Navidad, a pesar de todo

“Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.”




Lucas 2:1-2
Mascarilla, como adorno en el árbol de navidad

Estamos tan acostumbrados a la típica navidad con luces de colores, gente por todas partes, un montón de familiares y amigos alrededor de una mesa atestada de comida y regalos, y este año será tan diferente… Quizá muchas de las cosas las seguiremos teniendo, las luces parece que nunca fallan, pero está claro que no tenemos las mismas sensaciones, con ese nuevo visitante que se nos ha colado sin permiso en nuestras vidas, llamado Coronavirus. Ese visitante tan acaparador que ha impedido esas multitudinarias reuniones familiares y que, junto a la nueva crisis económica, nos ha devuelto a una especie de nueva austeridad.

En estos últimos diez meses el mundo se ha vuelto completamente loco. Todo ha cambiado tanto (y sigue cambiando) que nos cuesta seguirle la pista al correr de los acontecimientos.

El mundo antiguo, dados los pocos datos que tenemos sobre él (pocos en comparación con la gran información que tenemos hoy), desde la mente del siglo XXI, pensamos que era más estable, pero nada más lejos de la realidad. La era clásica era tan convulsa a nivel social, político y económico (e incluso sanitario) como lo es hoy. Uno de los cronistas que recogieron con cierta fidelidad lo ocurrido en aquellos tiempos era el judío Flavio Josefo, que narró la historia de su pueblo en aquellos tiempos que vieron cómo éste era sometido por diferentes potencias.

Siguiendo la estela de Josefo, tenemos a Lucas que, sin ánimo de ser tan completo con la historia judía, sí quiso recoger con escrupuloso orden (Lc 1:1-4) la historia más grande jamás contada, la de la vida de nuestro salvador sobre la tierra.

La historia que Lucas relata y que solemos emplear en tiempos de navidad comienza con una ubicación histórica de los hechos, que aparece reflejado en el pasaje de cabecera (Lc 2:1-2). Es decir, que cuando Jesús nació, Augusto César promulgó un edicto para que todo el mundo fuera empadronado, y para más señas tenemos el dato de que Cirenio era gobernador de Siria.

Nos quejamos por cada “edicto”, (en forma de BOE) que promulga nuestra clase política con respecto a las medidas para combatir la covid-19, pero en aquel entonces, lo que promulgaba el César afectaba al mundo (conocido) entero. Incluso el gobernador de Siria también se tenía que someter, incluso el tirano Herodes El Grande también estaba debajo del yugo de Roma.

Había poderes y circunstancias que estaban por encima de las vidas de todos los que vivían en aquella cultura. Estas circunstancias eran tan cambiantes como el que gobernaba en Roma y todos se tenían que someter. Hoy día las circunstancias nos obligan a someternos y a hacer ajustes y cambios en nuestras vidas.

José y María tuvieron que recorrer los más de 100 kilómetros que separan Nazaret de Belén, en una época en la que no había más medio de locomoción terrestre que a pie o a borriquito y no había autopistas sino caminos polvorientos de tierra, barro y piedras.

A nosotros se nos pide guardar distancias, ponernos mascarillas, lavarnos las manos, hacer ciertas renuncias sociales y usar medios telemáticos, entre otras muchas cosas (¡Cómo le hubiera gustado a José emplear medios telemáticos para empadronarse en Belén! ¡Cómo habría cambiado la historia!).

Pero ¿Sabéis que es lo más importante? Que en medio de estas circunstancias adversas (las de la antigüedad) Jesús nació. Él no escogió un momento de estabilidad para venir, ni el momento y el lugar que nosotros entendemos como “más propicio” para nacer, sino que vino en medio de un mundo en crisis y cambiante, un mundo sometido por poderes arbitrarios y hostiles.

Éste de la antigüedad era un mundo revolucionado y peligroso, no tan diferente al de hoy ¿Y sabéis por qué lo escogió? Porque Dios está por encima de todo poder terrenal, por encima de toda circunstancia y es Señor por encima de toda crisis. Sus planes siempre se cumplen a pesar de la oposición reinante, y a pesar de Augusto César, de Cirenio, de Herodes, del Coronavirus, de los gobiernos actuales y cualquier otra situación. ¡Él es el Señor! Y en 2020 seguimos aquí, celebrando que ha nacido y ha establecido un reino, esta vez sí, estable de verdad, que jamás caerá. ¡Feliz Navidad!

Santi Hernán

El Reino está cerca

“… sabed que está cerca el reino de Dios.”

Lucas 21:31
Esperando la llegada del Reino, en medio de las dificultades
Esperando la llegada del Reino, en medio de las dificultades

Recuerdo que allá, en el ya lejano mes de marzo, se llegó a comentar que esta pandemia iba a ser algo tan pasajero como la duración de la primavera que este virus nos robó, y que en verano seríamos libres de nuevo. Recuerdo con qué optimismo se vivieron aquellas tres fases de la famosa desescalada, contando los días para vivir un verano como el habitual, para regresar a nuestros trabajos, poder irnos de vacaciones a la playa como de costumbre y volver a abrazar a los nuestros en una normalidad que no era esa que llamaban “nueva” sino que era la de siempre, cuando pensábamos que el Coronavirus no era capaz de sobrevivir a los más de 30 o 40 grados del calor del verano español ¡Cuán equivocados llegamos a estar! ¡Y qué poco sabíamos! Sólo algunas voces de expertos pesimistas anunciaban una fuerte segunda ola o rebrote en otoño.

Estamos en otoño, de camino a un nuevo invierno, en el que este virus amenaza con juntarse, mezclarse y confundirse con sus parientes que nos suelen visitar en estas fechas, como los resfriados o las gripes. Ahora también regresan las restricciones y nuevos confinamientos, y esperemos (y oremos) de corazón que no sean como los que tuvimos en primavera, porque poco nos falta para volver a esa triste situación y casi a las puertas de la navidad.

