Nuestros días:
Hoy, como siempre, las iglesias siguen cantando. Pero ya no sólo con sus formas y cantos tradicionales, sino que los nuevos tiempos han aportado nuevas formas y maneras de utilizar la música en la iglesia. Haciendo caso a la recomendación del Salmo 150, hoy en las iglesias se utiliza toda clase de instrumentos para el canto de alabanza a Dios, y los nuevos pueblos y naciones convertidos al Evangelio, aportan sus maneras culturales a la adoración. Así, tanto en las iglesias protestantes y evangélicas, como en la católica, podemos escuchar los ritmos y formas musicales más variadas. Es ejemplo muy notable de esta tendencia, la Misa Criolla, del autor argentino Ariel Ramírez, que utiliza ritmos folclóricos argentinos para cantar las distintas partes de la misa católica. También se puede mencionar la Misa Luba que utiliza ritmos africanos con la misma finalidad.
Muchos cantantes populares de éxito, como Juan Luis Guerra, han creado hermosos cantos de alabanza y adoración utilizando las formas y ritmos populares del momento, muchos de los cuales, como el ejemplo que incluimos, enftizan esa relación personal con Cristo. Por la necesaria brevedad del presente trabajo, es imposible añadir una lista de los innumerables autores que en todas las latitudes están poniendo sus dones al servicio de la proclamación del Evangelio de Jesucristo. Pero no podemos dejar de mencionar al católico Cesáreo Gabaráin y al evangélico Steve Greene que, en los ejemplos que incluimos de su música y en el canto conocido como “Un vaso Nuevo“, manifiestan el mismo espíritu de comunión y entrega a Jesucristo.
Sin embargo, también vemos tendencias que entendemos son perniciosas en cuanto al uso de la música de la Iglesia. Actualmente ha surgido un nuevo género musical denominado “Gospel”, palabra que significa “Evangelio”, originado y difundido entre las iglesias afroamericanas en el sur de los Estados Unidos; en el cual la música tradicional de las iglesias evangélicas, se adapta a las formas y ritmos propios de los “Negro Spirituals” y otros géneros musicales como el jazz, y que generalmente se cantan en inglés, pues las traducciones no les hacen mucho favor. Incluimos como ejemplo el muy famoso “Deep river“, que muestra el anhelo del negro esclavizado de cruzar el río para, por fin, llegar a la tierra de libertad junto a Jesús. Tal ha sido el éxito y popularidad conseguido por el “Gospel“, que ha llegado a los escenarios de teatro y a los filmes de Hollywood, lo cual hace del género un espectáculo más, desvirtuándose su carácter original de alabanza a Dios, enfatizándose más el aspecto interpretativo, musical y coreográfico. El fenómeno no es nuevo, pues lo mismo ha ocurrido con la música de Juan Sebastián Bach y otros autores de música cristiana, hoy mucho más interpretada en las salas de concierto que en las iglesias.
La proliferación de autores e intérpretes hace, además, que las nuevas canciones sean más apropiadas para ser cantadas por solistas o grupos, pues las melodías generalmente no se adecuan al canto congregacional. Otro aspecto que nos preocupa es la estética de los “Conciertos de música de alabanza”, cada vez más semejante a la característica de los conciertos masivos de música pop; con sus cientos de decibelios, las luces, el humo, etc. También en esto es pertinente la recomendación que el apóstol Pablo hace a los cristianos en Roma.
Añadimos un párrafo de un artículo del Pastor Ricardo Gondim, de Brasil, publicado en su blog y traducido por Gabriel Ñanco. Comenta lo siguiente:
“Me cansa la falta de belleza artística de los evangélicos. Hace poco tiempo fui a ver un show de música evangélica, sólo para salir de allí devastado. La música era mediocre, la poesía ordinaria, y lo peor, se percibía el interés comercial tras el evento. Que diferente del día que me senté en la sala San Pablo, para escuchar la música que Johann Sebastian Bach (1685-1750) compuso sobre los últimos capítulos del Evangelio de San Juan. Bajo la batuta del maestro, subimos al Gólgota. La sala se llenó de un encanto mágico en los primeros acordes; cerré los ojos y me sentí en un templo. El maestro era un sacerdote y nosotros, la platea, una asamblea de adoradores. No logré contener mis lágrimas en los movimientos de los violines, oboes y trompas. Aquella belleza no era de este mundo. Envueltos en misterio, transcendíamos la mecánica de la vida y nos transportábamos para el lugar donde Dios habita. Mis lágrimas en aquel momento también fluían con pesar por la distancia estética de la actual cultura evangélica, contenta con tan poca belleza”.
Este comentario podemos suscribirlo en todos sus términos.
Es nuestra oración que este modesto y muy limitado trabajo, pueda servir para apreciar el testimonio que, por medio de la música y a través de los tiempos, la Iglesia ha dado con gozo y alegría por la redención y salvación otorgada al hombre por medio del de Jesús en la cruz. Que siempre sigamos así, apreciando el testimonio de quienes nos precedieron en la fe y continuándolo para las generaciones futuras, hasta que todos juntos, allí en la Gloria, cantemos sin cesar al Cordero que está en el Trono.
El Himno:
Incluimos en esta ocasión, como cierre de la serie, “Canta al Señor”, interpretado por Steve Greene, una exhortación a unirnos todos en un canto de alabanza a nuestro Creador.
Con este artículo terminamos la serie sobre la historia de la Música en el culto cristiano. El calificativo de brevísima no le hace favor, pues es mucho más que brevísima. En lo sucesivo continuaremos insertando cantos e himnos en vídeo, intentando renovar su uso en nuestras iglesias. Oramos al Señor para que nuestra alabanaza y adoración pueda ser mucho más genuina y usemos tan bella música que lo alaba y ensalza, y es testimonio de la relación que con Él tuvieron quienes nos han precedido en la fe.
A Dios, el Padre; a Jesucristo, su Hijo y al Espíritu Santo, sea la gloria por todos los siglos. Amén.
Artículos anteriores:
Brevísima historia de la Música en el Culto Cristiano I
Brevísima historia de la Música en el Culto Cristiano II
Brevísima historia de la Música en el Culto Cristiano III