Común + Unión

“Esforzaos por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fuisteis llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos.”

Efesios 4:3-6 (NVI)

En este verano tan especial, tan sólo queremos compartir unas breves palabras para recordar, siguiendo el hilo de lo que hablamos el mes pasado, la importancia de la unidad, expresada en la comunidad de fe que es la iglesia local.

Hermanos, no podemos permitirnos el no asistir, el no vernos (la pandemia y las medidas de seguridad ya no son excusas), así como tampoco nos podemos permitir que la iglesia, estando bajo una misma fe y un mismo Señor esté fragmentada.

Y esto último significa que, estando congregados en una iglesia local, debemos de buscar la unidad y la unión, en medio de la diversidad, con otras congregaciones locales que tienen a un mismo Señor, profesan una misma fe, y bautizan con un mismo bautismo. Es decir, que sirven a un mismo Dios, pero que además, tienen la misma esperanza y confianza en Él, pero que además se han adherido a la misma comunidad mediante la ordenanza del bautismo, con todo lo que implica.

Ya expresamos que es inconcebible que haya cristianos, que, jactándose de serlos, no se congreguen y “vayan por libre” pero, por otro lado, también es extraño y poco deseable que haya congregaciones e iglesias que deseen ir por libre y no tengan fraternidad con otras iglesias similares en doctrina y teología.

No estamos diciendo que haya que someterse a una suerte de asociación jerárquica “paraeclesial” o “supraeclesial”, con una cúpula que ordena e impone y una serie de iglesias locales que se someten ¡Nada de eso!

Como bautistas que somos, y así lo expresamos en nuestra confesión de fe y principios bautistas, que puedes encontrar en nuestra web: iebsanse.com, formamos parte de la UEBE, una comunidad de iglesias interdependientes. Es decir, que, siendo autónomas en su funcionamiento, esta iglesia ayuda y es ayudada por otras tantas iglesias similares y comparten recursos y muchas de las formas y fondos que tenemos en común. Y además compartimos muchos proyectos misioneros que, por separado, sería muy complicado llevar a cabo.

Eso mismo, es lo que celebramos este mes de agosto (y por extensión durante todo el año 2022), por los 100 años que cumplimos como Unión Evangélica Bautista de España.

Celebramos 100 años de unidad y de unión, celebramos 100 años de interdependencia, con nuestros altibajos, pero con la bendita constante que supone estar siempre bajo el señorío y amparo del mismo Cristo que proclamamos y en cuya fe en su persona profesamos. Y también, por supuesto, celebramos que ya son muchos, los hermanos en estos 100 años que nos precedieron y que se esforzaron y, en muchos casos, sufrieron para pasarnos el testigo de esta fe.

Como iglesias de Sanse, Valdetorres, Torrelaguna y Bellas Vistas, queremos adherirnos a esta celebración (sea que asistas o no a la convención especial de finales de agosto) y que podamos cumplir 100 años más o hasta que nuestro Señor regrese.

Santi Hernán

Común + Unidad

“… no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.”

Hebreos 10:25
manos juntas, comunión, unidad

Un drama muy recurrente en el actual siglo XXI es, además de las pandemias, las guerras, las desigualdades, la injusticia, etc… es la soledad. Poco se habla de esta otra pandemia, que puede llevar, en muchos casos (no en todos) a depresiones, ansiedad, e incluso en casos extremos (pero que lamentablemente se dan) a suicidios. No importa lo hiperconectados que podamos estar con el mundo, a través de internet y otras tecnologías. La soledad es un mal más generalizado de lo que pensamos. 

Cuando Jesús comenzó su ministerio, después de la prueba de la tentación en el desierto, lo que hizo fue ir al río Jordán para ser bautizado por Juan, junto al resto del pueblo allí congregado.

Acostumbramos a presentar el acto del bautismo como un símbolo de pasar de muerte (de nuestro viejo yo) a una vida (del nuevo yo) en Cristo, después de arrepentirse de nuestros pecados, pero ese significado se queda corto. Precisamente, Jesús no tenía que ser bautizado como un símbolo de arrepentimiento porque Él no pecó nunca. El bautismo, tanto para las personas de aquel contexto como para nosotros, tiene un significado que implica el adherirse y formar parte de una misma comunidad.

Jesús, al hacerse como uno de nosotros, también quiso formar parte de esa misma comunidad, del mismo pueblo. Quiso identificarse como un judío más. 

Ese sentimiento de formar parte de un pueblo es algo que, en muchos ámbitos se está perdiendo en la actualidad, y eso distorsiona nuestra identidad cristiana y nos lleva a la soledad, también en el ámbito  espiritual.

Lamentablemente esto ha afectado a la iglesia y no son pocos los que se alejan de la común unidad que compartimos como iglesia local.

Así es, dicen ser cristianos, se escudan en que ya pertenecen a la Iglesia (entendemos que “universal”) y sin embargo, por mil razones distintas, a cada cual más peregrina, que no vamos a analizar aquí (cada persona y cada caso es un mundo) no se congregan en la iglesia local o van de iglesia en iglesia, quizá esperando la perfecta (que no existe) y luego se quedan en casa frustrados porque ninguna iglesia encaja con su forma de pensar o de actuar.

Y ese es el problema, que pretendemos amoldar la iglesia a nuestra conveniencia y así no funcionan las cosas. Por eso somos una comunidad.

Si te fijas, la palabra “Comunidad” se compone de la suma de otras dos: “Común”, es decir, y citando a la RAE: “Que, no siendo privativamente de nadie, pertenece o se extiende a varios” y la palabra “Unidad”: “Propiedad de todo ser, en virtud de la cual no puede dividirse sin que su esencia se destruya o altere”. Otra acepción es: “Unión o conformidad.”. Es decir, que la comunidad que conforma la iglesia no se destruye, no se altera, y tiene algo que pertenece a todos, y que en este caso, entre otras muchas cosas, es la fe.

Por esa misma fe que compartimos es que nos congregamos, trabajamos juntos, llevamos adelante proyectos en común, tenemos un mismo sentir y unos mismos objetivos.

Es por eso que formamos una familia, donde sí, es cierto que cada uno tenemos nuestras preferencias, nuestras peculiaridades y nuestras ideas, pero que las sometemos en favor de un Reino que, como ya dijimos en un artículo anterior, es eterno.

Y hablando de eternidad, y tomando el pasaje en la cabecera, ese día, el día que compartamos todos por siempre, se acerca. ¿Estamos en comunidad aquí en la tierra? ¿Nos preocupamos por vernos y estar juntos aquí? Porque allá, en la gloriosa presencia de nuestro Señor te aseguro que solo o sola no vas a estar. Ve acostumbrándote desde aquí. 

Santi Hernán