Esto nos recuerda que el mundo sigue doliéndose, el mundo actual, moderno, sofisticado, hiperconectado y desarrollado sigue intentando dar la batalla a un virus que a día de hoy (noviembre) ha segado las vidas de más de un millón de personas en todo el mundo y ha afectado a otros 45 millones. Por cada noticia esperanzadora de nuevas vacunas, surgen más acerca de nuevos contagios, fallecimientos y consecuentes restricciones y nuevos recortes a nuestra libertad ciudadana en favor de mayor seguridad para nuestra salud pública.

Ahora más que nunca nos acordamos de las palabras de Jesús que nos recuerda en qué clase de mundo enfermo habitamos. Una creación hecha perfecta al principio, pero que deterioramos nosotros mismos con nuestra maldad.

Pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Ro 5:20). Ahora más que nunca nos hacemos eco de las palabras de Jesús que, no tapa ni oculta los males del mundo, pero sí nos ofrece esperanza fuera de él, mientras nos muestra su mano tendida. El contexto del pasaje de cabecera (Lucas 21:5-36) es un discurso desgarrador del maestro, en el que anticipaba a sus discípulos, lo que se iría confirmando en los años, décadas y siglos posteriores, hasta llegar a nuestros días: que el mundo iba a sufrir guerras y amenazas de guerras, desastres naturales, pobreza y pestilencia (¿virus? Lc 21:11), entre otras señales, también habrá persecución contra los seguidores de Jesús, y con la destrucción posterior de Jerusalén y su templo (que sabemos por la historia que ocurrió en el año 70 d.C) se destruiría la tradición del celoso pueblo judío. Es decir, los tiempos iban a cambiar como lo están cambiando para nosotros, que, acostumbrados a una rutina, ahora toca reinventarse y adaptarse a una nueva, que quizá nos siga durante mucho más tiempo del que pensamos (espero equivocarme). En medio de amenazas, miedos, persecución y desastres naturales y sociales por doquier, Cristo nos da esperanzas. Todo lo que sucede será la antesala de algo maravilloso, la venida del Reino de Dios. No solamente podemos leerlo en clave escatológica (de los últimos tiempos) sino en que ese Reino está con nosotros y en nosotros y ya lo estamos disfrutando. No es necesario acudir al templo, como tenían por costumbre los judíos para encontrarse con Dios, sino que ya había llegado el momento en el que los verdaderos adoradores adorarían desde cualquier lugar (Juan 4:23). Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que nos dejemos de congregar, hagámoslo mientras podemos, más bien hago un llamamiento a no desanimarnos, a no desfallecer. Si nuestra fe depende de si nos congregamos o no ¡Qué pobre es nuestra fe! No busquemos el Reino en el local físico de la iglesia, sino que lo hagamos en reflexión profunda y personal y analicemos cómo esta nuestra vida y nuestro corazón ante la venida de todos estos males que nos acechan hoy, y ante la llegada de este glorioso Reino.

Santi Hernán

Juntos es [mucho] mejor

“firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio.”

Filipenses 1:27
manos unidas. Unidad, juntos, unánimes.

Si analizáis los anuncios de televisión y los lemas propuestos por diversas instituciones, empresas, asociaciones, etc… entre ellas el gobierno de España, con su lema “Juntos salimos más fuertes” y otro es “Este virus lo paramos unidos” (No quiero entrar a valorar la pertinencia de estas palabras) Una de las palabras que más se repiten es “Juntos” o también “Unidos”. Muchas agencias de publicidad han empleado esas palabras en estos tiempos para hacer campañas, que en algunos casos han resultado casi fotocopias las unas de las otras. Y es que la pandemia nos ha obligado a separarnos, ha puesto distancia entre nosotros, en algunos momentos a lo largo de estos meses nos ha confinado, y, en definitiva, ha deteriorado uno de nuestros mayores activos como seres humanos: la sociedad y las relaciones sociales. De ahí el empeño en impulsar la unidad y el estar juntos, aunque realmente no podamos estarlo, dadas las circunstancias y la seguridad y salud de todos.

Independientemente de que instituciones y empresas, sean públicas o privadas busquen o promuevan la unidad y el estar juntos con más o menos acierto, la verdad es que tenemos que aprender a estar juntos. Quizá sin nuestros calurosos y entrañables besos y abrazos, quizá sin ese reconfortante apretón de manos, quizá con la distancia de por medio y una barrera de cristal o una pantalla, pero tenemos que estar juntos. La unidad y la fraternidad no debe depender o estar condicionada por un beso o un abrazo (a veces podemos estar “pegados” los unos a los otros y estar como el perro y el gato).

Como bien sabéis, y si eres nuevo y no lo sabes te lo cuento: Nuestra iglesia pertenece a una asociación o unión de iglesias mucho más amplio (en muchos países, en el ámbito bautista, lo llaman Convención). La nuestra se llama Unión Evangélica Bautista de España (UEBE, quédate con estas siglas que las oirás mucho en nuestra iglesia). También tenemos una unión de iglesias bautistas a nivel regional, la llamada Comunidad Bautista de Madrid (CBM, quédate con estas siglas también, hablaremos mucho de ello). Cada año, hacia el día veintitantos (depende de cómo caiga el fin de semana), se celebra lo que llamamos la Convención UEBE. Este año la convención es del 23 al 25 de octubre. Y aunque siempre se ha celebrado en un lugar concreto, y todos los pastores y delegados de las iglesias se han desplazado a ese lugar, lo cierto es que este año tan atípico nos ha obligado a no poder juntarnos todos físicamente en el lugar donde solíamos celebrarla, pero no se ha suspendido.

Este año, seguimos juntos, aunque sea de manera “virtual”, aunque sea en la distancia, con la pantalla del portátil, el móvil, la tableta o lo que sea, pero estamos juntos, unidos. Aunque haya una pantalla, no olvides que al otro lado hay otro hermano como tú, que también busca esa unidad, en medio de toda esta situación y aunque no os podáis abrazar, un apretón de manos o un “golpecito de codo”, podéis hablar, compartir y orar el uno por el otro, celebrar al Señor y seguir apoyando este gran proyecto de Unión, que en apenas dos años cumple los 100 de su existencia ¡Gloria a Dios por ello! También damos gracias que estamos en 2020 y por la inteligencia e ingenio que Dios ha puesto en nuestra mente (somos hechos a su imagen y semejanza, no lo olvidéis) es que la humanidad ha inventado técnicas y tecnologías que salvan las barreras de la distancia y nos hacen estar juntos en tiempo real, aunque estemos separados por miles de kilómetros.

