¿Halloween, todos los Santos o la Reforma?

“Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos…” (Hebreos 12:1a).

Tres celebraciones muy diferentes que prácticamente coinciden en la misma fecha. ¿Cuál celebrar?

Vayamos por partes:

Halloween. Es una celebración de tradición anglosajona, cuyo origen se remonta a los celtas de hace unos 2500 años. El fin de año celta se celebraba al comienzo del otoño, entonces se hacía el 31 de octubre. Una celebración terrorífica en la que se creía que los muertos abandonaban los cementerios para atormentar a los vivos con infinidad de desgracias. Éstos intentaban defenderse “adornando” sus casas con cosas desagradables pensando que con ello los muertos no los molestarían.

Con el advenimiento del cristianismo, se estableció el día 1 de noviembre la celebración de la fiesta de “Todos los Santos”; pasando a llamarse el 31 de octubre “All Hallows eve”, es decir “la víspera de Todos los Santos”, expresión que tras varias deformaciones quedó en llamarse “Hallowe’en” y finalmente “Halloween”, tal como hoy se la conoce. Sin embargo, pese a la cristianización de la fiesta, los no convertidos al cristianismo conservaron la celebración original con sus referencias al mundo tenebroso de los fantasmas y toda clase de espíritus y genios del mal, con los cuales, si no hacías un “trato”, sufrirías alguno de sus “trucos”; el conocido “trick or treat” de los niños pidiendo golosinas en Halloween.

Ya fuera por casualidad o deliberadamente, el monje Martín Lutero escogió la víspera de Todos los Santos para clavar sus famosas, y poco conocidas, 95 Tesis en la puerta de su parroquia en Wittemberg, dando así inicio al proceso llamado Reforma Protestante. Lutero no fue el primero en llamar la atención a la necesidad de reformar algunas de las costumbres y doctrinas de la iglesia de su tiempo, pero con él culmina una larga historia de protestas y comienza una nueva etapa en la que las iglesias alemanas primero, seguidas de otras más tarde, se separan de la iglesia católica. Quizás el resultado más importante de la Reforma Protestante ha sido poner alalcance del pueblo común el texto bíblico en los idiomas comunes, pues hasta entonces sólo estaba en griego o latín, fuera del alcance de la mayoría de los cristianos.

Visto todo esto, surge la pregunta: ¿Qué festividad celebrar?

Obviamente no Halloween, por pagana, por ser la fiesta del terror, las tinieblas y la muerte que algunas sectas incluso utilizan para realizar ritos satánicos.
Todos los Santos es otra cosa. Si pensamos que los santos son toda esa “multitud de testigos” que han pertenecido al “… linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9); y que han pasado la antorcha del evangelio de una generación a la siguiente, hasta hacerla llegar a nosotros; pues sí, sería una celebración muy apropiada.
Y no hay que decir que celebrar el Día de la Reforma es casi obligado, pues recordamos que a partir de esa fecha  se comprendió que nuestra salvación no depende de las obras que podamos hacer, que es por la sola gracia de Dios, y se consiguió la libertad para leer y escudriñar las Sagradas Escrituras, la cuales dan testimonio de Jesús.
Estas dos son mis opciones de celebración.

Termino completando la cita con que comencé esta meditación:

“Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.” (Hebreos 12:1, 2).

“…de donde vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos” (Credo apostólico).

A Él sea la gloria por la eternidad. Amén.

Brevísima historia de la Música en el Culto Cristiano I

“Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra”.
Desde su mismo nacimiento, la iglesia ha usado la música en su adoración a Dios y la alabanza a Jesucristo. Esto es evidente tanto en los Evangelios, como en el resto de los textos del Nuevo Testamento. Tan importante ha sido la música en el culto cristiano, que Agustín, obispo de Hipona (354–430 D.C.), llegó a decir que “…la iglesia que canta, ora dos veces”.
Para comprender la importancia de la música en el culto cristiano, tendremos que ver los antecedentes de la misma Iglesia y, puesto que los primeros cristianos fueron judíos, debemos considerar, aunque muy brevemente, la música en el culto judío. Para ello nos valdremos del testimonio bíblico en el Antiguo Testamento.

La música en el culto judío.

