Pensábamos que, tras abandonar el siglo XX íbamos a dejar atrás un tiempo de políticas convulsas y de guerras mundiales, pero nos hemos dado cuenta de que lamentablemente el siglo XXI nos ha traído más de lo mismo, y el último capítulo es el de la guerra en Ucrania.
No voy a analizar el porqué de este conflicto porque es una historia muy compleja y viene de muchos años atrás de encuentros y desencuentros entre Rusia y Ucrania.
Tampoco voy a entrar en el típico alegato por la paz. Y creo que como cristiano se debe dar por supuesto, que deseamos la paz en Ucrania, en Rusia y en cualquier parte del mundo y debemos orar por ella.
Tampoco quiero hablar de este conflicto en términos escatológicos (de los últimos tiempos) porque demasiadas guerras nos dan una pista que, efectivamente, estamos en esos tiempos y que Cristo viene pronto, pero no sabemos cuando y la humanidad lleva toda la historia en guerra.
Pensando en dedicar el artículo de este boletín a este trágico suceso que, tristemente no ha hecho más que empezar, y buscando pasajes bíblicos sobre el fomento de la paz, encontré este tan interesante que tenemos en la cabecera, que nos afecta de lleno a la vida y convivencia en la iglesia.
Empiezo comentando que este pasaje (Romanos 14), en líneas generales, lo que explica, a través de las palabras del apóstol Pablo es prevenir sobre los posibles conflictos que puedan surgir en el seno de la iglesia, por razones tan aparentemente banales, como las preferencias culinarias.
Este asunto parece trivial, pero no tanto, si observamos el contexto cultural en el que se movía esta iglesia, ya que buena parte de la carne que consumían estos creyentes (de las escasas veces que podían comer carne), procedía de sacrificios realizados a ídolos. Algunos ya se habían liberado de este estigma, pero otros no, y los segundos tendían a juzgar a los primeros. Lo que hace Pablo a continuación es todo un alegato a no incurrir en juzgar (o prejuzgar) al hermano y concluye en esforzarse en promover la paz y la edificación.
¿Qué tiene que ver esto con la guerra en Ucrania? Pues como en todo conflicto político, hay un gran componente de ideología, y aquí, todos sabemos (o deberíamos saber) que en una iglesia hay casi todo tipo de sensibilidades. No digo que haya algunos que apoyen la guerra sino que por sus ideas pueden llevarle a “señalar buenos o malos”, según su conveniencia ideológica, y esto puede provocar otro conflicto al que sí apelo a evitar en el seno de la iglesia.
Este tipo de conflictos no sólo se pueden originar por las comidas o la política. A veces pueden venir por detalles en las formas de adorar, en aspectos doctrinales secundarios o (y esto sí que puede ser grave) en opiniones acerca de actitudes o formas de las personas que visitan o se congregan en la iglesia.
De la misma manera que es difícil conocer los detalles y las razones por las que los países se atacan, también es difícil conocer los porqués de los comportamientos individuales o las preferencias de las personas con las que compartimos iglesia.
Procuremos, pues, la paz entre nosotros mismos sin dejar de orar por la paz mundial.
Santi Hernán