El lema va acompañado de un versículo en el que se apoya, en este caso en Filipenses 1:27, en el que Pablo también está unido a esta iglesia de Filipos, pero se encuentra en la distancia, y en la que expresa que se siente muy ligado a esta iglesia de Macedonia, aún salvando la distancia de que les llegue una carta, que en el primer siglo la comunicación era muy muy muy en diferido. Hoy nos podemos ver en directo, aunque vivas en la otra punta del mundo.

Ahora bien, el hecho de que realmente estemos unidos, aunque separados ya no es algo que dependa tanto de la tecnología, como dije antes, podemos estar pegados físicamente unos a otros, pero llevarnos mal, y la unidad tiene que ver con una correcta actitud del corazón y sobre todo, estar todos muy apegados, como las ramas de un árbol a su tronco común, que es nuestro Señor y la comunión en el Espíritu Santo, que es el que verdaderamente nos hace más fuertes y más unidos.

Santi Hernán

Restricciones movilidad Covid-19

ACTUALIZACIÓN – OCTUBRE 2020. Se ha decretado el confinamiento de todo el municipio de Alcobendas y en nuestra San Sebastián de los Reyes, sigue confinada la zona básica de salud de “Reyes Católicos”. Actualizamos el mapa.

parque precinto restricciones movilidad covid
Parque precintado en Alcobendas

En el área donde se encuentra nuestro local: las localidades de San Sebastián de los Reyes y Alcobendas se han restringido dos áreas: la zona básica de salud de “Reyes Católicos”, en San Sebastián de los Reyes (zona en rojo burdeos, en el mapa), y el municipio entero de Alcobendas (zona en amarillo, en el mapa) [Debido al estado de alarma decretado por el gobierno de España, quedan confinadas las ciudades de la Comunidad Autónoma de Madrid que superan los 100000 habitantes, excepto Alcalá de Henares por mejora en sus estadísticas de contagio. San Sebastián de los Reyes no alcanza esa cifra de población]. Las calles correspondientes a cada una de esas zonas se encuentran en el mapa que adjuntamos en esta web. Como se puede ver, en este mismo mapa, el local de nuestra iglesia (señalado con un círculo rojo con una cruz blanca, en la parte superior del mapa), pertenece a la zona básica de salud de “Rosa Luxemburgo”, en San Sebastián de los Reyes, y está fuera de todas estas áreas restringidas. Desde la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE) se recomienda que, en casos como el nuestro, el aforo se mantenga en un 60%, además de las medidas de distanciamiento social y uso de mascarilla.

También queremos informar que nuestra iglesia hermana de Valdetorres (“Jesús de Nazaret”), perteneciente a la zona básica de salud de Fuente El Saz. Sin embargo, el punto de misión del barrio de Bellas Vistas en Madrid (“El Vínculo”), sí está afectado por encontrarse en el municipio de Madrid, sin embargo, este estado de alarma NO impide la apertura del local y el que los hermanos que allí asisten puedan acudir, a menos éstos procedan de otra localidad.

Ante la posible confusión que estas medidas puedan causar, compartimos con vosotros una serie de preguntas y respuestas frecuentes.

¿Se cerrará el local los domingos para el culto o se suspenderán los cultos presenciales?

Estos mismos momentos, no cerraremos nuestro local, ni suspenderemos ningún culto. No sólo por estar fuera de las zonas restringidas, sino también porque la ley, en cuanto a libertad religiosa se refiere, nos ampara. No obstante, si nuestro lugar estuviera en zona restringida, también tenemos derecho a abrir nuestro local y celebrar cultos presenciales, pero con un aforo de un tercio, que en nuestro caso se establece en unas 30 personas.

¿Cómo sé si me afecta al lugar donde vivo?

Además de poder usar el mapa en este mismo artículo, una forma sencilla de saber si vives en una zona restringida es conociendo a qué centro de salud público acudes regularmente o cuál te corresponde.

¿Puedo asistir si NO pertenezco a una de estas zonas y sé que no soy positivo?

SÍ. Se puede asistir sin ningún problema. Has de tener en cuenta que en tu trayecto puedes pasar por una o varias zonas.

¿Puedo asistir si pertenezco a una de estas zonas y sé que no soy positivo?

Lamentablemente no puedes salir de tu zona básica de salud, así que no podrás asistir. ¡Ánimo! En principio sólo serán dos domingos. No obstante, puedes seguir nuestros cultos a través de YouTube.

¿Puedo asistir en caso de ser positivo?

No importa en qué zona vivas. En este caso abstente de asistir. Puedes seguir nuestros cultos desde aquí. Quédate en casa o acude al hospital si presentas síntomas.

En los enlaces de descarga, que se encuentran a continuación, tienes el artículo del Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid, que recoge estas medidas, así como en el siguiente artículo de Actualidad Evangélica y un cuadro resumen de todas las medidas a adoptar por las entidades religiosas. En el artículo especial que hemos dedicado a las medidas adoptadas por nuestra iglesia tienes más información.

El verdadero descanso

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.”

Jesús, en Mateo 11:28
Descanso

Estamos en agosto, un tiempo de descanso para muchos. Pretendemos descansar en un año, que, aunque los hemos pasado buena parte encerrados en casa, no hemos descansado.

Nos vamos a la playa y tampoco podemos descansar. Si pretendemos viajar a América, la cosa está peor. Además de cómo está la situación en los Estados Unidos y en los países de América Latina, a lugares exóticos y paradisíacos como la famosa playa de Copacabana, en Río de Janeiro no podemos ir, porque todos sabemos cómo está la situación en Brasil.

