Primavera en Mariupol

“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial.”

2ª Corintios 5:1-2
Campo de girasoles en Ucrania

De todas las ciudades ucranianas que están siendo asoladas por las tropas rusas, posiblemente, la ciudad costera de Mariupol es una de las más afectadas, por lo menos, por todo aquello que recibimos de los medios de comunicación.

Las imágenes de esta ciudad son desgarradoras y podemos resumirlas en la visión de una ciudad fantasma, con edificios semiderruidos, calles vacías y ruinas por doquier. Pero eso no es lo que quiero mostrar hoy. El morbo prefiero dejarlo para otros. La foto que acompaña a este texto es, en efecto, un sencillo campo de girasoles de Ucrania bañado por el sol. Uno de esos campos que tanto abundan por esta fértil y rica tierra.

Aún a pesar de la guerra, esta tierra no ha dejado de ser rica y fértil, y esa es una de las esencias de este país, como lo son sus gentes, las cuales sufren y luchan con pocos recursos pero con mucha valentía para mantener libre a su país.

Como ya dije, al igual que con la foto, no quiero hablar más de guerra y sufrimiento, como nos tiene acostumbrada la televisión, sino de esperanza, de ahí, que el título de este artículo haga referencia a una primavera que, de la misma manera que llega (y ha llegado) a esta parte del mundo, y con ella, la promesa de tiempos de siembra y posterior cosecha, sabemos que llegará a Ucrania y a sus gentes. 

De eso trata la fe y la esperanza. Esperanza en algo que aún no vemos, pero que tenemos certeza de que llegará. Llegará el buen tiempo, llegarán las cosechas, llegará la fertilidad, llegará la paz. Está cada vez más cerca. No me lo invento, no es un acto de ingenuidad o de optimismo propio de predicadores o motivadores de baratillo. Lo sé porque así lo prometió el Señor y lo que Él promete lo cumple. ¿Cómo? ¿Qué Dios promete la paz para Ucrania?

Sí, pero no sólo para Ucrania, Rusia, Estados Unidos, China, Europa, etc.. y no como pensáis. La paz que promete y la esperanza en algo que llegará no está basada en circunstancias en nuestro mundo caído.

Hay cientos de pasajes bíblicos que hablan de esperanza. Si me apurais ¡La Biblia entera es un libro que habla sobre la esperanza! Pero escogí una porción escrita por el apóstol Pablo que siempre me ha llamado la atención. 

Se trata de Pablo, hablando de sí mismo, viéndose completamente vulnerable después de tantas penalidades que ha pasado en su ministerio. Compara su vida en este mundo, y de su cuerpo a un tabernáculo (tienda de campaña) que se deteriora y se va deshaciendo.

Recordemos que Pablo, era un montador de tiendas profesional, y sabía que éstas, especialmente en aquella época, eran frágiles y daban un servicio limitado y temporal. Así veía su vida, y la nuestra también.

Por el contrario, la vida que promete Dios, en la que veremos una nueva primavera como un nuevo tiempo de plenitud y gran disfrute, es comparable a un edificio construido de manera perfecta y sólida porque ni siquiera lo ha hecho ningún ser humano falible, sino que está preparada por nuestro infalible Dios. 

Lo que padecemos y “gemimos” (usando las palabras de Pablo), ya sea en la lejana Mariupol o los dramas personales o familiares que podamos tener aquí mismo es porque sabemos que este mundo no es nuestro hogar definitivo, que aquí, aunque podamos tener destellos de alegría, sufriremos y siempre nos faltará un “algo” que nada de este mundo nos puede llenar. 

Sólo Dios, y sólo la fe en Jesucristo nos puede llenar, no sólo de gozo y plenitud, sino también de esperanza, aún en medio de los conflictos de este mundo, y también esta esperanza es en un mundo nuevo prometido que sabemos con certeza, que se hará realidad.

Santi Hernán