorando y dando testimonio también con nuestra música y nuestros cantos como aquel coro angelical que se presentó ante los pastores?

El trabajo que tenemos por delante

 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” Filipenses 4:6

“Orad sin cesar” 1ª Tesalonicenses 5:17

“Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.” Santiago 5:7-8

Se acabó la fiesta. Se apagan las luces. Las canciones se quedan en silencio. Se recogen los restos de la cabalgata, que conviven con parte del jolgorio de la nochevieja y los contenedores en la calle vuelven a rebosar de restos de cajas, envases y envoltorios de regalos. Queda alguna que otra guirnalda colgando del cubo de la basura. El pequeño belén, con todas sus figuritas vuelven de nuevo a su estuche, y acompaña al resto de adornos al cuarto trastero… un año más. Todo vuelve a la rutina y normalidad. Algunos piensan que las navidades no deberían acabar, que se deben de celebrar todos los días en nuestros corazones. Pero la realidad es que apenas comprende un par de semanas, como mucho un mes, y luego poco queda del niño de Belén en las vidas de la sociedad que nos rodean. ¡Por una vez que piensan todos, aunque sea de refilón, en Dios encarnado, dura tan poco!

Ahora bien, después de todas las semanas de ensayo para el culto especial de navidad, en el que nuestro local rebosó de gente un año más, y transmitimos la palabra; después de tanta dedicación a una fiesta con fecha de caducidad; después de desinflarnos dandolo todo en un momento puntual ¿Qué queda? Quizá deberíamos de reflexionar a qué nos lleva todo esto. Momentos vividos como los de las últimas navidades son una oportunidad especial para, una vez más, predicar el evangelio entre las personas, que como ya expresé, pueden llegar a pensar en nuestro Emanuel, pero no es la única oportunidad, ni siquiera es algo que debería quedar ahí, sino que ahora, como siempre, es trabajo de Dios el hacer crecer esa semilla plantada en estos corazones durante este tiempo. Pero también es responsabilidad de cada uno de ellos, el asemejarse a aquel terreno fértil, donde puede crecer y florecer ese evangelio precioso. Si sus corazones siguen duros como el camino o distraídos como los zarzales, de nada sirve.

¿Y nosotros? ¿Que debemos de hacer nosotros, aparte de no desistir en el evangelismo? Orar, interceder, esperar en el Señor. Él es que tiene la última palabra. Él puede agitar y remover los corazones de tal manera, que puedan ser quebrantados y preparados para recibir la palabra de forma definitiva. Ese sigue siendo nuestro trabajo.

Cuando elaboré junto al pastor el calendario de actividades especiales para estos primeros meses del nuevo 2012, dejamos agosto en blanco, ya que iba a ser el mes vacacional de Marc, y quizá de algunos más, pero me planteé matizar lo que significaba dejarlo en blanco (por supuesto de actividades especiales, los cultos continúan sin problemas), pues recuerdo un día que alguien (no recuerdo exactamente quién fue), preguntó si la iglesia cerraba algún domingo. La sola imagen de ver la iglesia cerrada, con sus miembros sin congregarse, aunque sea una sola semana, me horrorizó, no sólo por lo inusual (ya que en los 35 años de historia de esta iglesia, nunca se dio, excepto en los retiros de iglesia donde el culto simplemente se celebró en el centro de retiros), sino porque jamás deberíamos de hacerlo, y desde luego, mientras el Señor lo permita, nunca lo dejaremos de hacer. Y es que, aunque suene rutinario, nuestro trabajo no acaba, sin importar las circunstancias en las que nos veamos envueltos, no debemos de dejar de congregarnos, de seguir alentándonos a leer la palabra y estudiarla, de seguir predicando al mundo el arrepentimiento de pecados y la salvación definitiva de parte de Dios… y por supuesto, de seguir orando e intercediendo por lo que tenemos y lo que nos rodea, que no es poco. Esta semana unida de oración es un buen momento para seguir con nuestro trabajo intercesor, por el mundo, que todavía necesita una nueva oportunidad para conocer de Dios, aunque ya haya pasado la navidad.