Si no hubiese ocurrido nada de esta pandemia, posiblemente también hablemos de un fenómeno que se da mucho, que es el de descansar de las vacaciones. A veces, nos afanamos tanto en preparar unas vacaciones, con su viaje, con sus reservas, con todas las cosas que conlleva, que cuando regresamos, lo hacemos agotados y tenemos que descansar de este viaje, y necesitamos unas vacaciones de las vacaciones. ¡Qué ironía!

¿Hay algún lugar donde podamos descansar verdaderamente? ¿Existe en este mundo un verdadero estado de descanso para nosotros?

En Mateo 11:25-30 Jesús da la clave en nuestra búsqueda del ansiado verdadero descanso.

No importa si estamos de vacaciones en un lugar tranquilo y exótico, alejados del mundanal ruido, nuestra alma no descansará sin Cristo.

Y si nuestra alma no descansa, tarde o temprano, el resto de nuestro ser tampoco lo hará porque hay un yugo sobre nosotros que no queremos soltar. Un yugo que confiamos en llevar por nosotros mismos, o incluso lo podemos negar, pero resulta ser una carga demasiado pesada. Una carga en forma de afanes, pensamientos y ansiedades, que nos empeñamos en llevar nosotros porque confiamos en nosotros mismos más que en nadie. De igual manera que una vaca paciendo en el campo, rumia una y otra vez el pasto que se lleva a la boca, así somos nosotros dando vueltas a nuestras cargas y circunstancias.

Da la impresión de que nos gusta cargar con nuestros problemas, porque pensamos que somos los más indicados para resolverlos, y confiar en que el tiempo lo resolverá o se resolverá sólo. Y no es así. Creemos que el tiempo cura las heridas y lo que hace es permitir que sigan infectándose más si no las curamos o, mejor dicho, si no acudimos al que es capaz de curarlas: El médico o el enfermero.

Jesús mencionó la manera práctica de llevar a cabo ese cambio de yugo, del pesado de nuestras circunstancias, por el yugo ligero de Cristo. La clave está en Él.

Cuando hablamos de libertad y de yugo personal, hablamos de someternos al mayor de los tiranos, que no es un dictador político, no es un poderoso terrateniente, no es un jefe muy mandón, ni siquiera es Satanás. El mayor de los tiranos eres tú mismo, y soy yo mismo. Tus (y mis) deseos, tus (y mis) circunstancias, tu (y mi) egocentrismo, todo esto nos domina y deposita en nosotros un yugo mucho más pesado de lo que creemos.

¿Cómo se combate a este fiero tirano? ¿Cómo deshacernos del yugo que ha colocado encima de nosotros? o, mejor dicho, que nos hemos colocado encima nosotros. La receta la da Jesús, y sale directamente de su corazón: Mansedumbre y humildad. Mansedumbre para aprender a ser dominados y someternos, someter nuestro ego (¡No es fácil!), y humildad para proyectarnos fuera de nosotros mismos. Este es un acto de plena confianza.

Pero no es un acto de confianza ciega, como la de los papelitos que se han puesto en muchas ventanas y terrazas, con un dibujo del arco iris y el lema “todo va a salir bien”, sin llegar a saber si realmente va a salir bien. Es la confianza por conocer a Cristo y ser plenamente conscientes de que nadie mejor que Él tiene el control de todas las cosas.

Y cambiar este yugo, porque todos tenemos un yugo, no nos engañemos, ya sea el nuestro o el de nuestro Señor, no es fácil, es una tarea que tenemos que hacer de manera diaria. Ser manso es someterse diariamente, rendirnos a la pelea con nosotros mismos y sacar la banderita blanca, dejar que sea otro quién gobierne nuestra vida. Escupir esos problemas que estamos todos los días rumiando, porque no debemos seguir masticándolos.

Ser humilde es pensar que la vida no consiste en yo, y en mí, y mis circunstancias. No consiste en pasarnos la vida mirando nuestro ombligo, con nuestros problemas y en pobrecito de mí y que mal me va la vida. Consiste en levantar la mirada de ese ombligo y mirar hacia adelante y hacia afuera, mirar a “lo” demás y a “los” demás. Mirar al prójimo y, sobre todo, mirar al Maestro todos los días. Porque este es un trabajo diario. ¿Quieres ser libre y descansar verdaderamente? Mira a Cristo y suelta diaria y conscientemente tus problemas en sus manos. Ríndete y olvídate de ti mismo y sométete a Él. Sé confiado como niño y deja de ser sabio y entendido en tu propia sabiduría. El yugo de Cristo es fácil de llevar. Hallarás descanso en Él.

Santi Hernán

Noticias verano 2020

Desde la Iglesia Evangélica Bautista de San Sebastián de los Reyes-Alcobendas, seguimos agradecidos a nuestro Señor porque no ha dejado de ser fiel, primero a sí mismo, pero también a su pueblo y a su obra:

“El Vínculo”, abre sus puertas y celebra sus primeros cultos

El vinculo

Como ya adelantamos en el anterior boletín, hemos comenzado a celebrar nuestros cultos ya presencialmente en nuestro nuevo punto de misión en Madrid capital. Os recordamos que esta misión se ubica en el céntrico barrio de Bellas Vistas, hacia el centro-noroeste de la ciudad, cerca de Cuatro Caminos y Guzmán el Bueno, en la Av. Doctor Federico Rubio y Galí, 35. Ahí están sirviendo como obreros el joven matrimonio de Jesús Fraidíaz y Keyla García.

Dios nos ha guardado de la pandemia y ya hemos abierto nuestros locales en Sanse y Valdetorres

Aún a pesar de las noticias que se suceden de brotes y rebrotes en distintos puntos de España, desde Sanse estamos gozosos porque el pasado 12 de julio hemos reabierto nuestro local. Eso sí, siguiendo todas las medidas de distanciamiento, de limitación de aforo, de obligatoriedad de mascarilla (tenemos un stock de mascarillas para los visitantes), salvo para el que está en la alabanza, predicación o presidencia. Hemos provisto de gel desinfectante, alfombra en la entrada y hemos establecido protocolos con la ayuda de ujieres, así como una diligente desinfección del local, después de cada culto.

