“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” Filipenses 4:6
“Orad sin cesar” 1ª Tesalonicenses 5:17
“Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.” Santiago 5:7-8
Se acabó la fiesta. Se apagan las luces. Las canciones se quedan en silencio. Se recogen los restos de la cabalgata, que conviven con parte del jolgorio de la nochevieja y los contenedores en la calle vuelven a rebosar de restos de cajas, envases y envoltorios de regalos. Queda alguna que otra guirnalda colgando del cubo de la basura. El pequeño belén, con todas sus figuritas vuelven de nuevo a su estuche, y acompaña al resto de adornos al cuarto trastero… un año más. Todo vuelve a la rutina y normalidad. Algunos piensan que las navidades no deberían acabar, que se deben de celebrar todos los días en nuestros corazones. Pero la realidad es que apenas comprende un par de semanas, como mucho un mes, y luego poco queda del niño de Belén en las vidas de la sociedad que nos rodean. ¡Por una vez que piensan todos, aunque sea de refilón, en Dios encarnado, dura tan poco!
Ahora bien, después de todas las semanas de ensayo para el culto especial de navidad, en el que nuestro local rebosó de gente un año más, y transmitimos la palabra; después de tanta dedicación a una fiesta con fecha de caducidad; después de desinflarnos dandolo todo en un momento puntual ¿Qué queda? Quizá deberíamos de reflexionar a qué nos lleva todo esto. Momentos vividos como los de las últimas navidades son una oportunidad especial para, una vez más, predicar el evangelio entre las personas, que como ya expresé, pueden llegar a pensar en nuestro Emanuel, pero no es la única oportunidad, ni siquiera es algo que debería quedar ahí, sino que ahora, como siempre, es trabajo de Dios el hacer crecer esa semilla plantada en estos corazones durante este tiempo. Pero también es responsabilidad de cada uno de ellos, el asemejarse a aquel terreno fértil, donde puede crecer y florecer ese evangelio precioso. Si sus corazones siguen duros como el camino o distraídos como los zarzales, de nada sirve.
¿Y nosotros? ¿Que debemos de hacer nosotros, aparte de no desistir en el evangelismo? Orar, interceder, esperar en el Señor. Él es que tiene la última palabra. Él puede agitar y remover los corazones de tal manera, que puedan ser quebrantados y preparados para recibir la palabra de forma definitiva. Ese sigue siendo nuestro trabajo.
Cuando elaboré junto al pastor el calendario de actividades especiales para estos primeros meses del nuevo 2012, dejamos agosto en blanco, ya que iba a ser el mes vacacional de Marc, y quizá de algunos más, pero me planteé matizar lo que significaba dejarlo en blanco (por supuesto de actividades especiales, los cultos continúan sin problemas), pues recuerdo un día que alguien (no recuerdo exactamente quién fue), preguntó si la iglesia cerraba algún domingo. La sola imagen de ver la iglesia cerrada, con sus miembros sin congregarse, aunque sea una sola semana, me horrorizó, no sólo por lo inusual (ya que en los 35 años de historia de esta iglesia, nunca se dio, excepto en los retiros de iglesia donde el culto simplemente se celebró en el centro de retiros), sino porque jamás deberíamos de hacerlo, y desde luego, mientras el Señor lo permita, nunca lo dejaremos de hacer. Y es que, aunque suene rutinario, nuestro trabajo no acaba, sin importar las circunstancias en las que nos veamos envueltos, no debemos de dejar de congregarnos, de seguir alentándonos a leer la palabra y estudiarla, de seguir predicando al mundo el arrepentimiento de pecados y la salvación definitiva de parte de Dios… y por supuesto, de seguir orando e intercediendo por lo que tenemos y lo que nos rodea, que no es poco. Esta semana unida de oración es un buen momento para seguir con nuestro trabajo intercesor, por el mundo, que todavía necesita una nueva oportunidad para conocer de Dios, aunque ya haya pasado la navidad.