Un millón y medio de oraciones contestadas

“Yo soy Jehová tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto; abre tu boca, y yo la llenaré”

Salmo 81:10 (RV60)
El pastor inglés del s XIX George Müller

El título tan sugerente de este boletín es el de una autobiografía escrita por George Müller, un pastor y misionero del siglo XIX que vivió toda su vida dependiendo de Dios en oración para sus necesidades y las de los miles de niños sin padres que cuidó en su Casa de Huérfanos.

¿Y es que te imaginas recibir solo por medio de la oración 249.783.750€? Puede sonar a evangelio de la prosperidad, pero no, esta fue la cantidad (convertida a nuestra moneda y a nuestro tiempo) que recibió Müller para su ministerio. Era un hombre ocupado: pastor, misionero, director de su Casa de Huérfanos, predicador itinerante hacia el final de su vida, escritor, traductor, etc. Con todo, siempre tuvo lo necesario, y no hay más secreto que el que él mismo nos cuenta:

“Nuestro Dios y Padre es el mismo Dios fiel que siempre fue, tan dispuesto como siempre a probarse a sí mismo como el Dios vivo, en nuestros días como antes, a todos los que en Él confían. Dios es fiel todavía, y todavía escucha la oración”.

Él mismo llega a decir que aproximadamente cuenta con que había obtenido unas 50.000 respuestas a sus oraciones, de las cuales conocemos muchas por sus registros en su propia biografía. Pero no nos confundamos aquí. Müller no fue alguien excepcional, ni con mejor conexión a Dios, ni sus oraciones eran respondidas en el mismo día en que las hacía (algunas sí y otras no, claro), sino que él mismo dice de sí: 

“La fe que ejerzo en la obra de los orfanatos y mis propias necesidades materiales (…) es la misma fe que se encuentra en cada creyente. Esta fe … se debe a que nunca se me permitió dudar de que mis pecados están perdonados, de que soy un hijo de Dios, de que Dios me ama y de que finalmente seré salvo. Es necesario hacer estas observaciones para que nadie piense que mi dependencia de Dios es un don particular que solo se me otorgó a mí y que otros santos no tienen derecho a buscar (…) Le ruego que no piense que soy un creyente extraordinario, que tengo privilegios o dones que otros como hijos de Dios no tengan”.

Creo que, si George Müller pudo vivir ‘por fe’ en todos los aspectos de su vida, y en especial en todo lo que se refiere a necesidades materiales, es porque Dios honró esa fe, y nada más. Su intención cuando abrió el orfanato era mostrar una prueba visible de que Dios seguía siendo el mismo ayer y hoy, ¡y vaya si lo consiguió! Muchos eran escépticos de aquella obra en su tiempo, pero se dieron de bruces con la realidad. De hecho, el texto que encabeza nuestro boletín fue la promesa en la que él se aferró para la obra del orfanato, y tenemos registrada la bella oración que él hizo entonces:

“Solo te he pedido, Padre Celestial, que me muestres si debo comenzar la obra de los huérfanos o no. Te has complacido en dejarme eso claro, y ahora ‘abriré bien la boca’, complácete en ‘llenarla’. Dame, mi Padre Celestial, una casa adecuada para comenzar la obra; dame ayudantes adecuados para cuidar a los niños; y dame mil libras esterlinas para empezar”.

El dinero llegó en unos meses y la obra comenzó. Podría decir mucho más de esta figura, pero para ello he creado durante casi 2 años una página web donde he recopilado e iré publicando poco a poco información traducida al español (sermones, cartas, diario, imágenes, etc). Te pido que pases por allí a menudo y que disfrutes de su contenido. Puedes visitarla en www.georgemuller.es

Artículo  del Pr. Jesús Fraidíaz

Cómo obtener respuestas a la oración

«Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.».

— 1ª Juan 5:14-15

Orar con Biblia

Dios responde a la oración. Y aunque invocar al Señor implica muchas cosas, quiero centrarme en lo que es principalmente, es decir: pedir y recibir. En ocasiones hemos redefinido la oración por temor a que la gente piense que la oración es pedir egoístamente, pero el Señor no tiene miedo de presentarnos la oración como pedirle algo y Él supliéndolo.

Es igualmente cierta esta lucha en nuestro interior: Sabemos que Dios escucha, nos animamos a pedir con el deseo de que responda, pero a la vez encontramos con que pareciera ignorarnos y dudamos de que realmente nos oiga. A veces, usamos la “excusa santa”: Dios es soberano. Y es verdad, lo es, y por eso oramos y buscamos respuesta. Hoy quisiera animar a cada lector con 3 consejos que podemos poner en práctica en nuestra vida de oración para poder obtener respuestas.

  1. Orar con confianza a Dios. Dios se nos muestra una y otra vez como digno de confianza. Si oramos sin confiar en Él, es como cuando intentamos mostrarle a alguien que puede fiarse de nosotros y, sin embargo, una y otra vez duda de nuestras intenciones. ¿Cómo nos sentimos? Imagina ahora cómo ve Dios nuestra falta de fe en la oración, y más sabiendo que Él no es un hombre. Al orar, nos pide que confiemos en su amor y en su constante disposición a darnos lo que es bueno. Si pedimos a Dios y no confiamos en que Él puede darnos y nos dará lo que ha prometido, ¿cómo responderá? “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Heb. 11:6). Pero, sobre todo, nuestra confianza está en Jesús, por quien Dios nos oye y ha abierto la puerta a tener comunión con Él en cualquier tiempo y lugar. Ahí empieza verdaderamente la oración.
  2. Orar conforme a la voluntad de Dios. Tener fe en Dios en la oración no significa hacer mucha fuerza en nuestra mente o deseos para que eso que imaginamos o queremos nos venga. La oración no funciona como la “ley” de atracción. La oración tiene confianza no en lo que nosotros queremos que Dios cumpla, sino en lo que el Señor quiere hacer y ha prometido darnos en respuesta a la oración. Nuestro texto así lo dice: “si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye”. Sería absurdo pensar que Dios nos da carta libre para pedir cualquier capricho, pero una vez que Él transforma nuestra voluntad y corazón para agradarle, entonces nos deja pedirle cualquier cosa, porque siempre será conforme a su voluntad. ¿Y acaso Dios se negará a darnos aquello que Él quiere? Evidentemente para conocer lo que Dios desea y saber cuáles son sus promesas, debemos acudir a la Biblia, tomarlas, por así decirlo, y aplicarlas a nuestras vidas y circunstancias. Dios está más dispuesto a responder que nosotros a pedir conforme a su voluntad.
  3. Orar con la certeza de que Dios responderá. Finalmente debemos esperar las respuestas a nuestras oraciones. Pueden tardar desde 1 milésima de segundo a años, pero si es conforme a su voluntad, hemos de tener la expectativa de que Él responderá, y estar alerta. A veces pedimos cosas a Dios en forma de “muletilla”, pero ni deseamos ni esperamos ver respuesta alguna. Dejemos las frases clichés en la oración y oremos concretamente por todo lo que es su voluntad y veremos respuestas.

Mucho más podríamos decir respecto a este asunto, pero por hoy creo que es suficiente y ya es una tarea lo suficientemente grandiosa como para que empecemos a ponerla en práctica y a pedirle al Señor que nos conceda vivir todo esto. Que Dios nos haga hombres y mujeres de oración.