Posiblemente uno de los mejores pasajes de la Biblia que podríamos considerar “navideños” se escribió unos 500 años antes del nacimiento de Jesús. Isaías fue el que más profecías pronunció acerca de la llegada y ministerio de nuestro salvador, pero, por supuesto, entendiendo también el contexto histórico y cultural en el que hablaba.
Una de las profecías de Isaías más populares (y “navideñas”) es Isaías 9:6, ya sabéis “Porque un niño nos es nacido…”, si aún no lo conoces te animo a leerlo. Es un pasaje tan hermoso, tan potente y esperanzador que no podemos dejar de recordarlo año tras año, estemos en tiempo de navidad o no.
Sin embargo, el contexto para los primeros lectores y oidores de estas palabras era aterrador: Gran parte de Israel (principalmente el norte) iba a ser desolada y oprimida por las fuerzas enemigas del imperio asirio.
Pero en medio de esto, el profeta habla acerca de una esperanza y una alegría para todo el pueblo. Una liberación de la opresión del yugo invasor, y lo ilustra como una luz en medio de un lugar en tinieblas. Esa luz se iba a manifestar en la forma de un niño que nace.
Si atendemos a los calificativos que el profeta da a este recién nacido (Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz), no ha existido nadie en la historia que pudiera calificarse de esta manera más que Jesús.
Sólo Jesús es el único que encaja en esa descripción, y sólo Él es nuestra esperanza. Él es el Dios Fuerte que esperábamos y que llegó, no descendiendo del cielo como un guerrero armado sino como un frágil y tierno niño recién nacido.
Volviendo a la actualidad. ¿Qué vemos? Un mundo caído, asolado y oprimido, pero no por el yugo de gobiernos, estados o si quiera multinacionales, sino por un enemigo más poderoso aún, uno que les gobierna a todos y ese es el pecado (si me apuras, Satanás, pero principalmente el pecado que reina en los corazones de la inmensa mayoría). Y por eso, mientras estemos en este mundo lo que veremos será sufrimiento, desilusiones, decepciones, maldad, egoísmo y malas noticias. Una creación que sufre y gime (mirad lo que ocurre en La Palma) y situaciones que se nos van de las manos (llevamos ya demasiado tiempo con el virus). Es como vivir en una noche que no parece acabar y ya estamos deseando ver la luz del sol.
Mientras tanto, una luz, como la de la estrella que se vio sobre Belén, es la que (al igual que a los magos de oriente) marca el camino a poder ver esa luz en plena noche que resplandece sobre todas las cosas, la luz que desprende ese niño. Esa luz que parecía apagarse en el Calvario tres décadas después, pero que brilló con gran fuerza apenas tres días después es la que nos llevará definitivamente a ver la luz de un nuevo día, en un nuevo mundo que esperamos aquellos que sí hemos apreciado y aceptado la luz de nuestro Señor. Eso es lo que celebramos en Navidad. ¡Feliz Navidad y feliz 2022!
Santi Hernán