El título tan sugerente de este boletín es el de una autobiografía escrita por George Müller, un pastor y misionero del siglo XIX que vivió toda su vida dependiendo de Dios en oración para sus necesidades y las de los miles de niños sin padres que cuidó en su Casa de Huérfanos.
¿Y es que te imaginas recibir solo por medio de la oración 249.783.750€? Puede sonar a evangelio de la prosperidad, pero no, esta fue la cantidad (convertida a nuestra moneda y a nuestro tiempo) que recibió Müller para su ministerio. Era un hombre ocupado: pastor, misionero, director de su Casa de Huérfanos, predicador itinerante hacia el final de su vida, escritor, traductor, etc. Con todo, siempre tuvo lo necesario, y no hay más secreto que el que él mismo nos cuenta:
“Nuestro Dios y Padre es el mismo Dios fiel que siempre fue, tan dispuesto como siempre a probarse a sí mismo como el Dios vivo, en nuestros días como antes, a todos los que en Él confían. Dios es fiel todavía, y todavía escucha la oración”.
Él mismo llega a decir que aproximadamente cuenta con que había obtenido unas 50.000 respuestas a sus oraciones, de las cuales conocemos muchas por sus registros en su propia biografía. Pero no nos confundamos aquí. Müller no fue alguien excepcional, ni con mejor conexión a Dios, ni sus oraciones eran respondidas en el mismo día en que las hacía (algunas sí y otras no, claro), sino que él mismo dice de sí:
“La fe que ejerzo en la obra de los orfanatos y mis propias necesidades materiales (…) es la misma fe que se encuentra en cada creyente. Esta fe … se debe a que nunca se me permitió dudar de que mis pecados están perdonados, de que soy un hijo de Dios, de que Dios me ama y de que finalmente seré salvo. Es necesario hacer estas observaciones para que nadie piense que mi dependencia de Dios es un don particular que solo se me otorgó a mí y que otros santos no tienen derecho a buscar (…) Le ruego que no piense que soy un creyente extraordinario, que tengo privilegios o dones que otros como hijos de Dios no tengan”.
Creo que, si George Müller pudo vivir ‘por fe’ en todos los aspectos de su vida, y en especial en todo lo que se refiere a necesidades materiales, es porque Dios honró esa fe, y nada más. Su intención cuando abrió el orfanato era mostrar una prueba visible de que Dios seguía siendo el mismo ayer y hoy, ¡y vaya si lo consiguió! Muchos eran escépticos de aquella obra en su tiempo, pero se dieron de bruces con la realidad. De hecho, el texto que encabeza nuestro boletín fue la promesa en la que él se aferró para la obra del orfanato, y tenemos registrada la bella oración que él hizo entonces:
“Solo te he pedido, Padre Celestial, que me muestres si debo comenzar la obra de los huérfanos o no. Te has complacido en dejarme eso claro, y ahora ‘abriré bien la boca’, complácete en ‘llenarla’. Dame, mi Padre Celestial, una casa adecuada para comenzar la obra; dame ayudantes adecuados para cuidar a los niños; y dame mil libras esterlinas para empezar”.
El dinero llegó en unos meses y la obra comenzó. Podría decir mucho más de esta figura, pero para ello he creado durante casi 2 años una página web donde he recopilado e iré publicando poco a poco información traducida al español (sermones, cartas, diario, imágenes, etc). Te pido que pases por allí a menudo y que disfrutes de su contenido. Puedes visitarla en www.georgemuller.es
Artículo del Pr. Jesús Fraidíaz