Por cuestiones climáticas y por este protocolo de higienización del local, los cultos los celebramos exclusivamente en domingo y están adelantados a las 11 hrs. También y pensando en hermanos mayores en situación de vulnerabilidad y otros hermanos, así como familiares, amigos y curiosos, hemos comenzado a emitir nuestros cultos en directo por YouTube. El culto se puede seguir todos los domingos desde la página principal de nuestra web iebsanse.com

IEB Sanse

Desde nuestra misión en Valdetorres, se han abierto también las puertas del local y se están siguiendo los mismos protocolos de desinfección y distanciamiento entre personas. Tanto en Valdetorres, como en Madrid “El Vínculo”, los cultos se están celebrando, todos los domingos, a las 11.

¡A Él sea la gloria!

selfie frente a la gioconda

¿Podemos sacar algo bueno de todo esto?

“El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre.”

Eclesiastés 12:13
Selfie de jóvenes con mascarilla frente a la Mona Lisa
Los nuevos tiempos

Abril, mayo y ahora junio. Posiblemente este sea el tercer mes completo que pasemos separados. Y aunque volvamos a finales de junio (estamos pendientes de las famosas “fases” del desconfinamiento) llevaríamos sin vernos desde antes de mediados de marzo (el último culto en nuestro local fue el del día de la Biblia, el pasado 8 de marzo). Acabaríamos como mucho, 16 semanas separados.

Estos meses se han visto como muy duros, muy oscuros, muy inciertos, de mucho sufrimiento e impotencia al permanecer prácticamente encerrados en nuestra propia casa. Y mientras los medios de comunicación masivos no han dejado de bombardearnos de noticias, a cuál peor, especialmente en los días de mayor pico de contagios y fallecidos. Ahora le toca sufrir a la economía del país y de muchas familias, y su recuperación se prevé más lenta y tediosa si cabe, y dejará más dolor e incertidumbre por el camino.

El mundo ha cambiado tanto en tan poco tiempo… y creemos que para mal. Ahora nos obligan a ser menos sociales, a tapar nuestra sonrisa, a separarnos y distanciarnos y todo en favor de la seguridad, aunque también con un componente de miedo. ¿Habrá valido la pena todo esto?

En situaciones así ¿Cuántos se habrán preguntado esto último? ¿Cuántos se habrán formulado la manida pregunta de “Donde está Dios en todo esto”? Si ni siquiera las iglesias nos podíamos reunir. Si nuestra experiencia de cultos ha sido distorsionada por estar presentes frente a una pantalla. Si no podíamos salir a la calle a predicar el evangelio. ¿Por qué ha permitido todo esto? ¿Ha valido la pena? ¿Realmente podemos sacar algo bueno de todo esto?

Esta experiencia del coronavirus, que bien podría ser frustrante por todo lo vivido y del modo en el que hemos vivido, puede ser perfectamente trasladable a la vida en general, para muchas personas. Una vida tan dura, que aparentemente no ha hecho más que dar una frustración tras otra, al final ¿ha merecido la pena?

Salomón y Moisés

Hay un libro bíblico que se ocupa de este discurso y es el de Eclesiastés. Y eso que su autor no ha vivido en penurias ni en crisis ¡Al contrario! Tuvo todo lo que quiso y aprendió y conoció y experimentó lo que le placía. Cualquiera podría firmar una vida como la suya, la del predicador que habla, que fue ni más ni menos que el rey Salomón. Él mismo se preguntó si valió la pena.

Pero no hablaré sólo de este discurso y su predicador, como paradigma de la vanidad de la vida, sino de otro que podríamos decir que su vida quedó reducida a un “quiero y no puedo”, como Moisés.

Moisés fue llamado a libertar a su pueblo Israel de manos de Egipto y llevarlo a la tierra prometida de Canaán. Lo que en un principio fue un éxito, se convirtió en fracaso, como tantos otros, con el correr de los días, semanas, meses y años.

Un pueblo entero confinado, no en sus confortables casas, sino en un riguroso desierto, que no destaca por ser el más grande del mundo, pero casi se convirtió en el más extenso dado el tiempo que pasaron vagando (40 años se dice pronto) y para colmo quejándose día sí y día también.

En lugar de fijarse en la liberación de la esclavitud, la llegaron a echar de menos y en lugar de fijarse en la provisión diaria de Dios, se quejaron de lo que les faltó (y aun así Dios se lo proveyó por su insistencia).

Así podemos vernos a nosotros mismos. ¿Cuántas veces hemos criticado lo tercos que eran los israelitas en el desierto cuando no dejan de ser un espejo en el que mirarnos nosotros?

Moisés fracasó porque pudiendo ser y vivir como un príncipe en la mayor potencia mundial, huyó y fue pastor de cabras en la periferia. Fracasó porque libertó a un pueblo quejica y desagradecido, y porque en lugar de gratitud, recibió duras críticas de los suyos, y porque asistió frustrado al enésimo acto de rebeldía y desobediencia del pueblo, cuando bajó del monte Sinaí, y encima acabó sus días sin poder disfrutar de Canaán, más que viéndolo de lejos (como nosotros ahora, que estamos viéndonos de lejos).

Y si le damos la vuelta a la situación…

Pero…

¿Y si le damos la vuelta a la situación y comprobamos que Moisés realmente no fue un fracasado?  Moisés fue realmente un instrumento útil en manos de Dios. Y sí cumplió con sus planes. El pueblo entró finalmente en Canaán, pero no esa antigua generación que prefirió la ingratitud y desidia y a la que el propio Moisés acabó sumándose.

¿En serio vemos a Salomón como fracasado con todo lo que hizo y la sabiduría de lo alto que aplicó durante un tiempo? ¿Y si se sintió fracasado en una vida vana, porque buena parte de su vida no tuvo en cuenta a Dios, igual que el terco pueblo de Israel en el desierto?

¿Y si nosotros nos sentimos frustrados y fracasados porque hemos apartado a Dios de la situación de crisis actual?

¿Has aprovechado este tiempo adecuadamente a la luz de la gloria de Dios o por el contrario no has dejado de lamentar lo vano que es todo mientras no dejas de dar vueltas en tu propio desierto? En tu mano está concluir si has sacado algo bueno de todo esto.