Las primeras menciones de cantos en la Biblia, aparecen en el libro del Éxodo. Justo después de cruzar el Mar Rojo huyendo del ejército egipcio, aparecen dos cánticos: el de Moisés; y el de su hermana Miriam. Son cantos de alabanza a Dios por la grandeza de su obra de liberación de Israel del yugo egipcio. Más adelante aparece otro cántico de Moisés. Esta vez exhorta al pueblo a obedecer la Ley de Dios, y les recuerda todas las veces que no lo hicieron, a pesar de la bondad de Dios hacia ellos.
No tenemos más referencias al uso del canto hasta el tiempo de los Jueces, cuando Débora alaba a Dios por la victoria sobre Sísara y su ejército. También se narra como la hija de Jefté sale a recibir a su padre victorioso con “…panderos y danza”. Después hay que esperar hasta los tiempos de David para encontrar nuevas referencias al uso de la música y el canto en la alabanza a Dios.

El Rey David

El cantor por excelencia en el Antiguo Testamento es David. Músico y compositor de innumerables Salmos, gran parte de los cuales son composición suya.

Claramente puede verse la importancia que se le dio a la música en la adoración del pueblo de Israel. Es en los pasajes donde se narra como David hizo para llevar el Arca a Jerusalén y los preparativos para la construcción del Templo en Jerusalén. Es notable la minuciosidad con que se escogen las personas que se ocuparían de los distintos ministerios en el mismo.

(Continuará).

El Himno:

En cada entrega de esta sección, incluiremos un himno para el disfrute y uso en la adoración personal. Comenzamos con uno de los himnos más utilizados en la iglesia y fuera de ella; interpretado por multitud de artistas y usado en muchas películas y series de televisión. Que lo disfruten.

Gracia Admirable.

John Newton (1725-1807); Traducido por George P. Simmonds (1890-1991).

John Newton nació en Londres el año 1725. Su padre fue un capitán de barcos. Su  madre, una devota mujer que, consciente de que la enfermedad  que la  aquejaba pronto  acabaría con su vida, enseño a su hijo a conocer  la  Biblia a muy temprana edad. Cuando John tenía 7 años, su madre murió y  él  se hizo niño de camarote de un barco pesquero. Sufrió duras experiencias durante los años en el mar. Una vez fue  embriagado y forzado a formar parte de tripulación de un Barco de  Guerra en el que fue tratado cruelmente. Más tarde se enroló en un barco de  esclavos, llegando a ser el capitán del mismo, llegando a ser uno de los  más temibles y despreciables traficantes negreros. Después de varios años, dejó esa deleznable ocupación y se entregó al ministerio. Con el tiempo llegó a ser un clérigo anglicano. Sublime Gracia es en realidad la historia y testimonio de su vida. Además de su labor pastoral, Newton luchó denodadamente junto a William Wilberforce, un político ingles, a favor de la abolición de la esclavitud en el Imperio Británico, hecho que se concretó en 1833, merced al trabajo de estos hombres.

La vida de Newton es un ejemplo de como la Gracia Admirable de Dios, por medio de Jesucristo, puede transformar la vida de un esclavista en la de un luchador contra la esclavitud. Quizás sea por eso que este himno es tan popular, pues es un testimonio del poder transformador de esa gracia.

A los cuatro años, George P. Simmonds ya cantaba himnos con gran devoción y entusiasmo. Cuando tenía diez años sintió el llamado a ser misionero. Conservó su amor al Señor y por la música a lo largo de toda su vida. Tan es así, que después de cumplir los cien años de edad aún cantaba solos en grandes reuniones, y por televisión. Junto a su esposa, Nessie, sirvió como misionero en el Ecuador; exploró el área del Amazonas y cruzó el continente. Colaboró en la compilación de “Himnos de la Vida Cristiana” y trabajó con las Sociedades Bíblicas en varios países sudamericanos, sirviendo posteriormente en iglesias hispanas en los Estados Unidos de América. Tradujo unos 800 himnos y cantos corales, entre ellos, “Gracia Admirable”, “Amazing Grace” en inglés; que pueden escuchar en el siguiente vídeo.

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Hasta la próxima, que Dios te bendiga.