Refutar

“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.” Romanos 13:11-14

 

El pasado lunes se celebró algo especial. Como cada 31 de octubre, recordamos el día en el que el monje Martín Lutero, dio uno de los pasos más importantes para reformar la iglesia romana, clavando las 95 tesis en la puerta de la iglesia del palacio de Wittemberg, ocurrió concretamente el 31 de octubre de 1517. Esto provocó que se iniciara la mayor reforma protestante, de la cual, en gran parte, venimos nosotros, los evangélicos. Realmente es un día para celebrar. ¿Pero por qué Lutero hizo esto? ¿Qué vió para denunciar de esta manera la iglesia católica de esa época? ¿Cuáles eran esas 95 tesis? Obviamente, no hay espacio, ni tiempo para analizar aquel texto, pero a modo de resumen, se podría decir que este (ex) monje alemán señalaba prácticas tales como la venta de indulgencias papales (documento firmado por el papa, que contenía la salvación de un alma, según se creía entonces), la eficacia del papa para condenar o perdonar, o la falta de la enseñanza del evangelio. Una injusticia de la época fue que no se pudieran dar a conocer las escrituras al pueblo, pues se consideraba una herejía el traducirlas del latín al alemán (o a otros idiomas) y sólo unos pocos podían estudiarla. Estas y otras cosas erróneas señalaba Lutero en el siglo XVI. Contaba con un profundo estudio de la Biblia, y con ella refutaba los tremendos errores de los religiosos contemporáneos. Como aquel monje, y con las escrituras como respaldo, también yo quiero refutar lo que se está permitiendo en la iglesia del siglo XXI.

Quiero refutar, las filosofías tan humanistas que se están colando en nuestras congregaciones, las cuales hacen que nos confundamos ante los desafíos de la posmodernidad y nos hagan pensar que el destino de la iglesia esta en manos de hombres. Para explicarme mejor, basta con darse un paseo por cualquier librería evangélica, donde cada vez son más abundantes los libros de autoayuda, superando a los de teología ¡Humanismo puro! Muchos de los coritos que cantamos hablan de uno mismo, donde los méritos parecen ser de las personas, y dejando a Dios (queriendo o sin querer) en segundo plano.

Quiero refutar el liberalismo y el libertinaje (que nada tienen que ver con la libertad) en la sociedad, y especialmente entre nuestros jóvenes. Ejemplo: Preguntad que es lo que van a celebrar mañana por la noche los jóvenes. ¡Exacto! Muchos serán partícipes de la celebración de las tinieblas y la muerte promovidas, por un disfraz de una “inocente” fiesta llamada Halloween ¡Algo completamente contrario a Dios!

Quiero refutar la pasividad de la mayoría de todos nosotros ante la injusticia, ante la maldad, por ejemplo: Permitiendo que nuestros niños y jóvenes consuman contenidos audiovisuales llenos de violencia, erotismo y exalten falsos valores como la venganza, la desigualdad, la traición o la mentira. ¡Rechazo esa música, programas, películas, videojuegos, series, libros, etc.! Rechazo estas y otras formas de pasividad.

Y quiero refutar ese pseudo-evangelio ególatra, que pretende alabar los vanos méritos de músicos, que dicen ser cristianos y dicen alabar a Dios, cuando se alaban a sí mismos, predicadores estrella que buscan protagonismo, y hermanos que rebuscan en las escrituras, textos sin contexto para buscarse un pretexto y una excusa, y darse a así mismo la razón sobre los demás.

Aprendamos pues, a darle la gloria, no a los hombres, sino a Cristo, quien realmente merece que le celebremos fiesta todos los días en nuestros corazones mediante la obediencia y la humildad de corazón. Que sigamos siendo una iglesia reformada y en contínua reforma, empezando por procurar la reforma de nuestros corazones, a través de la gracia de Dios y nuestra fe puesta en Cristo.