Santi Hernán

Bienvenidos a la nueva normalidad

“Entre los débiles me hice débil, a fin de ganar a los débiles. Me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles.”

Pablo, en 1 Corintios 9:22

Hace aproximadamente algo menos de dos meses y medio, los menos avispados mirábamos de reojo las noticias sobre un virus que estaba asolando el lejano Oriente, y de la poca importancia que le dábamos por la lejanía geográfica o el desconocimiento de la enfermedad, no podíamos llegar, ni siquiera a imaginar que nos iba a cambiar tanto.

Ya no es que nos dejara confinados en casa como nunca antes nos había ocurrido, ya no es sólo que asistiéramos atónitos al colapso de un sistema de salud del tamaño del nuestro, ya no es sólo la cantidad de empleos que se han extinguido y la próxima ruina económica, y sobre todo, ya no es sólo la tragedia que está dejando (estamos en mayo y esto aún no ha acabado, señores) de decenas de miles de fallecidos, y eso sólo en España, sino que este virus, que algunos lo infravaloraban calificándolo como una simple gripe doce semanas atrás ha cambiado occidente, y ya de paso, el mundo entero, para siempre.

En la intensidad de estos hechos, no son pocos los que afirman que esta ha sido como aquella guerra que nuestros abuelos sufrieron, o como aquella dictadura que nuestros padres vivieron. Esta generación quedará marcada por el Covid-19.

A la fecha en la que estoy escribiendo esto (27 de abril) aún no tenemos del todo claro cuando nos saldremos definitivamente del confinamiento y de qué manera se producirá este desconfinamiento, por lo que no puedo dar una fecha de regreso a nuestros cultos en nuestro local y a las actividades cotidianas, como los solíamos hacer. Lo que sí que está claro es que tendremos que replantearnos muchas cosas, sobre todo, a la medida de la evolución de la pandemia y sus consecuencias a corto y largo plazo.

Me explico con diversos ejemplos que encontramos en la sociedad: A las medidas de seguridad que todos conocemos y que debemos de cumplir, como el uso de mascarilla (como la de la foto) y guantes, la distancia social, o las medidas de higiene, se están haciendo controles en las carreteras y en las entradas a algunas empresas, se están desinfectando periódicamente las instalaciones, se están reduciendo y espaciando los aforos en los recintos deportivos, se están cancelado definitivamente numerosas competiciones, y otras se están replanteando de manera más simple, se ponen mamparas en bares, restaurantes y cajas de supermercado, el teletrabajo ha venido para quedarse, el curso en colegios, institutos y universidades así como la temporada turística de verano se han echado a perder este año. Y, en definitiva, todo se hace más en la distancia.

Y la iglesia ¿Qué? ¿Iremos a remolque del resto de la sociedad como habitualmente estamos haciendo? ¿Seguiremos igual? ¿Tomaremos medidas? ¿Hemos pensado en ello?

Es evidente que nada sustituye el contacto humano, el poder estar juntos, abrazarnos y saludarnos con un beso santo. Pero me temo que esto se tendrá que limitar de alguna manera y que habrá mucho miedo, sobre todo al principio.

Cuando volvamos no es de extrañar que la asistencia a nuestros cultos caiga de manera estrepitosa, y con razón.

Ya no estamos hablando de un miedo irracional e infundado, sino que hay bastantes expertos que hablan de posibles rebrotes en un futuro próximo, o incluso no se descarta que surja una nueva cepa o mutación del Covid. Recordemos que el actual no es el primero que está viviendo la humanidad, sino que ya hubo otro Coronavirus de tipo SARS (que afecta al sistema respiratorio) que arrasó en Asia, en 2002. Y luego hubo otra variante, en 2012, que quedó concentrado en Oriente Medio, llamado MERS. Y aún no hemos vencido totalmente este actual Covid-19, falta una vacuna, que no llegará mañana, sino que puede tardar fácilmente más de un año.

Vuelvo a repetir la pregunta anterior ¿Qué hará la iglesia? ¿Ha pensado en algo? Por cierto, en todo momento hablo de la Iglesia cristiana en general, no me refiero a la nuestra, aunque también podríamos ver qué podemos hacer nosotros a nivel local. ¿Nos adaptaremos o nos quedaremos atrás?

Ante lo que parece un auténtico cambio del paradigma, hay un pasaje bíblico que habla sobre la flexibilidad del cambio de la cultura y saber adaptarse a este cambio y es el ejemplo que puso el propio apóstol Pablo, hablando de su ministerio en distintas partes del mundo que recorrió, en el pasaje de 1 Corintios 9:19-23. El fin y la meta es la misma, eso no cambia: vers. 19: “para ganar a tantos como sea posible”. Pero luego habla de su adaptación a la cultura judía, y a la cultura gentil, su adaptación a los que son más maduros en la fe y los que son más primerizos. Como iglesia, tenemos que aprender, como Pablo, a adaptarse a los nuevos tiempos, a las nuevas culturas e ir a la vanguardia de lo que está por venir. Lo que era normal, hace un tiempo, ha cambiado. Nos guste o no, todos somos ahora bienvenidos a la nueva normalidad.

Santi Hernán

Libres en el Señor

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”

Jesús, en Juan 8:36

Estaba programado otro artículo para este mes, en el que los cristianos celebramos principalmente la buena noticia (evangelio) de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, en la conocida “Semana Santa”, también tenía programado hablar sobre la buena noticia del nacimiento de nuestro nuevo punto de misión en el noroeste de Madrid (en el barrio de Bellas Vistas, más al sur del barrio de  Valdezarza), pero una muy mala noticia ha arrasado desde el pasado mes de marzo con todo lo demás, como si se tratase de un tsunami.

En 43 años de historia de nuestra iglesia, nunca nos hemos dejado de reunir, y mirad que hemos pasado por muchos problemas de diferente índole, pero la iglesia ha seguido congregándose domingo tras domingo, si no es en nuestro local, ha sido en alguno de los retiros anuales que hemos celebrado. Pero lo que comenzó en marzo ha pasado por encima de nuestras expectativas, en el sentido negativo de la expresión.

¿Quién iba a imaginar, a principios de este 2020 que una catástrofe sanitaria de proporciones épicas iba a alcanzar con especial fuerza nuestro país, hasta tal punto de obligarnos a confinarnos en nuestros hogares? Todas las iglesias en nuestro país han tenido que cerrar sus locales de reunión (que no la iglesia) ante la amenaza de un virus extremadamente contagioso y letal, sobre todo, para nuestros amados mayores.

Lo que es seguro, es que la potencia de este evento marcará sin duda un antes y un después en nuestra historia, y en la fecha en la que escribo estas líneas apenas vislumbramos la mitad de este estado.

Este antes y después, ha hecho que este mes, me cuestione el poner anuncios en este boletín o lanzar aparte nuestro entrañable boletín de oración “Clamemos”, porque este debía de ser monotemático. Al final, juntaré ambos en este “Ágape”, cambiando la actividad por la oración. Por lo que encontraréis motivos suficientes por los que orar más abajo.

Pero como dije antes, hay dos eventos que parecen haber sido cubiertos por el oscuro manto de la incertidumbre y la calamidad del Covid-19: uno es la celebración casi universal de la semana de pasión de nuestro Señor y otro, más local, la posible inauguración de nuestro nuevo punto de misión en Madrid.

Con el virus rondando nuestras calles, copando medios de comunicación y conversaciones y, sobre todo, provocando un enorme drama en toda la sociedad ¿Cómo compaginarlo con las buenas noticias que están ahí?

Miro por la ventana de mi confinamiento y veo a la gente en otras ventanas y balcones, e una especie de injusto arresto domiciliario, para un país acostumbrado a la calle y a los abrazos. Pienso que el ansia de libertad está más patente que nunca.

Pero estamos en nuestras casas, rodeados de comodidades, con la ventana artificial al mundo que representa internet y la televisión, y con la perspectiva histórica de los avatares de nuestros antepasados, y podemos pensar que quizá no estamos tan mal, pero el ansia de libertad sigue ahí.

Nuestra esperanza es que el día de mañana esto pase (y no dejamos de repetirnos como un mantra el “… y pasará”) y cuando salgamos a la calle, experimentaremos el disfrute de un tiempo de una maravillosa primavera, pero esto también pasará… porque nuevos problemas vendrán, y serán muy duros.

Y aunque estemos en la calle, en el campo, en la montaña, en la Puerta del Sol empapándose del ansiado gentío, seguirá habiendo ansia por la libertad.

Dios nos ha creado así, libres y responsables. Tenemos capacidad de decidir qué hacer, pero a la hora de la verdad, hay un amo mucho mayor que unas autoridades públicas y sanitarias que nos retienen y nos confinan en nuestro ego, y ese es el pecado.

Algunos ven el pecado como lo más feo y desagradable del mundo (y en el fondo sabemos que lo es), pero se disfraza de un bonito deseo que sale de lo profundo de nuestro corazón, y no sólo eso, sino que se convierte en nuestro tirano, ese que nos hace querer escapar y ser libres.

¿Creemos ser libres cuando hay algo que nos confina más que cuatro paredes? Nosotros podemos pasar hasta un mes “encerrados” en nuestras casas, pero os aseguro que hay hermanos en la fe, que llevan años encerrados en una cárcel (ya sea por persecución o por ser criminales que han entregado su vida al Señor entre rejas) y que son más libres que muchos que creen que pueden ir donde quieran, porque al final de sus vidas no podrán elegir.

Esta es la libertad que nos da el Señor y que se consumó el día que encomendó su espíritu al Padre y también el día que se levantó de la muerte, mostrándonos el camino que seguiremos también nosotros.

Esa es la libertad que nos dio aquel Cristo, en aquella semana, que en fechas como las que estamos, celebraremos (en casa).

Pero esta también es la libertad que hemos de proclamar, y que de hecho estamos haciendo en nuestras ciudades, pueblos y barrios, como aquel barrio con esa incipiente congregación que está naciendo muy cerca del corazón de la ciudad de Madrid, en el barrio de Bellas Vistas, entre Cuatro Caminos y el barrio de Valdezarza (barrio donde iba a estar inicialmente) y del que damos buena cuenta con sus datos en este nuevo boletín.

Ansias de libertad es lo que tenemos. Seguramente ante el sufrimiento de muchos enfermos en sus camas, esperando su desenlace y queriendo salir de aquellos hospitales abarrotados y desbordados, lo que desean es salir, obviamente sanos y limpios, pero seguro que los habrá que nos les importará salir de otra manera, con tal de que acabe su sufrimiento y agonía. Este mundo está en agonía, lo llevamos viviendo mucho tiempo.

Pero no quiero acabar con mal sabor de boca porque, aunque sabemos que sólo Cristo nos puede hacer verdaderamente libres, aún la humanidad conserva esos pocos retazos de la imagen divina que nos hemos empeñado en deteriorar. La imagen en portada representa parte de esos retazos, en forma del reconocimiento del trabajo duro de muchas personas que están arriesgándose y dejándose la piel: sanitarios y personal de hospitales, limpiadores, policías, guardias civiles, ejército, personal de supermercados, agricultores, transportistas… y muchos que se han ofrecido para ayudar, con cuantiosas donaciones y por aquellos que con estoicismo se sacrifican escondidos en casa. Tanto por lo que agradecer y tanto por lo que aplaudir. ¿Y la iglesia? ¿Qué podemos hacer? Pensemos en ello… de momento, sigamos orando y clamando por nuestro país. A continuación, proponemos una serie de motivos de gran importancia.

Santi Hernán

 

Especial de oración “¡Clamemos!”

Enfermos y familiares

El primer motivo no puede ser otro. Hay tantos, y probablemente conozcamos en persona a algunos. Que el Señor sane y limpie a los afectados por coronavirus. Que dé paciencia y consuelo a los familiares y sobre todo a aquellos que han perdido un ser querido.

En primera línea

Lo dicho antes, personas que se dejan la piel: Médicos, enfermeros, celadores, limpiadores, administrativos, conductores de ambulancia, personal de seguridad, policías, guardias civiles, militares, personal de mercados y supermercados, agricultores, transportistas, fabricantes de equipos de protección, investigadores, y tantos que están remando en la misma dirección para que esto acabe.

La crisis que viene

Lo que vendrá después de esta pandemia puede llegar a ser más mortífero que la propia enfermedad. Una gigantesca crisis económica que amenaza con llevarse por delante a empresas, trabajadores y familias. Oremos por que el Señor vuelva a multiplicar los panes y los peces.

Nuestros gobernantes

Que aún a pesar de todo, incluso de sus propios intereses, el Señor les dé sabiduría y misericordia para saber sacrificarse a sí mismo y sepan gobernar en medio de este caos.

En el extranjero

Fuera de nuestras fronteras tenemos a Italia, China, Estados Unidos, Alemania, Irán (como mayores afectados) y tanta cantidad de países, especialmente los más pobres. Que el Señor tenga misericordia de este mundo.

Otros enfermos

No todos padecen coronavirus. Hay muchos enfermos, sobre todo, entre nosotros, que pueden verse desplazados por el empuje de la urgencia por esta pandemia. ¡No los olvidemos!

La misión

El evangelio es ahora más que nunca pertinente y necesario. Que el Señor nos dé la visión necesaria para saber cómo gestionar este tiempo tan extraño y que sepamos manejar el tiempo de incertidumbre que vendrá después. No olvidemos orar y dar las gracias por nuestra nueva misión en Madrid y por Jesús, Keyla, Victor y Linda, que están al frente.

Julio: Misiones nacionales

“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” Juan 17:20-21

Al hilo de lo que vimos el mes pasado, en el pasaje de Juan 17, en el que Jesús en su oración al Padre le dio parte y fue el corolario a tres años de ministerio terrenal, el Señor pidió principalmente por la unidad de los suyos, de la manera en la que Él mismo y el Padre son una unidad.

Este mes veremos que esta unidad no es sólo para establecer una bonita comunidad en la que todos se aman y en la que todo se maneja de manera ideal, aunque sabemos que mientras estemos en este mundo nos amamos de manera bastante imperfecta, y estamos lejos de vivir en un ideal. Esta unidad sirve, como vemos en la oración de Juan 17, para que el mundo crea.

A veces podemos decir mil veces lo mucho que Dios ama al mundo, que Cristo murió por todos y que Él ha cambiado nuestra vida. Podemos proclamarlo a los cuatro vientos (de hecho, debemos de hacerlo), pero hay un gran problema de coherencia si predicamos sobre el amor de Cristo, y la vida nueva que Él nos da, abandonando nuestro viejo “yo”, etc., si luego nos peleamos, nos criticamos mutuamente, nos ignoramos, etc.

Es en la unidad en la que los demás pueden ver el amor de Dios (aunque sea una pincelada imperfecta). Es en la unidad donde pueden ver la armonía que no hay en el mundo.

Pero no nos engañemos, esta unidad no puede ser impostada con sonrisas, bonitas palabras y buenas intenciones. El evangelio y la iglesia no es algo a experimentar de domingo a domingo. El evangelio es una vivencia diaria. La iglesia es 24 horas, y los 7 días a la semana. Tú no dejas de ser iglesia en cuanto sales del local o en cuanto llegas a casa. Eres iglesia en tu trabajo, en tu casa, en el mercado, paseando por la calle, en tu centro de estudios, en la cola de alguna oficina para hacer algún trámite, etc.

¿Y esto qué tiene que ver con el tema que nos ocupa este mes, que son las misiones nacionales?

A raíz de las afirmaciones anteriores, la respuesta sale sola. Si entendemos que somos iglesia allá donde estemos, tendremos presente a Jesús y el Padre como uno sólo, y lucharemos y trabajaremos por ser uno sólo.

Y, además, teniendo en cuenta que, aunque nuestro campo misionero ha de tener como referencia nuestra iglesia local, también hay otras iglesias donde también se predica fielmente la Palabra y se proclama la sola salvación en Cristo, por su gracia y mediante la fe.

Precisamente, gracias a la fuerza conjunta de otras iglesias es que el impacto en el mundo puede ser mayor. Gracias a la comunión que mantenemos y a esta relación de interdependencia (que no dependencia, ni independencia), es que podemos llegar más lejos. Alcanzar pueblos en lugares donde no hay presencia evangélica, ni bautista; plantar iglesias en ciudades estratégicas, como capitales de provincia u otras ciudades de importancia y, por supuesto apoyar la labor misionera de tantas iglesias, pastores, siervos y otros hermanos que Dios ha llamado, ha equipado y ha enviado, usando herramientas, que el propio conjunto de iglesias, la propia denominación, si lo prefieres aporta, para ser más eficaces en la difusión de la Palabra.

Recuerdo, años atrás, cuando era más joven, pero también más idealista, que llegué a ver las asociaciones denominacionales como una barrera para la unidad del pueblo de Dios. Pero creciendo, conociendo y reflexionando, a través de los años y la experiencia, he llegado a celebrar, y celebro la gran bendición que supone pertenecer a una denominación como la bautista y más aún, de pertenecer a una iglesia de la UEBE. Aún después de conocer sus inconvenientes, sus desaciertos y sus limitaciones, estoy convencido de que la obra misionera en España de la mano de la Unión Evangélica Bautista de España, aunque no es de un crecimiento tan alto como nos gustaría y que quizá es algo mejorable en algunos aspectos, sé que es un crecimiento firme y bien pensado y meditado, y estoy convencido de la preciosa labor que el director Julio Cháfer, y nuestros hermanos del equipo del MEM (entre los que se encuentra nuestro pastor), que agrada al Señor, porque procura que todas las iglesias vayamos a una en estos esfuerzos evangelísticos, y allá donde haya una campaña, como las decenas que habrá este verano, ahí están más de 120 iglesias respaldando, con oraciones, con ofrendas y con todo tipo de ayuda. Apoyemos el MEM, seamos uno en el Señor, en Sanse, y en toda España.